Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Cuarto Domingo de Cuaresma, “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti…”

Lecturas del 14-03-10 – Ciclo C –

Libro de Josué 4,19; 5, 9a. 10-12

El pueblo salió del Jordán el día diez del primer mes, y estableció su campamento en Guilgal, en el extremo oriental de Jericó.
El Señor dijo a Josué: «Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó.
Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país -pan sin levadura y granos tostados- ese mismo día.
El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán. Palabra de Dios.

Salmo 33

R. ¡Gusten y vean que bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 17-21

Hermanos:
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro.
Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios.
A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.
Palabra de Dios.

S. Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

Todos los publícanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde." Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!" Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado." Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
El le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo."
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!"
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado."» Palabra del Señor

Reflexión

A través de esta lectura nuestro Señor dirige una emotiva llamada a la conversión, a recomenzar con un nuevo ardor en nuestra vida cristiana, la parábola del “Padre misericordioso”, nos deja una enseñanza y es que nuestro Padre, siempre nos espera, la vuelta a Dios es siempre posible, por disparatados que hayan sido nuestros caminos en el pasado. Tomar conciencia que vamos por el camino incorrecto (arrepentirse), volver a transitar el camino de Dios (convertirse), recomenzar: tres etapas necesarias y sucesivas en el itinerario de nuestra vida espiritual.
"Dejaos reconciliar con Dios", he aquí una clave de lectura de los textos litúrgicos de este domingo de cuaresma. En la primera lectura Dios se reconcilia con su pueblo, concediéndole entrar en la tierra prometida, después de cuarenta años de vagar sin rumbo por el desierto. En la parábola evangélica el padre se reconcilia con el hijo menor, y, aunque no tan claramente, también con el hijo mayor. Finalmente, en la segunda lectura, san Pablo nos enseña que Dios nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación.

Todo, en esta parábola, es sorprendente; nunca había sido descrito Dios a los hombres con estos rasgos. Tiene un poder increíble para actuar en la mente, en el corazón, en la fantasía, en la memoria. Sabe tocar los puntos más diversos: el arrepentimiento, la vergüenza, la nostalgia.

¿Pero quiénes eran los pecadores, qué categoría de personas era designada con este término?
Los fariseos tenían una visión propia de la ley y de lo que es conforme o contrario a ella, y consideraban réprobos a todos los que no se conformaban con su rígida interpretación de la ley. Pecadores, en resumen, eran para ellos todos los que no seguían sus tradiciones y dictámenes.

Jesús condena este proceder estableciendo por cuenta propia cuál es la verdadera justicia y despreciar a los demás, negándoles hasta la posibilidad de cambiar.
Jesús se opuso a las empalizadas que se levantaban en el cuerpo de Israel, por las cuales algunos israelitas eran tratados como si estuvieran fuera de la alianza y excluidos de la gracia de Dios.

El evangelio comienza diciendo “Un hombre tenía dos hijos” y podemos preguntarnos a cuál de los dos hijos nos gustaría parecernos: uno no había sabido entregar su alma; el otro no había sabido entregar su corazón. Ambos han entristecido a su padre; ambos se han mostrado duros con él; ambos han ignorado su bondad. Uno por su desobediencia y el otro “a pesar” de su obediencia.
¿A cuál nos gustaría parecernos? ¿Al dilapidador? ¿Al calculador?
No hay en la parábola un tercer hijo al que pudiéramos referirnos y, por lo tanto, nos vemos obligados a convenir en que somos el uno o el otro... o tal vez el uno “y” el otro.

Se nos muestran dos hijos muy singulares, pero también un padre singular, un padre que no hace nada para oponerse al capricho insolente y estúpido de su hijo menor, sin reprocharle nada. Y el final de la historia no es más edificante que el comienzo. Cuando el hijo mayor se niega a tomar parte en el banquete, es el padre quien tiene que molestarse en rogarle que entre.

