Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 26 de marzo de 2016

Santas Pascuas de Resurrección


“Nosotros somos testigos de su resurrección”.
Lecturas del 27 - 03 - 16
– Ciclo C –

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43        
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.             
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.               
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.    

Salmo 117,   R. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.         
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.              La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.                La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.                
Carta de Pablo a los Colosenses 3, 1-4          Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. 
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.               
Palabra de Dios.   
SecuenciaCristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.         
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.  
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.         
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.       

Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9       
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»      
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.    
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.             
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda  saborearla y comprenderla, para que tu Palabra  penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Ven Espíritu   Santo, ven padre de los pobres, ven fuego divino, ven.

Reflexión 

¡Cristo vive!

Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.  Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado sobre la muerte, sobre el poder de las tinieblas, sobre el dolor y  la angustia. Por eso el Tiempo Pascual es tiempo de alegría.

En este Domingo de Pascua gritamos con todas nuestras fuerzas y desde lo más profundo de nuestro corazón:
“¡Cristo ha resucitado de entre los muertos dándonos a todos la vida!”.

Este es el Domingo que le da sentido a todos los domingos en el que, con la ayuda del Espíritu Santo, queremos hacer una proclamación de júbilo y de victoria que sea capaz de asumir nuestros dolores y los transforme en esperanza, que nos convenza de una vez por todas, que la muerte no es la última palabra en nuestra existencia.

A la luz de esta certeza hoy brota lo mejor de nosotros mismos e irradia con todo su esplendor nuestra fe como discípulos de Jesús.                  Efectivamente, somos cristianos porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es manantial de vida nueva y primicia de nuestra participación en la naturaleza divina, lo nuestro es fundirnos como una pequeña gota de agua en el inmenso mar del corazón de Dios.
La Buena Nueva de la Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra vida.
Por eso en este Tiempo de Pascua que estamos comenzando tenemos que abrirle un surco en nuestro corazón a la Palabra, para que la fuerza de vida que ella contiene sea savia que corra por todas las dimensiones de nuestra existencia y se transforme en frutos de vida nueva.

Es así como la Buena Noticia de que Cristo ha resucitado cala  hondo;  se  entreteje  con  nuestras dudas, con nuestra tristeza, delatando nuestra pobre visión de la vida y mostrándonos el gran horizonte de Dios desde donde podemos comprender el sentido y el valor de todas las cosas.  Cristo resucitado se hunde en nuestro corazón y desata una gran batalla interior entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación

En la mañana del domingo la única preocupación de los tres discípulos del Señor –María, Pedro y el Discípulo amado- es buscar al Señor, a Jesús muerto sobre la Cruz por amor pero resucitado de entre los muertos para la salvación de toda la humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado en ese estupor que sabe entrever en los signos el cumplimiento de las promesas de Dios y de las expectativas humanas. Entre todos, cada uno con su aporte, van delineando un camino de fe pascual.

“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados”Por nuestro encuentro con el resucitado, somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. A partir de este momento ya no somos simples espectadores, a partir de este encuentro vivencial somos protagonistas de esta acción sagrada y salvífica.             
La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”         
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).    
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13).       

La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).    
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13).       

Creer en el resucitado. No habían entendido que él debía de resucitar de entre los muertos.
Esta mañana de Pascua nos debe recordar que la fe en Jesucristo resucitado es mucho más que el asentimiento a una fórmula del credo. Incluso, mucho más que la afirmación de algo extraordinario que le aconteció al muerto Jesús hace aproximadamente dos mil años.
Creer en el Resucitado es creer que ahora Cristo está vivo, lleno de fuerza y creatividad, impulsando la vida hacia su último destino y liberando a la humanidad de caer en el caos definitivo.

Creer en el Resucitado es creer que Jesús está vivo y que se hace presente de alguna manera en medio de los creyentes. Es participar activamente en los encuentros y las tareas de la comunidad cristiana, sabiendo con gozo que cuando dos o tres nos reunimos en su nombre, allí está ya él poniendo esperanza en nuestras vidas.

