Lecturas del 4-11-12
– Ciclo B –
“Jesús nos enseña a acercarnos a nuestros prójimos con el único deseo de servirlos de todo corazón”
Lectura del libro del Deuteronomio 6, 2-6
Moisés habló al pueblo diciendo:
A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Palabra de Dios.
A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Palabra de Dios.
Salmo 17
R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación,
El concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R.
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación,
El concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R.
Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28
Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre. Palabra de Dios.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre. Palabra de Dios.
Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin.
Santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo: Un escriba se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos? Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos.»
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios .»
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios .»
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.
Reflexión
No practicar nunca sin amor. Basta amar.
Un escriba que aprueba a Jesús y que es felicitado por Jesús es algo tan extraño en el Evangelio que hay que examinar las cosas de cerca.
-Muy bien, maestro, tienes razón en decir que el Señor es uno solo y que amarlo a Él y al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
-No estás lejos del reino de Dios, le dice Jesús al ver que había hecho una observación llena de sentido.
Llena de sentido… En efecto, el escriba habla de una tentación contra la que Jesús nos pone frecuentemente en guardia: creerse en paz con Dios por haber observado escrupulosamente las oraciones y las ceremonias religiosas.
¿Es que es malo venerar a Dios, rezarle, asistir a misa? ¡Desde luego que no! Pero la observación del escriba, tan cálidamente aprobada por Jesús, denuncia una desviación continuamente repetida: conceder demasiada importancia a los gestos exteriores y no la atención suficiente a las disposiciones internas. Ese escriba tenía que pensar en las demostraciones religiosas que no son más que una apariencia de amor y que llegan a dispensar de amar.
En la famosa parábola del buen samaritano sobre la caridad fraterna, es curioso cómo Jesús pone como ejemplo de falta de amor a personas muy religiosas: un sacerdote y un levita. Ellos leían quizás muy piadosamente las Escrituras, pero cuando vieron al herido en el camino, “pasaron de largo” (Lc 10, 31).
Antes del encuentro con el escriba tan inteligente, Jesús les había dicho a los fariseos: “¡Qué profetizó Isaías de ustedes, hipócritas! Así está escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi” (Mc 7, 6).
Desgraciadamente, ¿quién se ha librado alguna vez de rezar unas oraciones o de ir a misa sin haber comprobado antes el estado de su corazón respecto a tal o cual persona? “Cuando estén en pie orando, dice también Jesús, perdonen lo que tienen contra otros”. (Mc 11, 25).
Hace poco asistía a una discusión sobre la obligación de ir a misa. Una mujer dijo: “Empecemos por amar a Dios y a nuestros hermanos y nos sentiremos obligados a ir a misa. La obligación tiene que salir del amor.
Jesús debió mirar a esa cristiana con la misma simpatía con que miró a aquel escriba inteligente. Lo mismo que nos mira en estos momentos si renovamos nuestra decisión de no disimular nunca nuestra falta de amor con gestos y con palabras hipócritas, o incluso demasiado superficiales.
Para atrevernos a decir: “Dios mío, te amo y amo a mi prójimo”, hay que vigilar la distancia que hay entre nuestros labios y nuestro corazón.
Por eso, mis queridos amigos, no hay palabra que más se pronuncie en el mundo que la palabra de amor. La aprendemos desde niños y la repetimos hasta antes de morir. Niños, jóvenes adultos, ancianos… todos se aferran a esta palabra y parecen gozar con sólo pronunciarla.
En este domingo la Palabra de Dios nos invita a repensar una vez más en el significado de esa palabra: Amar. Amar a Dios y amar al prójimo.
Por qué el amor es el fundamento de nuestra vida cristiana, su norma única y esencial. Compartiendo la Eucaristía, seguramente que lo podremos descubrir.
Para reflexionar….
Si no queremos estar lejos del Reino de Dios, acerquémonos a nuestros prójimos con el único deseo de servirlos de todo corazón. Esto es el cristianismo.
Padre Daniel
Año de la Fe: Carta Apostólica
Pota Fidei
Las enseñanzas del Concilio Vaticano II, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia».
Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva
Lecturas de la Semana
Lunes 5: Flp. 2,1-4; Sal 130 Lc. 14, 1. 12-14.
Martes 6: Flp. 2, 5-11.; Sal 21; Lc. 14, 1. 15-24.
Miércoles 7: Gál. 4.4-7; Sal Jdt. 13, 18-19; Jn. 2, 1-11.
Jueves 8: Flp.3,3-8; Sal 104; Lc. 15, 1-10.
Viernes 9:Ez.47, 1-2.8-12; Sal 45; Jn. 2, 13-22
Sábado 10: Flp. 4, 10.19; Sal 111; Lc. 16, 9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer y tercer sábado de cada mes a las 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.