Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 17 de febrero de 2018

«Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»


Tiempo de Cuaresma

18 de febrero 2018 – Ciclo B –
Primer domingo de Cuaresma

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.  Amén

Lectura del libro del Génesis 9, 8-15
Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la tierra. Yo estableceré mi alianza con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra.»    
Dios añadió: «Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra.
Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre ellas, me acordaré de mi alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales.»   Palabra de Dios.

Salmo 24 
R. Todos tus senderos, Señor, son amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de tu alianza.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.  R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. Por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu fidelidad.  R.
El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres.  R.

Primera carta del apóstol san Pedro 3,18-22 
Queridos hermanos: Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos -ocho en total- se salvaron a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele sometido los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades.  Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 1, 12-15
El Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. 
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»  Palabra del Señor.
  

Reflexión  

Cuaresma, tiempo para volver a Dios. En el lenguaje bíblico la conversión significa la vuelta al camino de Dios, algunas veces la misma palabra se traduce como “giro conmocionado”.
La idea es revisar cuál es el camino que nosotros recorremos en nuestra vida, qué imágenes de Dios fui “construyendo” y si es necesario “darse vuelta” y “desandar” ese camino que venimos transitando, para encontrar el que Dios nos invita a recorrer.
Porque de esto se trata el gran desafío de la conversión, es volver al Dios verdadero, al que él nos revela en la Biblia y en la vida de Jesús.
En el camino de fe todos revivimos los pasos del pueblo israelita en el desierto. Lentamente vamos conformando nuestro propio becerro de oro, nuestra imagen de Dios. Por esto son tan necesarios los espacios de conversión y vuelta a empezar. Porque en las cosas de Dios todos somos simples aprendices que necesitamos decirle al Maestro: “enséñanos nuevamente” para descubrir su rostro.
Como dice el salmo de hoy: “Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador”

Conocer a Dios es vivir según sus enseñanzas: Nuestra cultura occidental privilegia el acceso al conocimiento desde un punto de vista intelectual. Sabio es el que ha estudiado mucho, el que tiene “títulos”, el que puede explicar muchas cosas.
En la propuesta del Señor que nos llama a seguirlo (y que descubrimos en su Palabra), el conocimiento está ligado a la experiencia y a la vida. Sabio es el que ha vivido y experimentado mucho, el que sabe vivir de acuerdo con las cosas de Dios.
Para este tiempo de Cuaresma puede ser fecundo escuchar qué nos dice el mismo Dios sobre conocerlo: “Así habla el Señor: “Que no se alabe el sabio por su sabiduría, ni el valiente por su valentía, ni el rico por su riqueza. Quien quiera alabarse, que busque su alabanza en esto: Es tener inteligencia y conocerme. Yo soy Yahvé, el que tiene compasión, el que hace justicia en la tierra y que la gobierna conforme al derecho. Estas son las cosas que me gustan, -palabra de Yahvé “Jer. 9, 22-23.

“Ya te he dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: Tan solo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humildemente con tu Dios”.  Miq. 6, 6.
El tiempo de Cuaresma nos dirige hacia la resurrección del Señor, y a su vez alimenta también nuestra esperanza, que no se limita a esta vida, ni se detiene en nuestros límites, sino que se fundamenta en la vida eterna que nos es asegurada por Jesucristo a través de su muerte y resurrección.

Las Tentaciones. En este primer domingo, la Palabra de Dios nos lleva a contemplar el misterio de las “tentaciones” de Jesús” y a entender que la experiencia de sentirnos “tentados” o inducidos al mal en nuestras vidas es una experiencia cotidiana, la cual debemos superar.
¿Qué afirmaciones podemos hacer entonces sobre las tentaciones de Jesús?  
En primer lugar, debemos tener presente que la tentación no es un pecado. Jesús es Dios y por lo tanto no tiene pecado; experimenta en su humanidad la tentación, pero no sucumbe a ella. Hay veces que podemos confundir tentación con pecado. Esto es un error. La tentación es percibir la acción de Satanás que nos quiere apartar del camino de Dios, del bien y de la verdad. El pecado es consentir, sucumbir ante la tentación.        
En segundo lugar, debemos tener presente que no es Dios el que tienta, sino Satanás, el diablo, el “padre de la mentira”. Dios no tienta a nadie dado que la tentación es provocar el alejamiento de Dios y de sus designios. Por eso que nadie se confunda y piense o diga que es tentado por Dios. Lo que sí es verdad que Dios permite la “prueba” o la “cruz” en nuestra vida. Esto es misterioso y muchas veces no le encontramos una explicación “racional” a la realidad de la enfermedad, la muerte y los sufrimientos en general. Pero si Dios permite la prueba no es para apartarnos de Él y de sus caminos, es todo lo contrario, para que seamos fortalecidos en nuestro camino de fe.          

