Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Trigésimo segundo domingo durante el año


"El Dios viviente y de la vida nos llama a la plenitud de la vida en la resurrección"
Lecturas del 10/11/13
-Ciclo C-
Segundo Libro de Macabeos 6,1;7,1-2.9-14.
Poco tiempo después, el rey envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar la costumbres de su padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios. Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: "¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres".              
Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo: "Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes". 
Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: "Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él".           
El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos. Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: "Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida". Palabra de Dios.      

Salmo 17
R: Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia. 
Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. R
Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R
Escóndeme a la sombra de tus alas.              
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia. R         

Segunda C S. Pablo a los Tesalonicenses 2,16-3,5.      

Hermanos: que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.     
Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. 
Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe.      
Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno.     
Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones. Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo. Palabra de Dios.      



Evangelio según San Lucas 20,27-38.            
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".   
Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.       
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Palabra del Señor.

Reflexión:
La resurrección es nuestro destino de gloria
Nos acercamos al final de año litúrgico en el cual hemos seguido, cada domingo, el itinerario del evangelio de Lucas. En éste y en los próximos dos domingos, colocaremos nuestra mirada en la meta de nuestro caminar como discípulos y misioneros del Señor, vamos a fijar nuestros ojos en el cielo nuevo y en la tierra nueva que vendrán al final de los tiempos, en el pleno y definitivo encuentro con Jesús.
Hoy el relato del evangelio nos sitúa en la ciudad santa, en la explanada del Templo, donde Jesús realiza su misión, la controversia entre Jesús y los saduceos, nos lleva a colocar en primer plano nuestra esperanza en la Resurrección. No nacimos para morir sino para vivir.
Los saduceos eran los más conservadores en el judaísmo de la época de Jesús. Pero sólo en sus ideas, no en su conducta. Tenían como revelados por Dios sólo los primeros cinco libros de la Biblia, los que ellos atribuían a Moisés. Los profetas, los escritos apocalípticos, todo lo referente por tanto al Reino de Dios, a las exigencias de cambio en la historia, a la otra vida, lo consideraban ideas “liberacionistas”, para ellos no existía otra vida, la única vida que existía era la presente, y en ella eran los privilegiados; por eso, no había que esperar otra.
A esa manera de pensar pertenecían las familias sacerdotales principales, los ancianos, o sea, los jefes de las familias aristocráticas y tenían sus propios escribas que, aunque no eran los más prestigiosos, les ayudaban a fundamentar teológicamente sus aspiraciones a una buena vida. Las riquezas y el poder que tenían eran muestra de que eran los preferidos de Dios. No necesitaban esperar otra vida. Gracias a eso mantenían una posición cómoda: por un lado, la apariencia de piedad; por otro, un estilo de vida de acuerdo a las costumbres paganas de los romanos, sus amigos, de quienes recibían privilegios y concesiones que agrandaban sus fortunas.
En respuesta a la pregunta capciosa de los saduceos sobre el destino de la mujer que ha tenido siete maridos en la tierra, Jesús reafirma sobre todo el hecho de la resurrección, corrigiendo, a la vez, la representación materialista y caricaturesca que se hacen de ella los saduceos.
La bienaventuranza eterna no es sencillamente una potenciación y prolongación de las alegrías terrenas, con disfrutes de la carne y de la mesa. La otra vida es de verdad otra vida, una vida de calidad diferente. Es, el cumplimiento de todas las esperanzas que el hombre tiene sobre la tierra e infinitamente más, pero en un plano distinto. «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles».               
La resurrección es nuestro destino de gloria, no es una simple trasposición de nuestras condiciones de vida actuales: es un verdadero y completo nacimiento a la vida gracias a la obra amorosa del Dios de la vida. En esta fe se alienta nuestra esperanza, encontramos fuerza a la hora de la tribulación y sentimos impulso para hacer todo lo posible de manera que la vida actual vaya en esa dirección.
En la parte final del Evangelio, Jesús explica el motivo por el que debe haber vida después de la muerte. «Que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven». ¿Dónde está en ello la prueba de que los muertos resucitan? Si Dios se define «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» y es un Dios de vivos, no de muertos, entonces quiere decir que Abraham, Isaac y Jacob viven en algún lugar, si bien, en el momento en que Dios habla a Moisés, aquellos están muertos desde hace siglos.               

