"Tiempo de Adviento"
Lecturas del 11/12/16
-Ciclo A-
Dios mío,
envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra,
que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que
pueda saborearla y comprenderla, para que tu
Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.
Amén
Lectura del libro de Isaías 35,1-6.10.
¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la
estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de
júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del
Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan
los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están
desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la
venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a
salvarlos!" Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se
destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el
desierto y torrentes en la estepa; volverán los rescatados por el Señor; y
entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetúa: los
acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán. Palabra
de Dios.
Salmo 145, R: Señor, ven a salvarnos
El
Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da
pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R
El
Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El
Señor protege a los extranjeros. R
Sustenta
al huérfano y a la viuda; el Señor ama a los justos y entorpece el camino de
los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de
las generaciones. R
Lectura de la carta de Santiago 5,7-10.
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porquela
Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los
unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la
puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que
hablaron en nombre del Señor. Palabra de Dios.
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque
Evangelio según San Mateo
11,2-11.
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan yla Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz
aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Palabra del Señor.
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Palabra del Señor.
Reflexión:
"¿Eres tú el que ha de venir?"
Emisarios de Juan Bautista. La figura de Juan Bautista, para Mateo es de especial atención.
Es probable que tenga presente los grupos de discípulos de Juan que existían en
su época, y que trate de orientar la relación que mantienen los cristianos con
esos grupos. Ante la polémica en torno a quien era mayor, si Juan o
Jesús, deja zanjada la cuestión: Juan es más que un profeta, es el precursor de
Jesús, el mensajero; pero el Mesías esperado, el que realiza los signos
anunciados por los profetas, ése es Jesús.
Distinguimos
en este texto dos partes: la respuesta a los enviados del Bautista; y la
declaración de Jesús sobre Juan.
El
comportamiento de Jesús, parece ser, no responde al ideal mesiánico de
Juan. Éste, en la cárcel por haber criticado a Herodes, al ver que las
obras de Jesús no son como él había pensado, al comprobar que decepcionaban a
sus compatriotas, que el pueblo no se convertía, que crecían los conflictos con
los jefes…, se siente débil y angustiado, y envía a dos de sus discípulos para
que pregunten directamente a Jesús si Él es el Mesías.
Es
de observar que Jesús no responde directamente a la pregunta, sino que remite a
sus obras (una historia que está a la vista de todos) y a las Escrituras.
Sus signos, contemplados a la luz de los oráculos proféticos, revelan
claramente que él es el Mesías, el que tenía que venir. Él cura al
pueblo de sus heridas, enfermedades y carencias, le da vida y anuncia la Buena Noticia a los
pobres. La respuesta de Jesús, como respuesta evangélica, orienta a Juan
y a todos los demás. Pero todos están de acuerdo con su estilo de vida,
con sus obras, con su forma de vivir el mesianismo. De ahí que el mismo
Jesús tenga que proclamar: “Y dichoso el que no se escandalice de mí”.
La
declaración de Jesús sobre Juan consta de tres preguntas dirigidas al
público. Las dos primeras tienen una respuesta negativa: Juan no es un
predicador oportunista ni un lujoso cortesano. La respuesta a la tercera
es, sin embargo, positiva: Juan es un profeta, y más que un profeta, es el
precursor del Mesías, el que tenía que prepararle el camino. La grandeza
de Juan no estriba solamente en el vigor de su carácter, en la rectitud de su
obrar, en la austeridad de su vida; está, ante todo y sobre todo, en la respuesta
a su vocación de profeta y precursor del Mesías.
Juan
es grande: no obstante, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que
él. Afirmación que no es fácil de entender pero en la que al menos una
cosa está clara: pertenecer al reino de los cielos supera cualquier otra
grandeza.
Los gestos liberadores. Las
obras que Jesús presenta a los enviados de Juan Bautista no son gestos
justicieros, sino servicio liberador a los que necesitan vida. El gesto
que mejor revela su verdadera identidad es su tarea de curar, sanar y liberar
la vida; así responde a la pregunta de Juan. Sus obras manifiestan quién
es en toda su plenitud.
No
estamos acostumbrados a descalificar o arrinconar apresuradamente cualquier
gesto de acogida, servicio personal o presencia solidaria junto a los
desvalidos, como una actitud sospechosa de reformismo, incapaz de renovar
nuestra sociedad. Pensamos con ingenuidad que el pueblo nuevo, liberado y
solidario, nacerá sólo del cambio de estructuras, de un vuelco radical, de un
nuevo orden internacional. Hay, sin embargo, ciertos seres que lo que
realmente necesitan para vivir y sentirse esperanzados, es simplemente un poco
de ternura. En el Evangelio hay una teología de la ternura que siempre es
curativa y liberadora. Se ejerce con palabras, con las manos, con los
ojos, con el corazón…, y se concreta con caricias, besos, comidas en común,
diálogos, contactos, abrazos… Son los verdaderos gestos liberadores. Si
algo caracteriza la vida de Jesús de Nazaret es u amor apasionado a la vida.
