Lecturas del 17-04-11
Procesión:
Santo Evangelio según san Mateo 21, 1-12
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”». Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga.
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.
La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea».
Después Jesús entró en el Templo y echó a todos los que vendían y compraban allí, derribando las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas. Y les decía: «Está escrito: Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones». En el Templo se le acercaron varios ciegos y paralíticos, y él los curó. Al ver los prodigios que acababa de hacer y a los niños que gritaban en el Templo: «¡Hosana al Hijo de David!», los sumos sacerdotes y los escribas se indignaron y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». «Sí, respondió Jesús, ¿pero nunca han leído este pasaje:
De la boca de las criaturas y de los niños de pecho, has hecho brotar una alabanza?».
En seguida los dejó y salió de la ciudad para ir a Betania, donde pasó la noche. Palabra del Señor.
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios.
Salmo 21
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.» R.
San Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios
EVANGELIO: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27,1-2.11-54
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: « ¿Tú eres el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices». Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: « ¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: « ¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».
Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: « ¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». Pilato continuó: « ¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: « ¡Que sea crucificado!». Él insistió: « ¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: « ¡Que sea crucificado!».
Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos».
Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”». También lo insultaban los bandidos crucificados con él.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: « ¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!».
Reflexión:
DOMINGO DE RAMOS
Entrada triunfal en Jerusalén
La Pascua judía era y es una fiesta en la que Israel conmemoraba anualmente su liberación de Egipto. Se celebraba en primavera y congregaba en Jerusalén a miles de peregrinos israelitas venidos del resto del país y de la diáspora (=judíos dispersos en otros países). Su celebración ponía al rojo vivo las expectativas políticas del pueblo, sus ansias de liberación y su esperanza mesiánica. Era una ocasión apta para movilizaciones populares de todo tipo.
Jesús tuvo que ser muy consciente de este clima. Y aprovechó la ocasión para realizar un importante gesto profético en el mismo bastión político-religioso de sus enemigos, en Jerusalén, en su mismo corazón, que era el templo.
Tanto la entrada solemne en Jerusalén, como la entrada en el templo son gestos simbólicos altamente reveladores de su pretensión mesiánica y muy polémica. A través de ellos se presenta como Mesías y pone de manifestó la conversión que necesita de Israel
Esta pretensión de Jesús es claramente percibida por la aristocracia sacerdotal (=los jefes de los sacerdotes), que reaccionan cuestionando la autoridad de Jesús para presentarse como tal.
Estos hechos narrados son una auténtica manifestación popular, masiva y enardecida, en la que se mezclaban la más profunda fe en Dios y su Mesías liberador con sentimientos nacionalistas y políticos con los más diversos signos. No se trata, pues, de una procesión religiosa ordenada, con palmas que se agitan pacíficamente al ritmo de los cantos religiosos. Aquello fue un verdadero tumulto. Pero un tumulto con unos gestos muy significativos para comprender el mensaje y la vida de Jesús.
Jesús entra con humildad y sencillez: es una manifestación de su condición de Mesías que viene a servir. Eso es lo que significa “entrar montado en un asno” se presenta como un Mesías pacifico.
El entusiasmo del gentío se contrapone con la realidad de la ciudad de Jerusalén. Las palabras de la aclamación y los gestos realizados por la gente manifiestan que lo reconocen como Mesías, si bien no todos entienden de la misma forma a este Mesías pacifico. La palabra “Hosana” significa literalmente “¡Sálvanos, por favor!”. Con ella se pedía a Dios para la victoria.
Ante este hecho la ciudad se turba y acoge la manifestación con recelo.
El segundo gesto es el juicio. Los vendedores de animales y los cambistas eran necesarios para el desarrollo del culto. Los numerosos peregrinos que llegaban de lejos tenían que comprar los animales para ofrecer los sacrificios prescriptos, y para la ofrenda cambiar las monedas extranjeras (consideradas impuras) por monedas judías. Así Jesús con su gesto impugna el desarrollo normal y legal del culto. Más que un gesto de purificación el suyo es un gesto de ruptura, una auténtica y verdadera superación del templo y del culto. El templo era el alma y el centro del judaísmo y Jesús lo discute. Esto irrita a los responsables del culto y de la doctrina. Los jefes de los sacerdotes y los letrados no entienden que con la llegada de Jesús se inaugura el auténtico y verdadero culto y que el camino hacia Dios pasa necesariamente a través de Él.