Interpretando de manera errada la respuesta que Jesús da a los saduceos, algunos han sostenido que el matrimonio carece de toda continuidad en el cielo. Pero con esa frase Jesús rechaza la idea caricaturesca que los saduceos presentan del más allá, como si fuera una sencilla continuación de las relaciones terrenas entre los cónyuges; no excluye que estos se puedan reencontrar, en Dios, el vínculo que les ha unido en la tierra.    

¿Es posible que dos esposos, tras una vida que les ha asociado a Dios en el milagro de la creación, en la vida eterna, ya no tengan nada en común, como si todo estuviera olvidado, o perdido? ¿No estaría esto en contradicción con la palabra de Cristo de que no se debe dividir lo que Dios ha unido?
Si Dios les ha unido en la tierra, ¿cómo podría separarles en el cielo? ¿Toda una vida juntos puede acabar en la nada sin que se desmienta el sentido mismo de la vida aquí abajo, que es el de preparar la venida del Reino, los cielos nuevos y la tierra nueva?               
Es la Escritura misma -no sólo el natural deseo de los esposos- la que apoya esta esperanza. El matrimonio, dice la Escritura, es «un gran sacramento» porque simboliza la unión entre Cristo y la Iglesia (Ef. 5, 32). ¿Es posible, entonces, que desaparezca precisamente en la Jerusalén celeste, donde se celebra el eterno banquete nupcial entre Cristo y la Iglesia, del que aquel es imagen? Según esta visión, el matrimonio no acaba del todo con la muerte, sino que se transfigura, se espiritualiza, se sustrae a todos los límites que marcan la vida en la tierra, igual que, por lo demás, no se olvidan los vínculos existentes entre padres e hijos, o entre amigos. En el prefacio de la Misa de difuntos la liturgia dice que con la muerte «la vida no termina, se transforma»; lo mismo se debe decir del matrimonio, que es parte integrante de la vida.           
En conclusión: Jesús enseña que la resurrección no es una simple continuación de la vida terrena. La resurrección nos hace “hijos de Dios”, participantes de la vida divina, y por tanto, libres de los vínculos que caracterizan la vida material de los “hijos de este mundo”. Al participar en la resurrección de Jesús, los discípulos participan en el misterio de la filiación divina. 
La vida cristiana, resurrección anticipada. El evangelista Juan desarrolla poco el cuadro de la resurrección final, es que lo ve realizado anticipadamente desde el tiempo presente. Lázaro saliendo de la tumba representa concretamente a los fieles arrancados a la muerte por la voz de Jesús (cf. Jn 2,25s). También el sermón sobre la obra de vivificación del Hijo del hombre contiene afirmaciones explícitas: «Llega la hora, y ya estamos en ella, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y todos los que la hayan oído vivirán» (Jn 5,25).
Esta declaración inequívoca coincide con la experiencia cristiana tal como la expresa la primera epístola de san Juan: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida…» (Jn 3,14). Quienquiera que posea esta vida no caerá nunca en poder de la muerte (Jn 6,50; 11,26; cf. Rom 5,8s). Esta certeza no suprime la espera de la resurrección final; pero desde ahora transforma una vida que ha entrado en relación con Cristo.
San Pablo decía ya lo mismo subrayando el carácter pascual de la vida cristiana, participación real en la vida de Cristo resucitado. Sepultados con él en el bautismo, hemos resucitado también con él, porque hemos creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos
(Col 2,12; Rom 6,4ss).
La vida 'nueva en que entonces entramos no es otra cosa que su vida de resucitado (Ef. 2,5s). En efecto, en aquel momento se nos dijo: « ¡Despierta, tú que duermes! Levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará» (Ef5,14).
Esta certeza fundamental rige toda la existencia cristiana. Domina la moral que ahora ya se impone al hombre nuevo nacido en Cristo:«Resucitados con Cristo buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 3,1 -ss). Esta certeza es también la fuente de su 'esperanza. En efecto, si el cristiano aguarda con impaciencia la transformación final de su cuerpo de miseria en cuerpo de gloria (Rom 8,22s; Flp 3,10s.20s), es que ya posee las arras de este estado futuro (Rom 8,23; 2Cor 5,5). Su resurrección final no hará sino manifestar claramente lo que ya es en la realidad secreta del misterio (Col 3,4).
Un mundo mejor es posible. Francisco:
“En los Sacramentos nos encontramos con Jesús para comunicarlo a los demás”
El papa Francisco presidió esta mañana la audiencia general semanal en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre continuó con su reflexión sobre la comunión de los santos y se detuvo en otro aspecto de aquella realidad: la participación en los bienes espirituales de la Iglesia. 
... El pontífice subrayó que en los sacramentos "nos encontramos con Jesús y, por medio de Él, entramos a formar parte del Pueblo de Dios”. Al poner de relieve que todo encuentro con el Señor tiene un carácter misionero, Francisco enfatizó en que los Sacramentos “constituyen una invitación a comunicar a los otros lo que hemos visto y oído, a llevar a los demás la salvación que hemos recibido”.      
Asimismo, el pontífice se refirió a los carismas: “Son dones y gracias especiales que el Espíritu Santo reparte para la edificación de la Iglesia”. Ellos enriquecen la caridad, que está por encima de todo. Sin amor los carismas son vanos. Con amor, hasta el menor de nuestros actos repercute en beneficio de todos”.              