En tercer lugar, hay que tener presente que Jesús no fue solo tentado en esta ocasión particular que se nos relata. Este texto es un momento prototípico de las tentaciones de Jesús que sirven como modelo para la realidad de toda su vida. Jesús fue tentado por Satanás muchas veces a lo largo de su vida y de diversas formas: por ejemplo, cuando quieren proclamarlo rey desde una perspectiva terrena, social y política; cuando quieren que realice “milagros” según el gusto y la necesidad puntual de cada grupo y/o persona; cuando quieren hacer que baje de la cruz y demuestre que realmente es Dios, etc.                   

El combate espiritual es inevitable. Nadie puede eludir el combate espiritual del que nos habla San Pablo: “Pónganse la armadura de Dios, para poder resistir las maniobras del diablo. Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas. Nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal” (Ef. 6, 11-12).                
Nadie, entonces, puede pretender estar libre de tentaciones. Es más, Dios ha querido que la lucha contra las tentaciones tenga como premio la vida eterna: “Feliz el hombre que soporta la tentación, porque después de probado recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que le aman” (Sant. 1, 12).          

Las tentaciones de Jesús en el desierto nos enseñan cómo comportarnos ante la tentación. Debemos saber, ante todo, que el demonio busca llevarnos a cada uno de los seres humanos a la condenación eterna, es decir vivir alejados de Dios, de allí que San Pedro, nos diga lo siguiente: “Sean sobrios y estén atentos, porque el enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar” (1 Ped. 5, 8).               
Luego debemos tener plena confianza en Dios. Cuando Dios permite una tentación para nosotros, no deja que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Tenemos que saber y estar realmente convencidos de que, junto con la tentación, vienen muchas, muchísimas gracias para vencerla. “Dios no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. Él les dará, al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir” (1 Cor. 10 ,12

Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de
más caridad.

¿Cómo luchar contra las tentaciones? La oración es el principal medio en la lucha contra las tentaciones y la mejor forma de vigilar. “Vigilen y oren para no caer en tentación” (Mt. 26, 41). “El que ora se salva y el que no ora se condena”, enseñaba San Alfonso María de Ligorio. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración” (CAT 2849).
“No nos dejes caer en tentación”, nos enseñó Jesús a orar en el Padre Nuestro. La oración impide que el demonio tome más fuerza y termina por despacharlo. Sabemos que tenemos todas las gracias para ganar la batalla. Porque...“si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom. 8, 31).

Ven, Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el Cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio para el hombre.
Descanso en el trabajo, templanza en las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, enciende nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que en Ti confían, tus siete sagrados dones.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría. Amén

Centenario de la inauguración del Templo
san José, 2018

¡San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret. Protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.
Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas. Recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda, exulto de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiados a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste.
Y concédenos que, en nuestra familia, todo sea santificado, en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien. Amén.
  
El 19 de febrero realizaremos el sorteo de una nueva imagen de San José, que ya está sobre el altar para acompañarnos durante un mes en nuestras celebraciones. Después de Misa.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Cento Bíblico del CELAM Catholic.net.

Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970, V. Domínico.
  

«Si quieres, puedes purificarme.»

Jornada Mundial por los enfermos

11 de febrero 2018 – Ciclo B –
Sexto domingo durante el año

Lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 45-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes.  La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «¡Impuro, impuro!». Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.
Palabra de Dios.
Salmo 31 
R.  Señor, tú eres mi refugio, y me colmas
 con la alegría de la salvación.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!  R.      
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: «Confesaré mis faltas al Señor.»  ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!  R.
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!  R.

