Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 30 de marzo de 2013

Santas Pascuas de Resurrección

“¡Felices Pascuas, Cristo está vivo, venció a la muerte, ha resucitado!,
que todos vivamos con ese espíritu de resurrección”   
“Nosotros somos testigos de su resurrección”.
Lecturas del 31 / 03 / 13
– Ciclo C –
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43        
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.             
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección                . 
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.    
Salmo 117          
             R. Este es el día que hizo el Señor:   
           alegrémonos y regocijémonos en él.
   
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.              La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.                La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.                
Carta de Pablo a los Colosenses 3, 1-4          
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.                 
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.               
Palabra de Dios.   
Secuencia
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.        
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado. 
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.        
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.      

Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9       

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»      
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.    
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.   

          Reflexión 
               DOMINGO DE PASCUA
El nacimiento de nuestra fe
Los cuatros evangelistas, que a menudo se muestran tan diferentes entre sí, empiezan de la misma forma su ultimo capitulo, el de la resurrección: “El primer día de la semana”.  En el amanecer de aquel día nace la fe pascual, nuestra fe.
Al principio fue tan sólo una conmoción en la sombra (Aún estaba oscuro”) indica Juan, “el discípulo preferido de Jesús”, se preocupa de subrayar debidamente la presencia de otra preferida  María de Magdala: la fe y el amor están estrechamente ligados entre sí.  Al llegar al final de los cuatro evangelios, si hay  algo claro para nosotros es precisamente la certeza de que toda nuestra vida se basa en ese binomio fe-amor.
María ve la piedra quitada, corre a avisar a Pedro y a Juan y les dice algo tan terrible a propósito de Jesús que la idea de muerte hace aún más pesada: “No sé dónde lo han puesto”.  No piensa más que en un cadáver, en un objeto.  Tan cerca de lo que va a ser nuestra fe, todavía nos encontramos ante un abismo infranqueable.
Pero Pedro y Juan van corriendo y descubren los primeros signos de “otra cosa”: el sepulcro vacío, el sudario y las vendas cuidadosamente enrolladas.  ¡Es el choc!  Pedro sigue todavía perplejo (=asombrado” dirá Lucas siempre mesurado).
Más intuitivo que Pedro, Juan da el inmenso paso de la fe: “Ve y creyó”. El evangelista insiste en este fantástico “creyó” que en adelante va a separar dos mundos, el de antes y el después de la resurrección: “Hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura: que tenía que resucitar de la muerte”.
Ve, comprender, creer son las palabras-clave del nacimiento de nuestra fe.  El evangelista dice de sí mismo: “Vio y creyó”.  Y contará que María dijo: “¡He visto!”.  Luego los discípulos “ven” y finalmente Tomás vio y creyó.
Pero el resucitado proclama entonces la gran bienaventuranza: “Dichosos los que creen sin haber visto”.  Esa es la oportunidad que se nos ofrece: un largo río de fe nos vincula a aquella mañana de la resurrección.  La fe no es una meditación sobre Dios, sino un don de Dios que nos abre a lo que los primeros creyentes vieron y comprendieron: el sepulcro vacío, las apariciones de Jesús Resucitado, el testimonio de la Escritura.
Un don de Dios, pero una batalla de hombre.  Desde el principio, la fe tuvo que desprenderse de la sombra, de las vacilaciones y de la torpeza en comprender. “No sé”, dice María de Magdala: esa es la primera palabra de la mañana de la fe.  “No habían comprendido”, suspirará Juan; y Jesús se quejará también de los peregrinos de Emaús: ¿No comprenden? ¡Qué lentos son para creer!
La mayor parte de nosotros hemos recibido fácilmente la fe y nos hemos quedado en la facilidad pasiva.  “Desde luego, yo soy cristiano, y hasta practicante”.  Pero el aire que respiramos es mortal para nuestras creencias y nuestra práctica.  En un clima de lucro y consumo, en la agresión permanente de los científicos, de los medios de comunicación, etc, creer en la resurrección exige un cultivo de la fe.  Muchos padres se desalientan por el abandono de sus hijos y preguntan cómo pueden transmitirles mejor la fe.  La primera respuesta es una cuestión: ¿qué fuerza de fe, qué inteligencia de la fe tenemos nosotros para transmitírsela a ellos?
Una reflexión sobre este punto nos infundirá quizás el deseo de conocer mejor la Biblia y de seguir la puesta al día de la fe en la enseñanza de la Iglesia.  Esa fe sigue siendo ciertamente la fe de la mañana de la Pascua, pero no cesa de enriquecerse con las formas de vivirla en culturas diferentes.  No basta con cantar “¡Cristo ha resucitado!”; es preciso advertir todas las consecuencias que esto lleva consigo en el mundo entero y en nuestra propia vida.
P. Daniel Silva
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
“¡Cristo ha resucitado de entre los muertos      dándonos a todos la vida!”.
Este es el Domingo que le da sentido a todos los domingos en el que, con la ayuda del Espíritu Santo, queremos hacer una proclamación de júbilo y de victoria que sea capaz asumir nuestros dolores y los transforme en esperanza, que nos convenza de una vez por todas que la muerte no es la última palabra en nuestra existencia.               
A la luz de esta certeza hoy brota lo mejor de nosotros mismos e irradia con todo su esplendor nuestra fe como discípulos de Jesús.  Efectivamente, somos cristianos porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es manantial de vida nueva y primicia de nuestra participación en la naturaleza divina, de nuestro fundirnos como una pequeña gota de agua en el inmenso mar del corazón de Dios.        
Y nos levantamos con una nueva mirada sobre el mundo porque la resurrección de Jesús tiene un significado y una fuerza que vale para toda la humanidad, para el cosmos entero y, de manera particular, para los dolorosos acontecimientos que afligen a la humanidad.

