Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

domingo, 3 de abril de 2011

Cuarto Domingo de Cuaresma (A), “El ciego fue, se lavó y, al regresar, veía”

Lecturas del 3-04-11

Primer libro de Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a
El Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey.» Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido.»
Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón.»Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a ninguno de estos.»
Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿Están aquí todos los muchachos?» El respondió: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño.» Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí.» Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque es este.» Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Palabra de Dios.

Salmo 22

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

Carta de Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 8-14
Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará. Palabra de Dios.

Evangelio según san Juan 9, 1-41
Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» «Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado.»
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?» Unos opinaban: «Es el mismo.» «No, respondían otros, es uno que se le parece.»
El decía: «Soy realmente yo.» Ellos le dijeron: « ¿Cómo se te han abierto los ojos?» El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: "Ve a lavarte a Siloé". Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?» El respondió: «No lo sé.» El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?» Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» El hombre respondió: «Es un profeta.»
Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»
Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta.» Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él.» Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo.» Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?»
El les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?»
Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este.» El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: « ¿Crees en el Hijo del hombre?» El respondió: « ¿Quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.» Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él.
Después Jesús agregó: «He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?»
Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece.» Palabra del Señor

Reflexión:

EL CIEGO DE NACIMIENTO

Según la mentalidad reflejada en no pocos textos bíblicos, el bienestar y la desgracia eran, respectivamente, fruto de una conducta moral buena o mala. Los discípulos de Jesús, hijos de su tiempo, participan de esta idea y consideran la enfermedad –en este caso la ceguera- como una consecuencia del pecado. Jesús rechaza tal visión.

Este relato tiene como finalidad mostrar la veracidad de la afirmación de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”. Quien hace lo que dice es veraz. Por eso quien cura a un ciego de nacimiento demuestra que es la luz. La narración proclama, pues, quién es Jesús y cuál es la buena noticia y la salvación que Él trae.

La forma de narrar la curación evoca el rito del bautismo. La frase del que había sido ciego: “me lavé y ahora veo”, recuerda inevitablemente el bautismo cristiano que, en la primitiva Iglesia, fue llamado “iluminación”. Ciertamente el relato era leído con motivo de la celebración del bautismo de los catecúmenos. Se ve muy claro la visión, el ver es símbolo de la fe; depende de lavarse o no en la piscina de Siloé (=enviado), y consiste en la aceptación o rechazo de Jesús, enviado del Padre. Él es la luz para aquellos que reconocen su oscuridad y la necesidad que tienen que ser iluminados, es oscuridad para los que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia oscuridad.

La curación del ciego de nacimiento es presentada por Juan en forma de signo, con una serie de diálogos e interrogatorios muy duros para mostrar la seriedad del itinerario ascendente del ciego (de la ceguera a la visión). Frente al reconocimiento ascendente que hace el ciego a la persona de Jesús (=ese “hombre”, “hombre de Dios”, “profeta”, “Señor”), surgen diferentes dudas o rechazos presentados por los otros protagonistas, a saber, vecinos, familiares, fariseos. El ciego es figura del pueblo reducido a la impotencia por la opresión de los dirigentes, es un pobre marginado, sin experiencia de la luz y de la vida, pero que puede liberarse y transformarse con la libertad de opinión y resistencia a cualquier presión. Su curación es como una nueva creación, puesto que llega a ver y a conocer. El ciego se libera superando diferentes pruebas.

La primera reacción frente al “signo” proviene de los vecinos próximos al ciego y testigos de lo ocurrido. Conocen desde fuera, están mal informados, tienen juicios pocos sólidos y no se interrogan más allá. Se preocupan sólo superficialmente. Ante ellos, el ciego curado da una primera respuesta o testimonio elemental: “Ese hombre que se llama Jesús…”. Sabe que existe, que obra, pero no sabe dónde está, desconoce su origen.
Pbro. Daniel Silva

Meditamos con el Evangelio…

El proceso del ciego de nacimiento: es una progresiva iluminación que fue recibiendo en lo relativo a la fe: pasó de ser un hombre común a ser un creyente, y en este sentido el signo que hizo Jesús con él de abrirle los ojos, no es más que la exteriorización de un proceso mucho más hondo que se dio en el interior del hombre.

