Trigésimo domingo durante el año, lecturas 24-10-21, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Lectura del libro del profeta
Jeremías 31, 7-9
Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!» Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito. Palabra de Dios.
Salmo 125, R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!
Cuando el Señor
cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra
boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos
paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes
cosas!» ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos
rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor,
nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre
lágrimas cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
Lectura de la carta a los
Hebreos 5, 1-6
Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san
Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía
de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de
Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse
de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten
piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más
fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!» Jesús se detuvo y dijo:
«Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate!
Él te llama.»
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él le respondió:
«Maestro, que yo pueda ver.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo
siguió por el camino. Palabra del Señor.
En la Palabra de este domingo nos encontramos con el último milagro de Jesús en el Evangelio de San Marcos, nos presenta la escena de la curación de un ciego, Bartimeo, sanación que se extiende a la posibilidad de sanar otras cegueras, Jesús es capaz de hacer del clamor de los humildes un canto de fe y esperanza.
Bartimeo es "un mendigo ciego sentado al borde
del camino". En su vida
siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No
puede seguirlo. Está junto al camino por el que marcha Jesús, pero está fuera…
A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está
pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su
salvación: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Este grito
repetido con fe va a desencadenar su sanación.
El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: "¡Ánimo, levántate, que te llama!". El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: "Maestro, que recobre la vista". Si sus ojos se abren, todo cambiará.
Tener una
confianza de hierro. Como todo el mundo, Bartimeo sabe que
Jesús es el carpintero de Nazaret. Muchos tropiezan en ello. Pero
él grita su fe; es el primero en proclamar bien alto que el nazareno es el hijo
de David, el Mesías. Estando ya en la luz, el ciego dice:
“Maestro”. Pide con tanta fe, que el poder de Jesús puede transformarlo
de arriba abajo.
Lo que significa “tu fe te ha salvado” es la salvación en que uno entra cuando sigue a Jesús. Bartimeo recobra la vista y mucho más: unos ojos para ver también a Jesús convirtiéndose en discípulo suyo y “Lo siguió por el camino”
Le seguía por el camino* Cuando Bartimeo experimenta en su cuerpo y en su corazón la salvación de Dios, que lo restituye como persona y lo vincula de nuevo con su entorno, no vuelve a su lugar de origen, sino que se incorpora a la comunidad de Jesús. Porque se ha sentido liberado y reconstruido en su encuentro con Jesús, quiere también ser compañero en el proyecto salvador de Dios inaugurado por Jesús. Al seguirle por el camino, se incorpora a la comunidad del Reino como testigo del amor y perdón que Dios, el Abba de Jesús, ofrece a cada ser humano. Como seguidor de Jesús se compromete a vivir a su estilo, a vincularse con otros y otras como un ser humano nuevo, capaz de construir relaciones inclusivas y espacios sanadores.
El relato del encuentro entre Jesús y Bartimeo nos recuerda nuestro horizonte de seguimiento, nos invita a preguntarnos como construimos comunidad al estilo de Jesús y como seguimos colaborando en hacer posible que nadie se quede en el borde del camino, que nadie tenga que resignarse a vivirse estigmatizado o etiquetado porque sufre, no ha acertado en sus decisiones o sencillamente no responde a lo que esperamos de él o ella.
Lo impresionante de las curaciones de Jesús no está en que realice un gesto milagroso, una acción que parece romper las leyes de la naturaleza o cuestione las razones de las ciencias. Su fuerza está en su capacidad de propiciar un encuentro entrañable que hace que la persona herida por el sufrimiento pueda reconstruir su vida y pueda encontrarse a Dios acompañando ese proceso. *Carmen Soto Varela
No se había
engañado Jesús al escuchar los gritos de esa fe vigorosa. Sin duda no es
aún la fe plena que se desarrollará después de la resurrección, pero ya
Bartimeo está seguro de estar ante el Mesías, está seguro de la fuerza misma de
Dios que lo toca y sana, una vez hecho, no vacila un segundo: si Jesús es la
fuerza de Dios, hay que seguirle.
Hoy nosotros sabemos de Jesús mucho más que Bartimeo en ese momento, ¿tenemos ojos para mirarlo? ¿Sentimos en nosotros ese deseo que nace de lo más íntimo de nuestro corazón, diciéndole: “Quiero seguirte”?
Sentirse de nuevo vivos* Dio un salto y se acercó a Jesús. Tener vida
no significa necesariamente vivir. Para vivir es necesario amar la vida,
liberarse día a día de la apatía, no hundirse en el sinsentido, no dejarse
arrastrar por fuerzas negativas y destructoras.
