Dios mío, envía ahora tu
Espíritu sobre mí y que me ayude a abrir mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que
me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla
y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a
la Verdad completa. Amén
Lunes 3 de agosto. Mt 14, 22-36
Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el
agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó
a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano,
lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
La tarea de reconocer a Dios en nuestras vidas no es
fácil y, sobre todo, en momentos difíciles, hace falta una fe que vea más allá
de las apariencias y descubra que hay Alguien siempre presente en nuestras
vidas que nos cuida. Cristo sale a nuestro encuentro, tiende su mano y nos
sostiene. Por eso hoy te digo:
Quédate conmigo, Jesús, en la vida con todos los peligros, yo te necesito. Déjame reconocerte como lo hicieron tus discípulos en la partición del pan, para que la Comunión Eucarística sea la luz que dispersa la oscuridad, la fuerza que me sostiene, el único gozo de mi corazón. Amén. P. Pío
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