Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 28 de mayo de 2011

Sexto Domingo de Pascua, “El que recibe mis mandamientos y los cumple…

Lecturas del 29-05-11– Ciclo A –

“El que recibe mis mandamientos y los cumple… yo lo amaré y me manifestaré a él

Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17
En aquellos días: Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo. Palabra de Dios

Salmo 65

R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Aclame al Señor toda la tierra! ¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa, digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.
Toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre. Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres. R.
El convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en él, que gobierna eternamente con su fuerza. R.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí: Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia. R.

1º carta del apóstol san Pedro 3, 15-18

Queridos hermanos: Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo. Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal. Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Palabra de Dios.

Evangelio según san Juan 14, 15-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.» Palabra del Señor.

Reflexión:

En el Evangelio de este domingo, leemos el pasaje perteneciente a la Última Cena en que Jesús promete a sus apóstoles el envío del Espíritu Santo.
Comienza este pasaje con las palabras de Jesús: “El que recibe mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama”, Jesús, antes de anunciar la venida del Espíritu Santo, nos recuerda que el verdadero amor tiene necesidad de manifestarse con obras. Y San Juan nos exhorta a que “no amemos de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad”, y nos enseña a que “el amor al Señor consiste en que vivamos de acuerdo a sus mandamientos” Y luego de estas enseñanzas, Jesús anuncia que el fruto de su mediación ante el Padre será la venida del Espíritu Santo, del Paráclito.
Jesús hace esta promesa de enviar el Espíritu Santo, porque sabe de antemano que sus discípulos están tristes, preocupados o desconsolados, ante la idea de su inminente partida, y este espíritu les indicará el camino correcto que ahora deben seguir.

“Él les enseñará lo que es la verdad.” Para los discípulos será un momento muy difícil la partida de Jesús, porque ya no contarán con la presencia de su maestro, no podrán ir a buscar una respuesta a sus incógnitas a sus temores o a sus dudas, no habrá quien les diga cuál es la verdad. Por esto, Jesús hace referencia a que este Espíritu será quien ahora les enseñara la verdad.
El Espíritu Santo, en efecto, vendrá sobre los discípulos tras la Ascensión del Señor (fiesta que celebramos el próximo domingo), enviado por el Padre y el Hijo. Al prometer aquí Jesús que por medio de Él, el Padre les enviará el Espíritu Santo, está revelando el misterio de la Santísima Trinidad.

Paráclito significa Consolador, Protector, o Defensor. De ahí que también a veces se lo conozca como Abogado. Jesús habla del Espíritu Santo como de otro Paráclito”, porque será enviado a los discípulos en lugar suyo, como Protector que les asista, ya que Él va a subir a los Cielos. En otro pasaje de las escrituras, el apóstol Juan llama Paráclito a Jesús, cuando dice “El Abogado que tenemos ante el Padre, es Jesucristo, el Justo”.
El Espíritu Santo cumple ahora el oficio de guiar, proteger y vivificar a la Iglesia y a cada uno de nosotros, porque, como dice el Papa Pablo VI, dos son los elementos que Cristo ha prometido y otorgado, aunque diversamente, para continuar su obra: el apostolado y el Espíritu Santo. El apostolado actúa externa y objetivamente, forma el cuerpo material de la Iglesia. Le confiere sus estructuras visibles y sociales. En cambio, el Espíritu Santo actúa internamente, dentro de cada uno de nosotros, como también sobre la comunidad entera, animando, vivificando y santificando.
El Espíritu Santo es nuestro Consolador mientras caminamos en este mundo en medio de dificultades y bajo la tentación de la tristeza. Por grandes que sean nuestras limitaciones, siempre podemos mirar con confianza al cielo, y sentirnos llenos de alegría. La presencia y acción del Espíritu Santo en la Iglesia son la prenda y la anticipación de la felicidad eterna, de esa alegría y de esa paz que Dios nos depara.

En varios momentos de la Última Cena, se trasluce la tristeza de los Apóstoles ante las palabras de despedida del Señor. Jesús les habla, llamándolos amigos, y les promete que no se quedarán solos porque les enviará el Espíritu Santo, y Él mismo volverá a estar con ellos. En efecto, le verán de nuevo después de la Resurrección, cuando se les aparezca durante cuarenta días hablando con ellos del Reino de Dios. Al subir a los cielos dejaron de verle, no obstante Jesús sigue en medio de sus discípulos, según lo había prometido.
Jesús da una clave muy importante en este texto, “los de este mundo no podrán verlo, los de este mundo no podrán recibir el Espíritu”. Vivir según las normas o mandamientos de este mundo apartarían a los discípulos del Espíritu de Dios.
Pero, ¿Porqué los discípulos pueden ver el espíritu? ¿Cómo es que está en medio de ellos?
Porque es el Espíritu de Jesús mismo el que se les dará, es Cristo mismo quien habitará en ellos, serán uno con Él y Él estará en ellos, es por eso que dice la Escritura: “Pero ustedes sí lo conocen, porque está con ustedes, y siempre estará en medio de ustedes.”

