Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 11 de septiembre de 2021

¿Quién es hoy Cristo para mí?

 

Hola, les comparto la reflexión del vigésimo cuarto domingo durante el a{o, 12 de septiembre 2021, del padre Juan José Milano, bendiciones. 
                                                                                                 


 

«Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?»

 

Septiembre mes de la Biblia

Vigésimo Cuarto domingo, Lecturas 12-9-21, Ciclo B  

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén  

Lectura del libro del profeta Isaías 50, 5-9ª

El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.     Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí!  Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿Quién me va a condenar?  Palabra de Dios.
 

Salmo 114,  R. Caminaré en la presencia del Señor.

Amo al Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco.  R.

Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: «¡Por favor, sálvame la vida!»  R.

El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos:  yo estaba en la miseria y me salvó.  R.

El libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes.  R.  

Carta del apóstol Santiago 2, 14-18

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta.       
Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, las obras.» A ese habría que responderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe.» Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.» «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»          
Pedro respondió: «¿Tú eres el Mesías?» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.   Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» 
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.» Palabra del Señor. 
 

Reflexión   

La liturgia de hoy nos permite desde lo más profundo de nuestro corazón reflexionar a la pregunta que Jesús les hizo a los discípulos: «Y ustedes, ¿quién decís que soy yo?». No es para llevar a cabo un sondeo de opinión. Es una pregunta que nos sitúa a cada uno a un nivel más profundo: ¿quién es hoy Cristo para mí? ¿Qué sentido tiene realmente en mi vida?

Luego de la curación de un ciego en Betsaida, Jesús sale hacia el norte con sus discípulos, hacia la zona de Cesarea de Filipo. En su camino el Señor quiere instruir a sus discípulos y parte de una pregunta: ¿Qué dice la gente acerca de mí? La pregunta no es superficial. El diagnóstico revela que “la gente” no ha captado quién es realmente Jesús.  

Reconocer a Jesús el Cristo. Los discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su proyecto? 

Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿Quién es este hombre en quien sienten tan presente y cercano a Dios como Amigo de la vida y del perdón? Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién decís que soy yo?». No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿Qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿En qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?   

La cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente, no es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más profundidad. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías». La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca, lo irán descubriendo con fe creciente.  

¿Qué Mesías esperamos? Pedro responderá en nombre de todos: Tú eres el Mesías. Que Jesús sea el Mesías significa que es aquel que todo el pueblo estaba esperando para que venga como salvador definitivo de todos los hombres, aquel que debía instaurar definitivamente el Reino de Dios. La afirmación de Pedro es toda una profesión de fe en Jesús como Mesías, Dios y Salvador. Es absolutamente correcta en su formulación.

Pero todo no termina ahí, Jesús comienza a narrar situaciones sobre su propia vida que nunca había dicho antes: va a sufrir mucho, será rechazado por los líderes religiosos del pueblo, lo van a matar y va a resucitar… Los discípulos no lo entienden todavía y los escandaliza la primera parte del relato.  

El problema estaba en el concepto de Mesías que tenía el pueblo de Israel. Y los apóstoles no escapaban a esa idea. Ellos esperaban un Mesías libertador y vencedor desde el punto de vista temporal, que los libraría del dominio romano y establecería un reino, mediante el triunfo y el poder. Pareciera como si los Apóstoles y, junto con ellos, el pueblo judío no hubiera puesto mucha atención a las profecías de Isaías sobre el Mesías. (cf.Is. 50, 5-9)  

Por eso Jesús tiene que corregirlos de inmediato. Cuando Pedro, pensando en ese Mesías triunfador, llama a Jesús aparte para tratar de disuadirlo de lo que acababa de anunciarles como un hecho, la respuesta del Señor resulta impresionante: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino según los hombres”.  

Por la severa respuesta de Jesús, resulta evidente que, para sus seguidores, rechazar el sufrimiento no es una opción; es -cuanto menos- una tentación que no va de acuerdo con lo que Él continúa diciéndonos en este pasaje evangélico.