Creer en el Resucitado es descubrir que nuestra oración no es un monólogo vacío, sin interlocutor que escuche nuestra invocación, sino diálogo con alguien vivo que está junto a nosotros en la misma raíz de la vida.

Creer en el Resucitado es dejarnos interpelar por su palabra viva recogida en los evangelios, e ir descubriendo prácticamente que sus palabras son «espíritu y vida» para el que sabe alimentarse de ellas.
Creer en el Resucitado es tener la experiencia personal de que hoy todavía Jesús tiene fuerza para cambiar nuestras vidas, resucitar todo lo bueno que hay en nosotros e irnos liberando de todo lo que mata nuestra libertad.

Creer en el Resucitado es saber verlo aparecer vivo en el último y más pequeño de los hombres, llamándonos a la fraternidad y la solidaridad con el hermano pobre.

Creer en el Resucitado es creer que Él es «el primogénito de entre los muertos» en el que se inicia ya nuestra resurrección y en el que se nos abren ya las verdaderas posibilidades de vivir eternamente.

Creer en el Resucitado es creer que ni el sufrimiento ni la injusticia, ni el cáncer ni el infarto, ni la metralleta, la opresión o la muerte tienen la última palabra. La última palabra la tiene el Resucitado, Señor de la vida y la muerte.

«Yo soy la Resurrección y la Vida… y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. (Jn 11, 25)

“Misericordia y consolación”
Dios no está ausente, ni siquiera hoy en estas dramáticas situaciones, Dios está cerca, y hace obras grandes de salvación para quien confía en Él. No se debe ceder a la desesperación, sino continuar a estar seguros que el bien vence al mal y que el Señor secará toda lágrima y nos liberará de todo temor”, Papa Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de marzo.

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Felices Santas Pascuas

El circulo Bíblico San José quiere en este momento tan especial de nuestras vidas agradecer a Dios por todos las gracias recibidas en estos años: por el Espíritu Santo que nos asiste en nuestro peregrinar, por su Palabra que nos trae sabiduría para que día a  día nos guie en cada ambiente que nos toca vivir,  el saber que estamos siempre acompañados por la oración de todos los que nos consideramos hijos de Dios, por la bendita comunidad de San José, por nuestro Pastor parroquial y por todos aquellos que participan en esta hojita semanal.
No podemos dejar de decir que creemos que un mundo mejor es posible, creemos que acompañados por el Dios de la vida, que venció a la muerte una vez y para siempre, nada es imposible, por eso con nuestro corazón gozoso por la resurrección del Señor queremos decirte que tengas una Feliz Santa Pascua y que juntos podamos llevar la buena nueva que nos trajo Jesús a todos aquellos que la necesiten.
Círculo Bíblico San José

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María: Misioneros Oblatos. P. Daniel Silva.  José Antonio Pagola.


Rectángulo redondeado: Lectio Divina: los Sábados 17 hs. en:
        
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
 V. Domínico.

Si  querés recibir la hojita por e-mail pedila:
miencuentroconjesus@yahoo.com.ar
www.facebook.com/miencuentroconjesussanjose

Adoración al Santísimo Sacramento:

En el nombre del Padre y  del Hijo y del Espíritu santo, amén.

Y le pedimos al ES que nos asista y guié en esta adoración al santísimo Sacramento:

1)      Oración:
Ven Espíritu Santo, ven padre de los pobres, ven fuego divino, ven.
Ven a regar lo que está seco en nuestras vidas, ven.
Ven a fortalecer lo que está débil, a sanar lo que está enfermo, ven.
Ven a romper mis cadenas, ven a iluminar mis tinieblas, ven.
Ven porque te necesito, porque todo mi ser te reclama.
Espíritu Santo, dulce huésped del alma, ven, ven Señor” Amén   
                           

 Compartimos el versículo que más nos llegó. 


2)      Oración:
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.

Compartimos el versículo que más nos llegó.


3)      Canción:

Ven Espíritu de Dios. Inúndame de amor y ayúdame a  seguir.
Ven y dame tu calor quema mi corazón enséñame a servir.

 

Ven Espíritu de Dios. Ven a mi ser. Ven a mi vida.

Ven Espíritu de Dios, Ven a morar. Maranathá.

Con la vida que me das te invoca mi dolor aclama a mi Señor.
Ven y cambia mi existir, transforma mi penar en glorias hacia TI.

4)                  Meditamos:

Queremos acompañarte Señor a lo largo de esta noche, pero no acompañarte un tiempo de reloj, el tiempo como  tal no importa tanto, sino con en el Espíritu que nos enseñaste a vivir cada momento de nuestras vidas. Queremos estar más cerca de tu entrega, acompañarte Señor es poco, mejor es unirnos a vos,  poner nuestro corazón junto al tuyo, no solamente mirarte y aceptarlo, si no sentirlo en lo más profundo de nuestro ser, quedándonos no solamente con el dolor  que sentís, si no con el AMOR por él cual hiciste todo.


Ven Espíritu Santo. Llénanos de tu luz y de tu amor para poder acompañar al señor en este momento.

Señor Jesús te vimos recorriendo las aldeas de Galilea, allí viviste los mejores momentos de tu vida. La gente sencilla se conmovía ante tu mensaje de un Dios bueno y misericordioso. Los pobres se sentían defendidos. Los enfermos y desvalidos agradecían a Dios Padre tu poder de curar y aliviar su sufrimiento. Sin embargo no te quedaste para siempre entre aquellas gentes que te querían tanto.

Nos explicaste su decisión: «tengo que ir a Jerusalén», era necesario anunciar la Buena Noticia de Dios y su proyecto de un mundo más justo, en el centro mismo de la religión judía. Era peligroso. Sabías que «allí ibas a padecer mucho». Los dirigentes religiosos y las autoridades del templo te iban a ejecutar, pero confiabas en el Padre: que te «resucitaría al tercer día».

5)      Meditamos:

Getsemaní es la noche triste de Jesús, la hora crítica. Una hora que duró una eternidad. Jesús entró en agonía y su agonía traspasa los siglos.
Getsemaní es noche oscura, es soledad.
Getsemaní es ceguera e ingratitud de los amigos.
Getsemaní es angustia, es silencio.
Getsemaní es tristeza de muerte, es súplica desgarrada.
Getsemaní es lucha con Dios, hasta dejarse vencer, es cercanía de algún ángel bueno.
Getsemaní es victoria del sí, del sí que nos salva.

En Getsemaní, te vimos con un sudor de sangre, causa de la angustia en que estabas sumido. Se diría que era el alma el que sudaba, sangre de las venas del alma. Los aspectos dolorosos de la pasión, nos oprimen, nos conmueven, pero hay también aspectos amorosos donde Dios nos hace saber que su ternura y misericordia son eternas.

Tu misericordia, Señor, es lo más fuerte.
Tu misericordia, Señor, sostiene al mundo.
Tu misericordia, Señor, es infinitamente más grande que el abismo de nuestras miserias. Tu misericordia, Señor, no tiene límite, ni fondo.
Tu misericordia, Señor, es nuestra esperanza.
Tu misericordia, Señor, es lo que nos salva.

