15 de enero 2017, -Ciclo A-
Dios mío: Abre mi espíritu y dame inteligencia, en vano leeré o escucharé
tu Palabra si Tú no haces que penetre en mi corazón. Concédeme ardor para buscarla, docilidad para aceptarla y fidelidad para
cumplirla.
Amén
Libro
de Isaías 49,3-6.
El Señor me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré".
Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.
El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra. Palabra de Dios.
El Señor me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré".
Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.
El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra. Palabra de Dios.
Salmo, R: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso
en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R
Tú
no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste
holocaustos ni sacrificios, entonces dije: "Aquí estoy”. R
“En el libro de la Ley
está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley
está en mi corazón". R
Proclamé
gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis
labios, tú lo sabes, Señor. R
1º Carta de San Pablo a los Corintios 1,1-3.
Pablo,
llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano
Sostenes, saludan a la Iglesia
de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús
y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte
invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de Dios.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de Dios.
Evangelio
según San Juan 1,29-34.
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". Palabra del Señor.
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". Palabra del Señor.
Reflexión
El
testimonio de Juan sobre Jesús
Este
pasaje evangélico contiene el testimonio central de Juan Bautista sobre Jesús.
Al no señalarse auditorio, su testimonio es perenne, dirigido a todas las
personas de todos los tiempos y con eco permanente en la comunidad cristiana.
Juan anuncia quién es Jesús. La primera parte es una declaración hecha al
ver a Jesús que llegaba. La segunda es un testimonio sobre él, que nace
de su experiencia personal. Juan ha visto con sus propios ojos al
Espíritu que bajaba y se quedaba en Jesús. Pero su testimonio no nace por
condición humana –por dos veces Juan niega haber conocido antes a Jesús-,
sino que procede de un anuncio divino confirmado por su propia experiencia.
Dos
títulos caracterizan a Jesús: “Cordero de Dios” e “Hijo de Dios”. Y dos
frases describen su actividad: “el que quita el pecado del mundo” y “el que
bautiza con Espíritu Santo”. Jesús es el Cordero
de Dios por ser Hijo de Dios, el don de Dios a la humanidad. Y el
objeto de ese don de Dios es hacer posible que el mundo escape de la muerte y
obtenga la vida. Más adelante, en el Evangelio, se nos dirá: “Así mostró Dios su amor al mundo, enviando
a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que
creen en Él” (Jn 3, 16)
El
titulo de Cordero de Dios hace referencia al cordero pascual, cuya sangre
liberó al pueblo de la muerte y cuya carne fue comida por el pueblo al comienzo
de su éxodo de Egipto. (Ex. 12, 1-4). Utilizando un símbolo de la cultura
del pueblo, el cordero, Juan describe la misión del Mesías; Él será, con su
muerte, el liberador y el alimento de los que le sigan en el éxodo que va a
realizar. Es una nueva época pascual, pues tiene la alegría de la libertad, y
representa la verdadera alianza de Dios con la humanidad.
La
expresión “que quita el pecado del
mundo” describe la liberación que va efectuar Dios por medio de
Jesús. Hay que notar que el pecado del mundo ya existe antes de que
Jesús comience su actividad; eliminarlo va a ser su misión. En
consecuencia, el pecado no se identifica con la no adhesión a Jesús. El
pecado del mundo es el rechazo de la palabra-vida que interpela a la humanidad
ya antes de la llegada histórica en Jesús. El pecado consiste en oponerse
a la vida que Dios comunica frustrando así su proyecto creador.
Para
su misión Jesús ha recibido la unción de Mesías, que es plenitud del Espíritu y
comunicación personal de Dios. Él es por eso “Hijo de Dios”, Dios entre los
hombres, el enviado del Padre, el que ha bajado del cielo, la Palabra encarnada.
Participando de la plenitud que Él posee, los que se adhieren a Él nacerán del
Espíritu (eso es el bautismo con Espíritu) y recibirán la fuerza de vida que
los liberará de la opresión del pecado.
Juan
al declararlo hace una invitación a los hombres y mujeres de toda época; les
hace saber que en Jesús se encuentra la vida, que por Él pueden liberarse de la
opresión y el pecado.
Muchas
veces los cristianos que llevamos en el fondo de nuestro ser la caricatura de
un Dios desfigurado que tiene poco que ver con el verdadero rostro del Dios que
nos ha revelado en Jesús. Todavía no hemos comprendido que Dios no es un
dictador celoso de nuestra felicidad, controlador implacable de nuestros
pecados, sino una mano tendida con ternura, empeñada en quitar el pecado del
mundo.
Los
cristianos que necesitamos liberarnos de un grave malentendido; las cosas no
son malas porque Dios ha querido que sean pecados. Es exactamente al
revés. Precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son
pecados que Dios quiere quitar del corazón del mundo y del corazón de cada
hombre y mujer.
