Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 30 de agosto de 2014

Vigésimo segundo domingo durante el año – Ciclo A –



Jesús, hijo de Dios, ten compasión de mí. Maestro en vos confío.

 
 
Lecturas del 31-08-14
 Seguir al Maestro en su ruta pascual hacia la “Vida” 

Libro del profeta Jeremías 20, 7-9
¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: «¡Violencia, devastación!»
Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día. Entonces dije: «No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre.» Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía. Palabra de Dios.
 
Salmo 62
 
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.
 
Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente;  mi alma tiene sed de ti,  por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua.  R.
Sí, yo te contemplé en el Santuario  para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida,  mis labios te alabarán.  R.
Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre.  Mi alma quedará saciada  como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará  con júbilo en los labios.  R.
 
Veo que has sido mi ayuda  y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene.  R.
 
S. Pablo a los cristianos de Roma 12, 1-2
Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer.           
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios.
 
Evangelio según san Mateo 16, 21-27
Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.            
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.» Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»            
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. 
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.»
Palabra del Señor.
 
 Rectángulo redondeado: Dios mío: Abre mi espíritu y dame inteligencia, en vano leeré o escucharé tu Palabra si Tú no haces que penetre en mi corazón. 
Concédeme ardor para buscarla, docilidad para aceptarla y fidelidad para cumplirla. 
Amén
 
Reflexión 
 
Jesús y Pedro, frente a frente. Seguir a Jesús.
 
Este pasaje está relacionado con el evangelio de la semana pasada. El reconocimiento de Jesús como Mesías e Hijo de Dios y la convocación de la Iglesia en torno a Pedro crean el ámbito para que Jesús comience a manifestar a los discípulos su destino, y para que ellos comprendan, desde la fe, que deben seguirle por ese mismo camino.
 
Podemos distinguir en este pasaje tres escenas:
 
Anuncio de la pasión.  Jesús da un paso adelante en su manifestación a los discípulos, y les muestra, con claridad, que su camino mesiánico pasa por el sufrimiento y la muerte antes de llegar a la gloria de la resurrección.
 
La reacción de Pedro. Pedro muestra que su comprensión del misterio de Jesús aun no es total, a pesar de su confesión de fe en Él como Mesías e Hijo de Dios, Pedro es un discípulo en proceso de conversión.
 
La respuesta que Jesús le da no parece de rechazo “apártate de mí” sino más bien una invitación.  Literalmente lo que Jesús le dice es: “Ponte detrás de mí”; es decir, vuelve a ocupar el puesto de discípulo, sígueme y camina por la senda que mis pasos van marcando.  Pero ha tenido la osadía de ponerse al frente de Jesús para obstaculizar su camino, porque la cruz le resulta escandalosa, y Jesús quiere hacerle ver que el lugar de discípulo es ir detrás de Él, camino de la cruz. Pedro representa aquí a los discípulos de todos los tiempos, que se escandalizan y no comprenden a Jesús y que necesitan colocarse de nuevo en actitud de seguimiento.
 
Instrucción a los discípulos.  Después de haber hablado de su propio camino mesiánico.  Jesús se dirige a todos los discípulos para explicarles cuál es el camino del seguimiento. 
Hay un punto que en seguida aparece central: toda la vida del discípulo debe hacer referencia a Jesús. 
La afirmación más importante: “El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”.  Los tres verbos (negarse a sí mismo, cargar con la cruz y seguir) pretenden explicar en qué consiste ser discípulo.
 
Por otra parte Jesús no busca arbitrariamente el sufrimiento, ni para Él ni para los demás, como si éste encerrara algo especialmente grato a Dios.  Es una equivocación creer que uno sigue más de cerca de Jesús si busca sufrir sin necesitad alguna.  Lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino la actitud con que una persona asume las cruces que nacen del seguimiento de Jesús.