1ª carta de Pablo a los Corintios 10, 31--11, 1
Hermanos: En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. 
No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios.
Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse.  Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.
Palabra de Dios.

Evangelio según San Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo: Se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme.» Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.               
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.»
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes. 
Palabra del Señor.

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Reflexión:   
El evangelio de hoy nos trae un primer y claro mensaje: "también los considerados impuros" por la sociedad y el culto antiguo, pueden acercarse a Jesús y por medio de él a Dios. Lo que Dios mira es la pureza interior. Para Dios, todo hombre está llamado a la fe y a la santidad por el solo hecho de ser hombres.

La exclusión. En el tiempo de Jesús todos le tenían miedo al contagio, cuando veían a un leproso, la lepra fue una enfermedad espantosa, en aquel entonces no había remedios que la curasen, conducía, muchas veces a una muerte horrible. Cuando aparecían estas manchas eran los sacerdotes los que tenían la función de examinarlas y en caso de diagnosticarlas efectivamente como síntomas de la presencia de lepra, la persona era declarada impura, de acuerdo a La ley (como lo indica la primera lectura), con lo que resultaba condenada a salir de la población, a comenzar a vivir en soledad, a malvivir indignamente, gritando por los caminos «¡impuro, impuro!», para evitar encontrarse con personas sanas a las que poder contagiar. Por eso los leprosos fueron obligados a vivir separados de los demás. Habitaban en el desierto o en cementerios hasta morir, en completa soledad.
Nadie podía acercarse a ellos, quien tuviera trato con algún leproso, o solamente tocara un objeto utilizado por el enfermo, habría quedado también en condición de impuro. Por eso más que la enfermedad física, el mayor dolor debe haber sido moral ya que por estar enfermo era expulsado de su familia y de su comunidad, y no podían participar en las celebraciones del culto.
Además, se pensaba que la lepra era el "castigo de Dios" por algún pecado grave. Por eso, el leproso, era rechazado por los hombres y se sentía rechazado también por Dios. Fue una imagen viviente de un muerto en vida.
En definitiva, el “leproso” se sentía rechazado por Dios, por su familia y por la comunidad.

Buscar la sanación. Jesús, en medio de su misión se encuentra con un leproso, un hombre arriesgado, que se atreve a romper la norma que lo obligaba a permanecer alejado de la ciudad. Este hombre, cansado de su condición, se acerca a Jesús y se arrodilla, reconoce humildemente su impureza, y al mismo tiempo confiesa el poder de Dios, cayendo de rodillas delante de Jesús y poniendo en él toda su confianza le dice: «Si quieres, puedes limpiarme».

El Señor transmite su pureza. Jesús, se compadece y lo toca, rompiendo no sólo una costumbre, sino una norma religiosa sumamente rígida. Jesús salta la ley que margina y excluye a la persona. Jesús pone a la persona por encima de la ley, incluso de la ley religiosa. La religión de Jesús no está contra la vida, sino, al contrario, pone en el centro la vida de las personas.

Jesús deja que un impuro llegue hasta Él. El Señor “toca” al “intocable” y lejos de quedar contaminado o enfermo comunica su propia pureza sanándolo (literalmente purificándolo o limpiándolo). Se manifiesta así el poder de Dios.
A la luz de todo el relato podemos ver con claridad que más que el milagro de curación en sí lo que a Jesús le interesa, y la evangelista marca con claridad, es el cambio de situación religiosa de aquel que era considerado impuro.
El leproso representa en definitiva a la humanidad alejada de Dios y en situación de impureza.

