Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

domingo, 26 de julio de 2009

Domingo 17° durante el año, «… porque así habla el Señor: Comerán y sobrará.»

Lecturas del 26/07/09 –Ciclo B–
Domingo 17° Durante el año

«… porque así habla el Señor:
Comerán y sobrará.»

Segundo libro de los Reyes 4, 42-44

Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: «Dáselo a la gente para que coman.» Pero su servidor respondió: « ¿Cómo voy a servir esto a cien personas?» «Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará.» El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor. Palabra de Dios.

SALMO 144

R. Abres tu mano, Señor, y nos sacias con tus bienes.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das la comida a su tiempo; abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 1-6

Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos. Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: « ¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»
Jesús le respondió: «Háganlos sentar.»
Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo.»
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. Palabra del Señor.

Reflexión:

El relato que hoy compartimos es el que se denomina habitualmente como “la multiplicación de los panes y de los peces”. Lo llamativo de este episodio es que aparece contado 6 veces en el Nuevo Testamento: dos veces en Mateo, dos veces en Marcos, una vez en Lucas y una vez en Juan (la que hoy compartimos). Es obvio que este episodio fue muy significativo para los primeros discípulos de Jesús que quisieron conservarlo en seis lugares del Nuevo Testamento.
Jesús se va al otro lado del lago de Galilea y mucha gente lo sigue por los signos portentosos que ha realizado fundamentalmente curando y sanando a los enfermos. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Acercándose la fiesta de la Pascua Jesús se va con sus discípulos a un cerro y al percibir la cantidad de gente que hay, Jesús aprovecha el momento para seguir con sus enseñanzas, retóricamente le pregunta a Felipe dónde se puede comprar comida para tantas personas. Felipe con sentido calculador responde que es obvio que no hay dinero suficiente para alimentarlos. En ese momento entra en escena Andrés que presenta a un niño que tiene cinco panes y dos pescados, pero claramente sabe que eso es absolutamente insuficiente para poder darles de comer. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo. Jesús manda que se sienten en la hierba y tomando los panes y los pescados en sus manos ora en actitud de acción de gracias y reparte entre toda la gente: ¡unos cinco mil hombres! Lo interesante no es que todos comieron sino que además se nos narra que quedaron satisfechos y que sobraron doce canastos llenos.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizás todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre... El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.
La dinámica de este mundo es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en papel moneda, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.
Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es solamente la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad.

El gesto de compartir marca profundamente la vida de las primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.
Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra.

Al percibir este signo, todos los que participaron se dan cuenta que Jesús es realmente el “profeta que tenía que venir al mundo”. Pero la gente quiere apoderarse de Jesús para hacerlo rey. Entonces Jesús se aleja de ellos en lo alto de un cerro.
LOS BIENES MESIÁNICOS Colección Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal

El relato del milagro además de ser una muestra de la misericordia divina de Jesús con los necesitados, es figura de la Sagrada Eucaristía. Así lo han interpretado muchos Padres de la Iglesia. El mismo gesto del Señor –elevar los ojos al cielo– lo recuerda la Liturgia en el Canon Romano de la Santa Misa....
El milagro de aquella tarde junto al lago, manifestó el poder y el amor de Jesús a los hombres. Poder y amor que harán posible también que encontremos el Cuerpo de Cristo bajo las especies sacramentales, para alimentar, a todo lo largo de la historia, a las multitudes de los fieles que acuden a Él hambrientas y necesitadas de consuelo. Como expresó Santo Tomás en la secuencia que compuso para la Misa del Corpus Christi: Sumit unus, sumunt mille... «Lo tome uno o lo tomen mil, lo mismo tomen este que aquel, no se agota por tomarlo...».
«El milagro adquiere así todo su significado, sin perder nada de su realidad. Es grande en sí mismo, pero resulta aún mayor por lo que promete: evoca la imagen del buen pastor que alimenta a su rebaño. Se diría que es como un ensayo de un orden nuevo. Multitudes inmensas vendrán a tomar parte del festín eucarístico, en el que serán alimentadas de manera mucho más milagrosa, con un manjar infinitamente superior»…

En la Comunión recibimos cada día a Jesús, el Hijo de María, el que realizó aquella tarde este grandioso milagro. «Nosotros poseemos, en la Hostia, al Cristo de todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo pródigo y de la samaritana, al Cristo resucitado de entre los muertos, sentado a la diestra del Padre (...). Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros debería revolucionar nuestra vida (...); está aquí con nosotros: en cada ciudad, en cada pueblo (...)». Nos espera y nos echa de menos cuando nos retrasamos.

Preguntas para la meditación: ¿Qué me dice?

