Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 26 de mayo de 2012

Pentecostés, «Reciban al Espíritu Santo. »


Lecturas del 27-05-12
”– Ciclo B –



Hechos de los apóstoles 2, 1-11   
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían:
«¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.»  Palabra de Dios.     

                 
Salmo 103

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! la tierra está llena de tus criaturas! R.
Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R. 
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.        1º carta Pablo a los corintios 12, 3b-7. 12-13         

Hermanos: Nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir: «Maldito sea Jesús.» Y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Palabra de Dios.   
  
Secuencia
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.           
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma suave alivio de los hombres.     
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.  
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. 
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.           
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados.     
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.  

   
Santo Evangelio según san Juan 20, 19-23             
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado.
Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.» Palabra del Señor.        
     
Reflexión:

Aparición a los discípulos,
donación del Espíritu
Pentecostés (cincuenta, es decir, cincuenta días después de la Pascua) era, en Israel, la fiesta de la recolección.  De agraria se convierte, más tarde, en fiesta histórica: en ella se recordaba la promulgación de la ley sobre el Sinaí.  Recibía también el nombre de de “Fiesta de las semanas” (7x7 días después de la Pascua).  En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes judíos venidos a la festividad desde diferentes lugares de la diáspora.
Los cristianos conmemoramos en Pentecostés la donación del Espíritu.  En Hechos 2, 1-21 se nos relata cómo los discípulos de Jesús, estando reunidos, temerosos y sin saber qué hacer, el día de Pentecostés reciben el don del Espíritu que les llevará a proclamar la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la ciudad.  La comunidad de los discípulos es presentada como el nuevo pueblo de Dios lleno de Espíritu que da testimonio de Jesús, el Mesías.  De ahí que Pentecostés sea también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.
En los discípulos de Jesús no existía la más mínima predisposición para la fe en la resurrección.  Lo prueba claramente María Magdalena y de Pedro ante el sepulcro vacío y, sobre todo, la actitud de Tomás. La muerte de Jesús había sido un golpe duro para ellos. El enfrentamiento con los jefes del pueblo y las autoridades romanas los aterraba.
Este relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús: “Volveré a ustedes” “les enviaré el Espíritu Santo y tendrán paz”. Jesús les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, salud, búsqueda de justicia y armonía personal y social.
Les manda, además,  continuar la misión, que precisamente le había llevado a la muerte ignominiosa que tanto les asusta.
La misión de la comunidad como la de Jesús, es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida hasta la entrega total. De Él recibe esta misión y el Espíritu para llevar adelante.
Cada cristiano es un enviado de Jesús.  La llamada a la fe y a la comunidad es, al mismo tiempo, llamada a la misión.  Hemos sido elegidos por Jesús para realizar el proyecto de Dios con Él. Pero la llamada/envío se remonta más arriba, hasta el mismo Dios: “Como el Padre me envió a mí, así los envió yo a ustedes”.  Es decir, cada cristiano es otro Jesús, que recibe su misma misión de parte de Dios. Somos enviados de Dios, embajadores del Padre, sus mensajeros, en compañía de Jesús, en la construcción de la nueva humanidad.
Y no hay excusas para la misión.  Los primeros enviados “estaban con las puertas atrancadas “por miedo a los judíos y autoridades, carecían de paz y tenían pocas miras.  Humanamente no estaban preparados.  No daban la talla.  Sin embargo, ellos son los elegidos.  Ellos son lo que tienen que proseguir la causa de Jesús.  Ellos son los que tienen que perdonar y dar vida.
“Reciban el Espíritu Santo”.  Así comprendieron y renacieron a la vida.  Y se fueron por todo el mundo.  Y supieron perdonar. Rompieron las barreras del miedo y las puertas de la pequeña comunidad.  Experimentaron la paz en la misión y en el compromiso.  Y se sintieron llamados a la resurrección.
La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior.  El amor misionero del padre y de Jesús, y el nuestro, es el Espíritu Santo.  Quema mucho para purificarnos.  Arde fuerte para darnos vida.  Nos pone en movimiento, para crear más vida.  El Espíritu Santo sabe que la misión es dura, porque no luchamos contra enemigos de carne y hueso sino contra estructuras de opresión y dominación.  Pero Él nos hace capaces de perdonar pecados, es decir, de destrozar la injusticia, derribar la mentira, quebrar la oscuridad y dar vida.  Él nos hace descentrarnos de nuestros fallos y descubrir nuestros auténticos pecados, y así no hay paz ni somos capaces de llevar adelante el proyecto de Dios.  El Espíritu que se nos da nos hace ser personas resucitadas, llenas de paz, perdón y vida.
Bajo la inspiración del Espíritu Santo los discípulos encuentran el lenguaje apropiado para ese anuncio.  No se trata de emplear un solo idioma, sino de ser capaces de entenderse.  Cada uno comprende en su lengua, desde su mundo cultural.  Por consiguiente, la evangelización no consiste en una uniforme impuesta, sino en la fidelidad al mensaje y el entendimiento en la diversidad.  Eso es la Iglesia, una comunión; en ella cada miembro tiene una función.  Todos cuentan y deben, por lo tanto, ser respetados en sus carismas.  Coraje para decir el Evangelio y verdadero sentido de la comunión eclesial, a eso nos llama la fiesta de Pentecostés.
Vivir sin Espíritu, vivir sin haber resucitado.  Los que nos consideramos creyentes vivimos a menudo, como los discípulos del Evangelio: “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo”, temerosos de las “autoridades”.  Estamos inmersos en la vieja creación.  No hemos visto ni experimentamos al resucitado.  La humanidad nueva parece ausente de nuestras vidas.
Necesitamos que el Señor resucitado se haga presente y nos transmita el soplo creador del Espíritu que nos infunda aliento de vida, porque la fe en el Espíritu es fe liberadora.                                                           Pbro. Daniel Silva.  
                                                                                                                                                                                             
