Segundo domingo después de Navidad, Lecturas 3-1-21, Ciclo B
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Libro del Eclesiástico 24, 1-2.
8-12
La Sabiduría hace
el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo, abra la boca en la
asamblea del Altísimo y se gloría delante de su
Poder.
El Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar
mi carpa, él me dijo: «Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel.»
El me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los
siglos no dejaré de existir. Ante él, ejercí
el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión; él me hizo
reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi
autoridad. Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor,
en su herencia. Palabra de Dios.
Salmo 147, R. La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Glorifica al
Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! El reforzó los cerrojos
de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
El asegura la paz
en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. Envía su
mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente. R.
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
Carta de Pablo a los Efesios 1,
3-6. 15-18
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, doy gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis oraciones. Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos. Palabra de Dios.
Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio
existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron
hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
medio de él. Él no era la luz,
sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que,
al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el
mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les
dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la
sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su
gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que
viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.» De su plenitud,
todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque
la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado
por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el
Dios Hijo único, que está en el seno del Padre. Palabra del
Señor.
Reflexión
El tiempo navideño, es una gradual manifestación del Misterio de la Encarnación, que comienza la noche de Navidad en donde el Niño es presentado a los hombres (incluidos los pobres), de ayer y de hoy, culminando con la fiesta del Bautismo del Señor en donde el Dios, comunidad de amor Trinitario, revela la misión de Jesús. En ese contexto el segundo domingo de Navidad nos muestra la identidad profunda de Jesús, poéticamente expresado por el Prólogo del Evangelio de Juan. Hoy la Palabra de Dios nos invita a contemplar lo profundo e invisible del misterio de Dios hecho hombre.
«El Verbo se hizo carne y habitó entre …». ¿De qué se trata propiamente? ¿Qué es lo que pretende decirnos la iglesia para el día de navidad y, partiendo de ahí, para todo el año, y, en fin, de cuentas, para nuestra vida…? Este evangelio corresponde, desde los tiempos más antiguos, a la liturgia de la navidad, porque contiene la frase que nos ofrece la causa y el motivo de nuestra alegría, el contenido propio de la fiesta: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).
En la navidad no celebramos el día del natalicio de un hombre grande cualquiera, como los hay muchos. Tampoco celebramos simplemente el misterio de la infancia o de la condición de niño. Ciertamente, lo puro y lo abierto del niño nos hace esperar, nos proporciona esperanza. Nos da ánimos para contar con nuevas posibilidades del hombre.… Por eso es tan importante observar que aquí ha ocurrido algo más: El Verbo se hizo carne.
Aquí sucedió lo impensable y, sin embargo, también lo siempre esperado: Dios vino a habitar entre nosotros. Él se unió tan inseparablemente con el hombre, que este hombre es efectivamente Dios de Dios, luz de luz y a la vez sigue siendo verdadero hombre. Así vino a nosotros efectivamente el eterno sentido del mundo de tal forma que se le puede contemplar e incluso tocar (cf. 1 Jn 1,1). Pues lo que Juan denomina «la Palabra» o «el Verbo», significa en griego al mismo tiempo algo así como el sentido.
A muchos hombres, tal vez nos parece esto demasiado hermoso para que sea verdadero. Aquí se nos dice: sí, existe un sentido. Y el sentido no es una protesta impotente contra lo que carece de sentido. El sentido tiene poder. Es Dios, y Dios es bueno. Dios no es un ser sublime y alejado, al cual nunca se puede llegar. Se halla totalmente próximo, al alcance de la voz, y se le puede alcanzar siempre. Él tiene tiempo para mí, tanto tiempo que hubo de yacer en un portal y que permanece siempre como hombre.
El rostro humano
de Dios. ¿Cómo redescubrir con fe renovada el misterio que se
encierra en Jesús? ¿Cómo recuperar su novedad única e irrepetible? ¿Cómo
dejarnos sacudir por sus palabras de fuego? El prólogo del evangelio de Juan
nos recuerda algunas convicciones cristianas de suma
importancia.
En Jesús ha ocurrido algo desconcertante. Juan lo dice con términos muy
cuidados: «la Palabra de Dios se ha hecho carne». No se ha quedado en silencio
para siempre. Dios se nos ha querido comunicar, no a través de revelaciones o
apariciones, sino encarnándose en la humanidad de Jesús. No se ha
"revestido" de carne, no ha tomado la "apariencia" de un
ser humano. Dios se ha hecho realmente carne débil, frágil y vulnerable como la
nuestra.
Los cristianos no creemos en un Dios aislado e inaccesible, encerrado en su Misterio impenetrable. Nos podemos encontrar con él en un ser humano como nosotros. Para relacionarnos con él, no hemos de salir de nuestro mundo. No hemos de buscarlo fuera de nuestra vida. Lo encontramos hecho carne en Jesús. Esto nos hace vivir la relación con él con una profundidad única e inconfundible. Jesús es para nosotros el rostro humano de Dios. En sus gestos de bondad se nos va revelando de manera humana cómo es y cómo nos quiere Dios. En sus palabras vamos escuchando su voz, sus llamadas y sus promesas. En su proyecto descubrimos el proyecto del Padre.
Todo
esto lo hemos de entender de manera viva y concreta. La sensibilidad de Jesús
para acercarse a los enfermos, sanar sus males y aliviar su sufrimiento, nos
descubre cómo nos mira Dios cuando nos ve sufrir, y cómo nos quiere ver actuar
con los que sufren. La acogida amistosa de Jesús a pecadores, prostitutas e
indeseables nos manifiesta cómo nos comprende y perdona, y cómo nos quiere ver
perdonar a quienes nos ofenden.
Por eso dice Juan que Jesús está «lleno de gracia y de verdad». En él nos
encontramos con el amor gratuito y desbordante de Dios. En él acogemos su amor
verdadero, firme y fiel. En estos tiempos en que no pocos creyentes viven su fe
de manera perpleja, sin saber qué creer ni en quién confiar, nada hay más
importante que poner en el centro de las comunidades cristianas a Jesús como
rostro humano de Dios.
Los tres muros*
Tiempo de Adviento
Primer domingo de adviento:
“Tengan cuidado y estén prevenidos”
“Preparen el camino del Señor…”
” Testigos de la
Luz”
“Alégrate, llena de
gracia, el señor está contigo”
Tiempo de navidad
Natividad de Señor
“Gloria a Dios en
las alturas y en la tierra, paz a los hombres amados por él”
“El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría”
“Y la Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros.”
Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Hojitas anteriores. Centro Bíblico del CELAM. Misioneros Oblatos o.cc.ss. J. A. Pagola
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una
lámpara a mis pies y una luz
en mi camino” Sal 119