Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Domínico.
Lecturas del 17 / 02 / 13
“Tiempo de Cuaresma”.
– Ciclo C –
Libro del Deuteronomio 26, 4-10 Moisés habló al pueblo diciendo:«El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: "Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios.
El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo, que tú, Señor, me diste." Tu depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él.» Palabra de Dios.
Salmo 90
R. Estás conmigo, Señor, en el peligro.
R. Estás conmigo, Señor, en el peligro.
Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío.» R. No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos R Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes. R. «El se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré.» R.
Carta de Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13 Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: El hombre que la practica vivirá por ella. En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, esto es para hacer descender a Cristo. O bien ¿Quién descenderá al Abismo?, esto es para hacer subir a Cristo de entre los muertos. ¿Qué es lo que dice la justicia?: La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13 Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.» Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.» Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá.» Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.»
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.» Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. Palabra del Señor.
Carta de Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13 Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: El hombre que la practica vivirá por ella. En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, esto es para hacer descender a Cristo. O bien ¿Quién descenderá al Abismo?, esto es para hacer subir a Cristo de entre los muertos. ¿Qué es lo que dice la justicia?: La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13 Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.» Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.» Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá.» Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.»
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.» Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. Palabra del Señor.
Reflexión
Con el Miércoles de Ceniza, conviértete y cree en el Evangelio, comenzamos a peregrinar el tiempo de Cuaresma, tiempo para conmemorar los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, como preparación de esos años de predicación que culminan en la Cruz y en la Gloria de la Pascua. Fueron cuarenta días de oración, de ayuno y de penitencia, al cabo de los cuales tuvo lugar la escena que nos relata el Evangelio de la misa de hoy.
San Lucas dice expresamente que el Señor no comió nada durante los cuarenta días y las cuarenta noches. En este largo período vivió unido a Su Padre y contemplando el comienzo de su predicación.
Moisés había procedido de modo semejante antes de promulgar, en nombre de Dios, la antigua ley del Sinaí. También Elías caminó cuarenta días en el desierto para llevar a cabo su misión de renovar el cumplimiento de la Ley. Jesús quiso también prepararse de un modo semejante para proclamar su doctrina.
Después de estos días en los que la naturaleza humana de Jesús se encuentra debilitada, se acercó el demonio para tenderle la primera trampa. El evangelio nos muestra al demonio acercándose de un modo insidioso. La imagen del Mesías que tiene el demonio es semejante a la que tenían muchos judíos de aquel tiempo: un gran profeta, pero hombre al fin y al cabo.
Con el Miércoles de Ceniza, conviértete y cree en el Evangelio, comenzamos a peregrinar el tiempo de Cuaresma, tiempo para conmemorar los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, como preparación de esos años de predicación que culminan en la Cruz y en la Gloria de la Pascua. Fueron cuarenta días de oración, de ayuno y de penitencia, al cabo de los cuales tuvo lugar la escena que nos relata el Evangelio de la misa de hoy.
San Lucas dice expresamente que el Señor no comió nada durante los cuarenta días y las cuarenta noches. En este largo período vivió unido a Su Padre y contemplando el comienzo de su predicación.
Moisés había procedido de modo semejante antes de promulgar, en nombre de Dios, la antigua ley del Sinaí. También Elías caminó cuarenta días en el desierto para llevar a cabo su misión de renovar el cumplimiento de la Ley. Jesús quiso también prepararse de un modo semejante para proclamar su doctrina.
Después de estos días en los que la naturaleza humana de Jesús se encuentra debilitada, se acercó el demonio para tenderle la primera trampa. El evangelio nos muestra al demonio acercándose de un modo insidioso. La imagen del Mesías que tiene el demonio es semejante a la que tenían muchos judíos de aquel tiempo: un gran profeta, pero hombre al fin y al cabo.
El Evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta.
Jesús quiso someterse a las tres tentaciones que ordinariamente más estragos hacen en los hombres: la falta de templanza, la soberbia y la avaricia. Quiso darnos un ejemplo de fortaleza contra las intenciones de nuestro enemigo de perder nuestra alma por uno de esos caminos.
Mientras el pueblo de Israel, en la tentación no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.
Para eso existe la Cuaresma, para que sepamos mirar la vida, y mirarnos en la vida; para que sepamos prestar atención a los caminos y proyectos que nos rodean, y enfrentarlos con los caminos y proyectos de Dios.
Para eso existe la Cuaresma, para que apaguemos los ruidos que aturden y ensordecen, para que acallemos las voces que esconden la voz de Dios, para no escuchar cantos de sirenas que nos hablan de la felicidad de comprar, de poseer o de determinados caminos, sino que podamos oír la voz del amor, la voz que se grita en el silencio y el desierto.
Para eso existe la Cuaresma para volver a las fuentes, para volver a la fidelidad primera, “como un niño frente a Dios".
Jesús quiso someterse a las tres tentaciones que ordinariamente más estragos hacen en los hombres: la falta de templanza, la soberbia y la avaricia. Quiso darnos un ejemplo de fortaleza contra las intenciones de nuestro enemigo de perder nuestra alma por uno de esos caminos.
Mientras el pueblo de Israel, en la tentación no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.
Para eso existe la Cuaresma, para que sepamos mirar la vida, y mirarnos en la vida; para que sepamos prestar atención a los caminos y proyectos que nos rodean, y enfrentarlos con los caminos y proyectos de Dios.
Para eso existe la Cuaresma, para que apaguemos los ruidos que aturden y ensordecen, para que acallemos las voces que esconden la voz de Dios, para no escuchar cantos de sirenas que nos hablan de la felicidad de comprar, de poseer o de determinados caminos, sino que podamos oír la voz del amor, la voz que se grita en el silencio y el desierto.