Sólo viviendo según las exigencias de Cristo podremos, como los discípulos, recibir el Espíritu Santo, y reconocer la verdad. Con esto demostraremos también nuestro amor a Dios, y entonces podremos ver las cosas según los ojos de Dios y así Jesús se dará a conocer en su plenitud.

«Sed paráclitos los unos de los otros» (1)

En el Evangelio Jesús habla del Espíritu Santo a los discípulos con el término «Paráclito», que significa consolador, o defensor, o las dos cosas a la vez. En el Antiguo Testamento, Dios es el gran consolador de su pueblo. Este «Dios de la consolación» (Rm. 15,4) se ha «encarnado» en Jesucristo, quien se define de hecho como el primer consolador o Paráclito (Jn 14,15). El Espíritu Santo, siendo aquel que continúa la obra de Cristo y que lleva a cumplimento las obras comunes de la Trinidad, no podía dejar de definirse, también Él, Consolador, «el Consolador que estará con vosotros para siempre», como le define Jesús. La Iglesia entera, después de la Pascua, tuvo una experiencia viva y fuerte del Espíritu como consolador, defensor, aliado, en las dificultades externas e internas, en las persecuciones, en los procesos, en la vida de cada día. En Hechos de los Apóstoles leemos: «La Iglesia se edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena de la consolación (¡paráclesis!) del Espíritu Santo» (9,31).

Debemos ahora sacar de ello una consecuencia práctica para la vida. ¡Tenemos que convertirnos nosotros mismos en paráclitos! Si bien es cierto el cristiano debe ser «otro Cristo», es igualmente cierto que debe ser «otro Paráclito». El Espíritu Santo no sólo nos consuela, sino que nos hace capaces de consolar a los demás. La consolación verdadera viene de Dios, que es el «Padre de toda consolación». Viene sobre quien está en la aflicción; pero no se detiene en él; su objetivo último se alcanza cuando quien ha experimentado la consolación se sirve de ella para consolar a su vez al prójimo, con la misma consolación con la que él ha sido consolado por Dios. No se conforma con repetir estériles palabras de circunstancia que dejan las cosas igual (« ¡Ánimo, no te desalientes; verás que todo sale bien!»), sino transmitiendo el auténtico «consuelo que dan las Escrituras», capaz de «mantener viva nuestra esperanza» (Rm 15,4).
Así se explican los milagros que una sencilla palabra o un gesto, en clima de oración, son capaces de obrar a la cabecera de un enfermo. ¡Es Dios quien está consolando a esa persona a través de ti!
En cierto sentido, el Espíritu Santo nos necesita para ser Paráclito. Él quiere consolar, defender, exhortar; pero no tiene boca, manos, ojos para «dar cuerpo» a su consuelo. O mejor, tiene nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca. La frase del Apóstol a los cristianos de Tesalónica: «Confortaos mutuamente» (1Ts 5,11), literalmente se debería traducir: «sed paráclitos los unos de los otros». Si la consolación que recibimos del Espíritu no pasa de nosotros a los demás, si queremos retenerla egoístamente para nosotros, pronto se corrompe.
De ahí el porqué de una bella oración atribuida a San Francisco de Asís, que dice:
«Que no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar...».

A la luz de lo que he dicho, no es difícil descubrir que existen hoy, a nuestro alrededor, paráclitos. Son aquellos que se inclinan sobre los enfermos terminales, sobre los enfermos de Sida, quienes se preocupan de aliviar la soledad de los ancianos, los voluntarios que dedican su tiempo a las visitas en los hospitales. Los que se dedican a los niños víctimas de abuso de todo tipo, dentro y fuera de casa.

Terminamos esta reflexión con los primeros versos de la Secuencia de Pentecostés, en la que el Espíritu Santo es invocado como el «consolador perfecto»:

«Ven, Padre de los pobres;
ven, Dador de gracias,
ven, luz de los corazones.

Consolador perfecto,
dulce huésped del alma,
dulcísimo alivio.

Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto».

(1)Reflexión del P. Raniero Cantalamessa,
(27/abril/2008)
Avisos parroquiales

Martes 31/5: Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen. 19 hs. Santa Misa.

Viernes 3/6: Primer viernes del mes
18:30 Adoración al Santísimo Sacramento.
19 hs.. Santa Misa.
Comienza la Novena del Espíritu Santo.

LECTURAS DE LA SEMANA

Lunes 30: Hch. 16, 11-15; Sal. 149; Jn.15, 26—16,4.
Martes 31: Rm. 12, 9-16b; Sal Is. 12, 2-3. 4b-6; Lc. 1, 39-56.
Miércoles 1: Hch. 17, 15. 22—18, 1; Sal 148; Jn. 16, 12-15.
Jueves 2: Hch. 18, 1-8; Sal. 97; Jn. 16, 16-20.
Viernes 3: Hch. 1, 9-18; Sal. 46; Jn. 16, 20-23.
Sábado 4: Hch. 18, 23-28; Sal. 46; Jn. 16, 23-28.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Lectionautas.com. Unos momentos con Jesús y María


Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
Sábados 16 hs.
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