Por
eso, cuando Juan nos presenta a Jesús como “el que quita el pecado del mundo”,
no está pensando en una acción moralizante, una especie de saneamiento de
costumbres. Está anunciándonos que Dios está a nuestro lado frente al
mal. Que, en Jesús, Dios nos ofrece su amor, su apoyo, su alegría, para
liberarnos del mal y vivir en plenitud.
Con
frecuencia hemos olvidado algo que es central en el Evangelio. El pecado
no es solamente algo que puede ser perdonado, sino algo que debe “ser quitado”
y arrancado de la humanidad. Jesús se presenta como alguien que “quita el
pecado del mundo”. Alguien que no solamente ofrece el perdón, sino
también la posibilidad de ir quitando el pecado, la injusticia y el mal que se
apodera de los seres humanos. La conclusión es evidente: creer en Jesús
no consiste sólo en abrirse al perdón de Dios. Seguir a Jesús es
comprometerse en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado, que domina a los
hombres y mujeres, y todas sus desastrosas consecuencias.
Debemos
tomar consciencia de la profunda contradicción que se da en el interior de
nuestra vida cuando la apatía y la indiferencia apagan en nosotros el fuego del
Espíritu. Parecemos hombres y mujeres que, por decirlo con palabras del
Bautista, han sido “bautizados con agua” pero a los que falta todavía “ser
bautizados en el Espíritu Santo y fuego”. Es necesario gustar y
saborear a Dios sumergiéndose en el Espíritu.
La única razón de ser una comunidad
cristiana es dar testimonio de Jesucristo. Dicho de otra forma; actualizar hoy en sociedad el misterio del
amor liberador de Dios manifestado en Cristo. Difícilmente seremos
testigos de Dios si no manifestamos su amor salvador y liberador.
Tal
vez una de las tragedias del mundo actual, tan radicalizado en muchos aspectos,
es no contar con experiencias de “fe radical” y de “testigos vivos” de
Dios.
La
figura del Bautista, testigo verdadero de Jesucristo, nos obliga a hacernos la
pregunta: ¿Ayuda mi vida a alguien a creer en Dios?
Hoy, en mi vida:
Saber reconocer, como Juan Bautista, dentro de un bautismo masivo-en
la normalidad de la vida, en los acontecimientos de hoy, en ese que se acerca o
se aleja…- al que quita el pecado del mundo, al que bautiza en el Espíritu, al
que nos da la vida, identidad y esperanza, el que cura nuestras heridas.
Recordar
a todos los que han hecho y hacen posible mi fe, a todos los que han dado
a conocer a Jesucristo y han hecho de mí una persona nueva. Recordar y
agradecer su testimonio –sus palabras, sus hechos, su vida, su fe.
Creo
y vivo esto gracias a otras muchas personas que han creído, gracias a esta
iglesia que me parece pobre y reaccionaria, gracias a esta comunidad que no
acaba de consolidarse.
Aprender a ser. Mirando a Juan, mirando a Jesús, dejándose
conducir por el Espíritu. Se aprende a ser sabiendo, estar en el mundo,
en la historia, en la vida, viviendo nuestra vocación anunciando y bautizando,
dando esperanza, acercando un poco más el reino de Dios a nuestra realidad, a
nuestro pueblo, a nuestra casa…
Tomar
conciencia de que hay algo que nos impide vivir en plenitud. Es una
realidad social y estructural que llamamos pecado, y de la cual necesitamos ser
liberados.
Y
hay alguien que nos libera, que nos ofrece espacios abiertos y caminos de
libertad, que rompe nuestras cadenas y nos pone sobre las alas del
Espíritu. Alguien que nos habla y espera que acojamos su propuesta.
Y
si es necesario, vivir la invernada sin perder la esperanza. El hielo de
la indiferencia social nos está cercando. Dios aparece como algo
superfluo y no necesario. La fe se ha desligado de lo social y hasta de
la vida. El pecado, hasta como término, ha desaparecido. Ser
cristiano no se estila y hasta parece decir y aporta poco. Quizá
haga falta mucho tiempo y paciencia para superar la invernada y fundir ese
hielo que hoy congela la vida… Orar es una forma de dar calor al corazón
y mantener viva la esperanza.
“Te ofrezco, Señor”
"Te
ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti.
Te ofrezco
mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te ofrezco
mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad.
Te ofrezco
mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello
que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú
lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.
Ven Señor Jesús
«
¡Ven!». Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba
gratuitamente del agua
de la vida. (Ap 22, 17)
Francisco:
“Nunca perdamos la esperanza. Jamás la
apaguemos en nuestro corazón.”
"Ojalá Jesús te vaya marcando el
camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con
aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque
el encuentro multiplica
la capacidad del amor, agranda el
corazón".
“Si los bienes materiales y el dinero se
convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan”
"Lo importante no es mirar desde
lejos o ayudarlo desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que
nos enseña Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba
siempre al encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
Aclaración: Se
han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de
Dios. Misioneros Oblatos. Pbro. Daniel
Silva. (2011)
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.
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