Su experiencia de liberación. Puede llamar la atención la insistencia de Jesús, en este y en otros relatos de milagro relatados en Marcos, con respecto a la orden que da, de no contar a nadie lo que ha sucedido. Esta “cuestión” ha sido llamada como “secreto mesiánico”. Tiene por objeto dejar en claro qué tipo de mesianismo Jesús encarna: no se trata de un mesías político-social de tipo terreno que viene a liberar al pueblo del poder romano sino del mesías escatológico que viene a liberar al pueblo de todos los males.
El mesianismo de Jesús no será de tipo glorioso, ni vendrá a restaurar la dinastía davídica nuevamente en la tierra; el mesianismo de Jesús es un mesianismo “sufriente” que pasa necesariamente por la cruz y el anonadamiento.
Pero este hombre no hace caso de tal secreto, rompe el silencio, y se pone a pregonar con entusiasmo su experiencia de liberación, toma la decisión autónoma de divulgar la Buena Noticia y se convierte en un nuevo discípulo de Jesús.
Esto hace que Jesús no pueda ya presentarse en público en las ciudades sino en los lugares apartados, pues al asumir la causa de los excluidos, Jesús se convierte en un excluido más. Sin embargo, allí a las afueras, está brotando la nueva vida y quienes logran descubrirlo van también allí a buscar a Jesús.   

Recuperando la vida. Jesús cura, sana a los enfermos. No sólo predica, sino que cura. Palabras y hechos. Anuncio y construcción. Liberación integral: espiritual y corporal. Y ésa es su religión: el amor, el amor liberador, está por encima de toda ley. La ley consiste precisamente en amar y liberar, por encima de todo. Después del encuentro con Jesús, una vez que el leproso ha perdido su condición de impuro, es reintegrado en la comunidad. El que era considerado ya muerto, recupera la vida.

Dándole sentido a la Ley. Es interesante que Jesús lo envíe a los sacerdotes para ratificar la sanación. Con la misma autoridad que lo curó ahora lo envía para presentarse ante las autoridades religiosas como ordena la Ley.

Nuestro tiempo: En el relato el leproso no lleva nombre, ni se indica lugar ni tiempo de su curación.
No hace falta que pensemos mucho para darnos cuenta de que también en nuestra comunidad están deambulando muchas personas que llevan sobre sí el estigma del leproso y que para muchos de ellos las puertas de nuestra comunidad están definitivamente cerradas y tal vez, incluso por iniciativa nuestra.
El evangelio de hoy trae una exigencia clara. El Señor nos pide que seamos capaces de acercarnos a quienes hasta hoy hemos excluido de nuestra comunidad. Dios "no excluye a nadie". Es interesante preguntarnos ahora quién es ese leproso que nuestra comunidad aísla de su mesa o convivencia.
Ese "leproso", también nos representa a nosotros, porque también nosotros estamos manchados por alguna “lepra”. El Señor hoy también quiere purificarnos a cada uno si se lo pedimos con humildad como el leproso. Dios quiere que todos los hombres sean "puros", es decir que estén en comunión con Dios y en comunión con todos los hermanos.

Sáname Señor con tu Espíritu
Y déjame sentir, el fuego de tu Amor aquí en mi corazón, Señor.

"Yo soy la Inmaculada Concepción".
11 de febrero
Nuestra Señora de Lourdes 

El obispo de Tarbes realizó el proceso de verificación de los hechos de Lourdes durante dos años, hasta que el 18 de enero de 1862, en carta pastoral firmada por él afirmaba: "Juzgamos que la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, se apareció realmente a Bernardetta Soubirous el 11 de febrero de 1858 y días siguientes, en número de 18 veces, en la gruta de Massabielle, cerca de la ciudad de Lourdes; que tal aparición contiene todas las características de la verdad y que los fieles pueden creerla por cierto... Para conformarnos con la voluntad de la Santísima Virgen, repetidas veces manifestada en su aparición, nos proponemos levantar un santuario en los terrenos de la gruta". El 18 de mayo de 1866 pudo consagrarse la cripta, cimiento de la futura capilla. Comenzaron las peregrinaciones masivas y organizadas, se consagra la basílica, luego la iglesia del Rosario.       
Lourdes es un sitio privilegiado para la devoción cristiana. Oración, silencio para el recogimiento. Abundantes actos de culto que facilitan la piedad. Muchos rosarios en las manos de los fieles por los espacios descubiertos e iglesias. Gente enfervorizada de rodillas. Culto público y multitudinario en tantas ocasiones para atender las necesidades espirituales de los peregrinos que acuden en masa.            Con la procesión del Santísimo a primera hora de la tarde, los peregrinos y la multitud de enfermos adorantes reciben su bendición entre súplicas, lágrimas y actos de fe ¡de esperanza!
Preparándonos para el centenario de la inauguración del Templo san José, 2018

¡San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret. Protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.
Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas. Recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda, exulto de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiados a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste.
Y concédenos que, en nuestra familia, todo sea santificado, en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien. Amén.

