Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 31 de agosto de 2019

“Felices los justos”



Vigésimo segundo domingo
durante el año
Lecturas 1-09-19, Ciclo C

” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén


Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29                 
Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento. Palabra de Dios.                
                               
Salmo 67,  R. Señor, tu eres bueno con los pobres.                       
Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es «el Señor.» R.
El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: él instala en su hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.  
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre R             

Carta a los Hebreos 12, 18-19. 22-24           
Hermanos: Ustedes, en efecto, no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando.                             
Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora  que habla más elocuentemente que la de Abel.
Palabra de Dios.  

Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14               
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.                                   
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.»                               
Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!» Palabra del Señor.              
                 
Reflexión:

Jesús lleva a repensar la vida. Un buen maestro siempre está enseñando. Como lo hemos venido notando en nuestra lectura del evangelio de Lucas en los domingos anteriores, Jesús en su camino hacia Jerusalén encontró en las diversas circunstancias de la vida cotidiana, la posibilidad de transmitir sus enseñanzas.
Lo importante es que, al interior de cada una de las esferas de la vida humana, Jesús va introduciendo la semilla del Reino que genera una verdadera revolución en las maneras de pensar y en los hábitos del comportamiento ya previamente establecidas por la cultura en sus diversos ámbitos. Jesús nos lleva a repensar la vida, no con simples frases de afecto sino con meditaciones profundas sobre la vida. Jesús entra en la vida cotidiana ya configurada por cada persona y su sociedad, cuestiona y propone. Y en esta dinámica hace emerger de dentro de las conciencias desnudas la fuerza renovadora del Reino, mano creadora de su Padre en medio del mundo, y del impulso arrollador del Espíritu de amor que moldea la vida según el querer de Dios.

El contexto. Un fariseo invita a Jesús a comer. Los judíos hacían los sábados una comida especial a medio día, al terminar la reunión en la sinagoga. Aprovechaban la ocasión para invitar a alguna persona importante y así presumir ante los demás invitados. Jesús era ya una persona muy conocida y discutida. Seguramente la intención de esa invitación era comprometerle ante los demás invitados. Como aperitivo, Jesús cura a un enfermo de hidropesía, con lo cual ya se está ganando la oposición general (era sábado).
En el texto encontramos dos parábolas. Una se refiere al invitado, otra al anfitrión. Se trata de la relación que inicias tú y la que inicia el otro contigo. En la primera no se trata de un consejo para tener éxito, pero toma ejemplo de un sentimiento generalizado para apoyar una visión más profunda de la humildad. Jesús aconseja no buscar los honores y el prestigio ante los demás como medio de hacerse valer. Condena toda vanagloria por contraria a su mensaje. El texto conecta con el final del domingo pasado: Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.

La segunda encierra un matiz diferente. No quiere decir Jesús que hagamos mal cuando invitamos a familiares o amigos. Esa actitud no es signo del amor evangélico. El amor que nos pide Jesús tiene que ir más allá del puro instinto, del interés. La demostración de que se ha entrado en la dinámica del Reino está en que se busca el bien de los demás sin esperar nada a cambio.

En ambos casos, Jesús nos propone una manera distinta de entender las relaciones humanas. Jesús trastoca comportamientos que tenemos por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos debe llevar a cambiar la escala de valores del mundo. Ser cristiano es, sencillamente, ser diferente. No se trata de renunciar a ser el primero. Todo lo contrario, se trata de asegurar el primer puesto en el Reino, buscando el bien de la persona y no solo de la parte biológica. “El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos”. Jesús no critica que queramos ser los primeros, lo que rechaza es la manera de conseguirlo.      

