Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 4 de septiembre de 2021

"Jesús libera al hombre. Seamos libres en el Señor"

 

Hola les comparto la reflexión de las lecturas del vigésimo tercer domingo, 5 de septiembre 2021, del padre Juan José Milano. Bendiciones. 


«Efatá», «Ábrete.» Presencia liberadora de Dios.”

 
Septiembre mes de la Biblia

 Vigésimo tercer domingo, lecturas 5-9-21, Ciclo B  

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén  

Lectura del libro del profeta Isaías 35, 4-7a

Digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!»          
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales. Palabra de Dios.

Salmo 145, R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos.  R.  

Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos el Señor protege a los extranjeros.  R.  

Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.  R.  

Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5

Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.     
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? 
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? 
Palabra de Dios.  

Santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete.» Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» Palabra del Señor.

 Reflexión  

Los textos litúrgicos de este domingo nos llevan a reflexionar sobre la presencia liberadora de Dios en nuestras vidas. Dios libera a los hombres de su triste condición de desterrados y a la naturaleza de su aridez infecunda (primera lectura). Libera al cristiano de cualquier acepción de personas, porque todos, ricos o pobres, somos iguales delante de Dios (segunda lectura). Libera a los hombres de sus enfermedades del cuerpo y del espíritu: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Evangelio).  

En los tiempos de Jesús, el hecho de que una persona fuera sorda, muda o ciega, no era un problema de salud sino un problema religioso. Esa carencia era signo de que Dios le había abandonado. Si Dios lo había abandonado, la institución religiosa estaba obligada a hacer lo mismo. Eran por tanto, marginados por la religión, que era la mayor desgracia que podía recaer sobre una persona. Jesús, con su actitud, manifiesta que Dios está más cerca de los marginados, de los que sufren. Al curar, Jesús les está sacando de su marginación religiosa, demostrando que Dios no margina a nadie y que la religión no actúa en su nombre.

Además, simbólicamente, sordo y mudo en el AT era, el que no quería escuchar la palabra de Dios, y por lo tanto, tampoco podía cumplirla o proclamarla. Si tenemos en cuenta que la religión judía está fundamentada en el cumplimiento de la Ley, descubriremos que, el que no puede oírla ni proclamarla queda totalmente excluido. La imposición de manos era signo de la comunicación del Espíritu. La mirada al cielo era signo de relación íntima con Dios. Apartarlo de la gente era separarlo del mundo. El dedo hace referencia al dedo de Dios que actúa con fuerza. La saliva se consideraba como vehículo del Espíritu. Aparentemente Jesús actúa como cualquier sanador de la época. Pero los taumaturgos hacían sus curaciones con la máxima ostentación posible. Jesús quiere hacer ver a todos que su objetivo es muy distinto.  

*Abrirnos a Jesús. Le presentan a Jesús un sordo que, a consecuencia de su sordera, apenas puede hablar. Su vida es una desgracia. Solo se oye a sí mismo. No puede escuchar a sus familiares y vecinos. No puede conversar con sus amigos. Tampoco puede escuchar las parábolas de Jesús ni entender su mensaje. Vive encerrado en su propia soledad.

Jesús lo toma consigo y se concentra en su trabajo sanador. Introduce los dedos en sus oídos y trata de vencer esa resistencia que no le deja escuchar a nadie. Con su saliva humedece aquella lengua paralizada para dar fluidez a su palabra… Respira profundamente, lanza un fuerte suspiro mirando al cielo en busca de la fuerza de Dios y, luego, grita al enfermo: «¡Ábrete!».

Aquel hombre sale de su aislamiento y, por vez primera, descubre lo que es vivir escuchando a los demás y conversando abiertamente con todos. La gente queda admirada: Jesús lo hace todo bien, como el Creador, «hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

No es casual que los evangelios narren tantas curaciones de ciegos y sordos. Estos relatos son una invitación a dejarse trabajar por Jesús para abrir bien los ojos y los oídos a su persona y su palabra. Unos discípulos «sordos» a su mensaje serán como «tartamudos» al anunciar el evangelio.

«Abrirse» o «cerrarse» al evangelio, es de importancia decisiva. Si vivimos sordos al mensaje de Jesús, si no entendemos su proyecto, si no captamos su amor a los que sufren, nos encerraremos en nuestros problemas y no escucharemos los de la gente. Pero entonces no sabremos anunciar la Buena Noticia de Jesús. Deformaremos su mensaje. A muchos se les hará difícil entender nuestro «evangelio». ¿No necesitamos abrirnos a Jesús para dejarnos curar de nuestra sordera? *J A Pagola.

 El camino por seguir. En el evangelio vemos que el estado del sordo es de opresión, de desesperanza, pero su fe y la de sus acompañantes hacen posible que Jesús lo haga pasar de esa opresión infranqueable a la liberación y plenitud de vida. La narración del milagro nos muestra el camino por el cual se produce el milagro, nos invita a la fe, ya que para Dios no hay nada imposible. Lo fundamental es ver a través del milagro, la presencia salvadora de Dios.

