Felices Pascuas!!!
Pascua significa el paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, por lo tanto al decirte felices Pascuas te deseo que disfrutes de la alegría que brota por sentirte una persona que vive libremente buscando la verdad, que busca el autentico sentido de su existencia y que nuncas pierdas el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la VIDA como don de Dios.
Lecturas del 8-04-12
– Ciclo B –
“Nosotros somos testigos de
todo lo que hizo…”
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.
Salmo 117
R. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.
Salmo 117
R. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
San Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-4
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Palabra de Dios.
Secuencia:
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.
Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos celebrando el misterio central de nuestra fe: Cristo se ofreció al Padre, como víctima obediente aceptó ser crucificado, muriendo resucitó para vencer al pecado y a la muerte. Vemos así como la lógica de Dios supera y trasciende nuestra manera común de pensar y de sentir, más allá de lo humanamente imaginable. Por amor, por pura gratuidad, por misericordia, Él comparte con nosotros su vida eterna.
Por el misterio pascual de Jesús somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. Ya no somos simples espectadores, sino protagonistas y colaboradores de esta acción sagrada y salvífica.
El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esta época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo. Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravilloso. No: ¡Cristo vive! Jesús es el Emmanuel, Dios con nosotros.
Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha cumplido su promesa.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
María Magdalena va a la tumba de Jesús. No sabemos qué la motiva, pero no pareciera que tiene una fe profunda en la resurrección dado que se alarma profundamente cuando percibe que la piedra que tapaba la tumba está removida. Es más, comenta a los otros dos discípulos que se han llevado al Señor y no sabe dónde lo han puesto. Es interesante que las palabras de María con respecto a la incertidumbre están en plural: “no sabemos dónde lo habrán puesto”. Tal vez fue con otras mujeres como relatan los otros evangelios o, tal vez, aquí se presenta simbólicamente la preocupación de toda la primitiva comunidad cristiana que ante la muerte de su Señor y la realidad del sepulcro vacío, se pregunta sin esperanza en la resurrección, ¿dónde está el Señor?…
Se acerca a otros discípulos para encontrar respuestas, para encontrar sentido a sus búsquedas.
Pedro y Juan salen corriendo y llega primero el discípulo a quien “Jesús amaba”. Mira, ve las vendas pero no entra. Luego llega Simón Pedro, entra y ve las vendas y la tela que le envolvía la cabeza a Jesús (sudario). Luego entra Juan y nos dice literalmente el evangelista que “vio y creyó”.
¿Qué es lo verdaderamente asombroso de esto? Que Juan cree, tiene fe, acepta la resurrección de Jesús sin necesidad de que el Señor Resucitado se le aparezca aún. El discípulo amado cree al ver los signos de la resurrección.
Se acerca a otros discípulos para encontrar respuestas, para encontrar sentido a sus búsquedas.
Pedro y Juan salen corriendo y llega primero el discípulo a quien “Jesús amaba”. Mira, ve las vendas pero no entra. Luego llega Simón Pedro, entra y ve las vendas y la tela que le envolvía la cabeza a Jesús (sudario). Luego entra Juan y nos dice literalmente el evangelista que “vio y creyó”.
¿Qué es lo verdaderamente asombroso de esto? Que Juan cree, tiene fe, acepta la resurrección de Jesús sin necesidad de que el Señor Resucitado se le aparezca aún. El discípulo amado cree al ver los signos de la resurrección.
Aquí hay una clave muy interesante para nosotros hoy, aprender a ver los signos de la resurrección en la vida, en nuestras vidas. Es interesante notar que éste “vio y creyó”, el del discípulo amado antecede al episodio de Tomás que compartiremos el próximo domingo. Tomás desafiará a sus hermanos diciéndoles de entrada que no creerá en Jesús resucitado hasta que no vea las marcas de los clavos en sus manos, meta su dedo en ellas y ponga su mano en la herida del costado. Contrastan claramente las dos perspectivas diferentes de estos dos discípulos del Señor.
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Nuestra respuesta: Somos testigos. La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. Y esto nos colma de alegría el corazón. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Nuestra respuesta: Somos testigos. La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. Y esto nos colma de alegría el corazón. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía. El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo.
La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.
Hay que descubrirlo. Hay que sorprenderse. La gratuidad nos supera ampliamente. Es por esta razón que ya no podemos encontrar excusas que justifiquen nuestra mediocridad, el conformismo y la cobardía, la injusticia y el pecado.
