Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 20 de agosto de 2011

21º domingo durante el año, «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Lecturas del 21-08-11– Ciclo A –

Libro del profeta Isaías 22, 19-23

Así habla el Señor a Sebná, el mayordomo de palacio: Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo. Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías; lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre. Palabra de Dios.

Salmo 137

R. Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles. Me postraré ante tu santo Templo. R.

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

El Señor está en las alturas, pero se fija en el humilde y reconoce al orgulloso desde lejos.
Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

San Pablo a los Romanos 11, 33-36

¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido?
Porque todo viene de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.
Palabra de Dios.

Evangelio según san Mateo 16, 13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.» «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.
Palabra del Señor.

Reflexión:

La confesión de Pedro

Este pasaje de la confesión de Pedro en Cesarea nos sitúa en un momento clave de la vida de Jesús. Parece que en su ministerio tuvo unos comienzos brillantes y que fueron muchos los que lo siguieron. Pero después del triunfo inicial tuvo que afrontar el rechazo de los jefes, la incomprensión del pueblo y el fracaso aparente de su misión. Es entonces cuando se dirige a sus discípulos interrogando sobre su identidad. La doble pregunta que les hace: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?... Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” es una cuestión vital las preguntas. Necesita saber qué es lo que la gente piensa y qué es lo que piensan sus discípulos, qué es lo que piensan los de afuera y los de dentro, para ver si su práctica trae el Reino y responde a lo que Dios quiere. Duda si el camino seguido hasta ahora es el adecuado. En este contexto, el pasaje evangélico tiene una doble función: reafirmar a Jesús en su misión y confirmar a los discípulos en el seguimiento.

La doble pregunta de Jesús hace que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de los discípulos. Pedro, en nombre de estos últimos, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Estos dos títulos, resumen la fe de la Iglesia de Mateo. No es suficiente decir que Jesús es el Mesías esperado por Israel; hay que añadir que es Hijo de Dios. Así es como Mateo presenta a Jesús en la primera parte de su Evangelio.

A esta confesión de Pedro, Jesús responde con una palabra de felicitación y un encargo muy especial de cara a la Iglesia. Declara dichoso a Pedro, no por sus meritos sino porque el Padre le ha revelado el misterio de reconocerle como Mesías e Hijo de Dios; y le confía la misión de ser la roca, sobre la que asentará su Iglesia reunida en torno a los discípulos.
El cambio de nombre produce un juego de palabras (Cefas = roca) que describe plásticamente la tarea que Jesús le encomienda: ser roca firme para que la Iglesia no sucumba ante las dificultades. Para ello le entrega las “llaves del Reino” y le confiere el poder de “atar y desatar”.

La entrega de las llaves equivale al nombramiento de mayordomo supremo. Por su parte la expresión de “atar y desatar” designaba entre los judíos de la época la potestad para interpretar la ley de Moisés con autoridad. Así pues, Jesús nombra a Pedro mayordomo y supervisor de su Iglesia, con autoridad para interpretar la ley según las palabras de Jesús, y adaptarla a nuevas necesidades y situaciones.

Este texto ha suscitado numerosas discusiones entre católicos y protestantes sobre la cuestión del papado. La tradición católica sostiene que las palabras de Jesús se aplican a Pedro y también a todos lo que le suceden en la tarea de presidir a los hermanos en la fe y el amor. La tradición protestante, sin embargo, ve en ellas una alabanza y una promesa no a su persona, sino a su actitud de fe.

¿Quién dicen que soy yo? Hace más de dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos. Y la historia no ha terminado aún de responderla. La pregunta decisiva de Jesús sigue pidiendo todavía una respuesta entre los creyentes de nuestro tiempo.

