Lecturas del 4-03-12
– Ciclo B –
Libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
Dios puso a prueba a Abraham «¡Abraham!», le dijo. El respondió: «Aquí estoy.» Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré.» Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Angel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!»
«Aquí estoy», respondió él. Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único.»
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
«Aquí estoy», respondió él. Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único.»
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a
Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.
Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz.» Palabra de Dios.
R. Caminaré en presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes.
Tenía confianza, incluso cuando dije: «íQué grande es mi desgracia!» ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! R.
Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. R.
Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.
San Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? Palabra de Dios.
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.»
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.» Palabra del Señor.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.»
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.» Palabra del Señor.
Reflexión
En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a meditar el misterio de la Transfiguración de Jesús. En la soledad del monte Tabor, presentes Pedro, Santiago y Juan, únicos testigos privilegiados de ese acontecimiento, Jesús es revestido, también exteriormente, de la gloria de Hijo de Dios, que le pertenece. Su rostro se vuelve luminoso; sus vestidos, brillantes. Aparecen Moisés y Elías, que conversan con él sobre el cumplimiento de su misión terrena, destinada a concluirse en Jerusalén con su muerte en la cruz y con su resurrección. En la Transfiguración se hace visible por un momento la luz divina que se revelará plenamente en el misterio pascual.
La transfiguración del Señor es un acontecimiento clave, no sólo en la misión salvadora de Jesús que el Padre le ha confiado, sino también por la experiencia de fe de los discípulos, que caminan con él hacia la misma meta, y de toda la comunidad de los creyentes que peregrinan hacia la Pascua eterna.
Así, pues, Jesús está de camino hacia Jerusalén, donde deberá "sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser atado y resucitar a los tres días" Allí se cumplirán las antiguas profecías que habían anunciado la venida del Mesías, no como poderoso dominador o agitador político, sino como servidor de Dios y de los hombres, que sufrirá la persecución, el dolor y la muerte.
Al reflexionar sobre este misterio, el Papa Juan Pablo II nos dice que Jesús tiene delante una meta difícil, hacia la que lo impulsa la voluntad de Dios y lo orienta su vocación de "Siervo", y predice su conclusión, que será al mismo tiempo trágica y gloriosa. Su humanidad, para superar la prueba, tiene que ser "confirmada" por el amor poderoso del Padre y confortada por la solidaridad de los discípulos que caminan a su lado.
Y así guía a los apóstoles hacia la comprensión de lo que está a punto de cumplirse, de manera que se conviertan en sus "compañeros" en el camino que deberá recorrer hasta sus últimas consecuencias.
En este camino hacia la cruz hay una pausa. Jesús sube al monte con sus discípulos más fieles: Pedro, Santiago y Juan. Allí, durante breves instantes, les hace entrever su destino final: la gloriosa resurrección. Pero les anticipa igualmente que antes es necesario seguirlo a lo largo del camino de la pasión y de la cruz.
Juan Pablo II nos dice que la "palabra de la cruz" debe transformar nuestras vidas, viviendo el tiempo favorable de la Cuaresma, como momento intenso de ese camino de fe y renovación.
Es muy importante que el itinerario espiritual caracterice de manera imborrable la existencia de fe personal. Sólo si pasamos a través de la muerte, podremos llegar al triunfo de la resurrección.
No cabe duda alguna de que el camino es arduo. Exige responsabilidad, valor y renuncia para poder hacer de la propia vida, siguiendo el ejemplo de Cristo, un "don" de amor al Padre y a los hermanos. Sólo de esta manera uno puede llegar a ser capaz, merced al poder de Espíritu, de anunciar el "evangelio de la cruz" y de realizar la "nueva evangelización" que tiene su centro y su marco en Cristo crucificado y resucitado.
El anuncio que llevan los discípulos es exigente, difícil de comprender y, sobre todo, de acoger y vivir. Pero ellos no están solos; están en comunión entre sí y con Cristo, que murió y resucitó y que ahora, a la diestra del Padre, intercede por ellos.
¡Esta certidumbre, fundada en la fe, nos consuela en medio de las dificultades, al tiempo que nos impulsa, a esperar contra toda esperanza!
Precisamente para que esta esperanza no desaparezca, sino que crezca día tras día es indispensable subir con Jesús al monte y permanecer en su compañía; esto es, estar más atentos a la voz de Dios y dejarse envolver y transformar por el Espíritu. En otras palabras, ¡es necesaria la experiencia de la contemplación y de la oración! "La oración es un sumo bien. Es una comunión íntima con Dios. Así como los ojos del cuerpo al ver la luz se iluminan, así también el alma que tiende hacia Dios es iluminada por la luz inefable de la oración"
No se trata de buscar la evasión frente a las dificultades de la vida diaria, sino el goce de la familiaridad con Dios. De esta forma, es posible volver después con renovado vigor al camino fatigoso de la cruz, que conduce a la resurrección.
Pidamos hoy al Señor que nos ayude a "transfigurarnos",... a transformar y a mejorar vuestras vidas a luz de su gracia, a caminar juntos en presencia del Señor y ser fieles a Cristo, no sólo en este tiempo de Cuaresma del año del Jubileo, sino también durante toda vuestra vida.
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la CUARESMA 2012
«Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
para estímulo de la caridad y las buenas obras»
(Heb 10, 24) continuación:
El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio[26 de marzo de 1967], n. 66).
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Continúa.
Lecturas de la Semana
Lunes 5: Dn. 9, 4b-10; Sal 78; Lc. 6, 36-38.
Martes 6: Is. 1, 10. 16-20; Sal 49; Mt. 23, 1-12.
Miércoles 7: Jr. 18, 18-20; Sal 30; Mt. 20, 17-28.
Jueves 8: Jr. 17, 5-10; Sal 1; Lc. 16, 19-31.
Viernes 9: Gn. 37, 3-4. 12-13ª. 17b-28; Sal 104; Mt. 21, 33-43. 45-46.
Sábado 10: Mq. 7, 14-15. 18-20; Sal 102; Lc. 15,1-3. 11b-32.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María.
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer sábado de cada mes a las 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.