Hoy estamos perdiendo el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la vida como don de Dios. Hemos perdido el gozo de las cosas simples. ¿No nos damos cuenta, acaso, que la seducción del consumismo, nos conduce al hartazgo, a la pérdida del auténtico sentido de las cosas, de allí, para instalarnos finalmente en el agobio, la angustia y el desinterés?
La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.
Hay que descubrirlo. Hay que sorprenderse. La gratuidad nos supera ampliamente. Es por esta razón que ya no podemos encontrar excusas que justifiquen nuestra mediocridad, el conformismo y la cobardía, la injusticia y el pecado.
Hoy estamos perdiendo el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la vida como don de Dios. Hemos perdido el gozo de las cosas simples. ¿No nos damos cuenta, acaso, que la seducción del consumismo, nos conduce al hartazgo, a la pérdida del auténtico sentido de las cosas, de allí, para instalarnos finalmente en el agobio, la angustia y el desinterés?
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13)
Por esta razón aprendamos a vivir solo de su Amor. Es la vocación suprema del hombre. A su amor, respondamos con su mismo amor. Sin límites. Vivir como resucitados significa para nosotros vivir como lo hizo nuestro maestro:
cultivo de la verdad: pensar la verdad, honrar la verdad, decir la verdad y realizar la verdad sin reducirla, como pasa tantas veces hoy, al propio interés, a la propia necesidad o a la propia comodidad. La pérdida de la verdad no sólo nos lleva a vivir una vida disociada, sino al adormecimiento de la conciencia, cosa que es mucho peor. La libertad:hemos sido redimidos al precio de la sangre de Cristo. Debemos vivir libres de toda esclavitud. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, debemos desarrollarla y aplicarla a todos los campos de la existencia.
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13)
Por esta razón aprendamos a vivir solo de su Amor. Es la vocación suprema del hombre. A su amor, respondamos con su mismo amor. Sin límites. Vivir como resucitados significa para nosotros vivir como lo hizo nuestro maestro:
cultivo de la verdad: pensar la verdad, honrar la verdad, decir la verdad y realizar la verdad sin reducirla, como pasa tantas veces hoy, al propio interés, a la propia necesidad o a la propia comodidad. La pérdida de la verdad no sólo nos lleva a vivir una vida disociada, sino al adormecimiento de la conciencia, cosa que es mucho peor. La libertad:hemos sido redimidos al precio de la sangre de Cristo. Debemos vivir libres de toda esclavitud. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, debemos desarrollarla y aplicarla a todos los campos de la existencia.
El gozo y la paz: El Señor nos dice: “No tengan miedo, Yo estoy con Ustedes y les dejo mi paz.” En el mundo tendrán que enfrentar el sufrimiento, pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo” (Jn.16.33)-
Esta es la Pascua: El Señor está vivo, ha resucitado. Quiere ahora, que nosotros vivamos como resucitados. Es decir volver al amor, al servicio, a la verdad, al ejercicio responsable de la libertad, al gozo y la paz de nuestra vida que así vale la pena ser vivida.
Esta es la Pascua: El Señor está vivo, ha resucitado. Quiere ahora, que nosotros vivamos como resucitados. Es decir volver al amor, al servicio, a la verdad, al ejercicio responsable de la libertad, al gozo y la paz de nuestra vida que así vale la pena ser vivida.
. “El Señor ha resucitado, no temamos ser nosotros testigos de todo lo que hizo…”
“Te ofrezco, Señor”
"Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti.
Te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad.
Te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.
Papa Clemente IX
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad. Ven porque te necesito, porque todo mi ser te reclama.
Lecturas de la Semana
Lunes 9: Hech. 2, 14. 22-32; Sal 15, Mt. 28, 8-15.
Martes 10: Hech. 2, 36-41; Sal 32; Jn. 20, 11-18.
Miércoles 11: Hech. 3, 1-8.10; Sal 104; Lc. 24, 13-35.
Jueves 12: Hech. 3, 11-26; Sal 8; Lc. 24, 35-48.
Viernes 13: Hech. 4, 1-12; Sal 117; Jn. 21, 1-14.
Sábado 14: Hech. 4, 13-21; Sal 117; Mc. 6,9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Mensaje de Pascua 2009 de Mons. Rubén Oscar Frassia
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer sábado de cada mes a las 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.