Segundo domingo después de Navidad
Lecturas 5-1-20, Ciclo A
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos
y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Libro del Eclesiástico 24, 1-2.
8-12
La Sabiduría hace
el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo, abra la boca en la
asamblea del Altísimo y se gloría delante de su
Poder.
El Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar mi carpa, él me dijo: «Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel.» El me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los siglos no dejaré de existir.
El Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar mi carpa, él me dijo: «Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel.» El me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los siglos no dejaré de existir.
Ante él, ejercí
el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión; él me hizo
reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi
autoridad. Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor,
en su herencia. Palabra de Dios.
Salmo 147, R. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Glorifica al
Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! El reforzó los
cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
El asegura la paz
en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. Envía su
mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente. R.
Revela su palabra
a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató
así ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
Carta de Pablo a los Efesios 1,
3-6. 15-18
Bendito sea Dios,
el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda
clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la
creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su
presencia, por el amor.
Él nos predestinó
a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de
su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo
muy querido. Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes
tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, doy
gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis
oraciones.
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos. Palabra de Dios.
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos. Palabra de Dios.
Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio
existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron
hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que,
al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el
mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la
recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.»
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.»
De su plenitud,
todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque
la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado
por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el
Dios Hijo único, que está en el seno del Padre. Palabra del
Señor.
Reflexión
El ciclo navideño es una paulatina manifestación del
Misterio de la Encarnación, que comienza la noche de Navidad en donde el Niño
es presentado a los pobres, de ayer y de hoy, culminando con la fiesta del
Bautismo del Señor en donde el Dios, comunidad de amor Trinitario, revela la
misión de Jesús.
En ese contexto el segundo domingo de Navidad nos
nuestra la identidad profunda de Jesús, poéticamente expresado por el Prólogo
del Evangelio de Juan. Hoy la Palabra de Dios nos invita a contemplar lo
profundo e invisible del misterio de Dios hecho hombre.
«El Verbo se hizo carne y habitó entre …». ¿De qué se trata propiamente? ¿Qué es
lo que pretende decirnos la iglesia para el día de navidad y, partiendo de ahí,
para todo el año, y, en fin, de cuentas, para nuestra vida…?
Este evangelio corresponde, desde los tiempos más
antiguos, a la liturgia de la navidad, porque contiene la frase que nos ofrece
la causa y el motivo de nuestra alegría, el contenido propio de la
fiesta: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14).
En la navidad no celebramos el día del natalicio de un
hombre grande cualquiera, como los hay muchos. Tampoco celebramos simplemente
el misterio de la infancia o de la condición de niño. Ciertamente que lo
puro y lo abierto del niño nos hace esperar, nos proporciona esperanza. Nos da
ánimos para contar con nuevas posibilidades del hombre.… Por eso es tan
importante observar que aquí ha ocurrido algo más: El Verbo se hizo carne.
Aquí sucedió lo tremendo, lo impensable y, sin
embargo, también lo siempre esperado: Dios vino a habitar entre nosotros. Él se
unió tan inseparablemente con el hombre, que este hombre es efectivamente Dios
de Dios, luz de luz y a la vez sigue siendo verdadero hombre.
Así vino a nosotros efectivamente el eterno sentido
del mundo de tal forma que se le puede contemplar e incluso tocar (cf. 1
Jn 1,1).
Pues lo que Juan denomina «la Palabra» o «el Verbo»,
significa en griego al mismo tiempo algo así como el sentido. Según eso,
podemos también traducir nosotros: el sentido se ha hecho carne.
A muchos hombres, tal vez nos parece esto demasiado
hermoso para que sea verdadero. Aquí se nos dice: sí, existe un
sentido. Y el sentido no es una protesta impotente contra lo que carece de
sentido. El sentido tiene poder. Es Dios. Y Dios es bueno. Dios no es un ser
sublime y alejado, al cual nunca se puede llegar. Se halla totalmente próximo,
al alcance de la voz, y se le puede alcanzar siempre. Él tiene tiempo para mí,
tanto tiempo que hubo de yacer en un portal y que permanece siempre como
hombre.
El rostro humano de Dios. ¿Cómo redescubrir con fe renovada el misterio
que se encierra en Jesús? ¿Cómo recuperar su novedad única e irrepetible? ¿Cómo
dejarnos sacudir por sus palabras de fuego? El prólogo del evangelio de Juan
nos recuerda algunas convicciones cristianas de suma importancia.
En Jesús ha ocurrido algo desconcertante. Juan lo dice con términos muy cuidados: «la Palabra de Dios se ha hecho carne». No se ha quedado en silencio para siempre. Dios se nos ha querido comunicar, no a través de revelaciones o apariciones, sino encarnándose en la humanidad de Jesús. No se ha "revestido" de carne, no ha tomado la "apariencia" de un ser humano. Dios se ha hecho realmente carne débil, frágil y vulnerable como la nuestra.
