Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 18 de marzo de 2017

" El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”


Tercer domingo de Cuaresma, Ciclo A, 
Lecturas del 19-03-17

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.  Amén

Lectura del libro del Éxodo 17, 1-7
Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor.
Cuando acamparon en Refidím, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: “¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”.
Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?»                  
Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?»        
 El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb.
Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo.» Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel.              
Aquel lugar recibió el nombre de Masá -que significa «Provocación»- y de Meribá -que significa «Querella»- a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?»  Palabra de Dios.  

Salmo 94
R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
 «No endurezcan su corazón.»
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor!  R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!  Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano.  R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: «No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.»  R.

Carta de san Pablo a los Romanos 5, 1-2. 5,8      
Hermanos: Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Palabra de Dios.

Evangelio san Juan 4, 5-15. 19b-26. 39a. 40-42
Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.          
Una mujer de Samaria fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber.» Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.             
La samaritana le respondió: « ¡cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva.»               
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?»    
Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.»   
 «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla.» «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar.»
Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.»             
La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo.» Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo.»
Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo.» Palabra del Señor.


Reflexión:

Descubriendo a Jesús. El evangelio de este domingo nos retrata el camino pedagógico de un encuentro con Jesús. Se trata de un itinerario de descubrimiento de la persona de Jesús quien viene al mundo como Verbo para que lo comprendamos y lo acojamos en la fe, recibiendo así “el don de Dios”.
Es un encuentro que va da del pozo físico al pozo del corazón: del corazón humano que por sí mismo no puede producir vida, al corazón de Dios de donde viene el don inagotable de la vida.
Es un encuentro verdaderamente salvífico que conduce de la lejanía de Dios a la experiencia plenificante de la adoración de Dios.
Es un encuentro que va de la disgregación a la congregación. En el encuentro con el Verbo se da un proceso que quiebra dicotomías, reconciliando hombre-mujer (conflictos de género), judío-samaritano (enemigos políticos), verdadero-falso adorador de Dios (discriminaciones religiosas).
Es un encuentro que integra lo personal y lo comunitario, la experiencia personal y la misión. La samaritana vive su experiencia personal de Jesús (y se convierte en apóstol) confesando su fe en su comunidad. El encuentro salvífico de Jesús con la samaritana es el punto de partida de la misión: de la samaritana misma y de los discípulos.
La última frase –y momento culminante- de todo el pasaje es: “Sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del Mundo”.  El núcleo es una experiencia de conocimiento (ver Jn 1,10-13), un conocimiento en la fe que va más allá de la simple profesión de boca y se concreta en la acogida del Verbo en el mundo de los hombres: “Le rogaron que permaneciera con ellos… Y permaneció allí…”.

Un camino progresivo hacia la fe en Jesús salvador. Ante el relato del encuentro de la samaritana con Jesús, se imponen dos consideraciones. Jesús es quien toma la iniciativa. Él se anticipa a la mujer. Él comienza el diálogo y lo conduce. La mujer pone su parte: tiene sed, toma el cántaro, va al pozo donde está Jesús. Pero está cerrada a todo diálogo. Sin embargo, está abierta a la felicidad.
Apenas Jesús rompe la frialdad del encuentro y sugiere que existe otra agua, la mujer se interesa: “Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed y, no necesite venir hasta aquí a sacarla”.
Gracias al diálogo con Jesús, la mujer va cambiando progresivamente. Primero, lo llama “judío”. Luego, “señor”. Después, profeta­­. Finalmente, “mesías”. Y mediante el anuncio que ella hace a sus compaisanos y del encuentro con Jesús, estos profesan: “es verdaderamente el Salvador del mundo”.

La verdadera adoración. Es la que Brota del conocimiento del rostro del Padre y de su actuar, revelados en la persona de Jesús. Y está anclada en la trasparencia de la vida, de manera que no hay contradicción entre fe y actuar.

Adorar en espíritu y verdad.  Supone superación de templos y lugares sagrados, y de un culto y ritos vacíos. El nuevo templo es Jesús y él vive en quien cree.  Para adorar al Padre lo que importa es la actitud, no los lugares.  Actitud donde obra el Espíritu de Jesús, que nos da.
Jesús le enseña a la samaritana a ser auténtica adoradora de Dios haciéndole caer en cuenta que la cuestión no es de lugar sino el modo: “Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adorarán al Padre...” “Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad”.
Jesús expresa que esta manera de relacionarse con Dios está establecida por el mismo Dios a quién él ahora llama claramente “Padre”. Dios Padre busca adoradores que lo adoren: Como Padre, En Espíritu, En Verdad

Como Padre.  No se puede adorar a quien no se conoce. No se puede adorar a quien no descubrimos vivo y eficaz como Señor y Creador dentro de nuestra propia historia.  No se puede adorar cuando no se toma conciencia de su actuar creativo dentro de la propia vida.
Jesús es quien verdaderamente conoce al Padre y quien nos revela su rostro de manera nueva y definitiva (“A Dios nadie lo ha visto jamás).

El problema, entonces, ya no es judío ni samaritano. La revelación de Dios ha dado un nuevo paso hacia delante. Por esto, en adelante, es decir, a partir del anuncio de Jesús, será posible conocer a Dios de una manera nueva y definitiva y reconocerlo mediante una forma de oración, también nueva, que exprese este conocimiento: el reconocimiento de Dios (=adoración) como Padre que vivifica a sus hijos.
La adoración es un don de Dios y se nos da en la persona de Jesús. Por medio de él es que renacemos del Espíritu (Jn 3,5). Es en él que descubrimos la verdad de Dios y de nosotros mismos (“Soy Rey, para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”, Jn 18,37).




19 de marzo 2017
Solemnidad de San José

"… Jesús colmó el corazón de San José con ternura de amor tal como jamás ningún padre creado la sintió ni sentirá, no sólo para que José lo pudiese amar como Hijo, sino para que pudiese amar a todos los hombres como a sus hijos, pues, del mismo modo que todos somos hijos de María, así lo somos también de San José

Nuestra oración a san José

 “San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.
Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas, recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda exultó de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiado a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, a acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste.
Y concédenos que en nuestra familia todo sea santificado, en caridad, en paciencia, en la justicia y en la búsqueda el bien.
Amén.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de la presente: El libro del Pueblo de Dios. CELAM /CEBIPAL.  Mons. C J Giaquinta. P Daniel Silva 2011.
Lectio Divina: los sábados 17 hs. en:

Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.

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