Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 29 de mayo de 2021

"Sean libres y no tengan miedo, siempre estaremos con Él"

 

 

Hola, les comparto el audio de la reflexión de las lecturas del domingo de la Santísima Trinidad, 30 de mayo 2021, del Padre Juan José Milano, bendiciones.


 

 “…bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”  

Santísima Trinidad  

Lecturas 30-5-21, Ciclo B  

” Ven Espíritu Santo”

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén  

Deuteronomio 4, 32-34. 39-40         
Moisés habló al pueblo diciendo: «Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?         
Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios -allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra- y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.» Palabra de Dios.   
 

Salmo 32, R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se Eligió como herencia!

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.          

La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.                      

San Pablo a los cristianos de Roma 8, 14-17     
Hermanos: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!            
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él. Palabra de Dios.     

Santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20       
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.» Palabra del Señor.    

              

 Reflexión: «La Unidad y la Trinidad de Dios»  

Hoy, la liturgia nos invita a celebrar a la Santísima Trinidad, nuestro Dios. Un solo Dios en tres Personas, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Y por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad, hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo.

Encuentro con el Resucitado. Mateo termina su evangelio narrando un breve encuentro entre Jesús Resucitado y el grupo de los once que había regresado a Galilea tras recibir el mensaje de las mujeres. Este encuentro ocurre ya lejos de Jerusalén, del lugar en el que habían vivido la experiencia traumática de la pasión de Jesús. Esta distancia física es también existencial. Después de la crisis, del miedo, de la desesperanza que los había paralizado, el maestro los invita a volver a Galilea, a los orígenes, a recorrer de nuevo los caminos, a evocar las experiencias junto a Jesús y que ahora han de releer de forma diferente.  

Ya en Galilea, con el corazón preparado por la experiencia del regreso, se encuentran con Jesús, ahora resucitado. El breve relato de la aparición se centra en visibilizar la propuesta de futuro que Jesús les propone en este último encuentro. Esta propuesta se orienta en una doble dirección, por un lado, les recuerda la necesidad de seguir haciendo posible el Reino, de seguir invitando a más hombres y mujeres a formar parte de la comunidad de seguidores. Por otro, define los pilares en los que han de sostener y proclamar su fe: la vida compartida en tantos lugares: el lago, la montaña, la casa, los caminos…y las enseñanzas que se hacían compromiso en los encuentros con los enfermos, con los marginados, con quienes estaban sedientos de esperanza, con los que no tenían un lugar en la historia…Todo eso es lo que han de guardar en su corazón, pero también en su actuar.  

Jesús resucitado les recuerda que la comunidad se construye en la comunión, en el compartir, en los proyectos comunes. Una comunidad que guiada por el Espíritu es capaz de salir de los pequeños espacios de Palestina para abrirse a gente de toda clase y lugar. Una comunidad que no teme arriesgarse, que no se resiste a lo nuevo porque se sabe sostenida por el Espíritu de Dios.  

Los años vividos con Jesús recorriendo pueblos y ciudades, escuchándole hablar de un Dios Abba que solo quiere lo mejor para sus hijos, les permite comprender mejor las palabras que el Maestro les dirige. Un Dios que no teme contaminarse abrazando con misericordia y bondad a quien ha errado el camino, un Dios que sueña con sentarse a la mesa de los pobres, acoger en su casa a pecadores y prostitutas. Un Dios, padre y madre que no es celoso de su gloria, sino de su bondad y perdón.  

Jesús es el hijo perfecto de un Padre así. Toda su vida, sus decisiones, su entrega final encarnaron la urgencia de ese Dios de ser también un padre y una madre para la humanidad. Sus encuentros, sus palabras, su alegría, sus comidas festivas… tenían sentido desde la fidelidad al Abba que lo sostenía en la oración, lo confirmaba en cada signo profético y sanador que podía realizar y lo impulsaba con la fuerza de su Espíritu en cada paso que daba.  

La primera comunidad cristiana comprendió que tenía que dejarse persuadir por ese Dios Abba y continuar abriendo espacios a su Reino. Junto a Jesús resucitado supo que necesitaba recibir la sabiduría de Dios y ser guiados por el Espíritu Santo para construir el presente y proyectar el futuro. Por eso cualquier hombre o mujer que se incorporaba al grupo de seguidores de Jesús tenía que abrirse a ese impulso trinitario, por eso, eran invitados a bautizarse en el nombre del Padre (Madre), del Hijo y del Espíritu Santo.  

El encuentro de Jesús resucitado en Galilea con el grupo que va a liderar a partir de ahora la comunidad es, para Mateo, una oportunidad para recordar a todos sus destinatarios en qué y en quién han de sostener su fe, y lo más importante: fortalecer en cada uno la certeza de que el Maestro siempre estará con ellos.  