Es necesario luchar con firmeza y tenacidad contra toda forma de injusticia y
opresión, desenmascarando los mecanismos sociales que las generan. Pero
no es suficiente para liberar a los hombres y mujeres y hacer surgir el
reino de Dios. Gestos liberadores son los que cargados de ternura ofrecen
un horizonte nuevo a las personas, como los de Jesús. Sólo éstos anuncian
y hacen presente el Reino.
¡Dichoso el que no se escandalice de mí! Sería monstruoso pensar en un Dios que se acerca a los
hombres precisamente para agravar nuestra situación e impedir nuestra
felicidad. Cuando Jesús, encarnación del mismo Dios, se presenta al
Bautista lo hace como de alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para
caminar, que limpia nuestra existencia, que pone vida y Buena Noticia en
nuestras vidas. Pero el Dios de la ternura y de la vida también puede
defraudar. Hay personas que se han hecho un Dios a su imagen y
semejanza y por nada del mundo quieren desprenderse de él. El Dios
encarnado rompe sus parámetros. De ahí que el mismo Jesús dijera:
¡Dichoso el que no se escandaliza de mí!
Dios
es siempre el mismo: perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo
en la mediocridad, esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad, ternura en
la lucha, vida siempre. ¡Dichosos los que descubren que ser creyente no es
odiar la vida sino amarla, no es bloquear o mutilar nuestro ser sino
abrirlo a sus mejores posibilidades!
Elogio de Juan Bautista. Un
hombre fiel a sí mismo y a su misión. Austero, firme, lleno de coraje y esperanza.
Nada de lujoso cortesano, nada de predicador oportunista. Pero a la vez,
un hombre solo, encarcelado, sin poder ejercer su misión, con la duda en
las entrañas: “¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?”.
Este es el Juan Bautista. Éste es el precursor.
El
elogio que Jesús hace de él nos revela qué es lo que cuenta para Dios y qué es
lo que nos hace grandes en el Reino: Anunciar la Buena Noticia ,
preparar el camino del Señor. A pesar de nuestras dudas, de
nuestras carencias, de nuestros falsos o desvirtuados ideales y
esperanzas…, Jesús tiene su elogio para nosotros.
Siempre hay justificaciones. Para el que no quiere entrar en la dinámica del Reino siempre hay
excusas al alcance de la mano. Se rechaza una actitud, se critica una
propuesta y luego otra… Siempre hay motivos, justificaciones y excusas para
quien no quiere cambiar ni convertirse. Es la prueba de la falta de
sinceridad. Hoy diríamos “falta de voluntad política”, “falta de
compromiso histórico”.
Nada
convence, todo es criticable. Los signos de los tiempos pierden su
calidad de signos, pues los envolvemos en ambigüedad. La Buena Noticia pierde
garantía y es un producto más. Hemos perdido lo absoluto en las
mediaciones, y hemos hecho bien. Pero al perderlo hemos trivializado en
vez de buscar rasgos de verdad y de liberación que en ellas se nos
ofrecían.
Siempre
hay justificaciones para no sentirse interpelado, para no entrar en la dinámica
del Reino, para hacer lo que nos apetece.
"Tiempo de Adviento”.
El
tiempo de Adviento… nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza
que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. ¡Una esperanza que no decepciona
sencillamente porque el Señor no decepciona jamás! Él es fiel, Él no
decepciona. ¡Pensemos y sintamos esta belleza!
El
modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida,
es la Virgen María.
¡Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de
Dios! En su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se
ha hecho historia: Jesucristo.
Su
Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y
las mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos
guiar por Ella, que es Madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar
por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.
Nuestra
oración
Dios nuestro, Padre de la luz, tú has enviado al mundo tu Palabra,
sabiduría que sale de tu boca, Tú has querido que tu propio Hijo, Palabra eterna
que procede de ti, se hiciera carne y viviera en medio de tu pueblo.
Preparándonos a la llegada del Mesías queremos pedirte:
Que cures la ceguera de nuestra oscuridad, para que podamos ver
las circunstancias de nuestra vida como Él las ve.
Que cures la sordera de nuestro ruido, para que podamos oír su
Voz y seguirle sólo a Él.
Que cures nuestra mudez, para que podamos proclamar su Palabra
a todo el que quiera oírla.
Que cures nuestra cojera y nuestra parálisis, para que podamos
andar por el camino que nos lleva al Cielo.
Aclaración: Se han utilizado para
la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Pbro. Daniel Silva 2010 .
Lectio Divina: los Sábados 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.
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