Tiempo de
cuaresma
“Ascesis
cuaresmal, un camino sinodal”.
La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz. Papa Francisco, mensaje cuaresmal.
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos
y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
"¡Éste
es mi Hijo muy querido… escúchenlo!”
Lectura del libro del Génesis 12, 1-4a
El Señor dijo a Abrám: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra.» Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado. Palabra de Dios.
Salmo 32: R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.
La
palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y
el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
Los
ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su
misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de
indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
Segunda carta de Pablo a Timoteo 1, 8b-10
Querido
hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el
Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. El nos salvó y nos eligió con su
santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la
gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y
que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia. Palabra de Dios.
Evangelio según san Mateo 17, 1-9
Jesús
tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte
elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como
el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les
aparecieron Moisés y Elías, hablando con
Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí
mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se
oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien
tengo puesta mi predilección:
escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan
miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras
bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta
que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Palabra del Señor.
Reflexión:
El relato de la Transfiguración está conectado con la enseñanza que Jesús acaba de dar sobre el seguimiento: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16,24). El seguimiento de esta manera causa conflictos a los discípulos, no es sino ver la reacción de Pedro frente al anuncio de la Pasión: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!”. A lo cual Jesús responde: “¡Quítate de mí vista, Satanás!” (Mt 16,22-23). El acontecimiento sucede en función de ellos, quienes lo deben interpretar y finalmente ser sus testigos. En la transfiguración Jesús los prepara sobre cómo se hace un camino pascual.
El seguimiento del Crucificado exige de los discípulos un replanteamiento de sus expectativas con relación a Jesús, ellos esperan un Mesías político y triunfal, pero Jesús les habla de “muerte”.
Jesús se retira a una montaña alta y apartada,
y se lleva consigo a los líderes del grupo –Pedro, Santiago y Juan- que
alientan aspiraciones de poder. Y delante de ellos se
transfigura. Y ¡Dios mismo es quien habla para confirmar a Jesús en el camino
que ha elegido!
La Transfiguración es una palabra de ánimo para los discípulos, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y se anticipa su victoria sobre la cruz. Jesús pide a sus discípulos que guarden en secreto esta manifestación hasta que resucite de entre los muertos.
La manifestación de Jesús. Jesús
les permite a sus tres discípulos el acceso a la revelación de su divinidad,
Jesús se fue “transfigurando”: un cambio notable se da en su rostro y en sus
vestidos (el resplandor de su cuerpo traspasa los vestidos).
Para ayudar a entrar en el acontecimiento, Mateo acude a los símbolos del sol y de la luz: “como el sol… como la luz”. El sol y la luz son símbolos del cumplimiento, de lo divino, así como la “tiniebla extrema” simboliza la desventura y la lejanía de Dios.
La aparición de Moisés y Elías. Toda la antigua Alianza se orienta hacia la revelación definitiva de Dios en Jesús. Moisés y Elías representan la antigua Alianza: Moisés representa la Ley y Elías a los Profetas, ambos personajes están relacionados con la llegada del Mesías, Jesús no es un legislador más ni es un profeta más, Él es el “Hijo”. Ahora dialoga con los representantes de la Ley y los Profetas: el misterio Pascual es el cumplimiento anunciado y Moisés y Elías son sus testigos. Jesús es presentado en el evangelio de Mateo como el “nuevo Moisés” que viene a establecer la Nueva Alianza.
La reacción de Pedro.
Pedro llama a Jesús: “Señor”, un título muy usado por los discípulos para
llamar a Jesús en el evangelio de Mateo. El de Pedro es un grito de oración, un
clamor. De esta forma expresa el gozo indecible que proviene de la
contemplación de la gloria. Enseguida propone construir tres tiendas. El deseo
de Pedro es el de retener el instante, de permanecer ya en lo definitivo,
aquello lo que por medio de la visión se hizo accesible a los ojos humanos. Esta
actitud particular de Pedro en la escena es confirmada en cierto modo por lo
que retiene la antigua tradición cristiana: “Porque
recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta
voz: ‘Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco’. Nosotros mismos
escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo” (2
Pe 1,17-18).
