Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Domingo 30° Durante el año, « ¿Qué quieres que haga por ti?»

Lecturas del 25/10/09 Ciclo B

Domingo 30° Durante el año

« ¿Qué quieres que haga

por ti?»

Lectura Libro del profeta Jeremías 31, 7-9

Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraín es mi primogénito. Palabra de Dios.

SALMO 125

R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.

Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.

¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones R

El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6

Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama.»
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. Palabra del Señor.

Reflexión

El ciego Bartimeo, y muchos otros

La ceguera era, y es todavía, relativamente frecuente en el Oriente Próximo. El desierto, el polvo, la falta de higiene y el extraordinario resplandor de la luz del sol son causa de la inflamación de los ojos, que pueden llevar a la ceguera.

Jesús conoció a muchos ciegos. Para los Evangelios eran una imagen viva de la miseria, el desamparo y la desesperanza, que la mayoría de ellos no tenían otra salida que la mendicidad.

Nos encontramos al final del capítulo 10 de Mc. es el final de la subida a Jerusalén antes de entrar a la ciudad santa. La curación de Bartimeo es una severa crítica a los discípulos denunciándole su incomprensión y torpeza de ellos que se han opuesto sistemáticamente. Jesús les ha hablado de dar la vida, de compartir, de hacerse los últimos, de arrancarse los ojos para entrar en el Reino, de ser fieles al matrimonio, de hacerse los servidores de todos…

Un hombre al borde del camino, un ciego a las afuera de Jericó, es el relato de una catequesis que nos invita al cambio y nos urge a la conversión. Es un hombre ciego que le falta luz y orientación. Esta sentado, incapaz de dar pasos, al borde del camino desanimado; es mendigo, su vida y su subsistencia depende de los demás. Pero en su interior hay todavía una fe capaz de hacerla reaccionar y de ponerlo de nuevo en el camino, por eso pide a gritos la ayuda de Jesús.

Como a los hijos de Zebedeo, Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? La respuesta es distinta a los dos hermanos que piden sentarse junto a Jesús; Bartimeo cansado de estar sentado en el camino pide recobrar la vista para seguir a Jesús.

Bartimeo es símbolo de los discípulos. Aquel ciego, Jesús tuvo que imponerle las manos dos veces. No es fácil dar la vista nítida al discípulo.

El camino es vida del discípulo, es la vida cotidiana, es instruido y está llamado a compartir y construir la comunidad alternativa. El discípulo no ha entendido mucho, pero ha seguido, no ha dejado el camino.

El ciego Bartimeo es una imagen viva del itinerario de conversión y de proceso catecumenal. Es de un convertido que desea ser cristiano y formar parte de una comunidad.

Bartimeo expresa el paso del alejamiento (“al borde del camino”) a la proximidad (“se acercó a Jesús”), de la pasividad (“estaba sentado”) a la acción (“lo siguió por el camino”), de la marginación (“muchos lo reprendían para callarlo”) a la liberación (“recobró la vista”).

La fe de Bartimeo es sencilla y firme, en contraposición a la de quienes creen ver y, sin embargo, son ciegos.

El ciego no solicita una limosna, pide salud, la vida. La demanda es confiada y pronta: “dio un salto y se acercó a Jesús” y con mucho afecto se dirige a Jesús diciéndole “Maestro” Bartimeo es el nuevo discípulo que recobra-descubre su puesto, deja de “estar sentado al borde del camino” y se pone a seguir a Jesús por el camino que lo conducirá a la Cruz y a la Resurrección. Muchos Bartimeos a lo largo de la historia, han dejado estar junto al camino y se han acercado de un salto al Señor, Amigo de la vida.

Padre Daniel Silva.

Pregunta para la meditación: ¿qué me dice?

Bartimeo, el ciego de Jericó, es un hombre que vive a oscuras. Ya ha oído de Jesús, y de sus curaciones y milagros... Y ese día escucha ruidos desacostumbrados.

Pregunta qué ocurre y se entera que es Jesús de Nazaret que pasa por el camino.

Al oírlo se llenó de fe su corazón. Jesús era la gran oportunidad de su vida. Y comenzó a gritar con todas sus fuerzas: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!

En su alma, la fe se hace oración.

Reflexiona San Agustín esta escena diciendo: También nosotros tenemos cerrados los ojos y el corazón y pasa Jesús. Tenemos que gritarle con la oración y con las obras. Pidiéndole ayuda al Señor.

La historia de Bartimeo es nuestra propia historia, pues también nosotros estamos ciegos para muchas cosas, y Jesús está pasando junto a nuestra vida. Quizás ha llegado el momento de dejar el costado del camino y acompañar a Jesús. Debemos imitar la actitud de Bartimeo, su oración perseverante, su fortaleza para no rendirse.

¿En qué situaciones de mi vida experimento que estoy ciego? ¿Cual es mi actitud?

¿Cuáles son mis cegueras espirituales?

¿Qué implica para mí hoy decir a Jesús: ¡ten compasión de mí y ayúdame!?