En este texto del evangelio de San Juan, se señalan los pasos que dio este hombre para creer.
Jesús primero lo cura de su ceguera física, y el ciego comienza a ver otras cosas en su interior. ¿Cuándo comienza su curación interior? Cuando les revela a los vecinos, que no creían que él era el mismo ciego que pedía limosna, que quien le había curado era ese hombre que se llama Jesús.
Hasta ahí, para el que había sido ciego, Jesús era todavía un hombre, alguien que lo curó, pero un hombre al fin.
La segunda parte de esa iluminación interior la tiene cuando lo llevan ante los fariseos. Delante de ellos, el que había sido ciego, escucha que los fariseos hablan de Jesús como un pecador por haber curado en sábado. Y cuando finalmente le preguntan al hombre quién es Jesús, el responde: es un profeta. Ya en ese momento, el ciego interior ve un poco más, y percibe en Jesús la fuerza sobrenatural de un profeta.
Después los fariseos llaman a sus padres, que por temor a ser expulsados de la sinagoga, no responden y le dicen que le pregunten a su hijo cómo había sido curado.
Y cuando los fariseos le dicen que Jesús es un pecador, el que había sido ciego, que ya ve más, se atreve inclusive a ser irónico, diciendo que si así fuera, no podría haberlo curado. Y entonces los fariseos lo echan de la sinagoga.
El tercer paso es el encuentro con Jesús, después de haber sido expulsado de la sinagoga a causa de su fe. Cuando Jesús le pregunta si cree en el Hijo del Hombre, el ciego pregunta ¿quién es?
Y cuando Jesús le responde que es el que está hablando con él, le contestó: Creo Señor, y se postró ante Él.
En este diálogo el hombre llega a la total iluminación de la fe, porque Jesús, después de haberle abierto los ojos exteriores a este hombre se le manifiesta como Mesías y el hombre cree.
Para este hombre, Jesús primero era sólo el hombre que lo había curado, después el profeta, y finalmente, el Hijo del Hombre.
La iluminación de este hombre es progresiva, como progresiva es la iluminación de la humanidad y de cada uno de nosotros en las cosas de la fe. Somos bautizados, allí fuimos iluminados, pero a lo largo de nuestra vida crece la fe, crece la iluminación interior.

Nos podemos preguntar:

¿Cuál es nuestra actitud ante la sanación del ciego de nacimiento?

¿Hoy cómo vemos nosotros las enfermedades y nuestras debilidades humanas? ¿Como una maldición o una bendición? Te invitamos a pensar en cuantas personas incluso cercanas a ti, precisamente en los momentos críticos de sus vidas, en sus fracasos, en sus enfermedades, en sus caídas es que reconocen a Dios y se acercan a Él, pues es ante estas cosas que el hombre se da cuenta que no es todo poderoso y que necesita de Dios para superar sus debilidades.

Avisos parroquiales

Recordamos que continúa abierta la inscripción para los cursos de Primera comunión y de confirmación todos los días en la oficina parroquial de 17:30 a 19 hs.

Lecturas de la semana:

Lunes 4: Isaías 65, 17-21; Salmo 29; Jn. 4, 43-54.
Martes 5: Ez 40, 1-3; 47, 1-9. 12 ; Sal 45; Jn 5, 1-3. 5-18.
Miércoles 6: Is. 49, 8-1 5; Salmo 144; Jn 5, 17-30.
Jueves 7: Ex 32-7-14; Salmo 105; Jn. 5, 31-47.
Viernes 8: Sb. 2, 1ª. 12-22; Salmo 33; Jn. 7, 1-2.10. 14. 25-30.
Sábado 9: Jr. 11, 18-20; Salmo 7; Jn. 7,40-53.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de la presente: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Servicio Bíblico Latinoamericano. Lectionautas.com