Para eso existe la Cuaresma para volver a las fuentes, para volver a la fidelidad primera, “como un niño frente a Dios".
¿Y nuestra Cuaresma? Tantas veces habremos dicho: “tenemos que aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias que nos toca vivir”, pero ¿de qué nos sirve solo reflexionarlo, si no va acompañado con un cambio de vida, un cambio de camino? ¿Qué Cuaresma vive el que no vive?
La Cuaresma es tiempo de desierto, pero de desierto en medio del ruido y del mundo, en medio del pecado y la infidelidad, en medio de la gente. Es allí donde estoy invitado a encontrarme con Dios y los hermanos, allí donde debo retomar el camino.
El centro, el corazón de la Cuaresma: son ¡los hermanos! Revisemos nuestro servicio, nuestro amor, nuestro compromiso liberador; así revisaremos nuestra fe; así viviremos espiritualmente nuestra Cuaresma.
Quien afirme no tener pecado es un mentiroso dice san Juan. Quien decide a devolverle a Dios su lugar, empieza a preparar el camino para una vida coherente con los proyectos de Dios. El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un ¡detente!, un mirar para adentro, es reconocer que hemos caminado sin Dios buena parte de nuestra vida. Es tiempo de descubrir cuánto tenemos que cambiar.
Pero, casi podemos decir que a Dios no le importa: la gravedad de nuestra ruptura, no le importa qué tan dios nos sentimos. Le importa que estemos decididos a vencer el pecado en el seguimiento de Jesús, a vencer el pecado con laPalabra de Dios.
Quien afirme no tener pecado es un mentiroso dice san Juan. Quien decide a devolverle a Dios su lugar, empieza a preparar el camino para una vida coherente con los proyectos de Dios. El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un ¡detente!, un mirar para adentro, es reconocer que hemos caminado sin Dios buena parte de nuestra vida. Es tiempo de descubrir cuánto tenemos que cambiar.
Pero, casi podemos decir que a Dios no le importa: la gravedad de nuestra ruptura, no le importa qué tan dios nos sentimos. Le importa que estemos decididos a vencer el pecado en el seguimiento de Jesús, a vencer el pecado con laPalabra de Dios.
Un mundo mejor es posible:
Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera en una pintura dibujar la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron y presentaron sus obras en el palacio del rey, el gran día había llegado.
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero sólo hubieron dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.
Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas.
Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas pero estas eran escabrosas y descubiertas.
Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos.
Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacifico.
Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido.
Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido.
Paz perfecta ... el pueblo entero se preguntaba que cuadro elegiría el rey?
El sabio rey escogió la segunda, y explicó a la gente el porque...
"Porque," explicaba el rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.
"Y tú... ¿ya has encontrado la verdadera paz del corazón, entre tanto bullicio?...
Símbolos de la Cuaresma
El desierto
Geográficamente hablando, es un lugar despoblado, árido, solo, inhabitado, caracterizado por la escasez de vegetación y la falta de agua.
Algunos textos bíblicos nos permiten meditar sobre el significado del desierto en el camino de Dios: los cuarenta días de Moisés sin comer ni beber en la montaña del Sinaí para recibir la Ley (Ex 24, 12-18; 34) y los cuarenta días de Elías (1 Re 19,3-8). Elías vive la dureza del desierto reconfortado por la comida y bebida misteriosa, y recorre su camino superando el decaimiento de los israelitas en los cuarenta años de marcha hacia la tierra prometida. Se trata, en todos los casos, de hombres marcados por la visión de Dios al final de dicho camino. Es el lugar donde transcurre el ayuno, considerado como desasimiento y soledad exterior e interior, para llevar, al que en él se interna, a la unión con Dios.
Estas narraciones nos ayudan a entender el sentido de los cuarenta días de desierto de Cristo (Primer Domingo de Cuaresma), vivido como experiencia de la tentación y encuentro íntimo con el Padre, pero, también, como preparación a su ministerio público.
Para la Biblia, el desierto es, además, una época de oración intensa. Es el lugar del sufrimiento purificador y de la reflexión, aunque también es una gracia que puede rechazarse.
De hecho, el ayuno de Moisés contrasta con el rechazo de los cuarenta años de desierto por parte del pueblo. Los cuarenta días de Moisés son el rehacer un camino de fidelidad que el pueblo no supo andar, así como los de Cristo lo son para la prueba que el Espíritu Santo permitía al tentador (Mt 4, 1).
El desierto es la geografía concreta, el espacio y el tiempo de la unión con Dios. Por eso Oseas (Os 2, 16-17) lo propone como el lugar propicio para captar su mensaje espiritual, al igual que lo hace la Iglesia con sus hijos en la Cuaresma.
Muchas veces en nuestra vida cotidiana rechazamos esos espacios de silencio y soledad porque tenemos miedo de encontrarnos con nosotros mismos y con Dios y descubrir qué lejos estamos de su proyecto sobre nosotros. Por eso, el "desierto" requiere el coraje de los humildes, de los que no tienen miedo de volver a empezar.
Lecturas de la Semana
Lunes 18: Lev. 19, 1-2.11-18; Sal. 18;Mt. 25, 31-46.
Martes 19: Is. 55, 10-11; Sal 33; Mt. 6,7-15.
Miércoles 20: Jon. 3,1-10; Sal 50; Lc.11, 29-32.
Jueves 21: Est. 4, 1.3-5.12-14; Sal. 137;Mt. 7, 7-12.
Viernes 22: 1Ped. 5, 1-4; Sal 22; Mt. 16, 13-19.
Sábado 23: Deut. 26, 16-19; Sal. 118; Mt.5, 43-48.