 Querer ser liberado. La liberación posee una fuerza de atracción singular. Digamos que no son pocas las ataduras, en las diversas épocas de la vida, que vamos encontrando en el camino de nuestra existencia. Por experiencia se sabe que, de esas ataduras, sobre todo de las más hondas y fuertes, no se puede el hombre deshacer por sí mismo. Necesitamos ser liberados. Para ello necesitamos querer ser liberados.

 Otro aspecto es a quién acudimos para ser liberados. Porque en nuestro mundo y en nuestro medio ambiente hay quizás muchos que se las dan de "liberadores", pero que nos pueden hacer confundir de camino, el verdadero liberador del hombre es Dios.

 Efatá. ¡Ábrete.  Jesús, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: “Efatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente».

Jesús no hacía milagros como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos. Aquel «gemido» que deja escapar en el momento de tocar los oídos del sordo nos dice que se identificaba con los sufrimientos de la gente, participaba intensamente en su desgracia, se hacía cargo de ella. Los milagros de Cristo jamás son fines en sí mismos; son «signos». Lo que Jesús obró un día por una persona en el plano físico indica lo que Él quiere hacer cada día por cada persona en el plano espiritual. El hombre curado por Cristo era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que todos somos, quien más quien menos, sordomudos.

 Somos sordos, por poner algún ejemplo, cuando no oímos el grito de ayuda que se eleva hacia nosotros y preferimos poner entre nosotros y el prójimo el «doble cristal» de la indiferencia. Los padres son sordos cuando no entienden que ciertas actitudes extrañas o desordenadas de los hijos esconden una petición de atención y de amor. Un marido es sordo cuando no sabe ver en el nerviosismo de su mujer la señal del cansancio o la necesidad de una aclaración. Y lo mismo en cuanto a la esposa. Estamos mudos cuando nos cerramos, por orgullo, en un silencio esquivo y resentido, mientras que tal vez con una sola palabra de excusa y de perdón podríamos devolver la paz y la serenidad en casa.

Y es por ello por lo que Jesús dirige a todos aquel grito suyo: Efatá, ¡ábrete!

Septiembre mes de la Biblia

La Lectio Divina: Mi experiencia de encuentro con Dios.  

La lectio divina como proceso de búsqueda, es una experiencia mística, donde no entra únicamente lo intelectual, sino que es una experiencia de Dios en el hoy, aquí y ahora. No es suficiente conocer lo que han sentido y vivido otros personajes si uno mismo no es capaz de hacer esa experiencia. Es esto lo que posibilita y facilita la Lectio Divina, pues por medio de una lectura gradual del texto se va profundizando y adentrando en el mensaje que transmite buscando al Señor de la Vida que se da a conocer por medio de esa revelación. Es por eso que la Lectio Divina no es simplemente un método de lectura, que se limita y agota en el texto escrito, sino que partiendo del texto de la Escritura favorece la búsqueda del Señor, siendo Él el sentido de toda la lectura y de la búsqueda.  

La Lectio Divina, si bien trabaja el texto escrito, lo profundiza, lo reflexiona, lo reza, siempre tiene la perspectiva de la vida, siempre busca aplicar esa palabra al día a día, a hacer vida aquello que fue conocido por medio de la Escritura. Para los cristianos el texto bíblico no es meta en sí misma, no buscamos apenas conocer cosas de la Biblia para repetirlos mecánicamente, sino que la finalidad y la meta de la revelación es la adhesión consciente, libre y amorosa a Aquel que se nos ha revelado en las Escrituras. Es por esto, que decimos que la Lectio Divina nos introduce a una experiencia de Encuentro con el Señor por medio de pasos que van profundizando el texto bíblico.   

Pues es sabido que lo fundamental no es saber cosas de la Biblia, sino vivirlas y hacerlas actitudes y gestos concretos, actualizando la vida y el proyecto de Jesús. 

Ven Señor Jesús, te necesitamos.

 

Décimo sexto domingo, “Eran como ovejas sin pastor”

 Décimo séptimo domingo, “Vivir el reino de Dios, es compartir  nuestro pan”

 Décimo octavo domingo, “El Pan espiritual que sacia los anhelos más profundos del corazón”

 Décimo noveno domingo, “Yo soy el pan de Vida”

 Vigésimo domingo, María, lugar de encuentro con Dios

 Vigésimo primer domingo, “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”

 Vigésimo segundo domingo, “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.”

 Aclaración: Se han consultado para la preparación del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Donbosco.org.ar. Dominicos.org. J. A. Pagola. P. R. Cantalamessa.   

Círculo Bíblico San José

 “Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119