En Jesús ha ocurrido algo desconcertante. Juan lo dice con términos muy cuidados: «la Palabra de Dios se ha hecho carne». No se ha quedado en silencio para siempre. Dios se nos ha querido comunicar, no a través de revelaciones o apariciones, sino encarnándose en la humanidad de Jesús. No se ha "revestido" de carne, no ha tomado la "apariencia" de un ser humano. Dios se ha hecho realmente carne débil, frágil y vulnerable como la nuestra.
Los cristianos no creemos en un Dios aislado e
inaccesible, encerrado en su Misterio impenetrable. Nos podemos encontrar con
él en un ser humano como nosotros. Para relacionarnos con él, no hemos de salir
de nuestro mundo. No hemos de buscarlo fuera de nuestra vida. Lo encontramos
hecho carne en Jesús.
Esto nos hace vivir la relación con él con una
profundidad única e inconfundible. Jesús es para nosotros el rostro humano de
Dios. En sus gestos de bondad se nos va revelando de manera humana cómo es y
cómo nos quiere Dios. En sus palabras vamos escuchando su voz, sus llamadas y
sus promesas. En su proyecto descubrimos el proyecto del
Padre.
Todo esto lo hemos de entender de manera viva y
concreta. La sensibilidad de Jesús para acercarse a los enfermos, curar sus
males y aliviar su sufrimiento, nos descubre cómo nos mira Dios cuando nos ve
sufrir, y cómo nos quiere ver actuar con los que sufren. La acogida amistosa de
Jesús a pecadores, prostitutas e indeseables nos manifiesta cómo nos comprende
y perdona, y cómo nos quiere ver perdonar a quienes nos ofenden.
Por eso dice Juan que Jesús está «lleno de gracia y de verdad». En él nos encontramos con el amor gratuito y desbordante de Dios. En él acogemos su amor verdadero, firme y fiel. En estos tiempos en que no pocos creyentes viven su fe de manera perpleja, sin saber qué creer ni en quién confiar, nada hay más importante que poner en el centro de las comunidades cristianas a Jesús como rostro humano de Dios.
Por eso dice Juan que Jesús está «lleno de gracia y de verdad». En él nos encontramos con el amor gratuito y desbordante de Dios. En él acogemos su amor verdadero, firme y fiel. En estos tiempos en que no pocos creyentes viven su fe de manera perpleja, sin saber qué creer ni en quién confiar, nada hay más importante que poner en el centro de las comunidades cristianas a Jesús como rostro humano de Dios.
Entre nosotros y Dios —escribió el gran teólogo bizantino
Nicolás Cabasilas— se elevan tres muros de separación: el de la
naturaleza, porque Dios es espíritu y nosotros somos carne; el del pecado
y el de la muerte. El primero de estos muros ha sido abatido en la
Encarnación, cuando la naturaleza humana y la naturaleza divina se unieron en
la persona de Cristo; el muro del pecado fue abatido sobre la cruz, y el muro de
la muerte en la resurrección. Jesucristo es ahora el lugar definido
del encuentro entre el Dios vivo y el hombre viviente. En él, el Dios lejano se
ha hecho cercano, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
Raniero Cantalamessa.
Jesús en vos confío
¿Por qué te confundes y te
agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y
todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí todo se resolverá con tranquilidad
según mis designios.
No te desesperes, no me
dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus
deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, en vos confío.
Evita las preocupaciones y
angustias y lo que pueda suceder después. No estropees mis planes, queriéndome
imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate
confiadamente en mí. Reposa en mí y deja en mis manos
tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, en
vos confío.
Lo que más daño te hace es tu
razonamiento y tus propias ideas y querer resolver tus cosas a tu manera.
Cuando me dices Jesús, en vos confío, no seas como el paciente que le pide al
médico que le cure, pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis brazos
divinos, no tengas miedo. Yo te Amo. Si crees que las cosas empeoran o se
complican a pesar de tu oración sigue confiando. Cierra los ojos del alma y
continúa diciéndome a toda hora:
Jesús, en vos confío.
Necesito las manos libres
para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles, Satanás quiere
eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía solo en mí, abandónate en
Mí.
Así que no te preocupes, pon
en mí tus angustias y duerme tranquilamente. Dime siempre: Jesús, en vos confío,
y verás grandes milagros.
Por Mí Amor.
Jesús en vos confío
Jesús en vos confío
Jesús en vos confío
Mi encuentro con Jesús
¡Con
la Palabra de cada domingo Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro,
para que experimentemos al Dios de la vida!”
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Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es
una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las
17 hs para compartir y reflexionar el evangelio
de cada semana.