Una observación: “Los invitados elegían los primeros puestos”. ¿Qué hay detrás de este comportamiento?  Una de las necesidades humanas es la estima. Esto se percibe en la aspiración al reconocimiento. El problema es cuando se busca ser superiores a los demás, tener posiciones más altas, estar más adelante. Esto último es lo que Jesús ve en los comensales de aquella mesa: quieren los puestos más visibles (a la cabecera de la mesa), los que indican superioridad.
Esto que sucede en las comidas formales también sucede en la convivencia humana y en todos los estratos sociales. No es fácil reconocerles a las otras personas nuestros mismos derechos y nuestro mismo valor. En esta feria de las vanidades, aparece el deseo de la afirmación personal mediante la comparación: lo nuestro es superior o mejor que lo de los otros. De esta comparación proviene un criterio errado de valoración.

Bajo la mirada de Dios: De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción.
Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino a los otros la promoción. La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios. Esto ya lo había dicho María en el Magníficat: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lc. 1,52).

Todas estas actitudes provienen del fondo del corazón, por eso se retoma como conclusión de la parábola de la oración del fariseo y el publicano: “Todo el que se eleve será humillado; y el que se humille será elevado”.

Humanizar la vida. Sin excluir. Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo más humano y fraterno, querido por Dios.                                          
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.                

Somos esclavos de relaciones interesadas, y a veces no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene no excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.           

Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.

Hay que vencer el exclusivismo y los prejuicios, el corazón debe ensancharse para darle espacio a todos, especialmente a los desfavorecidos, los abandonados, los que sufren, y acogerlos con amor, haciéndolos parte de nuestra propia vida.
Esta es la comunión que anticipa el modo de vivir definitivo en la resurrección.

“Jesús misericordioso en vos confío” Amén

Septiembre Mes de la Biblia

¿Dónde nos podemos encontrar
hoy con Dios?

Para el cristiano la persona de Jesucristo es el centro que da sentido a su vida. Ya es común recordar la frase del Santo Padre en Aparecida: “No se comienza a ser cristiano, nos decía, por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Ap. 243). Ahora bien, la pregunta importante es saber:
¿Dónde me encuentro hoy con Jesucristo?

Esta pregunta nos permite descubrir uno de los modos que él ha elegido para permanecer con nosotros, su Palabra, que es la Palabra de Dios.

Esta presencia de Jesucristo a través de su Palabra no tiene sólo un contenido doctrinal, sino que es para nosotros un acontecimiento que nos permite hoy entrar en comunión viva con él. La Biblia no es un libro del pasado, algo histórico, sino un acontecimiento que se hace presencia para quién la lee con un corazón abierto, este es el principio de la fe.

"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más. Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica la capacidad del amor, agranda el corazón".

¿Cuál te parece que se portó como prójimo del hombre necesitado? (15° domingo)

 (16° domingo)



“La espera vigilante del discípulo”
(19° domingo)

(20° domingo)


(21° domingo)

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: Misioneros Oblatos. J. A. Pagola. Fray marcos.

Círculo Bíblico San José

“Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119

Te esperamos todos los sábados a las 16 hs para compartir y reflexionar el evangelio
de cada semana.


   

“Traten de entrar por la puerta estrecha”


Vigésimo primer domingo durante el año
Lecturas 25-8-19, Ciclo C


” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Libro de Isaías 66,18-21.                           
Así habla el Señor: yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo les daré una señal, y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones extranjeras, a las costas lejanas que no han oído hablar de mí ni han visto mi gloria.   Y ellos anunciarán mi gloria a las naciones.                 
Ellos traerán a todos los hermanos de ustedes, como una ofrenda al Señor, hasta mi Montaña santa de Jerusalén. Los traerán en caballos, carros y literas, a lomo de mulas y en dromedarios -dice el Señor- como los israelitas llevan la ofrenda a la Casa del Señor en un recipiente puro.  Y también de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas, dice el Señor. Palabra de Dios                    

Salmo 116         
R: Vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio.
¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos! R.           
Es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre.  R.   

Carta a los Hebreos 12,5-7.11-13.                        
Hermanos: Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.     
Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo.                
Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.  
Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean. Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se sane. Palabra de Dios.   