No todos tenemos la misma imagen de Jesús. Y esto, no sólo por el carácter inagotable de su personalidad sino, sobre todo, porque cada uno de nosotros vamos elaborándonos una imagen de Él a partir de nuestros propios intereses y preocupaciones, condicionados por nuestra psicología personal, el medio social al que pertenecemos, y marcados por la formación religiosa que hemos recibido. Y sin embargo, la imagen de Jesús que podamos tener cada uno tiene importancia decisiva, pues condiciona la imagen de Dios, nuestra fe y nuestra vida toda. Una imagen empobrecida, unilateral, parcial o falsa de Jesús nos conducirá a una vivencia empobrecida, unilateral, parcial o falsa de la fe y de la vida.

Son bastantes los cristianos que entienden y viven su religión de tal manera que, probablemente, nunca podrán tener una experiencia viva de lo que es encontrarse personalmente con Jesús. Desgraciadamente no sospechan lo que Jesús podría ser para su vida… Esos cristianos ignoran quién es Jesús y parecen condenados, por su misma religión, a no descubrirlo jamás en este mundo.

Todos tenemos tendencia a preguntar a Dios. Creemos que está ahí para eso, como si su oficio consistiese en responder a las cuestiones que nosotros planteamos.
Todos nos sentimos con derecho a someterle a examen, para que nos dé explicaciones convincentes o para que justifique sus ausencias, sus retrasos e incumplimientos. En una palabra tendemos a invertir posiciones, pues el Evangelio de hoy nos recuerda oportunamente que es Él quien nos plantea las preguntas y quien nos somete a examen.
Por eso, para creer en la fe, lo importante es saber escuchar, como Pedro, lo que nos ha revelado interiormente no alguien de carne y hueso sino el Padre que está en el cielo y en el fondo de nosotros mismos.

Escuchar a Dios es siempre un don, algo que se nos da gratuitamente, pero al mismo tiempo es algo que ha de ser preparado y recibido por nosotros.

Dar testimonio de fe hoy y aquí. Es el reto que tenemos delante. Es la tarea que no podemos soslayar. Es el mismo Jesús quien nos pregunta siempre:
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”.
No se trata de cumplir un trámite. Hay que implicarse, y en ello nos jugamos mucho. Es el mismo Jesús quien pone a prueba nuestra adultez y madurez. No cualquier palabra ni cualquier confesión sirven. La pregunta es pública y la respuesta ha de ser pública. Es hora de asumir el reto…

Que la Santísima Virgen María nos de la valentía, el coraje de confesar ante todos la fe en su Hijo Jesús. Así sea.
Pbro. Daniel Silva

“¿Quién dicen que soy?” *

Al nacer, los seres humanos somos las criaturas más indefensas de la naturaleza. No podemos nada, no sabemos nada, no somos capaces de valernos por nosotros mismos para sobrevivir ni un solo día. Nuestra dependencia es total. Necesitamos del cuidado de nuestros padres o de otras personas que suplen las limitaciones y carencias que nos acompañan al nacer. Otros escogen lo que debemos vestir, cómo debemos alimentarnos, a dónde podemos ir... Alguien escoge por nosotros la fe en la que iremos creciendo, el colegio en el que aprenderemos las primeras letras, el barrio en el que viviremos... Todo nos llega, en cierto modo, hecho o decidido y el campo de nuestra elección está casi totalmente cerrado. Solamente, poco a poco, y muy lentamente, vamos ganando en autonomía y libertad.

Tienen que pasar muchos años para que seamos capaces de elegir cómo queremos transitar nuestro camino. Este proceso, que comenzó en la indefensión más absoluta, tiene su término, que a su vez vuelve a ser un nuevo nacimiento, cuando declaramos nuestra independencia frente a nuestros progenitores. Muchas veces este proceso es más demorado o incluso no llega nunca a darse plenamente. Podemos seguir la vida entera queriendo, haciendo, diciendo, actuando y creyendo lo que otros determinan. Este camino hacia la libertad es lo más típicamente humano, tanto en el ámbito personal, como social.
Pero no podemos quedarnos allí. No podemos detener nuestro camino en la afirmación de lo que otros dicen.