Muchos siglos después seguimos escuchando este relato y quizá nos siga invitando a preguntarnos en quién ponemos nuestra esperanza, y si realmente el Dios en el que creemos es el que sostuvo la misión de Jesús y derramó su santo Espíritu para impulsar su acción y compromiso. Los bautizados estamos llamados a encontrarnos también con Jesús resucitado en Galilea y recrear hoy sus palabras en nuestro concreto y a veces precario camino creyente.  

Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo. Al discipulado y el bautismo se agrega un nuevo mandato: enseñarle a vivir todo lo que Jesús enseñó. Se trata de dar a conocer a los nuevos discípulos el auténtico camino de la salvación.
En las últimas palabras del Evangelio de Mateo, Jesús dice uno de los versículos más esperanzadores y consoladores del Nuevo Testamento: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. 
  

*Solo Amor… en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.  ¿Es necesario creer en la Trinidad, ¿se puede?, ¿sirve para algo?, ¿no es una construcción intelectual innecesaria?, ¿cambia en algo nuestra fe en Dios y nuestra vida cristiana si no creemos en el Dios trinitario? Hace dos siglos Kant escribía estas palabras: «Desde el punto de vista práctico, la doctrina de la Trinidad es perfectamente inútil».  

Nada más lejos de la realidad. La fe en la Trinidad cambia no sólo nuestra manera de mirar a Dios sino también nuestra manera de entender la vida. Confesar la Trinidad de Dios es creer que Dios es un misterio de comunión y de amor. Dios no es un ser frío, cerrado e impenetrable, inmóvil e indiferente. Dios es un foco de amor insondable. Su intimidad misteriosa es sólo amor y comunicación. Consecuencia: en el fondo último de la realidad dando sentido y existencia a todo no hay sino Amor. Todo lo existente viene del Amor.  

El Padre es Amor originario, la fuente de todo amor. Él empieza el amor: «Sólo él empieza a amar sin motivos, es más, es él quien desde siempre ha empezado a amar». El Padre ama desde siempre y para siempre, sin ser obligado ni motivado desde fuera. Es el «eterno Amante». Ama y seguirá amando siempre. Nunca retirará su amor y fidelidad. De él sólo brota amor. Consecuencia: creados a su imagen, estamos hechos para amar. Sólo amando acertamos a vivir plenamente.  

El ser del Hijo consiste en recibir el amor del Padre. Él es el «Amado eternamente» antes de la creación del mundo. El Hijo es el Amor que acoge, la respuesta eterna al amor del Padre. El misterio de Dios consiste pues en dar y en recibir amor. En Dios, dejarse amar no es menos que amar. ¡Recibir amor es también divino! Consecuencia: creados a imagen de Dios, estamos hechos no sólo para amar sino para ser amados.  

El Espíritu Santo es la comunión del Padre y del Hijo. Él es el Amor eterno entre el Padre amante y el Hijo amado, el que revela que el amor divino no es cerrazón o posesión celosa del Padre ni acaparamiento egoísta del Hijo. El amor verdadero es siempre apertura, don, comunicación hasta sus criaturas. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom 5, 5). Consecuencia: creados a imagen de ese Dios, estamos hechos para amarnos mutuamente sin acaparar y sin encerrarnos en amores ficticios y egoístas. *José Antonio Pagola  

“Dios Amor nos invita al gozo de su vida en comunidad”  

Dios nuestro, Padre de la luz, tú has enviado al mundo tu Palabra, sabiduría que sale de tu boca, Tú has querido que tu propio Hijo, Palabra eterna que procede de ti (Jn 1,1-14), se hiciera carne y viviera en medio de tu pueblo. Envía ahora tu Espíritu sobre nosotros: Que Él nos dé un corazón oyente (1 Re 3,9), nos permita encontrarte en tus Santas Escrituras y engendre tu Verbo en nosotros. Que el Espíritu Santo levante el velo de nuestros ojos (2 Cor 3,12-16), nos conduzca a la Verdad Completa (Jn 16,13), y nos dé inteligencia y perseverancia. Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor, Él sea bendito y alabado por los siglos de los siglos. Amén.  

 

Domingo de Pascua

“Cristo Vive”

 

Segundo domingo de Pascua

“Señor mío y Dios mío”

 

Tercer domingo de Pascua

“Ustedes son testigos de todo esto”

 

Cuarto domingo de Pascua

“Yo Soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”

 

Quinto domingo de Pascua

“El que permanece en mí, y yo en él,

da mucho fruto”

 

Sexto domingo de Pascua

“Ámense los unos a los otros, como

yo los he amado”

 

Ascensión

“Vayan por todo el mundo, anuncien la buena Noticia a toda la creación”

 

Pentecostés

“Reciban el Espíritu Santo”

 

Aclaración: Se han consultado para la preparación del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Donbosco.org.ar. Dominicos.org. José Antonio Pagola. Fray Marcos.

 

Círculo Bíblico San José  

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119