Lecturas del 31 - 07 – 16 – Ciclo C –
Libro del Eclesiastés 1, 2; 2. 21-23
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad. Palabra de Dios.
Salmo 89
R. Señor, tú has sido nuestro refugio a lo largo de las generaciones.
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad. Palabra de Dios.
Salmo 89
R. Señor, tú has sido nuestro refugio a lo largo de las generaciones.
Tú
haces que los hombres vuelvan al polvo con sólo decirles: «Vuelvan, seres
humanos.» Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-5. 9-11
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros.
Porque
ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del
hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose
constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni
judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre
libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos. Palabra de Dios.
Ven a mí,
Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no
me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades
del Espíritu.
Santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
Uno de
la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la
herencia.»
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.» Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha."
Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?" Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.» Palabra del Señor.
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.» Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha."
Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?" Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.» Palabra del Señor.
Dios nuestro,
Padre de la luz, envía ahora tu Espíritu sobre nosotros: Que Él nos dé un
corazón oyente, nos permita encontrarte en tus Santas Escrituras y engendre tu
Verbo en nosotros. Amén
Reflexión ¿Cuál es mi tesoro?
En este domingo, la palabra de Dios nos lleva a reflexionar, que en el seguimiento de Cristo y en la instauración del reino de Dios, aparecen ciertos obstáculos que nos pueden desviar de nuestro camino, sobre todo el endiosamiento de las riquezas y el instinto de posesión. En la vida las cosas tienen un valor y “donde ponemos nuestro corazón, ahí está la realidad.
La
primera lectura del libro del Eclesiastés nos introduce al evangelio donde el
autor recorre a lo largo de su libro todas las esferas del ámbito humano:
trabajo, riqueza, dolor, alegría, decepciones, religión, justicia, sabiduría,
ignorancia, el tiempo, la muerte... buscando respuesta a su pregunta: ¿Qué
le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el
sol?
Hagamos
lo que hagamos en nuestra vida, al final el destino es el mismo para todos los
hombres: la muerte, y quizás nos preguntemos ¿Y después qué, la
nada? ¿Qué hacemos aquí, en la tierra? ¿Para qué vivir, trabajar, luchar,
amar, pensar, esforzarnos...?
¿Cuál es mi tesoro? ¿El dinero? ¿El poder? ¿Qué le da verdadero sentido a mi
vida?
Contra la insensatez. Cada
vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años
treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la
riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos
se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros
cada vez más grande.
En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.
En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.
Un
rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo
gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la lógica
insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar,
excluyendo de su horizonte a los necesitados.
El
rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos
graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha.
Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para
disfrutar:”descansa, come, bebe y date buena vida”. De forma inesperada,
Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te van a exigir
tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién
será?”.
Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus
bienes. En el centro de su vida
está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que
trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan
contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo
es necedad e insensatez.
En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres”
En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres”
Este
hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la
insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la
cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la humanidad por
la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más
poderosos del
Planeta.
Un principio de vida: la vigilancia del corazón para purificar “la
codicia”. Jesús no mira nuestras
riquezas externas, sino lo que hacemos con ellas, se fija en el corazón, por
eso nos dice: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia,
la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.»
Jesús
pronuncia una advertencia contra la codicia que detectó en el requerimiento de
aquel hombre.
¿Por qué hay que vigilar y purificar el corazón? La vida realmente no depende de la abundancia de lo que se posee, lo que se vuelve “propiedad”. Hay un peligro escondido y de terrible alcance en el amarrar el corazón a las cosas. Cuando esto sucede, las relaciones comienzan basarse en las “cosas” y se pierde de vista al “otro” como valor fundamental, de ahí que sea en el fondo una negación de Dios, quien es el “Otro” por excelencia. Peor todavía, si consideramos que en el “adquirir, adquirir y adquirir”, en el fondo hay una injusticia social que contradice el proyecto de fraternidad y solidaridad querido por Dios, porque quien acumula se está apropiando aquello que por derecho le pertenece a los otros.
