Lecturas del 16/08/09 –Ciclo B–
Domingo 20° Durante el año
«El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él»
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: «El que sea incauto, que venga aquí.»Y al falto de entendimiento, le dice: «Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia.» Palabra de Dios.
SALMO 33
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor: que los oigan los humildes y se alegren. R.
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.
Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 15-20
Hermanos, cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 6, 51-59
Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.» Los judíos discutían entre sí, diciendo: « ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?» Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.» Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún. Palabra del Señor.
Reflexión: del Padre Raniero Cantalamessa
El pasaje evangélico continúa la lectura del capítulo VI de Juan. El elemento nuevo es que al discurso sobre el pan Jesús añade el del vino; a la imagen del alimento la de la bebida; al don de su carne el de su sangre. El simbolismo eucarístico alcanza su culmen y su totalidad. Para entender la Eucaristía es esencial partir de los signos elegidos por Jesús. El pan es signo de alimento, de comunión entre quienes lo comen juntos; a través de él llega al altar y es santificado todo el trabajo humano
Planteémonos la misma pregunta para la sangre ¿Qué significa y qué evoca para nosotros la palabra sangre? Evoca en primer lugar todo el sufrimiento que existe en el mundo. Si, por lo tanto, en el signo del pan llega al altar el trabajo del hombre, en el signo del vino llega ahí también todo el dolor humano; llega para ser santificado y recibir un sentido y una esperanza de rescate gracias a la sangre del Cordero inmaculado, a la que está unido como las gotas de agua mezcladas con el vino en el cáliz. ¿Pero por qué, para significar su sangre, Jesús eligió precisamente el vino? ¿Sólo por la afinidad del color? ¿Qué representa el vino para los hombres? Representa la alegría, la fiesta; no representa tanto la utilidad (como el pan) como deleite. No está hecho sólo para beber, sino también para brindar. Jesús multiplica los panes por la necesidad de la gente, pero en Caná multiplica el vino para la alegría de los comensales. La Escritura dice que «el vino recrea el corazón del hombre y el pan sostiene su vigor» (Sal 104, 15).
Si Jesús hubiera elegido para la Eucaristía pan y agua, habría indicado sólo la santificación del sufrimiento («pan y agua» son de hecho sinónimos de ayuno, de austeridad y de penitencia). Al elegir pan y vino quiso indicar también la santificación de la alegría. Qué bello sería si aprendiéramos a vivir también los gozos de la vida, eucarísticamente, esto es, en acción de gracias a Dios. La presencia y la mirada de Dios no ofuscan nuestras alegrías honestas; al contrario, las dilatan. .…… [Traducción del italiano: Zenit].
CATEQUESIS SOBRE LA EUCARISTÍA
Audiencia General, S.S. Juan Pablo II 18 de octubre, 2000
1. "Nos hemos convertido en Cristo". En efecto, si Él es la cabeza y nosotros sus miembros, el hombre total es él y nosotros. Estas atrevidas palabras de san Agustín exaltan la comunión íntima que, en el misterio de la Iglesia, se crea entre Dios y el hombre, una comunión que, en nuestro camino histórico, encuentra su signo más elevado en la Eucaristía. Los imperativos: "Tomad y comed... bebed..." que Jesús dirige a sus discípulos en la sala del piso superior de una casa de Jerusalén, la última tarde de su vida terrena, entrañan un profundo significado. Ya el valor simbólico universal del banquete ofrecido en el pan y en el vino, remite a la comunión y a la intimidad. Elementos ulteriores más explícitos exaltan la Eucaristía como banquete de amistad y de alianza con Dios. En efecto, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, "es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor".
2. Como en el Antiguo Testamento el santuario móvil del desierto era llamado "tienda del Encuentro", es decir, del encuentro entre Dios y su pueblo y de los hermanos de fe entre sí, la antigua tradición cristiana ha llamado "sinaxis", o sea "reunión", a la celebración eucarística. En ella "se revela la naturaleza profunda de la Iglesia, comunidad de los convocados a la sinaxis para celebrar el don de Aquel que es oferente y ofrenda: estos, al participar en los sagrados misterios, llegan a ser "consanguíneos" de Cristo, anticipando la experiencia de la divinización en el vínculo, ya inseparable, que une en Cristo divinidad y humanidad".
Si queremos profundizar en el sentido genuino de este misterio de comunión entre Dios y los fieles, debemos volver a las palabras de Jesús en la última Cena. Remiten a la categoría bíblica de la "alianza", evocada precisamente a través de la conexión de la sangre de Cristo con la sangre del sacrificio derramada en el Sinaí: "Esta es mi sangre, la sangre de la alianza". Moisés había dicho: "Esta es la sangre de la alianza". La alianza que en el Sinaí unía a Israel con el Señor mediante un vínculo de sangre, anunciaba la nueva alianza, de la que deriva, para usar la expresión de los padres griegos, una especie de consanguinidad entre Cristo y el fiel.
3. Las teologías de san Juan y de san Pablo son las que más exaltan la comunión del creyente con Cristo en la Eucaristía. En el discurso pronunciado en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús dice explícitamente: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre". Todo el texto de ese discurso está orientado a subrayar la comunión vital que se establece, en la fe, entre Cristo, pan de vida, y aquel que come de él. En particular destaca el verbo griego típico del cuarto evangelio para indicar la intimidad mística entre Cristo y el discípulo, "permanecer, morar" (m+nein): "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él".
4. La palabra griega de la "comunión", koinonìa, aparece asimismo en la reflexión de la primera carta a los Corintios, donde san Pablo habla de los banquetes sacrificiales de la idolatría, definiéndolos "mesa de los demonios", y expresa un principio que vale para todos los sacrificios: "Los que comen de las víctimas están en comunión con el altar". El Apóstol aplica este principio de forma positiva y luminosa con respecto a la Eucaristía: "El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? (...) Todos participamos de un solo pan". "La participación en la Eucaristía, sacramento de la nueva alianza, es el culmen de la asimilación a Cristo, fuente de "vida eterna", principio y fuerza del don total de sí mismo".
5. Por consiguiente, esta comunión con Cristo produce una íntima transformación del fiel. San Cirilo de Alejandría describe de modo eficaz este acontecimiento mostrando su resonancia en la existencia y en la historia: "Cristo nos forma según su imagen de manera que los rasgos de su naturaleza divina resplandezcan en nosotros a través de la santificación, la justicia y la vida buena y según la virtud. La belleza de esta imagen resplandece en nosotros, que estamos en Cristo, cuando con nuestras obras nos mostramos hombres buenos".
Lecturas de la semana:
LUNES 17: Jueces 2, 11-19; Sal. 105; Mt. 19, 16-22.MARTES 18: Jc. 6, 11-24a; Sal. 84; Mt. 19, 23-30. MIERCOLES 19: Jc. 9, 6-15; Sal. 20; Mt. 20, 1-16. JUEVES 20: Jc. 11, 29-39a.; Sal. 39; Mt. 22, 1-14. VIERNES 21: Rut, 1, 1. 3-6.14b-16.22; Sal 145; Mt. 22, 34-40. SABADO 22: Is. 9, 1-3. 5-6; Sal 112; Lc. 1, 26-38.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM –Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José