Para reflexionar y orar…
• Reavivo la escena. Yo también participo de la manifestación. Me preparo para ella. Recuerdo los hechos liberadores y pacíficos que suceden en el mundo, y a sus autores. Aclamo a Jesús por todo ello.
• Me siento parte de una muchedumbre que experimenta la liberación. Y como muchedumbre, pueblo o comunidad participo de ella.
• Veo que gestos proféticos puedo llevar a cabo. Todos podemos hacer de nuestra vida tenga otra dimensión, asumir otro talante, otra actitud…
• Contemplo y escucho a Jesús. Veo sus gestos, dejo que resuenen sus palabras… Orar es aprender mirando, acogiendo, empapándose de todo lo que Él dice y hace.
Pbro. Daniel Silva.
LECTURAS DE LA SEMANA
Lunes 18: Is. 42, 1-7; Sal. 26; Jn. 12, 1-11.
Martes 19: Is. 49, 1-6; Sal 70; Jn. 13, 21-33. 36-38.
Miércoles 20: Is. 50, 4-9ª; Sal 68; Mt. 26, 14-25.
Jueves 21: Ex. 12, 1-8. 11-14; Sal. 115; 1Cor. 11, 23-26; Jn. 13, 1-15.
Viernes 22: Is. 52, 13—53, 12; Sal. 30; Heb. 4, 14-16; 5, 7-9; Pasión según Jn. 18, 1—19, 42.
Sábado 23: Gn. 1, 1—2, 2; Sal. 32; Gn. 22, 1-18; Sal. 15; Ex. 14, 15—15, 1ª; Sal. Ex. 15, 1-6. 17-18; Ez. 36, 17ª, 18-28; Sal. 41; Rm. 6, 3-11; Mt. 28, 1-10.
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
Sábados 17 hs.
http://miencuentroconjesus1.blogspot.com/
miencuentroconjesus@yahoo.com.ar
¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
sábado, 16 de abril de 2011
domingo, 10 de abril de 2011
Quinto Domingo de Cuaresma (A), «Yo soy la Resurrección y la Vida…
Lecturas del 10-04-11
«Yo soy la Resurrección y la Vida…
y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás.”
Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14
Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del Señor-. Palabra de Dios.
Salmo 129
R. En el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor, Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor R.
Porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
San Pablo a los cristianos de Roma 8, 8-11
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 11, 1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.» Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?» Jesús les respondió: « ¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.» Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.»
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: « ¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: « ¡Cómo lo amaba!» Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?»
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra.»
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto.» Jesús le dijo: « ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: « ¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.»
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Palabra del Señor.
Reflexión:
El relato de la resurrección de Lázaro es una gran catequesis sobre la vida y la fe en la resurrección. De todos los signos que hizo Jesús es el más importante. Constituye el último de los siete elegidos por Juan para manifestar que Jesús es más fuerte que la muerte y que su vida termina dando vida.
La primera parte, el episodio de la resurrección de Lázaro quiere mostrar que la vida comunicada por Jesús a los suyos vence la muerte y, por tanto, lleva consigo la resurrección. Se desarrolla en una comunidad de discípulos que, habiendo recibido la vida definitiva, no perciben aún su calidad. Esta falta de visión está en paralelo con una falta de comprensión del mesianismo de Jesús, no se dan cuenta del poder salvador del Mesías por estar apegados en la mentalidad del AT. Cada uno de los tres hermanos –Lázaro, María y Marta- es tipo de la comunidad en diversos aspectos. La enfermedad de Lázaro se debe a su condición humana, que lleva consigo la muerte física, pero está rodeada por el miedo a la muerte misma; este miedo es la máxima esclavitud del hombre y la raíz de todas las esclavitudes de las que viene a liberarnos Jesús. Por eso la persona se llama Lázaro (=un enfermo) como síntesis y caso limite de todos los que han aparecido en el Evangelio. En Lázaro se manifiesta la plenitud de la obra de Jesús en la humanidad enferma, mostrando hasta qué punto es poderosa la vida que Él comunica: ésta por ser definitiva, supera la muerte física y es así, ella misma, la resurrección. Marta representa a la comunidad en trance de crecer en la fe. María a la comunidad en estado de dolor.