Es indispensable llegar a afrontar, más tarde o más temprano, la pregunta que hace el Señor a los discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?” Aquí ya no valen las respuestas prestadas por nuestros padres, amigos, maestros, compañeros... Cada uno, desde su libertad y autonomía, tiene que responder, directamente, esta pregunta.
Pedro tiene la lucidez de decir: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente”. Pero cada uno deberá responder, desde su propia experiencia y sin repetir fórmulas vacías, lo que sabe de Jesús. Ya no es un conocimiento adquirido “por medios humanos”, sino la revelación que el Padre que está en el cielo nos regala por su bondad.

La pregunta que debe quedar flotando en nuestro interior este domingo es si todavía seguimos repitiendo lo que ‘otros’ dicen de Jesús o, efectivamente, podemos responder a la pregunta del Señor desde nuestra propia experiencia de encuentro con aquél que es la Palabra y el sentido último de nuestra vida.
*Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios (CIRE)

Mi profesión de fe:

• Cuando el miedo llegue a la puerta de mi vida quiero decir con todas mis fuerzas:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
• Cuando me vea tentado de tomar otros caminos distintos a los tuyos, voy a decir:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
• Cuando me sienta solo y desamparado, gritaré con todas mis fuerzas:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Lecturas de la Semana

Lunes 22: Is. 9, 1-6; Sal 112; Lc.1, 26-38.
Martes 23: 1Tes. 2, 1-8; Sal: 138; Mt. 23, 23-36.
Miércoles 24: Ap. 21, 9b-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
Jueves 25: 1Tes. 3,7-13; Sal 89; Mt. 24, 42-51.
Viernes 26: 1Tes. 4, 1-8; Sal 96; Mt 25, 1-13.
Sábado 27: 1Tes. 4, 9-11; Sal 97; Mt. 25, 14-30.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Lectionautas.com.


Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.

Lectio Divina: También podes venir para compartirla los Sábados 16 hs. en:

Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.

http://miencuentroconjesus1.blogspot.com/
miencuentroconjesus@yahoo.com.ar









1 comentario:

EDD dijo...

Papa Benedicto XVI
Ángelus del 24/08/08 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

«Sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia»

Entonces el Señor interpeló directamente a los Doce: «¿Y vosotros quién decís que soy yo?». En nombre de todos, con impulso y decisión, fue Pedro quien tomó la palabra: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Solemne profesión de fe, que desde entonces la Iglesia continúa repitiendo.
También nosotros queremos proclamar esto hoy, con íntima convicción: ¡Sí, Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Lo hacemos con la conciencia de que Cristo es el verdadero «tesoro» por el que vale la pena sacrificarlo todo; Él es el amigo que nunca nos abandona, porque conoce las esperanzas más íntimas de nuestro corazón. Jesús es el «Hijo del Dios vivo», el Mesías prometido, venido a la tierra para ofrecer a la humanidad la salvación y para satisfacer la sed de vida y amor que habita en todo ser humano. ¡Qué beneficio tendría la humanidad si acogiera este anuncio que trae consigo la alegría y la paz!
«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo». A esta inspirada profesión de fe por parte de Pedro, Jesús replica: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos». Fue la primera vez que Jesús habla de la Iglesia, cuya misión es la actualización del diseño grandioso de Dios, de reunir en Cristo a la humanidad entera en una única familia.
La misión de Pedro, y de sus sucesores, es precisamente la de servir a esta unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos; su ministerio indispensable es el de hacer que esta no se identifique nunca con una sola nación, con una sola cultura, sino que sea la Iglesia de todos los pueblos, para hacer presente entre los hombres, marcados por numerosas divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza renovadora de su amor. Servir por tanto a la unidad interior que proviene de la paz de Dios, la unidad de cuantos en Jesucristo se han convertido en hermanos y hermanas: ésta es la misión peculiar del Papa, Obispo de Roma y sucesor de Pedro.