La Buena Nueva de la Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra vida.       
Por eso en este Tiempo de Pascua que estamos comenzando tenemos que abrirle un surco en nuestro corazón a la Palabra, para que la fuerza de vida que ella contiene sea savia que corra por todas la dimensiones de nuestra existencia y se transforme en frutos de vida nueva.    

Es así como la Buena Noticia que Cristo ha resucitado cala hondo: se entreteje con nuestras dudas, con nuestro ensimismamiento en la tristeza, delatando nuestra pobre visión de la vida y mostrándonos el gran horizonte de Dios desde donde podemos comprender el sentido y el valor de todas las cosas.
Cristo resucitado se hunde en nuestro corazón y desata una gran batalla interior entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación. 
“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados” (1).         Por nuestro encuentro con el resucitado, somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. A partir de este momento ya no somos simples espectadores, a partir de este encuentro vivencial somos protagonistas de esta acción sagrada y salvífica.             
La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”         
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).    
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13).       
Felices Santas Pascuas
El circulo Bíblico san José quiere en este momento tan especial de nuestras vidas agradecer a Dios por todos las gracias recibidas en estos años: por el Espíritu Santo que nos asiste en nuestro peregrinar, por su Palabra que nos trae sabiduría para que día a  día nos guie en cada ambiente que nos toca vivir,  el saber que estamos siempre acompañados por la oración de todos los que nos consideramos hijos de Dios, por la bendita comunidad de san José, por nuestro Pastor parroquial y por todos aquellos que participan en esta hojita semanal.
No podemos dejar de decir que creemos que un mundo mejor es posible, creemos que acompañados por el Dios de la vida, que venció a la muerte una vez y para siempre, nada es imposible, por eso con nuestro corazón gozoso por la resurrección del Señor queremos decirte que tengas una Feliz Santa Pascua y que juntos podamos llevar la buena nueva que nos trajo Jesús a todos aquellos que la necesiten.
Círculo Bíblico San José
Lecturas de la Semana
Lunes 1: Hech. 2, 14.22-23; Sal. 15; Mt. 28, 8-15.
Martes 2: Hech. 2, 36-41; Sal 32; Jn. 20,11-18.
Miércoles 3: Hech. 3,1-10; Sal 104; Lc.24, 13-35.
Jueves 4: Hech. 3, 11-26; Sal. 8; Lc. 24, 35-48.
Viernes 5:  Hech. 4, 1-12;  Sal 117;  Jn. 21, 1-14.
Sábado 6: Hech. 4, 13-21; Sal. 117; Mc.16, 9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María: Misioneros Oblatos.
Cuadro de texto: Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
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