Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 22 de febrero de 2020

“Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores”



Séptimo domingo durante el año
Lecturas 23-2-20, Ciclo A
  
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo.
No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  Yo soy el Señor.  Palabra de Dios.

Salmo 102: R. El Señor es bondadoso y compasivo.  
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.  R.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura.  R.
El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.  R.
Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles.  R.

Primera carta de Pablo a los Corintios 3, 16-23
Hermanos: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios.
En efecto, dice la Escritura: El sorprende a los sabios en su propia astucia, y además: El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos.                   
En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro.
Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios. Palabra de Dios.

Evangelio según san Mateo 5, 38-48
Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Palabra del Señor.

“Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).
Reflexión: Escuela de Valores

Continuamos a la escucha del Maestro en el Sermón de la Montaña, seguimos descubriendo qué significa ser discípulo del Señor, la enseñanza de Jesús explana poco a poco en qué consiste la vida nueva del Reino proclamada en las bienaventuranzas, cómo la semilla del Reino crece en uno y se va haciendo “sal” y “luz” en los ámbitos cotidianos de nuestra existencia. La justicia del Reino, que genera vida y fraternidad, es la que le da pleno sentido a la “Ley y los Profetas”. Jesús no vino a darle “cumplimiento” exigiendo una observancia más rigurosa sino remontándose hasta la voluntad del discípulo, hasta su corazón.                               

En el Evangelio de hoy queda claro que lo fundamental es ser “hijos en el Hijo”, es decir, que el amor cristiano no es más que la manera de ser del Padre Dios reflejado en sus hijos, así como nos lo reveló en su Hijo Jesús. En pocas palabras: “Sean hijos de vuestro Padre del cielo… Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo”. El punto es que esta “filiación” y esta “perfección” se deja conocer en la manera como enfrentamos las diferentes situaciones que nos toca vivir.

La “escuela de valores del Reino”. Como ya vimos, el primer lugar de la vida en el cual se inserta la “justicia” que proviene del Reino es el de las relaciones con los demás. Para ello, Jesús mostró cómo se ejercen las bienaventuranzas, esto es, cómo ellas nos dan criterios para reaccionar frente a dos tipos de situaciones: Cuando la iniciativa de la relación depende de uno (que leímos el domingo pasado) y cuando la iniciativa la tiene otra persona (que leemos hoy).                   
En el primer tipo de situaciones, se pusieron de relieve tres valores del Reino: la reconciliación, la fidelidad y la credibilidad. Ahora vemos, la otra cara de la moneda: cuando el asunto no depende de uno, es decir, que uno tiene buenas intenciones para restablecer la justicia (reconciliación, fraternidad, paz, etc.) pero la otra persona no. Es aquí donde la conflictividad aparece más álgida: ¿Qué hacer frente al agresor? ¿Cuál debe ser la actitud de un seguidor de Jesús, y por tanto hijo en el Hijo de Dios?                               

La reacción ante las agresiones. El primer impulso (el visceral) es el de la venganza, el del desquite, el devolver con la misma moneda la ofensa recibida.  Ya el Antiguo Testamento había llegado a admitir esta posibilidad: “Se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente” (5,38; ver Éxodo 21,24); la llamamos “la ley del talión”: a “tal” daño, “tal” respuesta.

El valor del Reino que hay que ejercer. Para Jesús, la venganza no pertenece al proceder característico del Reino de Dios. No es así como se hace justicia; por el contrario, hay que dar un nuevo paso hacia delante. La verdadera justicia no está en los empates sino en la paradójica victoria del derrotado: “No pongas resistencia al malvado”.                        

Este nuevo valor que brota de la justicia del Reino apunta a la eliminación de la violencia mediante dos caminos: primero no prolonga la violencia a través del habitual desquite; y segundo el de trabajar por la conversión del agresor. 
Enseguida Jesús enumera situaciones bien conocidas, en las cuales un discípulo se siente agredido en su integridad física, moral y sicológica. En todos esos casos puede verse cómo el agredido no devuelve la ofensa, sino que, por el contrario, afronta el problema con una actitud diferente: baja la tensión del agresor y desarma de manera no violenta la agresión. No se afronta el mal de manera pasiva sino con una actitud que corresponde al hacerle el bien al enemigo.                              

