Lecturas del 9 - 10 – 16 – Ciclo C –
Segundo Libro de los Reyes 5,10.14-17.
Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: “Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarán limpio”. Naamán bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios.
Al
llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay
Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de
tu servidor". Pero Eliseo replicó: "Por la vida del Señor, a quien
sirvo, no aceptaré nada". Naamán le insistió para que aceptara, pero él se
negó.
Naamán dijo entonces: "De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor.
Naamán dijo entonces: "De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor.
Palabra
de Dios.
Salmo 97, R: El Señor manifestó su victoria
Salmo 97, R: El Señor manifestó su victoria
Canten
al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo
brazo le obtuvieron la victoria. R
El
Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las
naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de
Israel. R
Los
confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al
Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.
R
Segunda Carta de Pablo a Timoteo 2,8-13.
Querido hermano: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta esla Buena Noticia que yo
predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la
palabra de Dios no está
encadenada.
Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo. Palabra de Dios.
Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaria y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". Palabra del Señor.
Segunda Carta de Pablo a Timoteo 2,8-13.
Querido hermano: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es
Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo. Palabra de Dios.
Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaria y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado". Palabra del Señor.
Dios mío,
envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra,
que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que
pueda saborearla y comprenderla, para que tu
Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Reflexión:
Los diez leprosos. En
Israel la lepra era considerada como un castigo divino. De hecho la palabra
original con que se denominaba la enfermedad de la lepra viene a significar
“ser castigado por Dios”. Quienes contraían esta enfermedad eran vistos como
personas “impuras”, tanto legal como religiosamente, y eran expulsados de la
comunidad civil y del culto. Y así, los leprosos sufrían a la vez marginación
moral, social y religiosa: vivían en lugares apartados, tenían estrictamente
prohibido entrar en el pueblo, cuando iban por los caminos debían avisar para
que nadie se les acercara, no podían participar en los actos de culto del
pueblo, se les consideraba pecadores, etc.
En
todo caso, si la curación se producía, un sacerdote tenía que comprobarla y
certificar con su palabra que era cierta. Se creía y esperaba que con la
llegada del Mesías, en la nueva sociedad por Él inaugurada, desapareciera la
lepra.
Por eso, las curaciones de leprosos hechas por Jesús anuncian que el reino de Dios ha llegado ya.
Lucas es el único evangelista que nos trae este relato de los diez leprosos. Pero, ¿Cuál es el mensaje que podemos descubrir en este texto evangélico?
El milagro es un signo palpable de la presencia liberadora de Dios y de la gratuidad de sus dones. Él nos da la vida, la salud, las oportunidades, no porque seamos buenos, puros u observantes o para que se lo agradezcamos, sino porque nos quiere. Su amor es desinteresado, no busca nada a cambio.
Por eso, las curaciones de leprosos hechas por Jesús anuncian que el reino de Dios ha llegado ya.
Lucas es el único evangelista que nos trae este relato de los diez leprosos. Pero, ¿Cuál es el mensaje que podemos descubrir en este texto evangélico?
El milagro es un signo palpable de la presencia liberadora de Dios y de la gratuidad de sus dones. Él nos da la vida, la salud, las oportunidades, no porque seamos buenos, puros u observantes o para que se lo agradezcamos, sino porque nos quiere. Su amor es desinteresado, no busca nada a cambio.
La
actitud de agradecimiento es, sin embargo, importante. No porque Dios necesite
de él para darnos una mano, sino porque ser agradecidos es una actitud básica
de la persona nueva, de la comunidad inaugurada por Jesús, que nos ayuda a ser
rectamente humildes, a liberarnos y a vivir como hijos y no como siervos.
De
hecho, sólo el samaritano –el agradecido- descubre la novedad que Jesús trae y
queda totalmente liberado. Los otros nueve quedan liberados de la lepra, pero
continúan agarrados por la Ley
y religiosidad que divide y discrimina. Hasta que no se den cuenta, como el
samaritano, de que la única forma de evitar toda clase de “lepra” es liberarse
de la Ley que
divide el mundo en sagrado y profano, puro e impuro, observantes y pecadores,
buenos y malos, no podrán descubrir la novedad del reino de Dios inaugurado por
Jesús.
El más necesitado, el doblemente marginal y pecador –por leproso y extranjero- es el único que muestra agradecimiento por lo que ha recibido. Y es que toda persona que se consideraba buena, que se aferra a la observancia y que pone en el cumplimiento dela Ley
su salvación, no tiene nada que
agradecer.
El más necesitado, el doblemente marginal y pecador –por leproso y extranjero- es el único que muestra agradecimiento por lo que ha recibido. Y es que toda persona que se consideraba buena, que se aferra a la observancia y que pone en el cumplimiento de
El
discípulo que sigue creyendo en la validez de la Ley que discrimina, o sea que sigue teniendo una
actitud fatalista ante la vida y los acontecimientos sociales y personales
(“siempre ha sido así, siempre será así, esto no hay quien lo cambie”) es un
leproso dentro de la comunidad. Una falsa religión ha metido en el corazón de
muchos hombres y mujeres esa convicción fatalista. Pero este episodio de los
diez leprosos nos muestra que la fe en Jesús de Nazaret rompe todo fatalismo.
Somos libres. De nosotros depende la orientación que tome nuestra vida: “Levántate
y vete”.
