Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 6 de agosto de 2011

19º Domingo durante el año, “Sálvame, Señor”

Lecturas del 7-08-11– Ciclo A –

Primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a

Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: «Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor.»
Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Palabra de Dios.

Salmo 84

R. Manifiéstanos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

San Pablo a los cristianos de Roma 9, 1-5 Hermanos:

Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza.
Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén. Palabra de Dios.

Evangelio según san Mateo 14, 22-33

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma,» dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.» Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua.» «Ven,» le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame.» En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios.» Palabra del Señor.

Reflexión:

Jesús camina sobre las aguas

Este relato evangélico posee un tinte claramente eclesial y evidencia la particular preocupación eclesiológica de Mateo después de la resurrección de Jesús: Él está lejos, mientras ellos se encuentran en la noche merced del mar y de los vientos. Las olas y el mar representan en el Antiguo Testamento las fuerzas del mal que Dios vence con su poder. Aquí es Jesús quien vence a esta fuerza maligna. Su manifestación a los discípulos tiene los rasgos de los relatos de las apariciones del resucitado: la escena tiene lugar de noche, lo mismo que la resurrección del Señor; Jesús viene a los suyos; los discípulos creen ver un fantasma; Jesús afirma su identidad y da el saludo y paz: “Soy yo, no tengan miedo”.

Es curioso que Mateo sólo habla de la oración de Jesús en dos ocasiones: aquí y en Getsemaní; y en ambos casos su oraciones precede a un momento de prueba: la prueba que soportan sus discípulos aquí, y la del mismo Jesús en su pasión.

El episodio y diálogo entre Jesús y Pedro, que sólo se encuentra en Mateo, revela la importancia que tiene este apóstol en el primer Evangelio. En Mateo, Pedro aparece como portavoz del grupo de los doce, recibe una instrucción en privado y el encargo de una tarea singular en la Iglesia. Ésta es la primera vez que Pedro aparece en el Evangelio como protagonista de un relato. Y Mateo quiere resaltar la fragilidad de su fe. Pedro, que aparece como modelo de todos los creyentes, se debate entre la confianza en Jesús y el temor que provocan las adversidades.

En la última escena, el desconcierto inicial de los discípulos se convierte en una confesión de fe: “Realmente eres Hijo de Dios”. Estas palabras van acompañadas por unos gestos más fáciles de imaginar en una celebración litúrgica de la comunidad de Mateo que en una pequeña barca en medio del lago. Las palabras pronunciadas por los discípulos son las mismas que las pronunciará Pedro en nombre de los doce y el centurión romano al pie de la cruz. Esta confesión de fe refleja la convicción de la comunidad de Mateo, que reconozca a Jesús como Hijo de Dios frente a los judíos que dudaban de su divinidad.
El relato de la tempestad calmada contiene, pues, una enseñanza dirigida a la comunidad cristiana de todos los tiempos, para que afronte con valentía, como Pedro, el riesgo del encuentro con Jesús, y para que, sintiendo siempre su presencia, no vacile ni tenga miedo ante las dificultades que la acosan.

¿Por qué has dudado? No es fácil responder con sinceridad a esa pregunta que Jesús hace a Pedro en el momento mismo en que lo salva de las aguas: “¿Por qué has dudado?”. Pero, si somos sinceros, hemos de confesar que hay una distancia enorme entre el creyente que profesamos ser y el creyente que somos en realidad. ¿Qué hacer al constatar en nosotros una fe a veces tan frágil y vacilante?

Lo primero es no desesperar ni asustarse al descubrir en nosotros dudas y vacilaciones. Las búsquedas de Dios se vive casi siempre en la inseguridad, la oscuridad y el riesgo. A Dios se le busca a tiendas. Y no hemos de olvidar que muchas veces la fe genuina sólo puede aparecer como duda superada.

Por eso, lo importante es saber gritar como Pedro: “Sálvame, Señor”. Saber levantar hacia Dios nuestras manos, no sólo como gesto de suplica sino también como entrega confiada de quien se siente necesitado. No olvidemos que la fe es un caminar sobre las aguas, pero con la posibilidad de encontrar siempre esa mano que nos salva del hundimiento total.

En contra de lo que a veces pensamos, no es malo el miedo que se despierta en nosotros cuando detectamos una situación de peligro o inseguridad. En realidad es señal de alarma que nos pone en guardia ante aquello que puede, de alguna manera, destruirnos.

Ciertamente, cuando un creyente, acosado por el miedo, grita como Pedro: “Sálvame, Señor”, ese grito no hace desaparecer sus miedos y sus angustias. Todo puede seguir igual. Su fe no le dispensa de buscar soluciones a cada problema. Sin embargo, todo cambia si en el fondo de su corazón se despierta la confianza en Dios. Lo más importante, lo más decisivo de nuestro ser está a salvo. Dios es una mano tendida que nadie puede quitar.
La fidelidad y la misericordia de Dios están por encima de todo. Por encima, incluso, de toda fatalidad y de toda culpa.

La verdadera fe. Son muchos los creyentes que se han sentido y se sienten a la intemperie y cuya fe se ha visto y se ve desamparada en medio de una crisis y confusión general. Con mayor o menor sinceridad, se preguntan: ¿Qué debemos creer? ¿A quién debemos escuchar? ¿Qué dogmas hay que aceptar? ¿Qué moral hay que seguir?

Sería una equivocación confundir la firmeza de nuestro creer con la mayor o menor seguridad de unas formulas dogmaticas, o con un saber que sabe explicar y argumentar lo que dice, o con una seguridad psicológica que nace de nosotros mismos o de nuestra autoestima o formación.

Mateo nos ha descrito la verdadera fe al presentar a Pedro caminando sobre las aguas acercándose a Jesús. Así es siempre la verdadera fe. Caminar sobre agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos o seguridades.

Ser cristiano es cuestión de comprometerse en cuerpo y alma en la barca de los seres humanos, y descubrir que uno no está sólo nunca.
P. Daniel Silva


San Cayetano: patrono del pan y
del trabajo.

Nació Cayetano, de padres nobles, hacia el año 1480, en la ciudad de Vicenza, del señorío de Venecia. Sin embargo, algunos autores afirman que vio la luz en Gaeta. Efectivamente, el nombre Cayetano proviene del término latino caietanus, que significa "oriundo de Caieta", como se llamaba esa ciudad en la época de los romanos.
Antes de nacer, ya la madre lo había ofrecido a Jesús. De pequeño, por este motivo, se lo llamaba Cayetano de Santa María.
Frecuentó desde muy joven los templos y fue ordenado sacerdote en 1516, entró en la cofradía del divino amor.
Al regresar a Vicenza, encontró un conjunto de gente humilde, devota y ejemplar, que él llamó sociedad santa. Deseó ser admitido como hermano y lo recibieron como padre y maestro.
Los aleccionó para que fueran útiles en el hospital de incurables y ejerció personalmente la caridad con los enfermos. Su ejemplo cundió por toda la ciudad. Caballeros, nobles, militares y vecinos de gran fortuna acudían como voluntarios al hospital. La gente hablaba de él: "Cayetano, varón de gran fe, noble e ilustre, ocupado en tan humildes ejercicios". Su confesor, religioso de la orden de predicadores, Ie sugirió que se trasladara a Venecia. Allí gastó gran parte de su fortuna en realizar obras de misericordia. Reparó el hospital, llamado Hospital Nuevo. El bien que realizó no fue sólo material, sino también espiritual, pues indicaba, a la vez que la terapéutica para los achaques del cuerpo, el remedio para las enfermedades del alma. Todavía se ve sobre la puerta principal del hospital la imagen del santo y la inscripción en que se lo llama "amado fundador". Acostumbraba decir que en la iglesia se rendía a Dios el homenaje de la adoración y "en el hospital lo encontramos personalmente".
Por segunda vez, por mandato de su confesor, se hizo presente en Roma, donde fundó otra congregación, para combatir a los herejes. Cayetano fue un reformador. Un fin guiaba al nuevo instituto: proveer santos prelados, quienes no podían poseer rentas ni pedir limosna, debiendo contentarse para su sustento con lo que espontáneamente se les ofreciera; es decir, debían entregarse sin reserva en manos de la providencia. La orden nunca ha tenido un número elevado de miembros, pero ha ejercido gran influjo en cuanto a la renovación de la vida cristiana en el seno de la Iglesia y en la transformación de las costumbres.
Abrumado por los achaques murió el 7 de agosto de 1547.
Su sepulcro se halla en la ciudad de Nápoles, en la iglesia de San Pablo. A él ruegan los sin empleo, para conseguir ocupación, y los negociantes para el buen éxito de sus empresas. Se lo llama patrono del pan y del trabajo. Cayetano fue canonizado en 1671.

San Cayetano, ruega por nosotros, para que imitemos tu amor por Cristo, por la Iglesia y por los pobres.

Lecturas de la Semana

Lunes 8: Deut. 10, 12-22; Sal 147; Mt.17, 22-27.
Martes 9: Deut. 31, 1-8; Sal: Deut 32; Mt. 18, 1-14.
Miércoles 10: 2 cor. 9, 6-10; Sal 111; Jn 12, 24-26.
Jueves 11: Jos. 3, 7-17; Sal 113; Mt. 18, 21-19,1.
Viernes 12: Jos. 24, 1-13; Sal 135; Mt 19, 3-12.
Sábado 13: Jos. 24, 14-29; Sal 15; Mt. 19, 13-15.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Lectionautas.com.


Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.

Lectio Divina: También podes venir para compartirla los Sábados 16 hs. en:

Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.

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miencuentroconjesus@yahoo.com.ar