Aunque Jesús pregunta a los discípulos, en concreto a Felipe, cómo se podría dar de comer a la enorme multitud en el desierto, él sabe perfectamente lo que va a hacer. El Señor toma la iniciativa. Sin embargo, quiere servirse de la buena voluntad de aquel muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Y lo hace, para enseñarnos a nosotros que cuando compartimos, Él se hace presente multiplicando los panes.
¿Cuáles son hoy mis cinco panes y mis dos pescados? ¿Estoy dispuesto a ofrecerle a Jesús mis “cinco panes y mis dos pescados”?

Jesús, alimenta a la multitud, a cuantos tienen hambre, de modo que “todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga una vida imperecedera”.
¿Me dejo alimentar por la presencia de Jesús?
¿De qué manera hoy Jesús me “alimenta”? ¿Con qué “pan” alimento yo mi vida: el del afán de dinero, o de fama, o de comodidad… o con el pan del servicio?

Conviene detenerse en el respeto con que Jesús toma los panes y da gracias al Padre. El Señor sabe que siempre cuenta con su Padre. Pero precisamente por eso, es más agradecido con Él.
Esto nos enseña mucho a nosotros, que tantas veces, nos olvidamos de agradecer a Dios por todo lo que recibimos de sus manos.
La actitud de Jesús debe hacernos reflexionar: ¿Cómo vivimos el agradecer a Dios por los dones que recibimos de sus manos amorosas? ¿Somos cuidadosos con aquellos bienes que recibimos y a otros les falta?

Al percibir este signo, todos los que participaron se dan cuenta que Jesús es realmente el “profeta que tenía que venir al mundo”.
¿Y para mí Jesús es realmente “el profeta que debía venir al mundo”, es decir el Mesías de Dios?

ORACIÓN:

Gracias, porque al fin del día podemos agradecerte los méritos de tu muerte, y el pan de la Eucaristía, la plenitud de alegría de haber vivido tu alianza, la fe, el amor, la esperanza y esta bondad de tu empeño de convertir nuestro sueño en una humilde alabanza.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno de la Liturgia de las Horas

Lecturas de la semana:

LUNES 27: Éx. 32, 15-24. 30-34; Sal. 105; Mt. 13, 31-35.
MARTES 28: Éx. 33, 7-11. 34, 5b-9. 28; Sal. 102; Mt. 13, 36-43.
MIERCOLES 29: 1 Jn. 4, 7-16; Sal. 33; Jn. 11, 19-27.
JUEVES 30: Éx. 40, 16-21. 34-38.; Sal. 83; Mt. 13, 47-53.
VIERNES 31: Lev. 23, 1.4-11.15-16.27. 34b-37; Sal 80; Mt. 13, 54-58.
SABADO 1: Lev. 25, 1.8-17; Sal 66; Mt.14, 1-12.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona. Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785

Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Recibimos por e-mail:

NUESTRO GRAN PECADO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 22/07/09.- El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.
Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.
Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque sólo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿se producirá algún día ese "milagro" de la solidaridad real entre todos?
Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.
Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Anónimo dijo...

Recibimos por e-mail:

COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia

Domingo 26 de julio de 2009
17º domingo durante el año
Evangelio según San Juan 6, 1-15 (Ciclo B)

Alimento que robustece

El Evangelio de hoy, que nos habla de la multiplicación de los panes y los peces, está muy unido a la Eucaristía, que es el Alimento.

En primer lugar, fijémonos que la comida no sólo es una cuestión material, del alimento, sino que también es un lugar de encuentro, un de motivo de encuentro. Por eso, cuando uno come en su casa con la familia, que en la comida no se ventilen problemas, no se discutan problemas. Que se converse, que se comparta, que sea un encuentro humano bueno, fraternal. Hay gente que a veces come con el televisor prendido, no se escuchan, están apurados porque tienen algo que hacer. ¡No! La comida es un lugar de encuentro donde uno pone lo mejor de sí. Pero si están divididos, si están viendo televisión, si están haciendo cualquier cosa, ¿qué puede poner uno?

En segundo lugar, hay un alimento que es el espiritual. ¿Ven? Acá hay dos alimentos, uno material y otro espiritual. Como que hay dos comidas y las dos son importantes, pero hay una que da luz y sustento a la otra: el alimento espiritual. La persona se especifica por lo más importante que es: la persona, el espíritu.

Como nosotros somos personas de los dos reinos, del humano y del divino, siempre tenemos que trabajar estas dos líneas en lo solidario, en lo fraterno, en lo humano, en lo social y también en aquello que es el espíritu, que es lo divino, lo trascendente, lo de Dios.

Tenemos un Alimento que robustece las dos cosas: la Eucaristía. Cristo nos alimenta en la Eucaristía y nos da fuerzas para lo humano y para lo cristiano. La Eucaristía es Alimento y a la vez es remedio de todas nuestras heridas y de todas nuestras fragilidades. Alimento que alimenta y remedio que cura y sana.

