Lecturas del 18-4-10
Hechos de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41
El Sumo Sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. íAsí quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!»
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen.»
Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús. Palabra de Dios.
Salmo 29
R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría. R.
«Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor.» Tú convertiste mi lamento en júbilo. íSeñor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente:
«El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.»
También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:
«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos.»
Los cuatro Seres Vivientes decían: «íAmén!», y los Ancianos se postraron en actitud de adoración. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 21, 1-19
Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros.»
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?»
Ellos respondieron: «No.»
El les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.» Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «íEs el Señor!»
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?»
El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
El le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras.»
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme.» Palabra del Señor.
Reflexión:
Después de la Resurrección de Jesucristo, ha llegado para los apóstoles la hora de la misión. Forma parte de la misión el que los hombres no sólo conozcan a Cristo, sino que también lo adoren como a Dios y Señor.
La narración de este domingo nos presenta dos partes diferenciadas, relacionas entre si:
La pesca milagrosa. Después de la Resurrección del Señor, los apóstoles se han ido de Jerusalén a Galilea. Están junto al lago, en el mismo lugar donde un día los encontró Jesús y los invitó a seguirle, Jesús se presenta a los apóstoles junto al lago Tiberíades, en medio de la vida ordinaria a la que ellos estaban acostumbrados. Habían dejado de ser los pescadores de hombres a que los había llamado Jesús, y tras el supuesto fracaso del Maestro habían vuelto a su oficio de siempre. Entonces Pedro decide ir a pescar y los demás le siguen. Pero aquella noche no pescaron nada.
En la madrugada se presentó Jesús en la orilla. Jesús resucitado va en busca de los suyos para fortalecerlos en la fe y en su amistad, y para seguir explicándoles la gran misión que les espera. Los discípulos no se dieron cuenta que era Jesús. Están a unos cien metros del Señor. A esa distancia no se distinguen bien los rasgos de un hombre, pero pueden oírle cuando levanta la voz y les pregunta: “¿Tienen algo de comer?” Le contestaron: “No”. “Echen la red a la derecha de la barca, y encontraran”. Y Pedro obedece. Echaron la red y no podían sacarla por la gran cantidad de peces, una pesca milagrosa; una red que es símbolo de la Iglesia y de la pesca multitudinaria que harían los seguidores de Jesús después de este encuentro, cuando vuelvan a tomar el rumbo que habían perdido.
El discípulo a quien el Señor más amaba le reconoce en el milagro de la abundancia de peces, y Pedro se siente nada delante de aquel que le encomendó una tarea específica que dejó de cumplir.
Durante toda la noche, los apóstoles por su cuenta y sin contar con la presencia del Señor, habían trabajado inútilmente, perdieron el tiempo.
Por la mañana, en cambio, con la luz, cuando Jesús está presente, cuando ilumina con su Palabra, cuando orienta su trabajo, las redes llegan repletas a la orilla.
En cada jornada nuestra ocurre lo mismo. en ausencia de Cristo, el día es noche; el trabajo se vuelve estéril. Una noche más, totalmente vacía. Nuestros esfuerzos no bastan, necesitamos a Dios para que den frutos.
Junto a Cristo, cuando le tenemos presente, los días se enriquecen. Las penas y las enfermedades, adquieren un valor que supera el dolor.
La convivencia con nuestro prójimo se vuelve, junto a Jesús un mundo de posibilidades de hacer el bien.
Nuestro drama como cristianos comienza cuando no vemos a Cristo en nuestras vidas. Cuando por falta de amor al Señor se nubla el horizonte y hacemos las cosas como si Jesús no estuviera junto a nosotros. Como si Cristo no hubiera resucitado.
Debemos pedirle siempre a María que sepamos distinguir a Jesús en los acontecimientos de todos los días. Que aprendamos a decir muchas veces, como Juan: ¡Es el Señor!. Y esto, tanto en las penas como en las alegrías, en cualquier circunstancia.
Que la Virgen nos acompañe junto a su hijo, Jesús, para que seamos siempre sus discípulos, en todos los ambientes y situaciones.
Diálogo entre Jesús y Pedro.
« ¿Me amas? » (1)
«¿Amas?... ¿Me amas?». Para siempre, hasta el final de su vida, Pedro tenía que seguir su camino acompañado de esta triple pregunta: «¿Me amas?» Y medir todas sus actividades según la respuesta que entonces había dado: cuando fue convocado ante el Sanedrín; cuando lo encarcelaron en Jerusalén, de cuya prisión no podía salir, y sin embargo, salió. Y... en Antioquia, y después más lejos todavía, de Antioquia a Roma. Y ya en Roma, cuando habiendo perseverado hasta el final de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las cuales otro le conduciría donde él no quería. Y sabía también que, gracias a la fuerza de esas palabras, en la Iglesia «los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» y que «el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar» (Hch 2,42.48)...
Pedro ya no pudo jamás desprenderse de esta pregunta: «¿Me amas?» La lleva consigo donde quiera que vaya. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones.
En medio de los nuevos pueblos y de la nuevas naciones. En medio de las lenguas y de las razas siempre nuevas. La lleva él solo, y sin embargo, nunca está solo. Otros la llevan con él... Ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han sabido y saben todavía hoy que toda su vida tiene valor y sentido sólo y exclusivamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta: «¿Amas?... ¿Me amas?». Han dado y dan su respuesta de manera total y perfecta –una respuesta heroica- o bien de manera común, ordinaria. Pero en todo caso saben que su vida, que la vida humana en general, tiene valor y sentido en la medida que es la respuesta a esta pregunta: «¿Amas?». Es tan sólo gracias a esta pregunta que la vida vale la pena ser vivida.
(1)Juan Pablo II Homilía en París el 30/05/80
Pedro es reconocido como pastor, pero bajo la condición de que acepte su definición fundamental como discípulo. Una vez reconocido como pastor, Jesús le anuncia la clase de muerte con la que glorificaría a Dios: su crucifixión en Roma. Después el Señor le reiterará su consigna favorita: “sígueme”, es decir, lo urge formalmente a ser su discípulo.
Preguntas para la meditación:
Cuando tengo problemas y dificultades: ¿tiendo a volverme hacia atrás? ¿Vivo atado al pasado?
¿Qué puede significar para mi, hoy, volver a pescar?
¿Dónde descubro hoy la presencia de Jesús resucitado?
A igual que Pedro soy invitado a renovar mi seguimiento al Señor, se me desafía ser un verdadero discípulo:
¿Qué le digo a Jesús?
¿Qué hechos concretos de mi vida, definen mi seguimiento a Cristo?
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“Te ofrezco, Señor”
"Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti.
Te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad.
Te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.
El Papa Clemente IX
Lecturas de la semana:
LUNES 19: Hechos apóstoles 6, 8-15; Sal. 118; Juan 6, 22-29.
MARTES 20: Hechos apóstoles 7, 51—8, 1a; Sal. 30; Juan 6, 30-35.
MIERCOLES 21: Hechos de los apóstoles 8, 1b-8; Sal. 65; Juan 6, 35-40
JUEVES 22: Hechos apóstoles 8, 26-40; Sal. 65; Juan 6, 44-51.
VIERNES 23 Hechos apóstoles 9, 1-20; Sal. 116; Juan 6, 51-59.
SABADO 24: Hechos apóstoles 9, 31-42; Sal. 115; Juan 6, 60-69.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria. Servicio Bíblico Latinoamericano.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
Para Compartir la Palabra de Jesús,
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Círculo Bíblico San José
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¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
domingo, 18 de abril de 2010
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