Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 29 de abril de 2017


“Reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas

Tercer domingo de Pascua
 Ciclo A
Lecturas del 30-04-17

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.  Amén
Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen.»  
Palabra de Dios.

Salmo 15
R. Señor, me harás conocer el camino
de la vida.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»  El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte!  R.
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré.  R.
Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.  R.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.  R.

Primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos: Ya que ustedes llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo.               
Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios. Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel día, el primero de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.   
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: « ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»             
«¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»                
Jesús les dijo: «¡hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.             
Cuando llegaron cerca del pueblo adónde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»                    
El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»                           
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor.

Reflexión:
Ver a Jesús

Los relatos pascuales, más que insistir en el carácter prodigioso de las apariciones del resucitado, nos descubren diversos caminos para encontrarnos con Él. El episodio de Emaús, exclusivo de Lucas más que una crónica histórica es una catequesis que nos descubre el camino que tenemos que hacer los discípulos y las comunidades de todos los tiempos para reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. 
Presenta a dos discípulos que han perdido la fe por el escándalo de la cruz. La situación de ambos está bien descrita desde el comienzo y refleja un estado de ánimo en el que se pueden encontrar los cristianos una y otra vez. Los dos discípulos poseen aparentemente todos los elementos necesarios para creer: conocen los escritos del antiguo Testamento, el mensaje de Jesús, su actuación y su muerte en cruz, han escuchado también el mensaje de la resurrección, y las mujeres les han comunicado su experiencia y les han confesado que “está vivo”.  Todo es inútil. Los de Emaús caminan envueltos en tristeza y desaliento. Todas las esperanzas puestas en Jesús se han desvanecido. Ya no hay nada que esperar.  Es gente desilusionada, derrotada, sin esperanza, encerrada tercamente en su posición de que aquello no tuvo que suceder.
Se habían hecho de Él una imagen como profeta poderoso en obras y palabras, habían presenciado los acontecimientos más importantes de su vida, se habían ilusionado con un nuevo Reino, esperaban que Él fuera el liberador de Israel, un Mesías político y triunfal… y lo sucedido expresa el fracaso de sus expectativas mesiánicas.  La cruz es para ellos el fin de toda esperanza. No pueden ver otra cosa.  Están cegados. Por eso, no reconocen a Jesús resucitado, en el camino de la historia de los hombres, cuando se les aparece como uno más, como otro caminante de la misma vida.

Pero cuando Jesús toma la palabra y empieza a explicarle las Escrituras (= el plan de Dios) y ellos comienzan a escucharle, a salir de sí mismos, a dejarse interpelar, “sienten arder el corazón”. Y dan señales de vida: “Quédate con nosotros, que está atardeciendo y ya el día se acaba”.  Entonces sucede lo imprevisto: “le ven”, le reconocen. Han acogido al hombre sin saber que era Jesús.  Se han hecho prójimos del caminante ofreciéndole techo y comida. Ya no son los mismos que al comienzo. Su actitud es otra. Es ahora cuando el relato nos recuerda la ultima cena: “Y sucedió que, estando recostado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo partió y se lo ofreció”. A los discípulos se les abren los ojos y le reconocen. Es en la reunión fraterna, en la fracción del pan compartido donde los discípulos descubren una nueva presencia de Jesús en medio de ellos. E inmediatamente Jesús desaparece de su vista. No es necesaria su presencia física.
En la comunidad reunida en el amor, en la escucha y acogida de la Palabra de Dios, en la memoria de la última cena, en la entrega y donación, en el pan compartido, en la acogida del peregrino…, ahí está Jesús resucitado. Ahí tiene la comunidad el lugar privilegiado de la presencia de Jesús resucitado.

Camino de Emaús.  El camino de Jerusalén a Emaús es también nuestro camino, el de nuestras huidas de la responsabilidad, el de nuestras dudas en la fe, el de nuestra débil esperanza, el de nuestra cerrazón al plan de Dios, el de nuestra terquedad, el de nuestro orgullo herido.  Pero es el camino de la vida, el que todos, de una forma u otra, tenemos que recorrer.

Jesús nos sale al encuentro.  En ese camino, mientras avanzamos casi sin ganas de llegar a ninguna parte, nos sale al encuentro Jesús…, pero no lo reconocemos. No nos dejan verlo las preocupaciones y prejuicios, la ideología y cerrazón. Jesús trata de enseñarnos a distinguir entre la esperanza y las ilusiones, entre el plan de Dios y los propios planes, entre lo que nos gustaría y lo que ha de suceder.

De vuelta a la realidad.  El camino, la conversación y el tiempo fueron serenando el espíritu de los discípulos. Vieron con claridad. Ya no era necesaria la presencia física, porque ya habían recuperado la fe y la esperanza.  La primera tarea del discípulo es precisamente ser testigo de lo que han visto y oído, testigo de que Jesús ha resucitado. Así vuelven a Jerusalén para dar testimonio ante los demás discípulos. El encuentro será una fiesta, pues también los otros habían visto al Señor resucitado.   
Testigos de vista.  Cuando llegaron al cenáculo sólo pudieron decir una cosa: “Hemos visto al Señor”. Es anunciar el Evangelio: dar testimonio de lo que hemos visto y oído, para que los demás, escuchando y viendo, crean.

Bendición del Hogar

La Bendición de Dios descienda sobre esta casa y sobre todos los que viven en ella. Y la gracia del Espíritu Santo santifique a todos.     

El Santísimo y dulce nombre de Jesús, en el que está toda la salvación, derrame copiosamente salud y bendición sobre esta casa y sobre todos los que viven en ella.      

La Santísima Virgen y Madre de Dios, cuide a todos con su materna protección y libere a todos de los males del alma y del cuerpo.           

La poderosa intercesión del bienaventurado San José, dé a nuestros trabajos prosperidad y muchos méritos a nuestros sufrimientos. 

Los ángeles de la guarda protejan a cuantos hay en esta casa de las asechanzas del maligno enemigo y nos conduzcan a la patria eterna.           

Descienda sobre nosotros la bendición de Dios, del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo y permanezca siempre con nosotros. Amén

                                                                                                                                                                                                                            El que recibe mis mandamientos  y los cumple,
ese es el que me ama;
y el que me ama
será amado por mi Padre,
y yo lo amaré y me manifestaré a él».
Jn 14, 21

Ven Señor Jesús
«¡Ven!». Que venga el que tiene sed,
 y el que quiera, que beba gratuitamente del agua
de la vida.
Ap. 22, 17

¡Felices Pascuas!
Cristo está vivo, no está muerto, ha resucitado, que todos vivamos con ese espíritu de resurrección.
Círculo Bíblico San José

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de la presente: El libro del Pueblo de Dios. Pbro. D. Silva 2011
Lectio Divina: los sábados 17 hs. en:

Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.

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