Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 4 de abril de 2020

¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!


Semana Santa
“En nombre de Cristo le pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Co 5,20)
Domingo de Ramos
Lecturas 5-4-20, Ciclo A
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Procesión:
Santo Evangelio según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”». Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga.
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.
La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: «¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Hosana en las alturas!». Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?».  Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea». Palabra del Señor.

Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios.
Salmo 21 
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto.»  R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos.  R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.  R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.»  R.

San Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   27,1-2.11-54
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices». Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.  Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.  Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». Pilato continuó:
«¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!». Él insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!». Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos». Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.  Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”». También lo insultaban los ladrones crucificados con él.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!». Palabra del señor.
Reflexión: Domingo de Ramos. Hoy la Iglesia entera conmemora el Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, pórtico bajo el que hay que pasar para seguir caminando hacia la Pascua.
La misa solemne comienza con la lectura del Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Luego, en la procesión con ramos de olivo en las manos como símbolo 1de paz y esperanza, son bendecidos y  los  llevamos a nuestras casas, como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. Según nuestra costumbre, se colocan sobre un crucifijo o junto a un cuadro religioso, y este olivo es un signo sacramental, es decir, nos recuerda algo sagrado, exterior, del que hemos optado, por seguir a Jesús en el camino hacia el Padre, es un recordatorio de que hemos vitoreado a Jesús, nuestro Rey, y le hemos seguido hasta la cruz, de modo que seamos consecuentes con nuestra fe y sigamos aclamando al Salvador durante toda nuestra vida, porque en el seguimiento de Cristo, pasando por nuestra propia pasión y muerte, viviremos la resurrección definitiva de Dios.            

¡Dejar entrar su misterio en nuestra vida! En el domingo de Ramos comenzamos por la proclamación jubilosa de Jesús “Rey humilde” y nos vamos sumergiendo poco a poco en el silencio contemplativo del acontecimiento de la Cruz, de donde surge verdaderamente el canto pascual de la victoria.
Entramos hoy en la Semana Santa, la cual tiene como momento cumbre la celebración del Triduo Pascual, entre el jueves y el domingo próximo. Desde hoy colocamos nuestra mirada en la totalidad del Misterio Pascual: pasando por la contemplación de sus dolores y su muerte, llegamos a la proclamación de la Victoria de la Vida en la entrega total de Jesús de Nazaret.

“Vengan, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación”.

Francisco: Video mensaje del Papa para
la Semana Santa:
La fe de que Cristo resucitado venció a la muerte alimenta nuestra esperanza”

Queridos amigos, … me gustaría hablar con ustedes unos momentos en este período de dificultad y de sufrimientos. Los imagino en medio de vuestras familias, mientras viven una vida inusual para evitar el contagio. Pienso en la vivacidad de los niños y los jóvenes, que no pueden salir, ir a la escuela, hacer su vida. Llevo en mi corazón a todas las familias, especialmente a las que tienen algún ser querido enfermo o a las que desgraciadamente están de luto por el coronavirus u otras causas. En estos días pienso a menudo en las personas solas para las que es más difícil afrontar estos momentos. Sobre todo, pienso en los ancianos, a los que quiero tanto.
No puedo olvidar a los que están enfermos a causa del coronavirus, a las personas ingresadas en los hospitales. Tengo presente la generosidad de los que se exponen al peligro para curar esta pandemia o para garantizar los servicios esenciales a la sociedad. ¡Cuántos héroes, de todos los días, a todas las horas! También recuerdo a los que pasan apuros económicos y están preocupados por el trabajo y el futuro. Pienso además en los presos en las cárceles, a cuyo dolor se suma el miedo a la epidemia, por ellos y por sus seres queridos, pienso en los que carecen de domicilio, que no tienen un hogar que los proteja.
Es un momento difícil para todos. Para muchos, muy difícil. El Papa lo sabe y, con estas palabras, quiere expresar a todos su cercanía y su afecto. Intentemos, si podemos, aprovechar este tiempo lo mejor posible: seamos generosos; ayudemos a quien lo necesita en nuestro entorno; busquemos, a lo mejor por teléfono o en las redes sociales, a las personas que están más solas; recemos al Señor por los que pasan por esta prueba en Italia y en el mundo. Aunque estemos aislados, el pensamiento y el espíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor. Es lo que hace falta hoy: la creatividad del amor.
Celebramos la Semana Santa de una manera verdaderamente inusual, que manifiesta y resume el mensaje del Evangelio, el del amor ilimitado de Dios. Y en el silencio de nuestras ciudades, resonará el Evangelio de Pascua.
Dice el apóstol Pablo: "Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Cor 5, 15).
En Jesús resucitado, la vida ha vencido a la muerte. Esta fe pascual alimenta nuestra esperanza. Me gustaría compartirla con vosotros…. Es la esperanza de un tiempo mejor, en el que también nosotros podamos ser mejores, finalmente liberados del mal y de esta pandemia. Es una esperanza: la esperanza no defrauda; no es una ilusión, es una esperanza.
Los unos al lado de los otros, en el amor y la paciencia, podemos preparar en estos días un tiempo mejor. Gracias por dejarme entrar en sus casas. Tengan un gesto de ternura con los que sufren, con los niños, con los ancianos. díganles que el Papa está cerca y reza para que el Señor nos libre pronto del mal a todos. ¡Y ustedes, recen por mí… hasta pronto!          (ACIprensa)

