Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 30 de mayo de 2020

“Reciban al Espíritu Santo, el soplo creador que infunde aliento de vida”


Pentecostés

Lecturas 31-5-20, Ciclo A

 ” Ven Espíritu Santo”
Señor, envía tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, enséñame a abrir mi corazón para recibirla; dame fuerza para poner en práctica tus mandatos. Ilumina, señor, mis caminos para que vaya por los senderos de justicia y amor en los que te pueda encontrar. Amén.

Hechos de los apóstoles 2, 1-11 
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: ¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.»  Palabra de Dios.

Salmo 103, R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, ¡Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! la tierra está llena de tus criaturas!  R.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra.  R.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.  R.
1º carta de Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
Hermanos: Nadie, movido por el Espíritu de Dios,
puede decir: «Maldito sea Jesús.» Y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo.                       
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.     
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Palabra de Dios.

Secuencia

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.» Palabra del Señor.

Reflexión: Dios es Espíritu y lo inunda todo

Pentecostés. En este día, contemplamos y revivimos en la liturgia la efusión del Espíritu Santo que Cristo resucitado derramó sobre la Iglesia, un acontecimiento de gracia que ha desbordado el cenáculo de Jerusalén para difundirse por todo el mundo.

Pentecostés, donación del Espíritu. (cincuenta días después de la Pascua) era, en Israel, la fiesta de la recolección.  De fiesta agraria se convierte, más tarde, en fiesta histórica en ella se recordaba la promulgación de la ley sobre el Sinaí.  Recibía también el nombre de “Fiesta de las semanas” (7x7 días después de la Pascua).  En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes judíos venidos a la festividad desde diferentes lugares de la diáspora.
Los cristianos conmemoramos en Pentecostés la donación del Espíritu.  En Hechos 2, 1-21 se nos relata cómo lo discípulos de Jesús estando reunidos, temerosos y sin saber qué hacer, el día de Pentecostés reciben el don del Espíritu que los llevará a proclamar la Buena Nueva a todos, los discípulos son presentados como el nuevo pueblo de Dios lleno de Espíritu que da testimonio de Jesús, el Mesías.  De ahí que Pentecostés sea también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

La comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús.  En los discípulos de Jesús les costaba entender la resurrección.  Lo prueba claramente la reacción de María Magdalena y de Pedro ante el sepulcro vacío y, sobre todo, la actitud de Tomás.  La muerte del Maestro había sido un duro golpe para ellos.  El enfrentamiento con las autoridades judías y romanas los aterraba.  “Por miedo a los judíos” se hallaban reunidos, con las puertas cerradas, sin saber qué hacer. La promesa de Jesús se cumple: “Volveré a ustedes” “les enviaré el Espíritu y tendrán paz”.  Jesús se hace presente en medio de ellos y les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, salud, búsqueda de justicia y armonía personal y social.  Les manda, además, continuar la misión, que precisamente le había llevado a la muerte ignominiosa que tanto les asusta.

Cada cristiano es un enviado de Jesús.  La llamada a la fe y a la comunidad es, al mismo tiempo, llamada a la misión. Hemos sido elegidos por Jesús para realizar el proyecto de Dios con Él. “Como el Padre me envió, así los envió a ustedes”.  Los primeros enviados “estaban con las puertas cerradas” por miedo a los judíos y romanos, carecían de paz y tenían pocas expectativas.  Humanamente no estaban preparados.  No daban la talla.  Sin embargo, ellos son los elegidos.  Ellos son los que tienen que llevar adelante el proyecto de Dios.  Ellos son los que tienen que proseguir la causa de Jesús.  Ellos son quienes tienen que perdonar y dar vida. 
Reciban el Espíritu Santo.  Lo comprendieron y renacieron a la vida.  Y se fueron por todo el mundo.  Y supieron perdonar.  Y rompieron las barreras del miedo y las puertas de la pequeña comunidad.  Y experimentaron la paz en la misión y en el compromiso.  Y se sintieron llamados a la resurrección.

Pentecostés, misterio de salvación. Si fue pasajero el aspecto exterior de la teofanía, el don dado a la Iglesia es definitivo. Pentecostés inaugura el tiempo de la Iglesia, que en su peregrinación al encuentro del Señor recibe constantemente de él el Espíritu que la reúne en la fe y en la caridad, la santifica y la envía en misión. Los Hechos, «evangelio del Espíritu Santo», revelan la actualidad permanente de este don, tanto por el lugar que ocupa el Espíritu en la dirección y en la actividad misionera de la Iglesia, como por sus manifestaciones más visibles.