El sentido de nuestra existencia. Muchas veces, absortos por tantas preocupaciones e inquietudes, nos olvidamos de las cosas verdaderamente esenciales de la vida y perdemos a menudo la brújula y el sentido de nuestra existencia. Hacemos muchas cosas y nos afanamos en una y mil actividades sin reparar en el porqué o para qué de todo aquello.
Nos sucede lo que le ocurrió a un brillante general –también francés– que, estando en una reunión familiar, relataba dramáticas hazañas de su expedición en Marruecos. De pronto, una sobrinita, que seguía llena de admiración los relatos de su tío, le pone una de sus manitas sobre las rodillas, y le pregunta: "Tío, has hecho cosas maravillosas por el país. Y por Dios, ¿qué has hecho?" El gran general se quedó sin palabras ante la pregunta inocente de una pequeña y pasó toda aquella tarde pensativo. ¡No había hecho absolutamente nada por Dios! Al poco tiempo dejó la carrera militar y se consagró al servicio de Dios y de los demás. Había nacido un gran misionero y un futuro santo: Charles de Foucauld.               
En el Evangelio de hoy, nuestro Señor nos dirige una pregunta sumamente importante y trascendental; más aún, de la respuesta que demos a ese interrogante depende el sentido y el futuro de nuestra misma existencia: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?". Es ésta una de las preguntas que atraviesan de polo a polo la historia de la humanidad y ante la cual nadie puede quedar indiferente. ¿Qué has hecho tú por Cristo hasta el día de hoy?...              

La meta del discipulado es encontrar la vida.  La motivación fundamental es ésta contraposición: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá / pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”.
Estas dos posibilidades contrapuestas, puestas ahora en consideración, iluminan el sentido del seguir a Jesús con la cruz partiendo de la idea de la vida. En pocas palabras: la meta del discipulado es encontrar la vida, lo cual corresponde al deseo más profundo de todo ser humano.
 
Ahora bien, esta meta puede ser lograda o fracasada solamente de manera radical, no hay soluciones intermedias.
 
La vida, aquí y más allá de la muerte, se consigue mediante un gesto supremo de donación de la propia vida. Hay falsas ofertas de felicidad (o “realización de la vida”) que conducen a la pérdida de la vida; la vida es siempre un don que no nos podemos dar a nosotros mismos, en cambio, siempre estamos en capacidad de darla. En esta lógica: quien pierde la propia vida por Dios y por los demás, “la encontrará”.
El discipulado, bajo la perspectiva de la cruz, no es un camino de infelicidad, todo lo contrario: ¡El sentido último del seguimiento es alcanzar la vida!
 
La esencia del Discipulado: seguir al Maestro en su ruta pascual hacia la “Vida”
 
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
 
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
 
¿Cuál es el verdadero valor de la vida?
 
Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición.
Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.   
El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.         
El segundo camino consiste en saber “perder”, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.           
Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?                
La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.                
Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras puertas a los hambrientos?
Cfr.: J. A. Pagola
 
Francisco v
 
Francisco: En el Amor de Dios
un mundo mejor es posible
 
“En una comunidad cristiana la división
es un pecado gravísimo”
 
El papa Francisco celebró este miércoles 27 de agosto, su habitual audiencia general. En una plaza de San Pedro colmada de fieles y peregrinos provenientes de todo el mundo, el Santo Padre continuó con sus catequesis dedicadas a la Iglesia. Hoy centró su reflexión en las notas “una” y “santa”. La Iglesia es una, explicó el Papa, porque tiene su origen en Dios uno y trino, misterio de unidad y de comunión plena. Es santa –dijo-, porque está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada de su amor y salvación. 

Francisco manifestó que “la experiencia nos dice que son tantos los pecados contra la unidad, que a veces nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión para compartir, son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las antipatías. Y las habladurías están a la mano de todos.        

Pero esto ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer. Es humano, ¡pero no es cristiano! Por esto el Papa instó a hacer un serio examen de conciencia. “En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino del diablo que por definición es aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa prejuicios –manifestó-.
Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de acogernos, de perdonar y de querernos bien, para parecernos cada vez más a Él, que es comunión y amor. En esto está la santidad de la Iglesia: en el reconocerse a imagen de Dios, colmada de su misericordia y de su gracia”.            
“Queridos amigos –concluyó Francisco-, hagamos resonar en nuestro corazón estas palabras de Jesús: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo de división o de incomprensión en nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua conversión.”  (AICA)

"Lo importante no es mirar desde lejos o ayudarlo desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba siempre al encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
 
“Y, por favor, ¡no se dejen robar la esperanza!, ¡no dejen robar la esperanza! Esa que nos da Jesús”.         
 
"Les quiero pedir un favor: caminemos todos juntos, cuidémonos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño; ¡cuídense! Cuiden la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden los niños, cuiden a los viejos. Que no haya odio, que no haya peleas. Dejen de lado la envidia y no le saquen el cuero a nadie; dialoguen, vayan creciendo en el corazón y acérquense a Dios".
 
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de esta hoja: El libro del Pueblo de Dios. P. Sergio A. Cordova Catholic.net P. Daniel Silva.