Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 17 de enero de 2014



Jesús se hizo presente en mi vida y "doy testimonio de que él es el Hijo de Dios"
Lecturas del 19-01-14
Segundo Domingo durante el año
(Ciclo A)
Libro de Isaías 49,3-6.       
El me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré".       
Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.  
El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra".
Palabra de Dios.   
Salmo 39
R: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R
Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: "Aquí estoy”. R

“En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón". R     
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R   
1º Carta  de San Pablo a los Corintios 1,1-3.               
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sostenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.          
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de Dios.   
Evangelio según San Juan 1,29-34.                
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.    
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".     
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.  
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.  
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". Palabra del Señor.
Reflexión
El testimonio de Juan sobre Jesús
Este pasaje evangélico contiene el testimonio central de Juan Bautista sobre Jesús. Al no señalarse auditorio, su testimonio es perenne, dirigido a todas las personas de todos los tiempos y con eco permanente en la comunidad cristiana.
Juan anuncia quién es Jesús.  La primera parte es una declaración hecha al ver a Jesús que llegaba.  La segunda es un testimonio sobre él, que nace de su experiencia personal.  Juan ha visto con sus propios ojos al Espíritu que bajaba y se quedaba en Jesús.  Pero su testimonio no nace por condición humana –por dos veces Juan niega haber conocido antes  a Jesús-, sino que procede de un anuncio divino confirmado por su propia experiencia.
Dos títulos caracterizan a Jesús: “Cordero de Dios” e “Hijo de Dios”.  Y dos frases describen su actividad: “el que quita el pecado del mundo” y “el que bautiza con Espíritu Santo”. Jesús es el Cordero de Dios por ser Hijo de Dios, el don de Dios a la humanidad.  Y el objeto de ese don de Dios es hacer posible que el mundo escape de la muerte y obtenga la vida.  Más adelante, en el Evangelio, se nos dirá: “Así mostró Dios su amor al mundo, enviando a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en Él” (Jn 3, 16)
El titulo de Cordero de Dios hace referencia al cordero pascual, cuya sangre liberó al pueblo de la muerte y cuya carne fue comida por el pueblo al comienzo de su éxodo de Egipto. (Ex. 12, 1-4).  Utilizando un símbolo de la cultura del pueblo, el cordero, Juan describe la misión del Mesías; Él será, con su muerte, el liberador y el alimento de los que le sigan en el éxodo que va a realizar. Es una nueva época pascual, pues tiene la alegría de la libertad, y representa la verdadera alianza de Dios con la humanidad.
La expresión “que quita el pecado del mundo” describe la liberación que va efectuar Dios por medio de Jesús.  Hay que  notar que el pecado del mundo ya existe antes de que Jesús comience su actividad; eliminarlo va a ser su misión.  En consecuencia, el pecado no se identifica con la no adhesión a Jesús.  El pecado del mundo es el rechazo de la palabra-vida que interpela a la humanidad ya antes de la llegada histórica en Jesús.  El pecado consiste en oponerse a la vida que Dios comunica frustrando así su proyecto creador.
Para su misión Jesús ha recibido la unción de Mesías, que es plenitud del Espíritu y comunicación personal de Dios.  Él es por eso “Hijo de Dios”, Dios entre los hombres, el enviado del Padre, el que ha bajado del cielo, la Palabra encarnada.  Participando de la plenitud que Él posee, los que se adhieren a Él nacerán del Espíritu (eso es el bautismo con Espíritu) y recibirán la fuerza de vida que los liberará de la opresión del pecado.
Juan al declararlo hace una invitación a los hombres y mujeres de toda época; les hace saber que en Jesús se encuentra la vida, que por Él pueden liberarse de la opresión y el pecado.
Son bastantes los cristianos que llevan en el fondo de su ser la caricatura de un Dios desfigurado que tiene poco que ver con el verdadero rostro del Dios que nos ha revelado en Jesús. Todavía no han comprendido que Dios no es un dictador celoso de nuestra felicidad, controlador implacable de nuestros pecados, sino una mano tendida con ternura, empeñada en quitar el pecado del mundo.
Son bastantes los cristianos que necesitan liberarse de un grave malentendido; las cosas no son malas porque Dios ha querido que sean pecados.  Es exactamente al revés.  Precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son pecados que Dios quiere quitar del corazón del mundo y del corazón de cada hombre y mujer.
Por eso, cuando Juan nos presenta a Jesús como “el que quita el pecado del mundo”, no está pensando en una acción moralizante, una especie de saneamiento de costumbres.  Está anunciándonos que Dios está a nuestro lado frente al mal.  Que, en Jesús, Dios nos ofrece su amor, su apoyo, su alegría, para liberarnos del mal y vivir en plenitud.
Con frecuencia los cristianos hemos olvidado algo que es nuclear en el Evangelio.  El pecado no es solamente algo que puede ser perdonado, sino algo que debe “ser quitado” y arrancado de la humanidad.  Jesús se presenta como alguien que “quita el pecado del mundo”.  Alguien que no solamente ofrece el perdón, sino también la posibilidad de ir quitando el pecado, la injusticia y el mal que se apodera de los seres humanos.  La conclusión es evidente: creer en Jesús no consiste sólo en abrirse al perdón de Dios.  Seguir a Jesús es comprometerse en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado, que domina a los hombres y mujeres, y todas sus desastrosas consecuencias.
