Vigésimo domingo durante el año
Dios mío, envía ahora tu
Espíritu sobre mí y que me ayude a abrir mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que
me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla
y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a
la Verdad completa. Amén
Libro del profeta Isaías 56, 1. 6-7
Así habla el Señor: Observen el derecho y
practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse
mi justicia.
Y a los hijos de una tierra extranjera que se
han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus
servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan
firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de
alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán
aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para
todos los pueblos. Palabra de Dios.
Salmo 66, R. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor!
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.
Que canten de alegría las naciones, porque
gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la
tierra. R.
¡Que los pueblos te den gracias,
Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos
bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.
Hermanos: A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos. Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida? Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos. Palabra de Dios.
Evangelio según san Mateo 15, 21-28
Jesús partió de Genesaret y se retiró al
país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa
región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi
hija está terriblemente atormentada por un demonio.» Pero él no le respondió
nada.
Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque
nos persigue con sus gritos.» Jesús respondió: «Yo he sido enviado
solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.» Pero la mujer fue a
postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo
a los cachorros.» Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros
comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!»
Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en ese momento su hija quedó sana. Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús le responde con una frialdad inesperada. Él
tiene una vocación muy concreta y definida: se debe a las «ovejas descarriadas
de Israel». No es su misión adentrarse en el mundo pagano: «No está bien echar
a los perros el pan de los hijos».
La frase es dura, pero la mujer no se ofende. Está
segura de que lo que pide es bueno y, retomando la imagen de Jesús, le dice
estas admirables palabras: «Tienes razón, Señor; pero también los perros comen
las migajas que caen de la mesa de sus amos».
De pronto Jesús comprende todo desde una luz nueva.
Esta mujer tiene razón: lo que desea coincide con la voluntad de Dios, que no
quiere ver sufrir a nadie. Conmovido y admirado le dice: «Mujer, ¡qué grande
es tu fe!, que se cumpla lo que deseas».
Cuando nos encontramos con una persona que sufre, la
voluntad de Dios resplandece allí con toda claridad. Dios quiere que aliviemos
su sufrimiento. Es lo primero. Todo lo demás viene después. Ese fue el camino
que siguió Jesús para ser fiel al Padre.
Dios
hace que el objeto de nuestra oración se eleve; que de lo material pasemos a lo
espiritual, de lo temporal a lo eterno, de los pequeño a lo grande. De este
modo, puede darnos mucho más de lo que le habíamos pedido en un primer momento.
Fe. Paciencia. Humildad. Este
pedido de la mujer cananea nos permite experimentar tres aspectos importantes
del encuentro con Jesús: En primer lugar, reconocer a Jesús como Dios,
y por su fe en Dios, ella creía que Jesús podía sanar a su hija y por
eso acude a Él y se arrodilla delante de Él para adorarle.
En segundo lugar, la paciencia, porque a pesar de ser
despreciadas sus súplicas ella continúa implorando la misericordia de Dios.
Y en tercer
lugar la humildad, para conformarse con las migas de pan que caen al suelo
de la mesa del Señor, esas migas son suficientes para alimentar y llenar las
necesidades de esta mujer.
En uno de sus
discursos, recuerda las palabras de Cristo: "Pidan y se les dará; busquen
y encontraran; golpean y se les abrirá", y termina diciendo: "Así
hizo la Cananea: pidió, buscó, tocó a la puerta y recibió". Hagamos
nosotros también lo mismo y también se nos abrirá.
«¡Señor,
socórreme!»
Ven Señor Jesús, te necesito.
Francisco: En el Amor de Dios, un mundo mejor es posible.
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia.
“Y, por favor, ¡no se dejen robar la esperanza!, ¡no dejen robar la esperanza! Esa que nos da Jesús”.
“La paz no se puede comprar: es un don que hemos de buscar con paciencia y construir ‘artesanalmente’ mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana”.