Ven Espíritu   Santo, ven padre de los pobres, ven fuego divino, ven.
   Hoy:
No hace falta que te digan que estamos en una época difícil, que hoy no es sencillo vivir, que muchas veces a todos nos ataca el desaliento, que nos cuesta querernos comunicarnos y ayudarnos, que cada uno piensa demasiado en sí mismo, que no reconocemos fácilmente el amor de Dios en nuestra propia vida, que hay viejos rencores y heridas que nos cuesta sanar, que por ahí nos sentimos insatisfechos, que otras veces no sabemos para qué trabajamos, para qué nos estamos esforzando, para qué vivimos en realidad. O quizás en el fondo nos sentimos solos, con una oculta tristeza.    
Nada puede negar que algunas de estas cosas aniden en nuestro corazón.    
Pero para solucionar este profundo problema, para vivir con intensidad y con armonía, necesitamos algo, hay algo que nos falta. 
En definitiva, nos falta “espíritu”. A nuestras existencias les falta el fuego, la luz, la vitalidad, la fortaleza, el empuje, la paz del Espíritu Santo. Y en el fondo, todo nuestro ser está sediento de Él, de su presencia, de su río de vida. Entonces proclamamos nuestra oración:         

Dios nuestro, Espíritu inasible, Luz de toda luz, Amor que está en todo amor, Fuerza y Vida que alienta en toda la Creación: derrámate hoy de nuevo sobre toda la creación y sobre todos los pueblos, para que buscándote más allá de los diferentes nombres con que te invocamos, podamos encontrarte, y podamos encontrarnos, en Ti, unidos en amor a todo lo que existe. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos.
                                                                                                                                                           
Espíritu Santo, Divino Consolador y Huésped de mi alma, te adoro, te alabo y te bendigo.
Me consagro hoy de nuevo a Ti, para que me invadas con tu gracia, ordenes mis facultades y sentidos, me ilumines, fortalezcas, serenes y bendigas.

        
Espíritu Santo, San Agustín:
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.
Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin.
                                                                              Amén
Lecturas de la Semana
Lunes 28: Hech.1, 12-14;Sal Jdt. 13, 18. 19;  Jn. 19,25-27.
Martes 29: 1 Pe. 1, 10-16;  Sal 97; Mc. 10, 28-31.
Miércoles 301Pe. 1, 18-25; Sal 147; Mc. 10, 32-45.
Jueves 31: Rm. 12, 9;  16;  Sal Is. 12, 2-3.4.5-6; Lc. 1, 39-56.
Viernes 1:  1Pe. 4, 7-13; Sal 95; Mc. 11, 11-26.
Sábado 2: Js. 17, 20b-25; Sal 62; Mc. 11, 27-33.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María.  www.corazones.org
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla  el primer sábado de cada mes a las 16 hs. en:       
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.

1 comentario:

Eclesalia dijo...

ECIBID EL ESPÍRITU
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,

ECLESALIA,23/05/12.- Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.

Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.

Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos “amor” y al placer “felicidad”, pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: “Recibid el Espíritu Santo”. Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).