Alguien ha dicho que «los problemas que solo pueden resolverse con violencia deben ser planteados de nuevo». Y es precisamente aquí donde tiene mucho que aportar también hoy el evangelio de Jesús, no para ofrecer soluciones técnicas a los conflictos, pero sí para descubrirnos en qué actitud hemos de abordarlos.
Hay una convicción profunda en Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de odio y violencia. Al mal se le vence solo con el bien. Como decía Martin Luther King, «el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta». Jesús no se detiene a precisar si, en alguna circunstancia concreta, la violencia puede ser legítima. Más bien nos invita a trabajar y luchar para que no lo sea nunca. Por eso es importante buscar siempre caminos que nos lleven hacia la fraternidad y no hacia el fratricidio.
Amar a los enemigos no significa tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal cuando se destruye a las personas. Hay que combatir el mal, pero sin buscar la destrucción del adversario.

El Corazón del Padre como modelo que inspira la vida del discípulo. El hombre viejo acostumbra a polarizar: “mis amigos y mis enemigos; con los primeros, trato y con los otros no”. Pero resulta que Dios Padre no es así: Él “hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”. Es decir, que Dios Padre incluye a todos en su corazón. Es un amor sin límites y con capacidad de regenerar. La mención explícita del “sol” y de la “lluvia” es una referencia a las bendiciones que Dios le prodiga a los suyos: con ellas Dios mantiene y hace prosperar lo que ha creado. Que Dios ilumine y le conceda prosperidad a una persona “mala” o “injusta”, indica que –así como tampoco lo hacen el sol y la lluvia- el amor del Padre no se circunscribe a aquellos que lo aman, sino que ofrece su amor gratuitamente y sin distinciones aún a quien no se lo merece.                  
De la misma forma se comporta el discípulo con quien lo persigue y le hace daño a él y a la comunidad. Por eso Jesús cambia la frase “odiar al enemigo” por “amar al enemigo”. La manera concreta de amarlo es incluirlo en su propia vivencia del Dios Padre del Reino: “rueguen por sus perseguidores”, entonces el Dios del Reino lo transformará con sus bendiciones. Se realiza así el segundo paso en la manera de afrontar una enemistad: transformar al enemigo con el poder regenerador del Reino.    



Llevar la Palabra a nuestra vida.  La Palabra de Dios nunca nos deja indiferentes.  Es Buena Noticia engendradora de vida.  Orar es exponerse a la Palabra, sólo exponerse, Dios hará lo otro.

Aprender a ser hijos y a ser hermanos.  Es el reto de toda persona que escucha y acoge la Buena Noticia.  Reto que nos desinstala siempre.

Revisar nuestra escala de valores.  No siempre hemos construido en compañía de Jesús.  Orar es revisar nuestra escala de valores o nuestra mochila, para sentirnos ligeros de equipaje, o con yugo suave…, libres y alegres.

“La Palabra es la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre”
 (Segundo domingo después de Navidad)

(Bautismo del Señor)

“Doy testimonio que él es el  hijo de Dios”
(Segundo domingo durante el año)

“Síganme, yo los haré pescadores de hombres”
(Tercer domingo durante el año)

 (Cuarto domingo durante el año)

“Ustedes son la luz del mundo”
(Quinto domingo durante el año)

“Yo no he venido a abolir la ley, sino a dar cumplimiento”
(Sexto domingo durante el año) 

“Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica la capacidad del amor, agranda el corazón".

Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. P. Fidel Oñoro, cjm, Centro Bíblico del CELAM. J A Pagola.
Hojitas anteriores.

Círculo Bíblico San José
 “Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119

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