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sábado, 30 de junio de 2018

«Jesús, es el Dios de la vida…»



Décimo tercer domingo durante el año
Lecturas del 1-07-18, Ciclo B

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.  Amén

Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. El ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal. 
Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla. Palabra de Dios.

 Salmo 29, R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. 
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.  R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría.  R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo.  ¡Señor, Dios mío, ¡te daré gracias eternamente!  R.

2º 
carta de Pablo a los Corintios 8, 7. 9. 13-15
Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. 
Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. 
No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes.   Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez.  Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.               
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.»      
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?» 
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad.                    
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de él.  Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!»
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer. Palabra del Señor.

Reflexión 

Historias de fe. Dos gestos decisivos de Jesús frente a la muerte se entrecruzan en este relato: la curación de una mujer enferma y la resurrección de la hija de Jairo.  Ambos tienen numerosos puntos en común:

·       En ambos relatos el beneficiario es una mujer.
·       En ambos casos hay transgresión, liberación y superación de una religión legalista que está incapacitada para curar y dar la vida.
·       En ambos la gente representa un problema para Jesús: “lo apretujaban” “se burlan de Él”
·       En ambos se descubre una actitud de reserva de Jesús ante su propia práctica: la curación de la mujer con flujos de sangre sucede como si Él no lo hubiese querido, sin darse cuenta; y cuando trata de averiguar todo lo sucedido, remite a la mujer a su fe como causa de salud.  En el caso de la hija de Jairo parece quitar fuerza a lo que va a suceder, pues dice que no está muerta sino viva.
·       En ambos casos Jesús queda impuro según la ley por haber sido tocado por una mujer impura y por haber tocado a la niña muerta y se convierte en transmisor de impureza legal.
·       En ambos se proclama la importancia de la fe para recuperar la salud y la vida; la fe aparece como causa del paso de la muerte a la vida.
·       En ambos casos aparece Jesús como liberador y dador de vida al margen y en contra de las leyes de la Pureza.

Jesús es Señor y dador de vida. En medio del lago, Jesús aparece como liberador del caos en la naturaleza; en tierra de paganos, como liberador del caos del corazón del hombre poseído por espíritus malignos.  Ahora de nuevo en Galilea, en medio del pueblo de Israel, se muestra liberador de la enfermedad y, sobre todo, de la muerte.  Dios es Dios de la vida y quiere nuestra salud y vida.
La mujer que tenía pérdida de sangre continua era símbolo de la frustración vital.  Entre los judíos, el simple hecho de ser mujer era ya una marginación social y religiosa.  Pero, por su enfermedad, una menstruación continua, esta mujer cargaba con una marginación mucho más atroz: no podía tener hijos (y, esto, en una sociedad donde a la mujer se le apreciaba fundamentalmente por su fecundidad y donde el tener hijos era signo de bendición divina, era reducirla a nada); además, religiosa y legalmente, era siempre una mujer impura y contaminante, como lo era durante la menstruación toda mujer. Era de total marginación. No podía tocar ni ser tocada.  Sin medios y sin remedio, después de haber pasado por numerosos médicos y haber gastado inútilmente toda su fortuna. Para conseguirlo se desembaraza de los prejuicios religiosos que le impiden ponerse en contacto con en Él.  Se salta la ley pues su fe le lleva a creer que con sólo tocarle la ropa se curará.

El relato de la curación de la hija de Jairo nos muestra que la liberación que trae Jesús franquea el límite supremo, el de la muerte. Que la liberación y el reino de Dios llegan con Jesús, es una evidencia en los primeros capítulos de Marcos.  Por eso, Jairo recurre a Jesús. Pero para él y su familia lógicamente hay un límite, el de la muerte. Si la niña ha muerto, ya no vale la pena molestar al Maestro. Jesús, sin embargo, provoca en el padre la fe en que el reino de Dios llega con todas las consecuencias.  El “mundo de la muerte” se mofa de quien en estas circunstancias continúa anunciando que el Reino llega con todas las consecuencias.  Pero el milagro se realiza porque Dios es Dios de vida y no de muerte. Ahora bien, sólo quien crea que sí vale la pena molestar al Maestro y que nunca es demasiado tarde, experimentará y descubrirá que en Jesús está la vida.

La fuerza de la fe. Dos dichos de Jesús constituyeron los pilares principales de los relatos que Marcos ha ensamblado: “Hija, tu fe te ha curado, vete en paz y sigue sana de tu tormento” “No temas, ten fe y basta”.  Estas dos frases, dichas a la mujer y al padre de la niña, ponen de manifiesto la importancia de la fe para experimentar la vida y percibir la presencia liberadora del Reino.  Sin fe no hay liberación ni puede haber gestos de vida.  La fe está dentro de estos dos hechos milagrosos, de estos dos relatos de vida.  Lo que salva no es el simple contacto físico, sino de fe.
Por la fuerza de su fe, la curada se va en paz, con plenitud interior y exterior de vida, como si hubiera vuelto a nacer.  Por la fuerza de la fe del padre, la niña se puso de pie y comenzó a andar, o sea, recupera la vida cuando ésta parecía que le había sido arrebatada.
Nada importante pasó hasta que no se llegó a un encuentro personal de Jesús.  ¿Cómo es hoy nuestra fe: una fe personal o de prestado? ¿Cómo es hoy mi fe?  

A veces pasamos por alto que Jesús, más que atribuirse a sí mismo las curaciones que realiza, recuerda a los enfermos algo realmente sorprendente: “Tu fe te ha salvado”.  Quién sabe creer en el Dios de la vida y acierta a confiar en Dios posee una fuerza capaz de liberarle de todo lo que deshumaniza y destruye como persona.
Cuando el Evangelio pone de manifiesto la enorme fuerza curativa de la fe, parece estar diciéndonos que no es anacrónico establecer correlación entre fe y salud, cuando ésta no queda reducida únicamente a lo fisiológico.  Sano es, en realidad, aquel que es capaz de realizar su total proyecto de vida en libertad.  Esta salud total es la que Jesús transmite: Él no se limita a curar enfermedades físicas sino a salvar.  La fe cura integralmente, o sea, salva.

Jesús nos dice que Dios no quiere nada negativo para el hombre. Aunque las limitaciones son inherentes a nuestra condición de criaturas, la salvación de Dios es siempre de un plano superior y más pleno que cualquier limitación; por eso se puede dar en plenitud, a pesar de cualquier limitación, incluida la muerte.
La verdadera salvación, la que propone Jesús, libera siempre. No se trata de un premio para unos pocos privilegiados, sino de una oferta absoluta de Dios desde lo hondo de cada ser. Esa fuerza, que Jesús era capaz de poner en marcha, está disponible para todos, lo único que tenemos que hacer, es dejar que actúe en nosotros.

"Te ofrezco, Señor, mis pensamientos,
ayúdame a pensar en ti.
Te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te ofrezco mis obras, ayúdame a
cumplir tu voluntad.
Te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.
    Papa Clemente IX

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Padre Daniel Silva. Fray Marcos.
                          Los sábados 16 hs. Círculo Bíblico San José, Parroquia San José: Brandsen 4970, V. Domínico.
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