Pero Getsemaní no fue; Getsemaní es, sigue existiendo y en algunos casos está a nuestro lado, aunque no queramos verlo.
Getsemaní está: En todo aquel que sufre dolores en su cuerpo o angustia en su alma.
En aquel que está discriminado y excluido socialmente.
En el que está crucificado en una cama o una silla de ruedas.
En el que fracasa una y otra vez.
En el torturado o injustamente encarcelado.
En el desocupado porque no encuentra trabajo.
En el que vive en la miseria a causa de la injusticia y la corrupción, en los chicos desnutridos y en los ancianos olvidados.
En el que lucha por liberarse de sus dependencias.
En la mujer esclavizada y utilizada.
En el que ha perdido la ilusión y la esperanza.
En el niño prostituido, que ya no ríe, pero también en el ser abortado que ya no vivirá.

Señor Jesús: sabemos que tocas nuestro corazón en la hora difícil, para que nadie se sienta solo en la noche triste, para que todos encuentren la mano amiga en los momentos de crisis, que tu debilidad nos haga fuertes y tu oscuridad encienda nuestra fe.

6)      Canción: Salmo 18 
        
Yo te amo, Señor mi fortaleza, mi roca, mi valuarte, mi liberador, la peña en que me amparo, mi escudo y mi fuerza, mi salvador.  
En el templo se escuchó mi voz, clamé por Ti en mi angustia, extendiste tu mano y no caí, no caí.
Tu poder del enemigo me libró. Las olas de la ...........       
Ven Espíritu de Dios. Ven a mi ser. Ven a mi vida. Ven Espíritu de Dios, Ven a morar. Maranathá.

7)      Palabra del Señor:  Jn 1, 1-5. 9-11


“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron”...
La Palabra era la luz verdadera, que al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Espíritu de Dios ayúdanos a meditar  en nuestro interior:
Señor Vos que viniste a rescatarnos, que diste tu vida por nosotros, sabemos que la agonía que vemos en tu rostro fue por el AMOR que nos tenes. Señor te pedimos que nos ayudes a meditar sobre estas preguntas que surgen en nuestro peregrinar:

¿En todo este tiempo que te hiciste presente en nuestras vidas, reconocimos tu palabra como la luz verdadera?  ¿es nuestra guía en cada situación que nos toca vivir? 
¿Qué significa entregar nuestra vida y morir a nuestro yo, para que a igual que vos podamos vivir de acuerdo a la voluntad del Padre?

Significa entregar nuestros modos de ver las cosas, para que sean los modos de Dios y no los nuestros los que rijan nuestra vida. Significa entregar nuestros planes, para pedirle a Dios que nos muestre sus planes para nuestra vida, y realizar esos planes y no los nuestros. Significa entregar nuestra voluntad a Dios, para que sea Su Voluntad y no la nuestra la que dirija nuestra existencia en la tierra.

Que nuestro Dios que es fuente de amor, colme nuestro interior con su Paz.
Que Jesucristo, Amor que se entrega haga de nosotros un instrumento de reconciliación.
Que el Espíritu Santo, vínculo y unidad haga de nuestros corazones ardientes impulso de comunión.
Que el Señor nos bendiga y nos guarde y haga de nosotros una bendición para los demás.

8)      Canción: “en m Mí Getsemaní”

Para que mi amor no sea un sentimiento tan solo un deslumbramiento pasajero.
Para no gastar mis palabras más mías ni vaciar de contenido mi te quiero.
Quiero hundir más hondo mi raíz en ti y cimentar en solidez éste, mi afecto pues mi corazón que es inquieto y es frágil sólo acierta si se abraza a tus proyectos

Más allá de mis miedos, más allá de mi inseguridad quiero darte mi respuesta: aquí estoy, para hacer Tu voluntad para que mi amor sea decirte sí  hasta el final.

9)      Jn 1, 16-18.

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
El que lo ha revelado es el hijo único, que está en el seno del Padre.

Reflexión: Sabemos que la vida diaria nos agobia, sabemos que pagaste un alto precio por nosotros, por eso queremos comprometernos hoy ante vos a vivir nuestra vida guiados por tu Palabra y asistidos por el Espíritu santo que nos has dado.
Sabemos que no estamos solos, sabemos que bajo la fragilidad de la Ostia, con los ojos de la fe, veo ante mí a mi Dios, mí Señor, mi Redentor, al creador del cielo y de la tierra, a mí Todo. Señor haznos semejantes a Ti.

“Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor, que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo”.
Vamos a pedirle a Dios, que Cristo desde la Cruz, nos atraiga a Él, para que sin temor muramos con Él al pecado para resucitar con Él a la Vida Eterna.                

Ven Espíritu de Dios. Ven a mi ser. Ven a mi vida. Ven Espíritu de Dios, Ven a morar. Maranathá.

10)   Palabra del Señor: Jn 1, 14

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y de verdad...

Reflexión:
Debemos aprender a celebrar la Eucaristía, aprender a conocer de cerca a Jesucristo, el Dios con rostro humano; entrar realmente en contacto con él, aprender a escucharlo; aprender a dejarlo entrar en nosotros. Porque la comunión sacramental es precisamente esta inter-penetración entre dos personas. No tomo un pedazo de pan o de carne; tomo o abro mi corazón para que entre el Resucitado en mi ser, para que esté dentro de mí y no sólo fuera de mí; para que así hable dentro de mí y transforme mi ser; para que me dé el sentido de la justicia, el celo por el Evangelio y la fuerza de llevar la luz de Dios a este mundo.

La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”….

Señor queremos recordar y vivir lo que nos dijiste:

 “Permanezcan en mi amor para que den fruto”.
 El fruto consiste en “que se amen unos a otros”
                                                                       (Jn 13,34).
 “Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. 
                                                                      (Jn.15, 13)
Queremos decirte que cuentes con nosotros, nos sentimos tus amigos:

"Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti;
Te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad
Te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.     

Oh, amado Jesús

Ayúdame a esparcir Tu fragancia por donde quiera que vaya. Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida.
Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la tuya. Brilla a través de mí y permanece tan dentro de mí, que cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía.  ¡Permite que no me vean a mí, sino solamente a Jesús!

 Quédate conmigo y empezaré a resplandecer como Tú,  a brillar tanto que pueda ser una luz para los demás.

La luz oh, Jesús, vendrá toda de Ti, nada de ella será mía;  serás Tú quien resplandezca sobre los demás a través de mí. Brillando sobre quienes me rodean, permíteme alabarte como más te gusta.

Permíteme predicarte sin predicar, no con palabras sino a través de mi ejemplo, a través de la fuerza atractiva, de la influencia armoniosa de todo lo que haga, de la inefable plenitud del amor que existe en mi corazón por Ti.
Amén. Madre Teresa de Calcuta

 

11)   Canción: Nadie te ama como yo


Cuanto he esperado este momento. Cuanto he esperado que estuvieras así.

Cuanto he esperado que me hablaras. Cuanto he esperado que vinieras a mí. Yo sé bien lo que has vivido. Yo sé bien lo que has llorado. Yo sé bien lo que has sufrido. Pues de tu lado no me he ido.

Pues nadie te ama como yo, pues nadie te ama como yo. Mira la cruz, esa es mi más
grande prueba. Nadie te ama como yo.
Mira la cruz, fue por Tí, fue porque te amo.
Nadie te ama como yo.

Yo sé bien lo que me dices. Aunque a veces ni me hablas. Yo sé bien lo que en ti sientes. Aunque nunca lo compartas.
Yo a tu lado he caminado. Junto a ti siempre yo he ido. Aunque a veces te he cargado. Yo he sido tu mejor amigo.

Terminamos rezando la oración que Jesús nos enseño:
Padre Nuestro.

Dios te salve María  / Dios te salve María / Dios te salve María.

Domingo de Ramos, ¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor.

Lecturas del 20-3-2016 – Ciclo C –

Procesión:

Santo Evangelio según san Lucas  19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, respondan: ‘El Señor lo necesita’”. Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo desatan?”. Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Pero él respondió: “Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”.
Palabra del Señor.

“¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”.
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios.  

Salmo 21              
        R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
                        has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.           
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.» R.            
Carta de Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios       

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22,66c.23, 1b-49 
Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». Él les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy». Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías». Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena». Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí». Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén. 
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos. 
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».
Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Que muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!». A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. 

Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad». Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?». Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.               
Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. 
El pueblo permanecía allí y miraba.
Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!». También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos». 
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso». 
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.        
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo». Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Palabra del Señor.          

Reflexión:
Domingo de Ramos ¡HOSANA!

La procesión de ramos abre la semana santa, la semana con más celebraciones y más intensa por todo los que nos hace vivir.  No solamente revivir en el sentido de recordar; “hacer memoria” en este caso es entrar en los acontecimientos mismos tal como ocurrieron en Jerusalén para recibir las gracias de vida que contienen. 
La semana santa es el tiempo por excelencia de ese misterioso contacto con los acontecimientos de nuestra salvación que llamamos “liturgia “y “sacramentos”

 Estaremos en medio de la gente que acoge a Jesús montado en un asno y gritaremos: “¡Hosana!”.  Estaremos en la cena, en la pasión y en la resurrección.  Durante esta semana, viviremos momentos de fervor y de emoción, ya que la liturgia es muy hermosa, dramática.  Pero lo que es más necesario despertar en esta mañana del domingo de ramos es nuestra fe.  Solamente la fe puede captar la realidad que celebra la liturgia.

El misterio de Jesús y el misterio de toda vida cristiana se presentan como una mezcla constante de gloria y de humildad. En un resumen fulgurante, San Pablo presenta de este modo la trayectoria del misterio de Jesús y todo lo que la semana santa nos va a ser vivir: “El, a pesar de su condición divina, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo.  Se abajó, obedeciendo hasta la muerte y muerte en la cruz.  Por eso Dios lo encumbró sobre todo” (Flp 2, 6-9)

La Palabra de Dios nos anuncia grandeza y humildad que hemos de meditar constantemente para conocer a Jesús y para ser cristianos.  Es la hora mesiánica y real.     “¡Bendito el que viene (el Mesías) en nombre del Señor!”.  Ahora Jesús puede aceptar que lo proclamen como Mesías, lo que va a vivir en el sufrimiento y en la gloria, en su pasión y en su resurrección, revelará (¡pero sólo  a los ojos de la fe!) qué clase de Mesías es y cuál es la salvación que trae.

“Humilde montado en un asno”.  Ningún triunfador de aquel tiempo habría soñado en esto, pero ¿cuál sería nuestro Cristo del domingo de ramos si se pusiera a cabalgar sobre un caballo de guerra?  El asno nos hace penetrar mejor en unos pensamientos difíciles: Jesucristo es divino y es humilde, es rey y servidor, nos conduce por caminos de grandeza y modestia.  El que sólo se aferra a una de esas dos cosas no entrará como es debido en la semana santa ni en la vida del discípulo.  Detrás de Cristo, nosotros no somos nada, pero el más pequeño orgullo nos echaría a perder.  Nuestro rey está allí, montado en un asno, nuestro rey es manso y humilde, se siente feliz de verse rodeado por modestos pescadores como ministros, dichoso de avanzar sobre la alfombra de los pobres y entre los gritos de aquellos niños que son sus preferidos.  No es que te rechacen a ti, el rico, pero al venir al cortejo de ramos, trae un corazón modesto.


‘Se humilló a sí mismo’

“En el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: ‘Se humilló a sí mismo’, se trata de “la humillación de Jesús”, una palabra que “nos desvela el estilo de Dios y del cristiano: la humildad”.
Y sobre este ‘estilo’ destacó que “nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde” porque “humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades”.
Precisamente, “esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación”.
“En efecto, la humildad quiere decir servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, ‘despojándose’, como dice la Escritura”.
 ACIprensa marzo de 2015