Lecturas del 20 - 11 – 16 – Ciclo C –
Dios mío,
envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra,
que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que
pueda saborearla y comprenderla, para que tu
Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.
Amén
Segundo Libro
de Samuel 5,1-3.
Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel.
Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel.
Y
el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el
jefe de Israel".
Todos
los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció
con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como
rey de Israel. Palabra de
Dios.
Salmo 121
R: Vamos con alegría a la Casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"!
Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R
Allí
suben las tribus, las tribus del Señor -según es norma en Israel- para celebrar
el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la
casa de David. R
Carta de Pablo a los Colosenses 1,12-20.
Hermanos: darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.
El es
El
es también la Cabeza
del Cuerpo, es decir, de la
Iglesia. El es el Principio, el Primero que resucitó de entre
los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que
en él residiera toda la
Plenitud.
Por
él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra de
Dios.
Evangelio según San Lucas 23, 35-43.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
Él
le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Palabra del Señor.
Reflexión:
Conviene
recordar en qué consistían las esperanzas mesiánicas del
pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de
David, tal como se lo presenta en la primera lectura de hoy. Otros, un caudillo
militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo
Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías
triunfante, poderoso.
El salmo que
leemos hoy, también proclama el modelo davídico de “rey”. Jerusalén, la “ciudad
santa” es la ciudad del poder. Eso explica por qué, cuando Jesús anuncia la Pasión a sus seguidores, no
logran entender por qué tiene que ir a la muerte.
El evangelio de
hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial, sino
desde la cruz. La rebelión de Jesús es la más radical de todas: pretende no
sólo eliminar un tipo de poder (el romano, o el sacerdotal) para sustituirlo
por otro, con un nombre distinto, sino cambiar el pensamiento basado en la
lógica de dominación y violencia (que era lo que correspondía a las
expectativas judías).
Podríamos
decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores: no quiere
dominar a las demás personas, sino promover, convocar, suscitar, el poder de
cada ser humano, de modo que cada una y cada uno de nosotros asumamos
responsablemente el peso y el gozo de nuestra libertad.
Cuando
en Getsemaní acuden los soldados y las turbas “de parte de los sumos sacerdotes
y ancianos del pueblo” (Mt 26, 47) para prender a Jesús, él no recurre a
violencia de ningún tipo. Jesús se niega a ser coronado rey al estilo del
“mundo” luego de la multiplicación de los panes y los peces (Jn. 6, 15). La
tentación del poder, entendido al estilo de los sistemas opresores persigue a
Jesús desde el desierto hasta la cruz. Y desde el desierto hasta la cruz, Jesús
rechaza este modelo, denuncia con toda claridad que procede del diablo, del
“príncipe de este mundo”, no cae en sus trampas. El costo de esta resistencia
no sólo valiente sino lúcida de Jesús es la muerte.
La crucifixión, Jesús Nazareno, Rey. Jesús es condenado a muerte por decirse rey. Así
lo pregonan sus acusadores; y así lo reconoce el propio Jesús ante Pilatos. Esa
condición de rey está en la inscripción colocada en la cruz. Dicha
inscripción contrasta con la situación física del hombre clavado en la
cruz, ¿Es ése un rey? ¿De qué reino? Aquel que se presenta como salvador no es
capaz de salvarse él mismo, piensan los jefes. Nosotros corremos también
el riesgo de no entender, afirmando por ejemplo que Jesús reconoce ser rey de
un reino puramente espiritual. Sin embargo, el reino de Dios que Él
proclama es una realidad global. En él no hay oposición entre lo
espiritual y lo temporal, lo religioso y lo histórico, sino entre poder de
dominación y poder de servicio. Jesús no es un rey como los de este mundo;
no utiliza el poder en beneficio propio. Él nos enseña que todo poder
(político, religioso, intelectual) está al servicio de los oprimidos y
desvalidos.
Servir y no dominar es principio inconmovible del reino de Dios. Cuando empleamos el poder recibido –cualquiera que
sea- para imponer nuestras ideas, mantener nuestros privilegios y obligar a
creer, traicionamos el mensaje de Jesús. Una actitud de servicio supone
sensibilidad para escuchar al otro. Jesús clavado en la cruz entre
malhechores, despojado de todo, perdonando, escuchando, devolviendo bien por mal,
ejerciendo misericordia, es la síntesis y expresión de la buena noticia. Esta
es la manifestación y herencia del Mesías. Sólo el amor, sólo el servicio salva
a las personas. Sólo el amor, sólo el servicio hace realidad el reino de Dios.
En
la cruz Jesús derrota total y radicalmente al demonio del poder concebido como
violencia y opresión por una parte y como dependencia, sumisión y alienación
por otra. De este modo inaugura un nuevo tipo de relaciones entre las personas
y con el universo entero, basadas no en la dominación/dependencia, sino en el
respeto mutuo, en la armonía, en la valentía para asumir el peso de la propia
libertad responsable.
Acuérdate de mí. Según
el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de
quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece
haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie
ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora
intuir en aquella muerte misterio alguno.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz.
¿Qué
haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación
escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la
historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre
a nuestra
suerte?
De
pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación:
“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni
un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él.
Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el
Crucificado.
Este
hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que
no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él
se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la
muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo
olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En
medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados.
No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una
fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso
de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús
lo escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para
encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los
teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia
conciencia. Las palabras de Jesús en la cruz manifiestan su misericordia y
la de Dios, que es uno de los rasgos más resaltados en el evangelio de
Lucas.
El
mensaje de Jesús sobre el amor en la cruz es el momento en que se nos revela
más claramente las actitudes para vivir el reino: amor, misericordia,
perdón. Los creyentes de la comunidad de Lucas ven en este amor,
misericordia y perdón el origen de su vida cristiana, porque nunca es tarde
para entrar por el camino del Evangelio. Cualquier día puede ser el “hoy”
de la salvación.
La
imagen que nos hacemos de Cristo tiene gran importancia, pues condiciona
nuestra manera de entender y vivir el Evangelio. De ahí la importancia de
tomar conciencia de las posibles manipulaciones y deformaciones, que consciente
e inconscientemente, adulteran nuestra fe.
Puede
que, en lugar de adherirnos a Cristo y escuchar su mensaje, estemos proyectando
sobre Jesús nuestros deseos, anhelos y aspiraciones, convirtiendo a Cristo en
mero símbolo de nuestra propia ideología al servicio de nuestro interés.
Jesús
clavado en la cruz, despojado, perdonando y ofreciendo su vida, es la viva
imagen de la desacralización de todo, menos del amor y de la
vida.
Oración del Papa Francisco para
el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a
ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo
ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo
y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la
felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche
como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si
conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor,
resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los
que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque
a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos
con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un
año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva
a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y
restituir la vista los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia , a
ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
Aclaración: Se han utilizado para
la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Misioneros Oblatos. Pbro. Daniel Silva 2010. (1)
J. A. Pagola. Vocabulario de Teología Bíblica, León Doufour.
Lectio Divina: los Sábados 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.
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