Y
si aún no somos libres, si la nuestra es una vida aplastada por el sufrimiento,
la opresión, la norma, la marginación, la actitud fatalista lo único que hace
es perpetuar esa situación. Sólo quien toma conciencia de su situación y se
pone en camino con fe queda limpio, libre y rehabilitado como
persona.
Sólo la fe en Jesús nos salva totalmente. La última frase del relato no hace más que remachar
el clavo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. No es la observancia de la Ley lo que nos libera y nos
hace miembros de una comunidad de Jesús sino la fe. El samaritano, curado de su
lepra en el cuerpo, estaba allí postrado, permanecía inmovilizado, incapaz de
seguir a Jesús a Jerusalén. Estaba con el corazón dividido por su doble
adhesión, a Jesús y a su pasado personal. Jesús lo invita a salir, a hacer
también él su éxodo personal. Y esta adhesión a Jesús lo salva ahora
definitivamente.
Con frecuencia los cristianos nos hemos preocupado más de las exigencias éticas de la fe que de revitalizar nuestra relación gozosa con Dios. Por una parte, hemos insistido en el cumplimiento y la práctica religiosa, pero no hemos aprendido a celebrar con emoción a Dios como fuente amorosa de la vida. La queja dolorida de Jesús ante la ausencia los nuevos sanados, que se apropian de la salud sin que se despierte en su vida el agradecimiento y la alabanza entusiasta, nos tiene que interpelar: “¿No ha habido quien vuelva para agradecerle a Dios, excepto este extranjero?”.
Cuando únicamente se vive con la obsesión de lo útil y de lo práctico, ordenándolo todo al mejor provecho y rendimiento, no se llega a descubrir la vida como regalo.
Con frecuencia los cristianos nos hemos preocupado más de las exigencias éticas de la fe que de revitalizar nuestra relación gozosa con Dios. Por una parte, hemos insistido en el cumplimiento y la práctica religiosa, pero no hemos aprendido a celebrar con emoción a Dios como fuente amorosa de la vida. La queja dolorida de Jesús ante la ausencia los nuevos sanados, que se apropian de la salud sin que se despierte en su vida el agradecimiento y la alabanza entusiasta, nos tiene que interpelar: “¿No ha habido quien vuelva para agradecerle a Dios, excepto este extranjero?”.
Cuando únicamente se vive con la obsesión de lo útil y de lo práctico, ordenándolo todo al mejor provecho y rendimiento, no se llega a descubrir la vida como regalo.
Cuando
reducimos nuestra vida a ir consumiendo diversas dosis de objetos, bienestar,
noticias, sensaciones, no es posible percibir a Dios como fuente de una vida
más intensa y gozosa. Cuando vivimos creyendo en normas, ritos, fuerzas
naturales, horóscopos, fatalismos, y hemos perdido nuestra libertad, es difícil
descubrir a un Dios amoroso que nos ha creado libres e hijos.
Los
propios cristianos hemos perdido, en gran parte, esa admiración por Dios y sus
obras. Celebramos la
Eucaristía como la gran plegaria de acción de gracias a Dios,
pero no nos nace del corazón pues nuestra vida está, de ordinario, vacía de
alabanza. La queja de Jesús, lamentándose de la falta de agradecimiento de los
leprosos curados por Él, podría estar dirigida a muchos de nosotros. Para el
que de veras tiene fe en Jesús de Nazaret, la vida entera se convierte en
acción de gracias; en acción de gracias audaz y entusiasta, porque se considera
ser libre y liberado.
¿Qué entendemos por gratuidad?
La gratuidad nos invita a ser humildes, a saber que tenemos que aprender a ser
generosos y esto es parte de nuestra realidad humana, cristiana y
religiosa. Los bienes de la gratuidad son bienes que nacen del
reconocimiento de todo lo que yo he recibido y al mismo tiempo tomar conciencia
de que no estamos solos, estamos unidos a otros muchos.
«Pues
el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la
vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rom 6,23).
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para
encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más
necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro
multiplica la capacidad del amor,
agranda el
corazón.
Francisco:
“No condenar”
Curando al leproso, Jesús no hace ningún daño al que está sano, es más, lo libra del miedo; no lo expone a un peligro sino que le da un hermano; no desprecia
En
consecuencia: la caridad no puede ser neutra, indiferente, tibia o imparcial.
La caridad contagia, apasiona, arriesga y compromete. Porque la caridad
verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita (cf. 1Cor 13). La
caridad es creativa en la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con
aquellos que son considerados incurables y, por lo tanto, intocables.
El
contacto es el auténtico lenguaje que transmite, fue el lenguaje afectivo, el
que proporcionó la curación al leproso. ¡Cuántas curaciones podemos realizar y
transmitir aprendiendo este lenguaje! Era un leproso y se hay convertido en
mensajero del amor de Dios.
Vaticano, 2015
Oración del Papa Francisco para
el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a
ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo
ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo
y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la
felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche
como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don
de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor,
resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los
que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque
a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos
con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un
año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva
a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y
restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia , a
ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
Aclaración: Se
han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de
Dios. Misioneros Oblatos. Servicio Bíblico Latinoamericano. Pbro. Daniel Silva (2010).
Lectio Divina: los Sábados 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V.
Domínico.
Si querés
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