 “Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).

Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Dominicos.org. Hojitas anteriores.

Círculo Bíblico San José

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119

domingo, 29 de marzo de 2020

«¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»



Tiempo de cuaresma
“En nombre de Cristo le pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Co 5,20)

Quinto domingo de cuaresma
Lecturas 29-3-20, Ciclo A
  
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Profecía de Ezequiel 37, 12-14
Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré. Palabra de Dios.

Salmo 129, R. En el Señor se encuentra la misericordia 

Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz!  Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria.  R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.  R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor. R
Porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados.  R.

San Pablo a los cristianos de Roma 8, 8-11
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 11, 1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas de Lázaro enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.»  Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»                  
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?» Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.» Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»            
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.             
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.» Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.       
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»        
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»                     
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.» Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»             
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»       
Y Jesús lloró.  Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!»  Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?»
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra.»  
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto.»  Jesús le dijo: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.» Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Palabra del Señor.
Reflexión: Vida definitiva

En el proyecto creador de Dios las personas no están destinadas a la muerte, sino a la vida plena y definitiva.  Tal es el designio del Padre y la obra mesiánica de Jesús.  El grupo de Jesús es una comunidad de hermanos y amigos en la que rigen relaciones de afecto y amor; y que está dispuesta a afrontar el máximo riesgo para ayudar a los que lo necesitan. La comunidad cristiana que aún ve en la muerte, la interrupción de la vida no ha alcanzado la plenitud de la fe, por no haber comprendido la calidad de vida que Jesús comunica. El miedo a la hostilidad del mundo nace precisamente de esa falta de fe que teme morir.  Jesús no elimina la muerte física, pero para quien ha recibido de él la vida, la muerte física no es más que un sueño.

En la primera parte, el episodio de la resurrección de Lázaro nos muestra que la vida comunicada por Jesús a los suyos vence la muerte y, por lo tanto, lleva consigo la resurrección. Se desarrolla en una comunidad de discípulos que, habiendo recibido la vida definitiva, no perciben aún su calidad. Esta falta de visión está en paralelo con una falta de comprensión del mesianismo de Jesús, no se dan cuenta del poder salvador del Mesías por estar apegados en la mentalidad del AT. 
Cada uno de los tres hermanos –Lázaro, María y Marta- es prototipo de la comunidad en diversos aspectos. La enfermedad de Lázaro se debe a su condición humana, que lleva consigo la muerte física, pero está rodeada por el miedo a la muerte misma; este miedo es la máxima esclavitud del hombre y la raíz de todas las esclavitudes de las que viene a liberarnos Jesús. Por eso la persona se llama Lázaro (=un enfermo) como síntesis y caso límite de todos los que han aparecido en el Evangelio.

En Lázaro se manifiesta la plenitud de la obra de Jesús en la humanidad enferma, mostrando hasta qué punto es poderosa la vida que Él comunica: ésta por ser definitiva, supera la muerte física y es así, ella misma, la resurrección.  Marta representa a la comunidad en trance de crecer en la fe.  María a la comunidad en estado de dolor.
Es indispensable que tratemos de dilucidar de qué Vida y de qué muerte estamos hablando. La alternativa no es, esta vida, solamente aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta. La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida y más allá de ella. Que Lázaro resucite para volver a morir unos años después, no soluciona nada. Ese no es el objetivo de Jesús.

Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida de Dios que él mismo posee. Esa Vida anula los efectos catastróficos de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios. Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior de vida física. Ante el hecho de la muerte natural, la Vida que sigue, aparece como renovación de la vida que termina. “Yo soy la resurrección” está indicando que es algo presente, no futuro y lejano. No hay que esperar a la muerte para conseguir Vida.
Para que esa Vida pueda llegar al hombre, se requiere la adhesión a Jesús. A esa adhesión responde él con el don del Espíritu-Vida, que nos sitúa más allá de la muerte física. El término “resurrección” expresa solamente su relación con la vida biológica que ya ha terminado. “Quién escucha mi mensaje y da fe al que me mandó, posee Vida definitiva” (5,24). Esto quiere decir que todo aquel que tenga una actitud como la que tuvo Jesús en su vida, participa de esa Vida. Esa Vida es la misma que vive Jesús.

Jesús corrige la concepción tradicional de “resurrección del último día”, que Marta compartía con los fariseos. Para Jn, el último día es el día de la muerte de Jesús, en el cual, con el don del Espíritu, la creación del hombre queda completada. Esta es la fe que Jesús espera de Marta. No se trata de creer que Jesús puede resucitar muertos. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús posee y puede comunicar al que se adhiere a él. Hoy seguimos con la fe para el más allá de Marta, que Jesús declara insuficiente.
Ya huele mal. La trágica realidad de la muerte se impone. Marta sigue pensando que la muerte es el fin. Jesús quiere hacerle ver que no es el fin; pero también que sin muerte no se puede alcanzar la verdadera Vida. La muerte sólo deja de ser el horizonte último de la vida cuando se asume y se traspasa. “Si el grano de trigo no muere...” Nadie puede quedar dispensado de morir, ni el mismo Jesús. Jesús invita a Nicodemo a nacer de nuevo. Ese nacimiento es imposible sin morir antes a todo lo que creemos ser.

Al quitar la losa, desaparece simbólicamente la frontera entre muertos y vivos. La losa no dejaba entrar ni salir. Era la señal del punto y final de la existencia. La pesada losa de piedra ocultaba la presencia de la Vida más allá de la muerte. Jesús sabe que Lázaro había aceptado la Vida antes de morir, por eso ahora está seguro de que sigue viviendo. Es más, solo ahora posee en plenitud la verdadera Vida. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”. La Vida es compatible con la muerte.
Es muy importante la oración de Jesús en ese momento clave. Al levantar los ojos a “lo alto” y “dar gracias al Padre”, Jesús se coloca en la esfera divina. Jesús está en comunicación constante con Dios; su Vida es la misma Vida de Dios. No se dice que haya pedido nada. El sentido de la acción de gracias lo envuelve todo. Es consciente de que el Padre se lo ha dado todo, entregándose Él mismo. La acción de gracias se expresa en gestos y palabras, pero en Jesús manifiesta una actitud permanente.
Al gritar: ¡Lázaro, ven fuera! está confirmando que el sepulcro, donde le habían colocado, no era el lugar donde debía estar. Han sido ellos los que le han colocado allí. El creyente no está destinado al sepulcro, porque, aunque muere, sigue viviendo. Con su grito, Jesús quiere mostrar a Lázaro vivo. Los destinatarios del grito son ellos, no Lázaro. Ellos tienen que convencerse de que la muerte física no ha interrumpido la Vida.

Salió el muerto con las piernas y los brazos atados. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad, por lo tanto, sin posibilidad de desarrollar su humanidad (ciego de nacimiento). El ser humano, que no nace a la nueva Vida, permanece atado de pies y manos, imposibilitado para crecer como tal ser humano. Una vez más es imposible entender la frase literalmente. ¿Cómo pudo salir, si tenía los pies atados? Parecía un cadáver, pero estaba vivo.

Lázaro ostenta todos los atributos de la muerte, pero sale él mismo porque está vivo. La comunidad entera tiene que tomar conciencia de su nueva situación, que escapa a toda comprensión racional. Por eso se utiliza la gran metáfora «Desátenlo para que pueda caminar.». Son ellos los que lo han atado y ellos son los que deben soltarlo, Lázaro queda en libertad. También ellos tienen que desatarse del miedo a la muerte que paraliza. Ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrán entregar su vida con plena libertad como Jesús.

 “Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).

Señor, que confíe más en ti porque Tú eres mi esperanza y mi fortaleza. Ayúdame a aprender a poner toda mi vida en tus manos y amarte hasta la muerte.


Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM.  J. A. Pagola. Fray Marcos. Hojitas anteriores.

Círculo Bíblico San José

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119

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