El 19 de febrero realizaremos el sorteo de una nueva imagen de San José, que ya está sobre el altar para acompañarnos durante un mes en nuestras celebraciones.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM Catholic.net. 

“Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males”



4 de febrero 2018 – Ciclo B –
Quinto domingo durante el año

Lectura del libro de Job. 7, 1-4. 6-7
Job habló diciendo: “¿No es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra? ¿No son sus jornadas las de un asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra, como un asalariado que espera su jornal, así me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor. Al acostarme, pienso: ‘¿Cuándo me levantaré?’. Pero la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud hasta la aurora. Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin. Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad”. Palabra de Dios.
Salmo 146

R. Alaben al Señor, que sana a los afligidos.

¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios, qué agradable y merecida es su alabanza! El Señor reconstruye a Jerusalén y congrega a los dispersos de Israel. R.

Sana a los que están afligidos y les venda las. Él cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre. R.

Nuestro Señor es grande y poderoso, su inteligencia no tiene medida. El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo. R.

1° carta de Pablo a los corintios 9, 16-19. 22-23
Hermanos: Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es entonces mi recompensa? Predicar gratuitamente el la buena noticia, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere. En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar el mayor número posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes. Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39
Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios. Palabra del Señor.


Reflexión

Las lecturas de este quinto domingo nos llevan a reflexionar sobre el sufrimiento del hombre, ¿Siento la necesidad de salir de mi situación actual y pasar a una mejor? ¿Qué es lo que me impide hacerlo? ¿Dónde busco mi sanación? ¿Como es mi oración con Dios?              

Un corazón afligido por el dolor. Job en la primera lectura nos habla de su vida en términos dramáticos y pesimistas. Considera su vida como una esclavitud, como un trabajo que se le ha impuesto y busca solo un poco de sombra, de paz, de serenidad.
Su herencia la ve como una nueva carga, por eso, el futuro se le presenta incierto y amenazador: “mis días corren más que una lanzadera y se consumen sin esperanza”. Parecería que Job exagera su desgracia o que ha perdido su fe. En realidad, se trata de la expresión de un corazón afligido por el dolor, penetrado por el sufrimiento y que clama a Dios desde su propia miseria. El grito de Job es seguramente cercano y presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad.          

¿Dónde busco mi sanación? El salmo nos muestra cómo se puede pasar de esta lamentación desesperada a una confianza profunda en Dios; el Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas. A la oración del hombre atribulado, Dios responde de manera excepcional con su enviado, Jesucristo. Él es el liberador en el sentido más profundo de la palabra. Él es el redentor que tiene que anunciar la buena nueva por todas las aldeas. Así Jesús recorre la Galilea predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios, porque para eso ha venido.
Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad.  Hoy, lo acompañamos con Santiago, Juan y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo donde se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es, el acercarse, y tomarla de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. 
Al atardecer muchos vinieron a buscarlo, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor. La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis de liberación del ser humano es la práctica habitual de Jesús.
    

El sufrimiento humano sólo encuentra una respuesta en el amor de Dios que ha mostrado su omnipotencia de la manera más misteriosa, es decir, a través del anonadamiento voluntario y en la resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Hay que tener la plena certeza, aun en medio de grandes y prolongadas tribulaciones, que Dios Padre, en Cristo, vence el mal y la muerte y que las apariencias de este mundo pasan para dar lugar a la patria celestial. 

Sanación Integral. Jesús no vino a curar enfermedades sino enfermos, personas completas. No sólo a suprimir los síntomas de un mal, sino a la raíz que origina esa enfermedad. No únicamente quiere curar úlceras sino sanar la causa que está originándola, exceso de preocupaciones, desorden o falta de cuidado en la alimentación, etc.
No se limita a darnos un calmante, a remendar partes de nuestro cuerpo, sino darnos vida en abundancia: corazones nuevos, mentes renovadas, renacer como verdaderos hijos de Dios, ser hermanos de los demás y verdaderos templos del Espíritu Santo. En otras palabras, Dios quiere hacernos personas íntegramente sanas. Por eso nuestra actitud no tiene que ser buscar un alivio momentáneo y de esa forma perder la oportunidad de experimentar todo el poder sanador de nuestro señor.