¿Qué clase de casa es ésa, en la que son los hijos los que mandan? ¿Cuándo se decidirá de una vez ese padre a decir: “quiero”, “mando”?
Parece realmente que este padre es un padre que no ha sabido educar a sus hijos.
Pero...., no nos encontramos en una casa de la tierra. Ese padre que pide en lugar de mandar, que da y no sabe decir no, que perdona en lugar de castigar... Ese padre que no tiene igual aquí abajo: es nuestro Padre del Cielo. Ese Padre de quien San Juan nos ha dado a conocer el nombre: “Dios es amor”.
Es fácil reconocerlo en la parábola. Ese Dios que calla y desaparece, ese Dios que da y que perdona... nos ha puesto una sola ley: amarás. El amor, es la única ley en la casa del Padre.
Pero el amor tiene por condición la libertad. No hay ser humano que pueda ser obligado a amar. La libertad es condición del amor. Dios, que nos ama y porque nos ama, y porque espera de nosotros amor y no quiere de nosotros más que amor; ha corrido el gran riesgo del amor; y para nosotros el gran riesgo de la libertad.
Tenemos –quizás por desgracia-, ese prodigioso y triste poder de negarle o regatearle a Dios nuestro amor. Es la historia de esos dos hijos de la parábola: la historia del pecado. Nuestra propia historia.
El hijo menor abandonó a su padre, no porque deseara llevar una vida disoluta, sino porque no quería seguir obedeciendo a su padre; Su pecado comenzó el día en que dejó de amar a su padre por encima de todo y más que a sí mismo. El pecado estuvo antes en su espíritu. Ahí es donde siempre hay que descubrir el pecado.
Después del pecado del rebelde, del infiel;... viene el pecado discreto, insospechado, el pecado de la mayor parte de nosotros, el pecado del hijo mayor, pues él era exteriormente el modelo de obediencia.
Ese hijo no ha desobedecido nunca, justo al revés que el hijo menor. Se le podría citar como ejemplo; Detrás de ese exterior suyo virtuoso, se muestran de repente los malos sentimientos. En un instante, ese modelo de obediencia va a revelarse como ambicioso, envidioso, avaro, malvado, duro.

Asimismo pasa con nosotros. Quizás nos toman por mejores que los demás. Nosotros mismos pensamos con naturalidad que, cuando se habla de pecadores, se trata de los demás.
Es un buen momento para preguntarnos ¿Cómo no sentimos nosotros? Todos somos egoístas, todos somos pecadores. Habría motivos para desesperarse, si nuestro Señor no hubiera venido a llamar a los pecadores y si a los justos.

Por eso nuestra parábola termina con alegría que se desborda y se convierte en fiesta. Aquel padre no cabe en sí y no sabe qué inventar: ordena sacar el vestido de lujo, el anillo con el sello de familia, matar el ternero cebado, y dice a todos: «Comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado».
Pidamos al Señor hoy, la gracia de una sincera conversión que nos haga capaces de volver a Dios, desde el lugar en que estemos hoy.

Avisos Parroquiales:

Se encuentra abierta la inscripción para:

Primera Comunión, se necesita estar cursando como mínimo tercer grado.

Confirmación, estar cursando quinto grado.

Anotarse de lunes a viernes de 17 a 19 hs. En secretaría parroquial.

19 de Marzo: San José. Ver programa con los horarios de las Fiestas Patronales.


Lecturas de la semana:

Lunes 15: Is. 65, 17-21; Sal. 29; Jn. 4, 43-54.
Martes 16: Ez. 47, 1-9.12; Sal. 45; Jn. 5, 1-3.5-16.
Miércoles 17: Is. 48, 8-15; Sal. 144; Jn. 5, 17-30.
Jueves 18: Ex. 32, 7-14; Sal. 105; Jn. 5, 31-47.
Viernes 19: 2Sm. 7,4-5ª.12-14ª.16; Sal. 88; Rm. 4, 13. 16-18.22; Mt. 1, 16. 18-21.24a.
Sábado 20: Jr. 11, 18-20; Sal. 7; Jn. 7, 40-53.


Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria y reflexiones del P. Raniero Cantalamessa.


Te esperamos los sábados 17:00 h.
Para Compartir la Palabra de Jesús,
en la Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Dominico.

Círculo Bíblico San José

miencuentroconjesus@yahoo.com.ar

http://miencuentroconjesus1.blogspot.com

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