Pero también es cierto que nosotros no somos “los convidados de piedra”, los que estamos “ahí” y nada más. Nuestra participación es activa. Somos invitados a participar activamente y está simbolizado en el niño del Evangelio, que tiene algunos panes y dos peces, que los ofrece a través del discípulo. Recibimos pero también tenemos algo que ofrecer.

Veamos: falta el pan material en muchos hogares y también falta el pan de la verdad, el pan de la cultura, el pan del respeto, el pan de lo social, de lo fraterno, ¡faltan muchos panes!, ¡faltan muchas realidades!: de la salud, de la educación, ¡de tantas cosas! y bueno, tenemos que alimentarlas.

En un mundo que se está fragmentando, como quebrando, ¿qué cosas tenemos que ofrecer? Bueno, ofrezcamos esos cinco panes y esos dos peces. No podemos hacer todo, hagamos algo y hagámoslo bien. ¡Usted tiene algo que ofrecer!

Algunos ejemplos: hay personas que son ciegas, que no ven, vaya y léales un libro; visitar a un enfermo o visitar a un vecino que está solo; detenerse y saludar a una persona mayor, anciana, y darle el tiempo. Porque siempre la gente corre, corre y corre, pero ¿para qué? ¡Darse tiempo!

Pidamos al Señor, en este domingo, que nos de un amor a la Eucaristía y a estas dos cosas importantes: hambre de pan y hambre de vida eterna. La vida eterna y la solidaridad humana, porque ambas realidades son partes de nuestra vida cotidiana.

Que el Señor nos bendiga a serenarnos y nos de fuerzas para que este Alimento robustezca nuestra vida y que sea remedio, sanación, para tantas fragilidades que están en el corazón humano. Hay poco tiempo y hay que vivirlo bien.

Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Anónimo dijo...

Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia

ROMA, viernes, 29 julio 2005 (ZENIT.org)..

«Todos comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos». Son cinco mil hombres, sin contar, dice el Evangelio, a las mujeres y a los niños. ¡Es el picnic más gozoso en la historia del mundo! ¿Qué nos enseña este pasaje del Evangelio? Primero, que Jesús se preocupa y «siente compasión» de todo el hombre, cuerpo y alma. A las almas Jesús distribuye la Palabra, a los cuerpos la curación y el alimento. Surge por lo tanto objetar: ¿por qué no lo hace también hoy? ¿Por qué no multiplica el pan para tantos millones de hambrientos que hay en la tierra?

El Evangelio de la multiplicación de los panes contiene un detalle que nos puede ayudar a encontrar la respuesta. Jesús no chasqueó simplemente los dedos e hizo aparecer como por arte de magia panes y peces a voluntad. Preguntó a sus discípulos qué tenían; invitó a compartir lo poco que tenían: cinco panes y dos peces.

Lo mismo hace hoy. Pide que pongamos en común los recursos de la tierra. Es archisabido que, al menos desde el punto de vista alimentario, nuestra tierra sería capaz de mantener a más miles de millones de seres humanos que los actuales. ¿Pero cómo podemos acusar a Dios de no proporcionar pan suficiente para todos, cuando cada año destruimos millones de toneladas de provisiones alimentarias, que llamamos «excedentes», para no bajar los precios? Se necesita una mejor distribución, una mayor solidaridad y compartir: la solución está ahí.

Lo sé: no es tan sencillo. Existe la manía de los armamentos, hay gobernantes irresponsables que contribuyen a mantener muchas poblaciones en el hambre. Pero una parte de responsabilidad cae también en los países ricos. Nosotros somos ahora aquella persona anónima (un chaval, según uno de los evangelistas) que tiene cinco panes y dos peces; sólo que los mantenemos apretados y nos guardamos bien de entregarlos para que sean divididos entre todos.

Por el modo en que está descrita («tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos») la multiplicación de los panes y los peces ha hecho siempre pensar en la multiplicación de ese otro pan que es el cuerpo de Cristo. Por esto las más antiguas representaciones de la Eucaristía nos muestran un canasto con cinco panes y, a los lados, dos peces, como el mosaico descubierto en Tabga, en Palestina, en la iglesia erigida en el lugar de la multiplicación de los panes, o en el fresco de las catacumbas de Priscila.

En el fondo, también lo que estamos haciendo en este momento es una multiplicación de los panes: el pan de la palabra de Dios. Yo he partido el pan de la palabra y la imprenta ha multiplicado mis palabras, de modo que más de cinco mil hombres, también esta vez, han comido y se han saciado. Queda una tarea: «recoger los trozos sobrantes», hacer llegar la palabra igualmente a quien no ha participado en el banquete. Hacerse «repetidores» y testigos del mensaje.