Evangelio según San Lucas 13,22-30.  
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.              
Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?".                 
El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”.                 
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas”.        
Pero él les dirá: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”. 
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.          
Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos". Palabra del Señor.            

Reflexión:

Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén”. Jesús incansablemente misionero, con la fuerza del Espíritu (Lc. 4,18), va sembrando la semilla de la Palabra. En este camino se le plantea una nueva pregunta que lleva en el fondo una ironía: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”
La pregunta cómo se ve, apunta al número: ¿Cuántos vamos a salvarnos, pocos o muchos?
La respuesta de Jesús traslada la atención del "cuántos" al "cómo" nos salvamos.

¿Qué dice Jesús respecto del modo de salvarnos? Dos cosas: No basta para salvarse el hecho de pertenecer a determinado pueblo, a determinada raza o tradición, institución, aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas...” y la respuesta es “No sé de dónde son ustedes”. 
En el relato de Lucas, es evidente que los que hablan y reivindican privilegios son los judíos (en el relato de Mateo, el panorama se amplía: en un contexto de Iglesia oímos a cristianos que presentan el mismo tipo de pretensiones: "Profetizamos en tu nombre, hicimos milagros...” pero la respuesta del Señor es la misma: ¡no los conozco, apártense de mí! Mt 7,22-23).

Por lo tanto, para salvarse no basta ni siquiera el simple hecho de haber conocido a Jesús y pertenecer a la Iglesia; hace falta otra cosa. Justamente esta "otra cosa" es la que Jesús pretende revelar con las palabras sobre la "puerta estrecha". Lo que nos pone en el camino de la salvación no es un título, sino una decisión personal.

Jesús rompe el esquema y lleva el tema al plano personal y cualitativo no sólo es necesario pertenecer a una determinada "comunidad" ligada a una serie de prácticas religiosas que nos dan la garantía de la salvación. Lo importante es atravesar la puerta estrecha es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto: "no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".

Comer y beber el cuerpo y la sangre del Señor, escuchar su Palabra, multiplicar las oraciones... es necesario, pero no es suficiente para alcanzar la salvación, porque como afirma Dios por boca del profeta Isaías: "no puedo soportar falsedad y solemnidad" (1,13). Al rito se debe unir la vida, la religión debe impregnar toda la vida, la oración debe orientarse a la práctica de la caridad, la liturgia debe abrirse a la justicia y al bien, de otra manera como han dicho los profetas el culto es hipócrita y es incapaz de llevarnos a la salvación, y escucharemos las palabras de Jesús "aléjense de mí, operarios de iniquidad". El acento está en las obras, expresión de una vida coherente con la fe que profesamos.

"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”.  “La puerta estrecha” es una figura. No es que la puerta tenga solamente pocos centímetros de ancho. No es que en la puerta del Reino haya obstáculos. No es que haya que dar codazos para entrar a la fuerza en medio de otros que quieren hacerlo al mismo tiempo. Simplemente quiere decir que los buenos propósitos no son suficientes, hay que “hacer” cosas concretas para entrar.
El hecho es que ésta no se logra sin nuestra participación, la pasividad no sirve. Si es verdad que Dios nos salva, también es verdad que nos toma en serio como personas libres y responsables.

De esta manera se “entra”. Un discípulo de Jesús debe canalizar sus mejores energías para vivir en santidad, no deseando otra cosa que alcanzar la comunión con Él superando los obstáculos y distinguiendo lo prioritario de lo secundario.
La vida cristiana es una vida de entrega diaria por elevarse a un nivel espiritual superior; es erróneo cruzarse de brazos y relajarse después de haber hecho un compromiso personal con Cristo. No podemos quedarnos estancados en nuestra fidelidad al reino de Dios.
Por tanto, la plenitud y la riqueza de nuestra vida humana consisten también en la plenitud y la profundidad de nuestras relaciones con las demás personas.

“Hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”
El dicho se entiende observando la composición de la mesa. Los primeros (los judíos) y los últimos (los paganos) pasan todos por la misma puerta: la exigencia es la misma para todos. En el intercambio radical de lugares entre ellos vemos al mismo tiempo una crítica para los primeros –que tuvieron la honra de pertenecer al pueblo de Abraham y los profetas- y un anuncio de esperanza para los últimos.
La llegada de los últimos no excluía a los primeros, pero estos mismos se hicieron últimos –quedaron al nivel de los que antes no conocían a Dios- cuando se autoexcluyeron de la comunión con Dios por no vivir en sintonía con su querer. Al final, ante Jesús cada uno se hace “primero” o “último” según su decisión.

Finalmente, una palabra de esperanza: quienes se hicieron “agentes de justicia” saben ahora que su identificación de vida con Jesús les abrió las puertas del Reino no importando que no fueran “primeros” miembros del pueblo elegido.
Jesús quiere ganar nuestro corazón, pero él no acomoda el mensaje para agradarnos sin más. Porque nos ama nos dice la verdad, no importa que haya verdades incómodas.
Cuando pensamos en la salvación generalmente pensamos en el trabajo pastoral que hay que hacer con la gente de fuera y esto es válido. Pero aquí Jesús se dirige a aquellos que ya entraron en contacto con Él, que lo conocen y han estado en relación con Él (predicación, eucaristía, etc.).  A ellos se les dice que la salvación no está asegurada por el hecho de ser israelita o por llevar el título de cristiano.

El esfuerzo por vivir según la justicia es el camino para llegar a la plenitud de la alegría. 
La salvación es un don de Dios que tenemos  que conquistar. 

Un Mundo mejor es posible: Francisco


La “projimidad” es el ámbito necesario para que pueda anunciarse la Palabra, la justicia, el amor, de modo tal que encuentre una respuesta de fe.

Encuentro, conversión, comunión, y solidaridad son categorías que explicitan la “projimidad” como criterio evangélico concreto que se opone a las pautas de una ética abstracta o meramente espiritual. “La projimidad” es tan perfecta entre el Padre y el Hijo que de ella procede el Espíritu.

Es al Espíritu a quien pedimos despierte en nosotros esa particular sensibilidad que nos hace descubrir a Jesús en la carne de nuestros hermanos más pobres, más necesitados, más injustamente tratados porque, cuando nos aproximamos a la carne sufriente de Cristo, cuando nos hacemos cargo de ella, recién entonces puede brillar en nuestros corazones la esperanza, esa esperanza que nuestro mundo desencantado nos pide a los cristianos.

“La Fraternidad”. El Papa Francisco reitera su llamado a superar una "cultura del descarte" y promover la "cultura del encuentro" para avanzar en la consecución de un mundo más justo y pacífico.
"En un mundo cada vez más interdependiente, no puede faltar el bien de la fraternidad, que vence la difusión de esa globalización de la indiferencia, a la cual se ha referido en repetidas ocasiones el Papa Francisco. La globalización de la indiferencia debe ser sustituida por una globalización de la fraternidad".  

"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más. Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica la capacidad del amor, agranda el corazón".

¿Cuál te parece que se portó como prójimo del hombre necesitado? (15° domingo)

 (16° domingo)



“La espera vigilante del discípulo”
(19° domingo)

(20° domingo)

Santo Espíritu de Dios, mora en mí mora en mí, quiero ser lleno de tu luz, mora en mí.
Si tu bella luz mora en mí, la gloria de Jesús irradiaré, mora en mí, mora en mí,
soy de ti, soy de ti.
Si quebrantas, Santo Espíritu mi ser, instrumento de tu amor, yo quiero ser, mora en mí, mora en mí, soy de ti, soy de ti.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: Misioneros Oblatos. ACIprensa.

Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119

Te esperamos todos los sábados a las 16 hs para compartir y reflexionar el evangelio
de cada semana.