Al finalizar la audiencia, el Papa contó con gran naturalidad que esta mañana visitó a una niña, Noemí, de un año y medio, enferma. Francisco expresó a los fieles presentes: “Ahora me permito pedirles un acto de caridad, pero estén tranquilos -dijo sonriendo- que no se hará una colecta". “Antes de venir a la plaza fui a visitar a una niña de una año y medio, con una enfermedad gravísima, su padre y su madre rezan, piden al Señor por la salud de esta bella niña, se llama Noemí, sonreía pobrecita... hagamos un acto de amor: nosotros no la conocemos, pero es una niña bautizada, es una de nosotros, es una niña cristiana, hagamos un acto de amor por ella, pidamos al Señor en silencio un momento que la ayude y le dé salud y después rezamos el Ave María”. Al finalizar la oración mariana, Francisco agradeció a los presentes “por este acto de caridad”.
Al culminar la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa conmovió nuevamente al mundo al abrazar efusivamente a un hombre que padece neurofibromatosis, una enfermedad neuronal que causa tumores en la piel y en los huesos, causando gran dolor.
Al saludar, como hace habitualmente, a los peregrinos que llegaron para participar en la audiencia general, en un intenso gesto, Francisco se detuvo durante varios minutos para acoger en sus brazos al hombre enfermo. Instantes después lo tomó del rostro y le dio su bendición. 
                 6 noviembre de 2013  Plaza de San Pedro, AICA
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica
la capacidad del amor, agranda el corazón".
“Si los bienes materiales y el dinero se convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan”
“Nuestra oración no se puede reducir a una hora el domingo; es importante tener una relación cotidiana con el Señor”
“… lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad”
…“Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad”.
"Lo importante -puntualizó- no es mirar desde lejos o ayudarlo desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba siempre al encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Misioneros Oblatos. Servicio Bíblico Latinoamericano.P. Raniero Cantalamessa. Vocabulario de Teología Bíblica. León Doufour

Cuadro de texto: Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
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