Los cristianos de hoy no somos conscientes de la profunda contradicción que se da en el interior de nuestra vida cuando la apatía y la indiferencia apagan en nosotros el fuego del Espíritu.  Parecemos hombres y mujeres que, por decirlo con palabras del Bautista, han sido “bautizados con agua” pero a los que falta todavía “ser bautizados en el Espíritu Santo y fuego”.  Es necesario gustar y saborear a Dios sumergiéndose en el Espíritu.
La única razón de ser una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo.  Dicho de otra forma; actualizar hoy en sociedad el misterio del amor liberador de Dios manifestado en Cristo.  La Iglesia no tiene otra justificación.  Y hemos de recordar que no todo lo que vivimos y hacemos los creyentes testimonia a su favor, ni todo de la misma manera.  La Iglesia puede atraer hacia Dios, pero puede también alejar.  Difícilmente seremos testigos de Dios si no manifestamos su amor salvador y liberador. 
Tal vez una de las tragedias del mundo actual, tan radicalizado en muchos aspectos, es no contar con experiencias de “fe radical” y de “testigos vivos” de Dios. 
La figura del Bautista, testigo verdadero de Jesucristo, nos obliga a hacernos la pregunta:
¿Ayuda mi vida a alguien a creer en Dios?
Hoy, en mi vida:
Saber reconocer, como Juan Bautista, dentro de un bautismo masivo-en la normalidad de la vida, en los acontecimientos de hoy, en ese que se acerca o se aleja…- al que quita el pecado del mundo, al que bautiza en el Espíritu, al que nos da la vida, identidad y esperanza, el que cura nuestras heridas.
Recordar  a todos los que han hecho y hacen posible mi fe, a todos los que han dado a conocer a Jesucristo y han hecho de mí una persona nueva.  Recordar y agradecer su testimonio –sus palabras, sus hechos, su vida, su fe. 
Creo y vivo esto gracias a otras muchas personas que han creído, gracias a esta iglesia que me parece pobre y reaccionaria, gracias a esta comunidad que no acaba de consolidarse.
Aprender a ser.  Mirando a Juan, mirando a Jesús, dejándose conducir por el Espíritu.  Se aprende a ser sabiendo, estar en el mundo, en la historia, en la vida, viviendo nuestra vocación anunciando y bautizando, dando esperanza, acercando un poco más el reino de Dios a nuestra realidad, a nuestro pueblo, a nuestra casa…
Tomar conciencia de que hay algo que nos impide vivir en plenitud.  Es una realidad social y estructural que llamamos pecado, y de la cual necesitamos ser liberados.  Y hay alguien que nos libera, que nos ofrece espacios abiertos y caminos de libertad, que rompe nuestras cadenas y nos pone sobre las alas del Espíritu.  Alguien que nos habla y espera que acojamos su oferta.
Y si es necesario, vivir la invernada sin perder la esperanza.  El hielo de la indiferencia social nos está cercando.  Dios aparece como algo superfluo y no necesario.  La fe se ha desligado de lo social y hasta de la vida.  El pecado, hasta como término, ha desaparecido.  Ser cristiano no se estila y hasta parece decir y aporta poco.  La Iglesia es referencia ambigua… Quizá  haga falta mucho tiempo y paciencia para superar la invernada y fundir ese hielo que hoy congela la vida…  Orar es una forma de dar calor al corazón y mantener viva la esperanza.
Pbro. Daniel Silva. (2011)
Quédate conmigo, Señor.
Quédate conmigo, Señor, porque es necesario tenerte presente para que Yo no te pueda olvidar. Tú sabes que tan fácilmente te abandono.
Quédate conmigo, Señor, porque Yo soy débil y necesito de tu fortaleza, para que no caiga tan frecuentemente.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti Yo estoy sin fervor.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi luz y sin ti yo estoy en la oscuridad.
Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.
Quédate conmigo, Señor, para que yo pueda escuchar Tú voz y seguirte.
Quédate conmigo, Señor, porque yo deseo amarte mucho y siempre estar en tu compañía.
Quédate conmigo, Señor, porque se hace tarde y el día se está terminando, y la vida pasa. Es necesario que renueve mi fortaleza, para que yo no pare en el camino y por eso yo te necesito.
Se está haciendo tarde y tengo miedo de la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos. Oh como te necesito, mi Jesús, en esta noche de exilio.
Quédate conmigo, esta noche, Jesús, en la vida con todos los peligros, yo te necesito. Déjame reconocerte como lo hicieron tus discípulos en la partición del pan, para que la Comunión Eucarística sea la luz que dispersa la oscuridad, la fuerza que me sostiene, el único gozo de mi corazón.  Amén.         P. Pío
Exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
nos invita a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría
III. La nueva evangelización para la transmisión de la fe
14. En la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de los tiempos, del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos.
En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.
En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.
Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».
15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misioneradebe ser la primera». ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera». Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).
“José, fiel y justo quien prefirió creer al señor en vez de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano”
Nunca perdamos la esperanza.
Jamás la apaguemos en nuestro corazón.”
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica
la capacidad del amor, agranda el corazón".
“Si los bienes materiales y el dinero se convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan”
"Lo importante -puntualizó- no es mirar desde lejos o ayudarlo desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba siempre al encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios.