Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 22 de marzo de 2013

Domingo de Ramos

                                                                 Tiempo de Cuaresma
¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor.
Lecturas del 24 / 03 / 13
– Ciclo C –
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7   
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.      
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios.
     
Salmo 21             
        R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
                        has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto.» R.            Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.     Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.              Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.» R.      

Carta de Pablo a los Filipenses 2, 6-11          
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios                

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,66c.23, 1b-49  
Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». Él les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy». Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías». Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena». Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí». Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».              
Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Que muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!». A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.     
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad». Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.      
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?». Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.               
Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.         
El pueblo permanecía allí y miraba.
Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!». También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.      
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo». Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.           
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido. 
Palabra del Señor.  
Reflexión:
Domingo de Ramos ¡HOSANA!
La procesión de ramos abre la semana santa, la semana con más celebraciones y más intensa por todo los que nos hace vivir.  No solamente revivir en el sentido de recordar; “hacer memoria” en este caso es entrar en los acontecimientos mismos tal como ocurrieron en Jerusalén para recibir las gracias de vida que contienen.  La semana santa es el tiempo por excelencia de ese misterioso contacto con los acontecimientos de nuestra salvación que llamamos “liturgia “y “sacramentos”
Estaremos en medio de la gente que acoge a Jesús montado en un asno y gritaremos: “¡Hosana!”.  Estaremos en la cena, en la pasión y en la resurrección.  Durante esta semana, viviremos momentos de fervor y de emoción, ya que la liturgia es muy hermosa, dramática.  Pero lo que es más necesario despertar en esta mañana del domingo de ramos es nuestra fe.  Solamente la fe puede captar la realidad que celebra la liturgia.
El misterio de Jesús y el misterio de toda vida cristiana se presentan como una mezcla constante de gloria y de humildad.  San Juan es el que mejor expresa la gloria y sin embargo su pasión comienza con el humilde lavatorio de los pies.  En un resumen fulgurante, San Pablo presenta de este modo la trayectoria del misterio de Jesús y todo lo que la semana santa nos va a ser vivir: “El, a pesar de su condición divina, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo.  Se abajó, obedeciendo hasta la muerte y muerte en la cruz.  Por eso Dios lo encumbró sobre todo” (Flp 2, 6-9)
La Palabra de Dios nos anuncia grandeza y humildad que hemos de meditar constantemente para conocer a Jesús y para ser cristianos.  Es la hora mesiánica y real.  “¡Bendito el que viene (el Mesías) en nombre del Señor!”.  Ahora Jesús puede aceptar que lo proclamen como Mesías, lo que va a vivir en el sufrimiento y en la gloria, en su pasión y en su resurrección, revelará (¡pero sólo  a los ojos de la fe!) qué clase de Mesías es y cuál es la salvación que trae.
“Humilde montado en un asno”.  Ningún triunfador de aquel tiempo habría soñado en esto, pero ¿cuál sería nuestro Cristo del domingo de ramos si se pusiera a cabalgar sobre un caballo de guerra?  El asno nos hace penetrar mejor en unos pensamientos difíciles: Jesucristo es divino y es humilde, es rey y servidor, nos conduce por caminos de grandeza y modestia.  El que sólo se aferra a una de esas dos cosas no entrará como es debido en la semana santa ni en la vida del discípulo.  Detrás de Cristo, nosotros no somos nada, pero el más pequeño orgullo nos echaría a perder.  Nuestro rey está allí, montado en un asno, nuestro rey es manso y humilde, se siente feliz de verse rodeado por modestos pescadores como ministros, dichoso de avanzar sobre la alfombra de los pobres y entre los gritos de aquellos niños que son sus preferidos.  No es que te rechacen a ti, el rico, pero al venir al cortejo de ramos, trae un corazón modesto.
Por primera vez, el evangelista señala la identificación más pueblerina de Jesús:   “Al entrar en Jerusalén, la ciudad entera preguntaba alborotada: ¿Quién es éste? La gente contestaba: “Este es el profeta, Jesús de Nazaret de Galilea”.  En pleno triunfo se nos habla de la humildad de la encarnación; ¡un oscuro obrero galileo en Jerusalén! Y bajaremos hasta el abismo de la humillación: un condenado en la cruz.  Para elevarnos finalmente hasta la cima de San Juan:
¡Señor mío y Dios mío!
Padre Daniel
   
San José Custodio de los Dos Corazones
Cuando hablamos de San José, hay un silencio que envuelve a su persona; silencio que vivió toda su vida. Su misión fue, después de la Santísima Virgen María, la más importante que Dios le haya encomendado a criatura alguna, y al mismo tiempo la mas escondida: salvaguardar "los tesoros de Dios" --Jesús y María--y proteger con su silencio, presencia y santidad el misterio de la Encarnación y el misterio de la Santísima Virgen María
Cuando contemplamos el corazón de San José, contemplamos un corazón puro, que dirige todos sus afectos y acciones hacia aquellos que le fueron encomendados, cuya grandeza él supo leer y entender. Todos los movimientos del corazón de San José tenían un solo objetivo: el amor de los Dos Corazones. Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por ellos sufrió; a ellos los defendió y protegió sin interrupción. Su vida era para amar, consolar, proteger y cuidar a los Dos Corazones. Hay que recordar que San José no era Dios hecho hombre, ni tampoco fue concebido inmaculado; el nació con el pecado original igual que todos nosotros. Pero su corazón se hizo uno con el Corazón de María y a través de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús.
BENDICIÓN APOSTÓLICA "URBI ET ORBI" 
PRIMER SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Balcón central de la Basílica Vaticana
Miércoles 13 de marzo de 2013
Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Saben que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Les agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. (Padre Nuestro. Ave María. Gloria al Padre).
Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, les pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que ustedes recen para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración ustedes por mí....
Ahora daré la Bendición a ustedes y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. (Bendición).
Hermanos y hermanas, Los dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Recen por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen..
   
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.
Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin. Amén
Lecturas de la Semana
Lunes 25: Is. 42, 1-7; Sal. 26; Jn. 12, 1-11.
Martes 26: Is. 49, 1-6; Sal 70; Jn. 13,21-33.36-38.
Miércoles 27: Is. 50,4-9; Sal 68; Mt.26, 14-25.
Jueves 28: Ex. 12, 1-8. 11-14; Sal. 115; 1Cor. 11, 23-26; Jn. 13, 1-15.
Viernes 29:  Is. 52, 13-53, 12;  Sal 30;  Heb. 4, 14-16; 5, 7-9; Jn. 18, 1-19, 42.
Sábado 30: Gn. 1, 26-31; Sal. 32; Gn. 22, 1-18; Sal. 15; Ex. 14, 15-5, 1ª; Sal. Ex. 15, 1-18; Is. 54, 5-14; Sal. 29; Is. 55, 1-11; Sal. Is. 12, 2-3; Ez. 36, 17-28; Sal. 41; Rm. 6, 3-11; Lc. 24, 1-12.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María, Catholic.net, Servicio Bíblico latinoamericano.  www.doscorazones.com                   

Cuadro de texto: Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
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