¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
jueves, 1 de septiembre de 2022
Jueves, 1 de septiembre de 2022 (22ª Semana del Tiempo Ordinario). Lc 5, 1-11. "Tú serás pescador de hombres"
lunes, 29 de agosto de 2022
Lunes, 29 de agosto de 2022. Marcos 6, 17-29. Martirio de San Juan Bautista.
domingo, 28 de agosto de 2022
Vigésimo segundo domingo durante el año Lecturas 28-08-19, Ciclo C
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él. El corazón inteligente medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento. Palabra de Dios.
Salmo 67, R. Señor, tu eres bueno con los pobres.
Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del
Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su
Nombre! R
Su Nombre es «el Señor.» ¡Griten de alegría en su
presencia! Dios en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las
viudas: él instala en su hogar a los solitarios y hace salir con
felicidad a los cautivos. R.
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu
herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste; allí se estableció tu
familia, y tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre
R
Carta a los Hebreos 12, 18-19.
22-24
Hermanos: Ustedes, en efecto, no se han acercado a
algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de
trompeta, y un estruendo tal de palabras, que aquellos que lo escuchaban no
quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado a
la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial,
a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los
primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios,
que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado
a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la
sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel. Palabra de
Dios.
Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los
principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los
invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan
a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder
que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el
que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y
así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último
lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera
que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y
así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva
será humillado, y el que se humilla será elevado.»
Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no
invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos
ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu
recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a
los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no
tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los
justos!» Palabra del Señor.
Reflexión:
Jesús lleva a repensar la vida. Un buen maestro siempre está enseñando. Como lo hemos venido notando en nuestra lectura del evangelio de Lucas en los domingos anteriores, Jesús en su camino hacia Jerusalén encontró en las diversas circunstancias de la vida cotidiana, la posibilidad de transmitir sus enseñanzas.
Lo importante es que, al interior de cada una de las esferas de la vida humana, Jesús va introduciendo la semilla del Reino que genera una verdadera revolución en las maneras de pensar y en los hábitos ya previamente establecidas por la cultura en sus diversos ámbitos. Jesús nos lleva a repensar la vida, no con simples frases de afecto sino con meditaciones profundas sobre la vida. Jesús entra en la vida cotidiana ya configurada por cada persona y su sociedad, cuestiona y propone. Y en esta dinámica hace emerger de dentro de las conciencias desnudas la fuerza renovadora del Reino, mano creadora de su Padre en medio del mundo, y del impulso arrollador del Espíritu de amor que moldea la vida según el querer de Dios.
El contexto.
Un fariseo invita a Jesús a comer. Los judíos hacían los sábados una comida
especial a medio día, al terminar la reunión en la sinagoga. Aprovechaban la
ocasión para invitar a alguna persona importante y así presumir ante los demás
invitados. Jesús era ya una persona muy conocida y discutida. Seguramente la
intención de esa invitación era comprometerle ante los demás invitados. Como
aperitivo, Jesús cura a un enfermo de hidropesía, con lo cual ya se está ganando
la oposición general (era sábado).
En el texto encontramos dos parábolas. Una se refiere al invitado, otra al anfitrión. Se trata de la relación que inicias tú y la que inicia el otro contigo. En la primera no se trata de un consejo para tener éxito, pero toma ejemplo de un sentimiento generalizado para apoyar una visión más profunda de la humildad. Jesús aconseja no buscar los honores y el prestigio ante los demás como medio de hacerse valer. Condena toda vanagloria por contraria a su mensaje. El texto conecta con el final del domingo pasado: Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
La segunda encierra un matiz diferente. No quiere decir Jesús que hacemos mal cuando invitamos a familiares o amigos. Esa actitud no es signo del amor evangélico. El amor que nos pide Jesús tiene que ir más allá del puro instinto, del interés. La demostración de que se ha entrado en la dinámica del Reino está en que se busca el bien de los demás sin esperar nada a cambio.
En ambos casos, Jesús nos propone una manera distinta
de entender las relaciones humanas. Jesús trastoca comportamientos que tenemos
por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos ayude a cambiar la
escala de valores del mundo. Ser cristiano es, sencillamente, ser diferente. No
se trata de renunciar a ser el primero. Todo lo contrario, se trata de asegurar
el primer puesto en el Reino, buscando el bien de la persona y no solo de la
parte biológica. “El que quiera ser primero que sea el último y el servidor
de todos”. Jesús no critica que queramos ser los primeros, lo que rechaza
es la manera de conseguirlo.
Una observación: “Los invitados elegían los primeros puestos”. ¿Qué hay detrás de este comportamiento? Una de las necesidades humanas es la estima. Esto se percibe en la aspiración al reconocimiento. El problema es cuando se busca ser superiores a los demás, tener posiciones más altas, estar más adelante. Esto último es lo que Jesús ve en los comensales de aquella mesa: quieren los puestos más visibles (a la cabecera de la mesa), los que indican superioridad.
Esto que sucede en las comidas formales también sucede en la convivencia humana y en todos los estratos sociales. No es fácil reconocerles a las otras personas nuestros mismos derechos y nuestro mismo valor. En esta feria de las vanidades, aparece el deseo de la afirmación personal mediante la comparación: lo nuestro es superior o mejor que lo de los otros. De esta comparación proviene un criterio errado de valoración.
Bajo la
mirada de Dios: De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que
ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción.
Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino a los otros la promoción. La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios. Esto ya lo había dicho María en el Magníficat: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lc. 1,52).
Todas estas actitudes provienen del fondo del corazón, por eso se retoma como conclusión de la parábola de la oración del fariseo y el publicano: “Todo el que se eleve será humillado; y el que se humille será elevado”.
Humanizar
la vida. Sin excluir. Una vez más, Jesús se esfuerza por
humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación
que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando
nuestra resistencia a construir ese mundo más humano y fraterno, querido
por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares,
sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a
cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar.
Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es
todo.
Somos esclavos de relaciones interesadas, y a veces no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene no excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.
Hay que vencer el exclusivismo y los prejuicios, el corazón debe ensancharse para darle espacio a todos, especialmente a los desfavorecidos, los abandonados, los que sufren, y acogerlos con amor, haciéndolos parte de nuestra propia vida. Esta es la comunión que anticipa el modo de vivir definitivo en la resurrección.
“Jesús misericordioso en vos confío” Amén
Septiembre Mes de la Biblia
¿Dónde nos podemos encontrar hoy con Dios?
Para el
cristiano la persona de Jesucristo es el centro que da sentido a su vida. Ya es
común recordar la frase del Santo Padre en Aparecida: “No se comienza a ser
cristiano, nos decía, por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida
y, con ello, una orientación decisiva” (Ap. 243). Ahora bien, la pregunta
importante es saber:
¿Dónde me encuentro hoy con Jesucristo?
Esta pregunta nos permite descubrir uno de los modos que él ha elegido para permanecer con nosotros, su Palabra, que es la Palabra de Dios.
Esta presencia de Jesucristo a través de su Palabra no tiene sólo un contenido doctrinal, sino que es para nosotros un acontecimiento que nos permite hoy entrar en comunión viva con él. La Biblia no es un libro del pasado, algo histórico, sino un acontecimiento que se hace presencia para quién la lee con un corazón abierto, este es el principio de la fe.
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte
con quien necesita más. Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más
necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro
multiplica la capacidad del amor, agranda el corazón".
¿Cuál te parece que se portó como prójimo del
hombre necesitado? (15°
domingo)
“A la escucha del maestro, como
discípulos sentados a sus pies” (16°
domingo)
“Señor
enséñanos a orar”(17° domingo)
¿Cuál es mi
verdadero tesoro? (18° domingo)
“La espera vigilante del
discípulo” (19° domingo)
“Sin fuego, no es posible” (20° domingo)
“Traten de entrar por la puerta estrecha” (21° domingo)
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: Misioneros Oblatos. J. A. Pagola. Fray marcos. Hojitas anteriores.
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis
pies y una luz en mi camino” Sal 119
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