¿Qué significa para mí hoy “tirar el manto” y “ponerme de pie de una salto” para acercarme a Jesús?

Una vez sanado por Jesús: ¿lo sigo por el camino?

Oración: ¿qué le digo?

Las palabras de Bartimeo: “Señor, que vea”, nos pueden servir como una oración sencilla para repetirla muchas veces cuando en nuestra vida se nos presenten situaciones que no sabemos como resolver, sobretodo en cuestiones relacionadas con la fe y la vocación.

En esos momentos de oscuridad, cuando quizás la oración se hace costosa y la fe parece debilitarse, repitamos con confianza el pedido: “Señor, que vea”.

Qué nosotros también veamos, Señor, cuál es tu voluntad, cuál es el camino que debemos recorrer, que Tu nos señalas para ir a Ti.

Para suscitar la respuesta de la oración rezamos el salmo: 146 (145)

¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía!

Alabaré al Señor toda mi vida; mientras yo exista, cantaré al Señor.

No confíen en los poderosos, en simples mortales, que no pueden salvar:

cuando expiran, vuelven al polvo, y entonces se esfuman sus proyectos.

Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob y pone su esperanza en el Señor, su Dios:

él hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.

Él mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados.

El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda;

El Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.

¡Aleluya!

Lecturas de la semana:

LUNES 26: Rm. 8, 12-17; Sal. 67; Lc. 13, 10-17.

MARTES 27: Rm. 8, 18-25; Sal. 125; Lc. 13, 18-21.

MIÉRCOLES 28: Ef. 2, 19-22; Sal. 18, Lc. 6, 12-19.

JUE VES 29: Rm. 8, 31b-39; Sal. 108; Lc. 13, 31-35.

VIERNES 30: .Rm. 9, 1-5; Sal. 147; Lc. 14, 1-6.

SABAD 31: Rm. 8, 1- 111, 1-2ª. 11.12. 25-29; Sal. 93; Lc. 14, 1. 7-11.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Servicio Bíblico latinoamericano. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM.

Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785

Te esperamos los sábados 17:00 h.

Para Compartir la Palabra de Jesús,

en la Parroquia San José: Brandsen 4970

Villa Dominico.

Círculo Bíblico San José

miencuentroconjesus@yahoo.com.ar

2 comentarios:

EDD dijo...

Recibimos por e-mail:
San Gregorio de Nisa (hacia 335-395), monje y obispo
La vida de Moisés, II, 231-233, 251-253


« Y al momento recobró la vista y seguía a Jesús por el camino»


[Sobre el monte Sinaí, Moisés dijo al Señor: «Déjame ver, por favor, tu gloria.» Y Dios le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi belleza... pero no puedes ver mi rostro.» (Ex 33,18s).] Experimentar este deseo me parece propio de un alma animada por un amor grande hacia la belleza esencial, un alma en la que la esperanza no cesa de dirigir desde la belleza que ha visto hasta la que está más allá... Este petición audaz, que sobrepasa los límites del deseo, no es la de gozar de la Belleza a través de espejos o de unos reflejos, sino cara a cara. La voz divina concede lo que se pide por el mismo hecho de que el alma rechaza otros medios...: la munificencia de Dios le concede el cumplimento de su deseo; pero, al mismo tiempo no le promete el descanso ni la saciedad... En esto consiste la verdadera visión de Dios: en el hecho de que el que levanta hacia él los ojos, no deja jamás de desearle. Por eso él dice: «No podrás ver mi rostro»...
El Señor que así había respondido a Moisés, se expresa de la misma manera a sus discípulos, iluminando así el sentido de este símbolo. Dice: «El que quiera seguirme» (Lc 9,23) y no: «Si alguno me quiere preceder». Al que le dirige un ruego relacionado con la vida eterna, le propone lo mismo: «Ven y sígueme» (Lc 18,22). Ahora bien, el que sigue se dirge hacia la espalda del que le conduce. Así pues, la enseñanza que recibe Moisés sobre la manera según la cual es posible ver a Dios, es ésta: seguir a Dios donde Él conduce, esto es ver a Dios...
En efecto, al que ignora el camino por donde viajar con seguridad, no le es posible llevarlo a buen término si no sigue al guía. El guía le enseña el camino pasándole delante; el que le sigue no se alejará del buen camino si siempre fija su mirada en la espalda del que lo conduce. En efecto, si se deja ir por algún lado o bien si se pone frente a su guía, seguirá otro camino que no es el que le enseña el guía. Por eso Dios dice al que conduce: «No verás mi rostro», es decir: «No te pongas frente a tu guía». Porque entonces correrás en sentido contrario a él... Ahora ves cuán importante es aprender a seguir a Dios. Para el que así le sigue ya ninguna contradicción del mal se opone más a su camino.

Anónimo dijo...

Mis ojos no estàn ciegos, pero mi corazón necesita aùn la luz de la fe para arrojar mis capas de desconfianza y poder seguir a Jesús con libertad y alegrìa por el camino.
Noemì.