La segunda parte vemos la reacción de las autoridades (fariseos, sacerdotes, el Sanedrín) que condenan a muerte a Jesús, el dador de vida. El conflicto, comenzando abiertamente al juicio del Evangelio llega aquí a su cenit. La actividad de Jesús es insoportable para la institución, que ve en Él un peligro y una amenaza a sus intereses.
Se delimitan así los campos y se dibuja el dilema que se presenta ante el pueblo: Jesús ha terminado su actividad como dador de vida, las autoridades, al condenarlo, manifiestan claramente su verdadera condición de agentes de muerte. El Mesías y la institución son incompatibles. El pueblo deberá optar ahora entre uno y otra. La “hora” del Mesías, que va a comenzar, será la de la decisión.
Encontramos un Jesús humano y divino a la vez. Por una parte: su conocimiento sobrehumano (conoce la muerte de Lázaro) su autoconciencia mesiánica (“Yo soy la resurrección y la vida”), su obrar milagroso; ese dejarse llamar “Señor”, “Mesías”, “Hijo de Dios” Por otra parte: sus relaciones humanas, sus amistades, sus emociones profundas, su llorar, su oración, su voz potente… El Jesús así presentado, el revelador tan humano, se encuentra en el centro de la historia con su autoafirmación: “Yo soy la resurrección y la vida”.
En un ámbito dominado por la muerte de Jesús se presenta como la resurrección y la vida. En el proyecto creador de Dios las personas no están destinadas a la muerte, sino a la vida plena y definitiva. Tal es el designio del Padre y la obra mesiánica de Jesús. El grupo de Jesús es una comunidad de hermanos y amigos en la que rigen relaciones de afecto y amor; y que está dispuesta a afrontar el máximo riesgo para ayudar a los que lo necesitan. La comunidad cristiana que aún ve en la muerte la interrupción de la vida no ha alcanzado la plenitud de la fe, por no haber comprendido la calidad de vida que Jesús comunica. El miedo a la hostilidad del mundo nace precisamente de esa falta de fe que teme morir. Jesús no elimina la muerte física, pero para quien ha recibido de él la vida, la muerte física no es más que un sueño.
Nuestra vida amenazada por las guerras, el terrorismo, la violencia, la explotación, la injusticia… frente a esta cultura de la muerte es urgente que los cristianos, los creyentes en la vida, luchemos y trabajemos por una cultura de la vida y la dignidad del hombre. Una cultura de vida marcada sobre todo en el respeto, en la tolerancia, la solidaridad y el amor fraterno.
Creer en Dios es creer en la vida. La fe en la resurrección es fe en la vida, en la esperanza que transforma el mundo con el Evangelio de la vida.
Pbro. Daniel Silva
Meditamos el evangelio:
¿Cuál es mi actitud ante la muerte, ante la resurrección?
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás»
Jesús, nos pregunta: ¿Crees esto?
¿La esperanza puesta en estas Palabras de Jesús: llena de paz mi corazón?
A una semana de la semana Santa, de la Pascua del señor, ¿cómo me estoy preparando? ¿Voy a encontrar tiempo también para mí mismo, para mi interioridad, para hacer un alto en el camino y examinar la marcha de mi vida, para hacer una revisión de mi relación con Dios?
No dudemos, Estamos a tiempo…
«Yo soy la Resurrección y la Vida…
y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás.”
Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14
Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del Señor-. Palabra de Dios.
Salmo 129
R. En el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor, Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor R.
Porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
San Pablo a los cristianos de Roma 8, 8-11
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 11, 1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.» Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?» Jesús les respondió: « ¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.» Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.»
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: « ¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: « ¡Cómo lo amaba!» Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?»
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra.»
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto.» Jesús le dijo: « ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: « ¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.»
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Palabra del Señor.
Reflexión:
El relato de la resurrección de Lázaro es una gran catequesis sobre la vida y la fe en la resurrección. De todos los signos que hizo Jesús es el más importante. Constituye el último de los siete elegidos por Juan para manifestar que Jesús es más fuerte que la muerte y que su vida termina dando vida.