¿Por qué hay que vigilar y purificar el corazón? La vida realmente no depende de la abundancia de lo que se posee, lo que se vuelve “propiedad”. Hay un peligro escondido y de terrible alcance en el amarrar el corazón a las cosas. Cuando esto sucede, las relaciones comienzan basarse en las “cosas” y se pierde de vista al “otro” como valor fundamental, de ahí que sea en el fondo una negación de Dios, quien es el “Otro” por excelencia. Peor todavía, si consideramos que en el “adquirir, adquirir y adquirir”, en el fondo hay una injusticia social que contradice el proyecto de fraternidad y solidaridad querido por Dios, porque quien acumula se está apropiando aquello que por derecho le pertenece a los otros.
Por
eso la avaricia es peligrosa, ya que conduce a una persona a colocar
ingenuamente los sueños de su vida, sus mejores ideales, sus grandes metas y
toda la energía de la vida en cosas equivocadas e ignorar lo que realmente
importa. Pensando lograr un gran éxito cosecha en realidad un gran fracaso.
Cuando Jesús especifica “aún en la abundancia”, va todavía más a fondo en la cuestión. Porque es aquí donde se revela la verdadera libertad de corazón .
Para ello cuenta la parábola de un hombre que llega a nadar en la abundancia y hace de la mejor ocasión de su vida la arena movediza en la que se hunde.
Cuando Jesús especifica “aún en la abundancia”, va todavía más a fondo en la cuestión. Porque es aquí donde se revela la verdadera libertad de corazón .
Para ello cuenta la parábola de un hombre que llega a nadar en la abundancia y hace de la mejor ocasión de su vida la arena movediza en la que se hunde.
Todos
hemos recibido muchos bienes de parte de Dios. Recibimos la vida, recibimos
tiempo para compartir, nos dio fuerzas físicas, y ante todo la posibilidad de
amar de verdad. Todos somos administradores de una gran cantidad de bienes que
tenemos que saber poner al servicio de los demás. Dice un antiguo refrán: No podemos llevar nada con nosotros a la
otra vida, pero podemos mandar algo anticipadamente. Todo lo que hagamos
con verdadero amor, por los demás, se acumula en el cielo como un tesoro al que
no ataca la polilla.
La “codicia”, como lo sabemos por el evangelio de Mc 7,22, habita en el corazón del hombre: “Del corazón del hombre salen las codicias”. De fuera hacia dentro: consiste en encontrar placer en el “llenarse” de cosas, con tres manifestaciones:
• El deseo compulsivo de llenarse de cosas (por ejemplo, se antoja de todo lo que ve en el supermercado) malgastando el dinero en lo que no vale la pena (el lujo desmedido);
• El entrar en competencia con los demás motivado por la envidia (por ejemplo: “si fulano(a) tiene esto, yo también lo quiero, y ojalá mejor”);
• El placer de exhibir lo que se tiene con el fin de obtener una nueva ganancia: la felicitación y la envidia de los otros.
La “codicia”, como lo sabemos por el evangelio de Mc 7,22, habita en el corazón del hombre: “Del corazón del hombre salen las codicias”. De fuera hacia dentro: consiste en encontrar placer en el “llenarse” de cosas, con tres manifestaciones:
• El deseo compulsivo de llenarse de cosas (por ejemplo, se antoja de todo lo que ve en el supermercado) malgastando el dinero en lo que no vale la pena (el lujo desmedido);
• El entrar en competencia con los demás motivado por la envidia (por ejemplo: “si fulano(a) tiene esto, yo también lo quiero, y ojalá mejor”);
• El placer de exhibir lo que se tiene con el fin de obtener una nueva ganancia: la felicitación y la envidia de los otros.
De adentro hacia fuera: se
percibe en la avaricia de aquel a quien le duele compartir. En otras palabras,
la persona se vuelve “mezquina” (lo contrario de 2 Corintios 9,5) y avara, casi
incapaz de ser generosa.
Es importante ver cómo Jesús desciende hasta la raíz de la causa que degenera la vida y hace tanto daño en la familia, en la sociedad y en el mundo.
Es importante ver cómo Jesús desciende hasta la raíz de la causa que degenera la vida y hace tanto daño en la familia, en la sociedad y en el mundo.
Oración del Papa Francisco para
el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a
ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo
ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo
y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la
felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche
como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don
de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor,
resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los
que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque
a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos
con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un
año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva
a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y
restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia , a
ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del
Pueblo de Dios. P. Fidel Oroño, cjm Centro Bíblico del CELAM. J. A. Pagola
Lectio Divina: los Sábados 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V.
Domínico.
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