Un acontecimiento para
abrir los oídos. “Todavía estaba hablando, cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: “Este
es mi Hijo amado, en quien me complazco; escúchenlo”
La aparición de la “nube luminosa”
indica la presencia de Dios. Es claro que estamos dentro del universo simbólico
de la Biblia. En la peregrinación en el desierto que hizo la generación de
Moisés, la “nube” acompañaba al pueblo. Cuando llegamos al momento culminante
del libro del Éxodo vemos cómo la “nube” se posaba sobre la tienda del
encuentro y la gloria del Señor llenaba la morada (Éxodo 40,35).
Para los tiempos definitivos, con la
llegada del Mesías, se esperaba un acontecimiento de este tipo: “El Señor
entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se
mostraba en tiempo de Moisés…” (2 Macabeos 2,8)
Lo que está sucediendo en este
momento es extraordinario y merece una prolongada contemplación de acogida del
Dios-con-nosotros, el Dios de la Alianza, que está aquí y nos habita. La
voz de la nube constituye el punto culminante. Mateo ha puesto en perfecto
paralelo la voz de la nube en la transfiguración y con la de: “Este es mi Hijo
amado, en quien me complazco”. Jesús, cuanto Hijo de Dios, le trae al mundo la
salvación definitiva que se hace visible en su transfiguración y comunión con
los personajes celestiales. Por eso se le debe escuchar: Él es la plenitud de
lo que “dicen” la Ley y los Profetas.
Reacción de los discípulos. “Al
oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo”
El “miedo”, en realidad “temor religioso”, es conciencia de estar ante alguien muy grande. Enseguida se siente la distancia que tenemos con Dios, reconocemos quién es Él y quiénes somos nosotros en su presencia.
El relato propone a Jesús
como la presencia de Dios entre los hombres, pero de manera muy distinta a como
se había hecho presente en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad
llevada a plenitud es Palabra definitiva. Escuchar al Hijo no es aceptar una doctrina
que él trasmite por su palabra sino transformarse en él y vivir como él vivió,
ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí.
La plenitud del hombre
está en la entrega total. No está la resurrección después de la muerte ni la
dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor.
La vida de Jesús se presenta como un éxodo, donde el punto de llegada será el
Padre, que era el punto de partida al empezar el camino.
A los cristianos nos queda
aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un
medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con
sufrimiento, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que demuestra que
somos hijos de Dios. Darse a los demás por una recompensa no tiene nada de
cristiano.
Jesús nos descubre un Dios
que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. No es la esperanza en un
premio, sino la confianza de una presencia, lo que me debe animar.
“Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Sabe que necesitan experimentar su cercanía humana:
el contacto de su mano, no solo el resplandor divino de su rostro. Siempre que
escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro ser, sus primeras palabras nos
dicen: Levántate, no tengas miedo.
Muchas personas solo conocen a Jesús de oído. Su
nombre les resulta, tal vez, familiar, pero lo que saben de él no va más allá
de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen
cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y, sin esa experiencia,
no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener
nuestra vida.
Cuando un creyente se detiene a escuchar en
silencio a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre algo como
esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el
misterio de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas,
descubrirás que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si
crees esto, tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón”.
En el libro del Apocalipsis se puede leer así: “Mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa”. Jesús llama a la puerta de cristianos y no cristianos. Le podemos abrir la puerta o lo podemos rechazar. Pero no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.
“Muéstrame, Señor, tus
caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador” (salmo 24)
Tiempo de Cuaresma, tiempo de revisión.
Es un tiempo para un ¡detente!, un mirar para adentro, para revisar cuál es el camino que nosotros estamos recorriendo en nuestra vida, qué imágenes de Dios me fui “construyendo” y si es necesario “darse vuelta” y “desandar” ese camino que venimos transitando, para encontrar el que Dios nos invita a recorrer. Por eso decimos que cuaresma es tiempo para volver a Dios. Porque de esto se trata el gran desafío de la conversión, es volver al Dios verdadero, al que se nos revela en la Biblia y en la vida de Jesús.
La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.
Cuaresma, es solo cuestión de amar
Amar a Dios: Oración
Amarse uno mismo: Ayuno
Amar al prójimo: Limosna
Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. J A Pagola. Espacio Sagrado. Hojitas anteriores.
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
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