La primera parte, el episodio de la resurrección de Lázaro quiere mostrar que la vida comunicada por Jesús a los suyos vence la muerte y, por tanto, lleva consigo la resurrección. Se desarrolla en una comunidad de discípulos que, habiendo recibido la vida definitiva, no perciben aún su calidad. Esta falta de visión está en paralelo con una falta de comprensión del mesianismo de Jesús, no se dan cuenta del poder salvador del Mesías por estar apegados en la mentalidad del AT. Cada uno de los tres hermanos –Lázaro, María y Marta- es tipo de la comunidad en diversos aspectos. La enfermedad de Lázaro se debe a su condición humana, que lleva consigo la muerte física, pero está rodeada por el miedo a la muerte misma; este miedo es la máxima esclavitud del hombre y la raíz de todas las esclavitudes de las que viene a liberarnos Jesús. Por eso la persona se llama Lázaro (=un enfermo) como síntesis y caso limite de todos los que han aparecido en el Evangelio. En Lázaro se manifiesta la plenitud de la obra de Jesús en la humanidad enferma, mostrando hasta qué punto es poderosa la vida que Él comunica: ésta por ser definitiva, supera la muerte física y es así, ella misma, la resurrección. Marta representa a la comunidad en trance de crecer en la fe. María a la comunidad en estado de dolor.
La segunda parte vemos la reacción de las autoridades (fariseos, sacerdotes, el Sanedrín) que condenan a muerte a Jesús, el dador de vida. El conflicto, comenzando abiertamente al juicio del Evangelio llega aquí a su cenit. La actividad de Jesús es insoportable para la institución, que ve en Él un peligro y una amenaza a sus intereses.
Se delimitan así los campos y se dibuja el dilema que se presenta ante el pueblo: Jesús ha terminado su actividad como dador de vida, las autoridades, al condenarlo, manifiestan claramente su verdadera condición de agentes de muerte. El Mesías y la institución son incompatibles. El pueblo deberá optar ahora entre uno y otra. La “hora” del Mesías, que va a comenzar, será la de la decisión.
Encontramos un Jesús humano y divino a la vez. Por una parte: su conocimiento sobrehumano (conoce la muerte de Lázaro) su autoconciencia mesiánica (“Yo soy la resurrección y la vida”), su obrar milagroso; ese dejarse llamar “Señor”, “Mesías”, “Hijo de Dios” Por otra parte: sus relaciones humanas, sus amistades, sus emociones profundas, su llorar, su oración, su voz potente… El Jesús así presentado, el revelador tan humano, se encuentra en el centro de la historia con su autoafirmación: “Yo soy la resurrección y la vida”.
En un ámbito dominado por la muerte de Jesús se presenta como la resurrección y la vida. En el proyecto creador de Dios las personas no están destinadas a la muerte, sino a la vida plena y definitiva. Tal es el designio del Padre y la obra mesiánica de Jesús. El grupo de Jesús es una comunidad de hermanos y amigos en la que rigen relaciones de afecto y amor; y que está dispuesta a afrontar el máximo riesgo para ayudar a los que lo necesitan. La comunidad cristiana que aún ve en la muerte la interrupción de la vida no ha alcanzado la plenitud de la fe, por no haber comprendido la calidad de vida que Jesús comunica. El miedo a la hostilidad del mundo nace precisamente de esa falta de fe que teme morir. Jesús no elimina la muerte física, pero para quien ha recibido de él la vida, la muerte física no es más que un sueño.
Nuestra vida amenazada por las guerras, el terrorismo, la violencia, la explotación, la injusticia… frente a esta cultura de la muerte es urgente que los cristianos, los creyentes en la vida, luchemos y trabajemos por una cultura de la vida y la dignidad del hombre. Una cultura de vida marcada sobre todo en el respeto, en la tolerancia, la solidaridad y el amor fraterno.
Creer en Dios es creer en la vida. La fe en la resurrección es fe en la vida, en la esperanza que transforma el mundo con el Evangelio de la vida.
Pbro. Daniel Silva
Meditamos el evangelio:
¿Cuál es mi actitud ante la muerte, ante la resurrección?
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás»
Jesús, nos pregunta: ¿Crees esto?
¿La esperanza puesta en estas Palabras de Jesús: llena de paz mi corazón?
A una semana de la semana Santa, de la Pascua del señor, ¿cómo me estoy preparando? ¿Voy a encontrar tiempo también para mí mismo, para mi interioridad, para hacer un alto en el camino y examinar la marcha de mi vida, para hacer una revisión de mi relación con Dios?
No dudemos, Estamos a tiempo…
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