La oración de Jesús. Jesús, muy de mañana se retira a orar a un lugar desierto. Para el evangelista parece que el apostolado de Jesús quedaría incompleto si no se ofrece el momento de la oración. Marcos no da una información precisa de la oración de Jesús, nos indica que Jesús ora con frecuencia y que lo hace a solas en lugar desierto. Jesús se preparaba para el combate apostólico de la predicación y, más tarde de la pasión, en la oración, en el encuentro con el Padre.

El corazón del hombre está hecho para buscar y amar a Dios, y el Señor facilita ese encuentro, pues Él busca también a cada persona. Ha habido, hay y habrá muchos hombres y mujeres en el mundo, pero ni a uno solo de ellos lo deja de llamar el Señor. Nosotros, como Jesús nos lo enseña en el Evangelio, vayamos a su encuentro en la oración, que es nuestro diálogo personal con Él. Orar es tomarse el tiempo para escuchar, para meditar en silencio la palabra de Dios, es acallar nuestros deseos para no poner más atención que en Dios, que está presente secretamente, y para unirnos a su voluntad. 
El pasaje del Evangelio nos revela que después de la oración al Padre, Jesús va a predicar a las sinagogas de toda la Galilea.
 Todo aquel que, como Jesús, se dedique al apostolado, debe acudir a la oración para obtener allí, la fuerza para luchar, la fuerza para resistir, la fuerza para perseverar en el camino. La oración como elevación de nuestra mente y nuestro corazón hacia Dios que ilumina y fortalece todo nuestro caminar.            

¿Cómo es mi diálogo con Dios, mi oración? Al ver a Jesús orar nos viene a la mente la necesidad que tenemos también nosotros de retirarnos a orar. Nos podemos preguntar: ¿cómo es mi oración? ¿Reservo todos los días algún momento para conversar con Dios? ¿Para pedirle que me ilumine en la toma de mis decisiones? ¿Por todos aquellos que entrarán en contacto conmigo? ¿Por todos aquellos que sufren? ¿Acudo a la oración para pedirle valor y así cumplir mi vocación como padre o madre de familia, como persona consagrada a Cristo? 

Hoy continúan siendo actuales las palabras que San Agustín escribió al comienzo de sus Confesiones: “Nos has creado, Señor, para Ti y nuestro corazón no encuentra sosiego hasta que descanse en Ti”, por eso es importante reflexionar 
“Todos te andan buscando”. ¿Cómo vivo hoy la búsqueda de Jesús? ¿En qué gestos concretos nos hacemos cercanos a los hermanos que sufren o están marginados de la sociedad?

“Mis brazos son ustedes”. Se cuenta que un pequeño pueblo alemán, que quedó prácticamente destruido durante la segunda guerra mundial, tenía en una iglesia un crucifijo muy antiguo, del que los fieles del lugar eran muy devotos. Cuando iniciaron la reconstrucción de la iglesia, los campesinos encontraron esa magnífica talla, sin brazos, entre los escombros. No sabían muy bien qué hacer; unos eran partidarios de poner el mismo crucifijo, restaurado con brazos nuevos. A otros les parecía mejor encargar una réplica del antiguo. Por fin, después de muchas dudas, decidieron colocar la talla que siempre había estado en el altar, tal como había sido hallada, pero con la siguiente inscripción: “Mis brazos son ustedes”. Así se la encuentra todavía hoy en esa iglesia.   
Afirmados en la oración frente al Señor, nos convertimos en los brazos de Dios en el mundo.

 “San José ruega por nosotros
Preparándonos para el centenario de la inauguración del Templo san José, 2018

¡San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret. Protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.
Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas. Recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda, exulto de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiados a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste.
Y concédenos que, en nuestra familia, todo sea santificado, en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien. Amén.

El 19 de febrero realizaremos el sorteo de una nueva imagen de San José, que ya está sobre el altar para acompañarnos durante un mes en nuestras celebraciones.