Lecturas del 24/11/13
Jesucristo, Rey del Universo
-Ciclo C-
Segundo Libro de Samuel 5,1-3.
Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel".
Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel".
Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel. Palabra de Dios.
Salmo 121
Salmo 121
R: Vamos con alegría a la Casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R
Allí suben las tribus, las tribus del Señor -según es norma en Israel- para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R
Carta de San Pablo a los Colosenses 1,12-20.
Hermanos: darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.
El es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. El existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él.
El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. El es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud.
Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra de Dios.
Evangelio según San Lucas 23,35-43.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
Evangelio según San Lucas 23,35-43.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". Palabra del Señor.
Reflexión:
Conviene recordar en qué consistían las esperanzas mesiánicas del pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de David, tal como se lo presenta en la primera lectura de hoy. Otros, un caudillo militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías triunfante, poderoso.
El salmo que leemos hoy, también proclama el modelo davídico de “rey”. Jerusalén, la “ciudad santa” es la ciudad del poder. Eso explica por qué, cuando Jesús anuncia la Pasión a sus seguidores, no logran entender por qué tiene que ir a la muerte.
El evangelio de hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial, sino desde la cruz. La rebelión de Jesús es la más radical de todas: pretende no sólo eliminar un tipo de poder (el romano, o el sacerdotal) para sustituirlo por otro, con un nombre distinto, sino cambiar el pensamiento basado en la lógica de dominación y violencia (que era lo que correspondía a las expectativas judías).
Podríamos decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores: no quiere dominar a las demás personas, sino promover, convocar, suscitar, el poder de cada ser humano, de modo que cada una y cada uno de nosotros asumamos responsablemente el peso y el gozo de nuestra libertad.
Cuando en Getsemaní acuden los soldados y las turbas “de parte de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo” (Mt 26, 47) para prender a Jesús, él no recurre a violencia de ningún tipo. Jesús se niega a ser coronado rey al estilo del “mundo” luego de la multiplicación de los panes y los peces (Jn. 6, 15). La tentación del poder, entendido al estilo de los sistemas opresores persigue a Jesús desde el desierto hasta la cruz. Y desde el desierto hasta la cruz, Jesús rechaza este modelo, denuncia con toda claridad que procede del diablo, del “príncipe de este mundo”, no cae en sus trampas. El costo de esta resistencia no sólo valiente sino lúcida de Jesús es la muerte.
La crucifixión, Jesús Nazareno, Rey. Jesús es condenado a muerte por decirse rey. Así lo pregonan sus acusadores; y así lo reconoce el propio Jesús ante Pilatos. Esa condición de rey está en la inscripción colocada en la cruz. Dicha inscripción contrasta con la situación física del hombre clavado en la cruz, ¿Es ése un rey? ¿De qué reino? Aquel que se presenta como salvador no es capaz de salvarse él mismo, piensan los jefes. Nosotros corremos también el riesgo de no entender, afirmando por ejemplo que Jesús reconoce ser rey de un reino puramente espiritual. Sin embargo, el reino de Dios que Él proclama es una realidad global. En él no hay oposición entre lo espiritual y lo temporal, lo religioso y lo histórico, sino entre poder de dominación y poder de servicio. Jesús no es un rey como los de este mundo; no utiliza el poder en beneficio propio. Él nos enseña que todo poder (político, religioso, intelectual) está al servicio de los oprimidos y desvalidos.
Servir y no dominar es principio inconmovible del reino de Dios. Cuando empleamos el poder recibido –cualquiera que sea- para imponer nuestras ideas, mantener nuestros privilegios y obligar a creer, traicionamos el mensaje de Jesús. Una actitud de servicio supone sensibilidad para escuchar al otro. Jesús clavado en la cruz entre malhechores, despojado de todo, perdonando, escuchando, devolviendo bien por mal, ejerciendo misericordia, es la síntesis y expresión de la buena noticia. Esta es la manifestación y herencia del Mesías. Sólo el amor, sólo el servicio salva a las personas. Sólo el amor, sólo el servicio hace realidad el reino de Dios.
En la cruz Jesús derrota total y radicalmente al demonio del poder concebido como violencia y opresión por una parte y como dependencia, sumisión y alienación por otra. De este modo inaugura un nuevo tipo de relaciones entre las personas y con el universo entero, basadas no en la dominación/dependencia, sino en el respeto mutuo, en la armonía, en la valentía para asumir el peso de la propia libertad responsable.
Reacciones ante la crucifixión.
El pueblo. El pueblo lo presenciaba ¿Miraba desconcertado, consternado quizá, o tenia curiosidad burlona como los mirones de Lc. 14, 29? Es un espectáculo. Los “reality shows” siempre, entonces y ahora, congregan multitudes ávidas de satisfacer una cierta curiosidad morbosa.