Partida en misión. El pentecostés que reúne a la comunidad mesiánica es también el punto de partida de su misión: el discurso de Pedro, «de pie con los Once», es el primer acto de la 'misión` dada por Jesús: «Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y en Samaría, y hasta los confines de la tierra».
Los Padres de la iglesia compararon este «bautismo en el Espíritu Santo», como una investidura apostólica de la Iglesia con el bautismo de Jesús, teofanía solemne al comienzo de su ministerio público.

La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior.  El amor misionero del Padre y de Jesús, y el nuestro, es el Espíritu Santo.  Quema mucho para purificarnos.  Arde fuerte, para darnos vida.  Nos pone en movimiento, para crear más vida.  Bajo la inspiración del Espíritu Santo los discípulos encuentran el lenguaje apropiado para ese anuncio.  Eso es la Iglesia, una comunión, en ella cada miembro tiene una función. 
Todos cuentan y deben, por lo tanto, ser respetados en sus carismas.  Coraje para decir el Evangelio y verdadero sentido de la comunión eclesial, a eso nos llama la fiesta de Pentecostés.
Vivir sin Espíritu, es vivir sin haber resucitado.  Nuestras comunidades están, a veces, replegadas, ocultas, sin dar testimonio. 
Es como si no tuvieran alegría, perdón, paz y vida que transmitir.  Seguimos aferrados a lo viejo.  Necesitamos que el Señor resucitado se haga presente y nos transmita el soplo creador del Espíritu que infunde aliento de vida.  Persona resucitada es la que se deja guiar por el Espíritu de Dios hacia la aventura, la sorpresa, la novedad, la vida… Persona resucitada es la que pone vida donde no la hay, o la defiende donde está amenazada.

Ser cristiano consiste en alcanzar una vivencia personal de la realidad de Dios-Espíritu que nos empuja desde dentro a la plenitud de ser. Es lo que Jesús vivió. El evangelio no deja ninguna duda sobre cómo Jesús vivió con Dios-Espíritu: fue una relación “personal”; se atreve a llamarlo papá, cosa inusitada en su época y aún en la nuestra; hace su voluntad; lo escucha siempre. Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar esa experiencia de Dios. Toda su predicación y todas sus acciones estuvieron encaminadas en hacer ver a los que le seguían que tenían que vivir esa misma experiencia para que todos alcanzasen la plenitud de humanidad que le alcanzó.
El Espíritu nos hace libres. “No habéis recibido un espíritu de esclavos, sino de hijos que os hace clamar Abba, Padre”. El Espíritu tiene como misión hacernos ser nosotros mismos. Eso supone no dejarnos atrapar por cualquier clase de esclavitud. El Espíritu es la fuerza que tiene que luchar contra las fuerzas desintegradoras de la persona humana: “demonios”, odio, el apego, los miedos…

El Espíritu es la fuerza de unión de la comunidad. En el relato de los Hechos de los Apóstoles, las personas de distinta lengua se entienden, porque la lengua del Espíritu es una sola, la del amor, que todos entienden. Es lo contrario de lo que pasó en Babel. Este es el mensaje teológico del relato de los Hechos. Dios-Espíritu-amor hace de todos los pueblos uno, “destruyendo el muro que los separaba, el odio”. Durante los primeros siglos el Espíritu fue el alma de la comunidad. Se sentían guiados por él y se daba por supuesto que todo el mundo tenía experiencia de su acción y se dejaba guiar por él.

Reunión de la comunidad mesiánica. Los profetas anunciaban que los "dispersos” serían reunidos en la montaña de Sión y que así la asamblea de Israel estaría unida en torno a Yahveh; pentecostés realiza en Jerusalén la "unidad espiritual” de los judíos y de los prosélitos de todas las naciones; dóciles a la "enseñanza de los apóstoles”, comulgan en el amor fraterno en la mesa *eucarística.

Comunidad abierta a todos los pueblos. El Espíritu se da con vistas a un testimonio que se ha de llevar hasta los confines de la tierra; el milagro de audición subraya que la comunidad mesiánica se extenderá a todos los pueblos. El pentecostés de los paganos acaba de hacerlo patente. La división operada en "Babel” (Gn 11,1-9) halla aquí su antítesis y su término.

Ven, Espíritu Santo

Ven Espíritu   Santo, ven padre de los pobres,
ven fuego divino, ven.
Ven a regar lo que está seco en
 nuestras vidas, ven.
Ven a fortalecer lo que está débil, a sanar
 lo que está enfermo, ven.
Ven a romper mis cadenas, ven a iluminar
 mis tinieblas, ven.
Ven porque te necesito, porque todo
mi ser te reclama.
Espíritu Santo, dulce huésped del alma,
ven, ven Señor"


      
Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Catholic Net. J A Pagola. F. Marcos. Hojitas anteriores.

Círculo Bíblico San José

“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119

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