Dice el texto que entonces el Señor se dirigió a la multitud y también a los discípulos, para explicar un poco más el sentido del sufrimiento: el suyo y el nuestro. “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”. Más claro no podía ser: el cristianismo incluye renuncia y sufrimiento. Seguir a Cristo es seguirlo también en la cruz, en la cruz de cada día.  

Hoy, después de más de 2000 años, también nosotros podemos responder a la pregunta: ¿Qué significa Jesús para mí? Podemos hablar de Jesús desde lo que lo otros dicen, escriben, meditan. Podemos hablar de Jesús por boca de otro. Podemos relacionarnos con Jesús por la experiencia que hizo otra persona. Pero de ninguna manera no pueden reemplazar el encuentro personal con Jesús.  También puede ser la de responder la pregunta de Jesús desde sus títulos: Hijo de Dios, segunda Persona de la Santísima Trinidad que se hace hombre en el vientre virginal de María, Cordero de Dios, Palabra hecha carne… Pero no basta el título. Tenemos que ir al fondo. Bien al fondo, y hacer experiencia.  

No puede haber verdadero seguimiento sin el conocimiento íntimo, personal y vinculante con la persona de Jesús de Nazaret, el obrero de las periferias que entendió que todos los hombres somos iguales e hijos de un mismo Dios, hizo de esto su prédica y su acción y entregó por amor su vida en la Cruz para salvarnos del pecado y reconciliarnos con el Padre, entre nosotros, con nosotros mismos y con la Casa Común.  

Por eso, desde nuestra experiencia de encuentro con Jesús podemos decirle: “vos sos el que le da sentido a mi vida”; “vos sos mi Salvador”; “vos sos el que me sanó y llegó a mi corazón”; “vos sos el que me invitaste a pensar la vida de otra manera”; “vos sos el que con tu Espíritu me da fuerzas para luchar día a día por un mundo más justo, más fraterno y solidario”; “vos sos el Dios que se esconde en el rostro de los pobres…”

Septiembre mes de la Biblia

La Lectio Divina: Mi experiencia de encuentro con Dios.  

La lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, que te ama y sale a tu encuentro. Estos pasos te van llevando al mismo interior de la Palabra. Cómo orar con la Palabra de Dios:

1. Invoca al Espíritu Santo. Pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de la Palabra y que te anime a la respuesta con tu vida.  

2. Lee muy despacio el texto bíblico. Vuelve a leerlo. Lee también algún comentario que te ayude a conocer mejor el sentido del texto. Dale tiempo al Señor y escucha el mensaje que Él quiere darte en esta Palabra. ¿Qué dice la Palabra?  

3. Medita qué te dice la Palabra que has leído lentamente. Una vez que hayas captado el sentido del texto, entonces puedes hacerte esta pregunta: qué me dice esta Palabra. ¿Qué me dice a mí?  

4. Ora, respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la Palabra meditada. Tu actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra. ¿Qué le digo al señor? 

5. Contemplar en silencio, en calma. Déjate animar por el ardor de la Palabra, como quien recibe el calor del sol.  

6. Actúa haciendo un compromiso que brote de este encuentro con el Señor. Es el salto a la vida. Animado e invadido por la Palabra, regresa a la vida con otra actitud.  

Ven Señor Jesús, te necesitamos.

Décimo séptimo domingo, “Vivir el reino de Dios, es compartir  nuestro pan”

 

Décimo octavo domingo, “El Pan espiritual que sacia los anhelos más profundos del corazón”

 

Décimo noveno domingo, “Yo soy el pan de Vida”

 

Vigésimo domingo, María, lugar de encuentro con Dios

 

Vigésimo primer domingo, “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”

 

Vigésimo segundo domingo, “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.”

 

Vigésimo tercer domingo, «Efatá», «Ábrete.» Presencia liberadora de Dios.”  

Aclaración: Se han consultado para la preparación del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Donbosco.org.ar. Dominicos.org. J. A. Pagola. Radio María. Catholic.net   

Círculo Bíblico San José  

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119