Los jefes. No pueden concebir un Mesías que muere, pues el Mesías de Dios, ha de salvar al pueblo, ni un elegido abandonado de Dios. Por eso, para ellos, sigue siendo un Mesías impostor como tantos otros. Mantienen y fomentan la idea de un mesianismo triunfante.
Los soldados. Los ejecutores del poder romano no pueden comprender a un rey que no hace nada para defenderse. Ellos saben cómo actuaría un verdadero rey, el César.
Un malhechor. Sigue el ejemplo de los dirigentes y de los soldados. Para él, la incapacidad de Jesús para salvarlos muestra su falsedad de su pretensión mesiánica. En todas las burlas, la idea de “salvación” es la de escapar de la muerte física, y la de Mesías, la de alguien con fuerza y poder político como los poderosos de la sociedad.
El otro malhechor. Reconoce la inocencia de Jesús, mientras que él se reconoce culpable. La muerte de Jesús empieza a dar frutos, las puertas del paraíso quedarán abiertas desde ahora de par en par para todos los que le reconocen como rey, sea como fuera su pasado. El reino de Dios (“el paraíso”), no relegado al fin de la historia, se inaugura con la muerte de Jesús, aquí y ahora: “Hoy estarás conmigo”
Las palabras de Jesús en la cruz manifiestan su misericordia y la de Dios, que es uno de los rasgos más resaltados en el evangelio de Lucas. El mensaje de Jesús sobre el amor en la cruz es el momento en que se nos revela más claramente las actitudes para vivir el reino: amor, misericordia, perdón. Los creyentes de la comunidad de Lucas ven en este amor, misericordia y perdón el origen de su vida cristiana, porque nunca es tarde para entrar por el camino del Evangelio. Cualquier día puede ser el “hoy” de la salvación.
La imagen que nos hacemos de Cristo tiene gran importancia, pues condiciona nuestra manera de entender y vivir el Evangelio. De ahí la importancia de tomar conciencia de las posibles manipulaciones y deformaciones, que consciente e inconscientemente, adulteran nuestra fe. Puede que, en lugar de adherirnos a Cristo y escuchar su mensaje, estemos proyectando sobre Jesús nuestros deseos, anhelos y aspiraciones, convirtiendo a Cristo en mero símbolo de nuestra propia ideología al servicio de nuestro interés.
Jesús clavado en la cruz, despojado, perdonando y ofreciendo su vida, es la viva imagen de la desacralización de todo, menos del amor y de la vida.
Acuérdate de mí. (1) Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz.
¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?
De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte.
De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte.
De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús lo escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia.
Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin.
“Si confesamos a un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos”
Fragmento de la primera homilía del Papa Francisco, exhorta a construir una Iglesia sobre piedras vivas ungidas por el Espíritu Santo.
Caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay sacudidas, hay movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos tiran para atrás. Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que confesó a Jesucristo, le dice: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de Cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz. Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Yo querría que todos, tras estos días de gracia, tengamos el coraje, precisamente el coraje de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que se ha derramado sobre la Cruz; y de confesar la única gloria: Cristo Crucificado. Y así la Iglesia irá adelante. Yo auguro a todos nosotros que el Espíritu Santo, por la oración de Nuestra Señora, nuestra Madre, nos conceda esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo Crucificado. Así sea.
Ciudad del Vaticano, 14 de marzo de 2013,Fuente: Zenit
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica
la capacidad del amor, agranda el corazón".
Dios nunca se cansa de perdonar. El Señor no se cansa nunca de perdonar: ¡nunca! Somos nosotros quienes nos cansamos de pedirle perdón. Y pedimos la gracia de no cansarnos de pedir perdón, porque Él no se cansa nunca de perdonar”.
El trabajo unge de dignidad a una persona. La unción de dignidad no la otorga ni el abolengo, ni la formación familiar, ni la educación. La dignidad como tal sólo viene por el trabajo”
“Hablar de mártires significa hablar de personas que dieron testimonio hasta el final, hasta la muerte. Decir que “mi vida es un martirio” debería significar que “mi vida es un testimonio”. Pero actualmente esta idea se asocia con lo cruento”
“Si los bienes materiales y el dinero se convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan”
“Nuestra oración no se puede reducir a una hora el domingo; es importante tener una relación cotidiana con el Señor”
"Lo importante no es mirar desde lejos o ayudarlo desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba siempre al encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Misioneros Oblatos. Pbro. Daniel Silva 2010. (1) J. A. Pagola. Vocabulario de Teología Bíblica, León Doufour.