Los hombres somos seres inacabados, llamados a renovarnos y crecer constantemente. Por eso, nuestra vida comienza a echarse a perder en el momento en que nos detenemos pensando que todo ha terminado para nosotros. Hace unos años, el filósofo Roger Garaudy escribía que lo más terrible que le puede suceder a un hombre es «sentirse acabado».
La civilización moderna nos abruma hoy con toda clase
de recetas y técnicas para vivir mejor, estar siempre en forma y lograr un
bienestar más seguro. Pero todos sabemos por experiencia que la vida no es algo
que nos viene desde fuera. Cada uno hemos de descubrirla y alimentarla en lo
más hondo de nosotros mismos.
Tal vez, lo primero es cuidar en nosotros el deseo de
vivir. Es una equivocación pensar que todo se ha acabado y es inútil seguir
luchando. Para cada uno de nosotros, la vida sólo termina en el momento en que
decidimos dejar de vivir.
Otra equivocación es replegarse sobre uno mismo y
encerrarse en los propios problemas. Sólo vive intensamente el que sabe
interesarse por la vida de los demás. Quien se parapeta detrás de su egoísmo y
permanece indiferente ante todo lo que no sean sus cosas, corre el riesgo de
matar la vida. El amor renueva a las personas, el egoísmo las seca.
Es también importante «vivir hasta el fondo», no quedarnos en la corteza, reafirmar nuestras convicciones más profundas. Hay momentos en que, para sentimos de nuevo vivos, es necesario despertar nuestra fe en Dios, descubrir de nuevo nuestra alma, recuperar la oración.
El evangelista Marcos, al relatarnos la sanación de
Bartimeo, lo describe con tres rasgos que caracterizan bien al «hombre
acabado». Bartimeo es un hombre «ciego» al que le falta luz y orientación. Está
«sentado», incapaz ya de dar más pasos. Se encuentra «al borde del camino»,
descaminado, sin una trayectoria en la vida.
El relato nos dirá que dentro de este hombre hay todavía una fe que le hace reaccionar. Bartimeo percibe que Cristo no está lejos y entonces pide a gritos su ayuda. Escucha su llamada, se pone en sus manos y le invoca confiado «Señor que vea».
A nadie se le puede convencer desde fuera para que
crea. Para descubrir la verdad de la religión, cada uno tiene que experimentar
que Cristo hace bien y que la fe ayuda a vivir de una manera más gozosa, más
intensa y más joven. Dichosos los que creen, no porque un día fueron
bautizados, sino porque han descubierto por experiencia que la fe hace vivir. *José
Antonio Pagola
Sínodo:
La “sinodalidad” en frases del Papa Francisco*
La sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión (Roma, 18.IX.2021)
La palabra “sínodo” contiene todo lo que necesitamos entender: “caminar juntos” (…) Caminar juntos —laicos, pastores, obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica (Sínodo de los obispos, 17.X.2015)
Este camino cuenta la historia en la que caminan juntas la Palabra de Dios y las personas que dirigen su atención y su fe a esa Palabra. La Palabra de Dios camina con nosotros (Roma, 18.IX.2021)
Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17) (Sínodo de los obispos, 17.X.2015)
Tener oídos, escuchar, es el primer compromiso. Se trata de escuchar la voz de Dios, de captar su presencia, de interceptar su paso y su soplo de vida (Roma, 18.IX.2021)
La Iglesia avanza, camina junta, es sinodal. Pero siempre es el Espíritu el gran protagonista de la Iglesia (Roma, 18.IX.2021)
No estamos haciendo un parlamento diocesano, no estamos haciendo un estudio sobre esto o aquello, no: estamos haciendo un camino de escucha mutua y de escucha del Espíritu Santo, de discusión y también de discusión con el Espíritu Santo, que es una forma de orar (Roma, 18.IX.2021). *opusdei.org/es
Vigésimo tercer domingo, «Efatá», «Ábrete.» Presencia liberadora de Dios.”
Vigésimo Cuarto domingo, «Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?»
Vigésimo quinto domingo, «El que quiera ser el primero, debe hacerse el servidor de todos»
Vigésimo sexto domingo, «No se lo impidan»
Vigésimo séptimo domingo, «Y los dos no serán si no uno sola carne»
Vigésimo octavo domingo, «Jesús nos llama a entregarnos a nosotros mismos»
Vigésimo noveno domingo, «Donación gratuita de uno mismo»
Aclaración: Se han consultado para la preparación del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico CELAM. Dominicos.org. J. A. Pagola. Donbosco.org.ar. Hojitas anteriores.
Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119