Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 10 de marzo de 2018

«… para que todos los que creen en él tengan Vida eterna»



Tiempo de Cuaresma
11 de marzo 2018 – Ciclo B –



Segundo libro de las Crónicas 36, 14-23 
Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio.
Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por
Jeremías: «La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años.»     
En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, ¡lo acompañe y que suba...!»   Palabra de Dios.

Salmo136
R. Que la lengua se me pegue al paladar
 si no me acordara de ti.
Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras.  R.
Allí nuestros carceleros nos pedían cantos,  y nuestros opresores, alegría: «¡Canten para nosotros un canto de Sión!»  R.
 ¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén,
que se paralice mi mano derecha.  R.
Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén
 por encima de todas mis alegrías.  R.

San Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 4-10
Hermanos: Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo - ¡ustedes han sido salvados gratuitamente! - y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo.
Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús.      
Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe.
Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.  Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Juan 3, 14-21
Jesús dijo a Nicodemo: «De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. 
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.     
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.»  Palabra del Señor.

Reflexión   

Las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma son un canto de alegría al mostrarnos que el amor de Dios por nosotros no sólo lo manifestó en palabras, sino en su entrega, “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.” 

“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto”. La reflexión en torno al “levantar en alto” trae a colación un episodio muy llamativo del Antiguo Testamento en el Libro de los Números 21,4-9 donde ante la realidad del pecado y de las murmuraciones del pueblo, Dios “manda” unas serpientes abrasadoras (se alude, posiblemente, al ardor que causan cuando pican), mordían y provocaban la muerte de muchos. Cuando los miembros del pueblo reconocen su pecado y piden perdón, Dios les da como “remedio” que miren una serpiente de bronce colocada en el extremo de un mástil sostenido por Moisés.
Todo el que era mordido al mirar este signo quedaba curado. Así como el “remedio” de la Antigua Alianza fue mirar a la serpiente levantada en alto, en la Nueva Alianza el “remedio” será el Hijo del hombre levantado en alto que trae vida eterna a todo el que cree en Él. Juan recrea y profundiza de manera simbólica el episodio del Antiguo Testamento para referirlo a la crucifixión y glorificación de Cristo. Jesús muerto y resucitado será la “nueva medicina” para sanar la enfermedad del pecado y la muerte espiritual en el corazón de los hombres. Así como la serpiente era un signo de salvación que curaba a los que la miraban, la Cruz será signo de salvación para los que la contemplen.

Mirar al crucificado. El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de Jesús con un importante fariseo, llamado Nicodemo. Según el relato, es Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche». Intuye que Jesús es «un hombre venido de Dios», pero se mueve entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo hacia la luz.
Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento, Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz. Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna».             

¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz?    
Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los
momentos más duros y difíciles. Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida y de amor.             
En esos brazos extendidos que no pueden ya abrazar a los niños, y en esas manos clavadas que no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, está Dios con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantos sufrimientos. Desde ese rostro apagado por la muerte, desde esos ojos que ya no pueden mirar con ternura a pecadores y prostitutas, desde esa boca que no puede gritar su indignación por las víctimas de tantos abusos e injusticias, Dios nos está revelando su "amor loco" a la Humanidad.

«Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Podemos acoger a ese Dios y lo podemos rechazar. Nadie nos fuerza. Somos nosotros los que hemos de decidir. Pero «la Luz ya ha venido al mundo». ¿Por qué tantas veces rechazamos la luz que nos viene del Crucificado?    

Dios nos propone un camino de salvación y santificación y el ser humano tiene dos posibles respuestas ante el designio y la propuesta de Dios: creer o no creer; la luz o la oscuridad; la verdad o la mentira; los mandamientos y las obras buenas o el pecado… Dios hace al hombre libre y el hombre elige de qué lado está, por qué se juega. De la determinación del hombre depende la salvación o la perdición.
La fe y la incredulidad aquí se confrontan violentamente. La razón de la incredulidad son las “malas obras”, “lo malo”; por ello huye el pecador de la Luz. En la respuesta de fe se realiza el juicio mismo de Dios sobre cada uno de los hombres. Es aquí donde la responsabilidad y el buen uso de la libertad se ponen en juego. 



¡San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret. Protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.

Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas. Recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda, exulto de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiados a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste. Y concédenos que, en nuestra familia, todo sea santificado, en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien. Amén.

San José, ruega por nosotros, amén