Jesús entró en
un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su
Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús:
"Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?
Dile que me ayude".
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por
muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la
mejor parte, que no le será quitada". Palabra del Señor.
La escucha de la
Palabra, acogida y contemplada; escrutada y aplicada a la existencia propia y a
la misión, refleja la experiencia del mismo Señor. El siempre escuchaba al
Padre y nada decía por cuenta propia, pero al mismo tiempo, nadie plasmó mejor
el amor en la atención a las urgencias de los hombres.
Escoger la mejor
parte, no es otra cosa que poner por obra el “Escucha, Israel” Porque es desde
esta escucha como el servicio que el amor procura se desarrolla en la forma
adecuada. Muchas veces repite Jesús “el que tenga oídos para oír, que
oiga.” María está oyendo, escuchando, extasiada con la palabra de Jesús. Pero
ese entusiasmo no se quedará en sí, sino que se proyectará en la comunión con
los otros.
Es lo que se
desprende de la definición de Tomás de Aquino: “contemplar y dar lo
contemplado” (Dominicos. org))
Ven Señor Jesús, te necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario