Lecturas del 19/04/09 –Ciclo B–
2° Domingo de Pascua
“De la Divina Misericordia”
Lectura Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades. Palabra de Dios.
SALMO 117
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón:
íes eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.
Me empujaron con violencia para derribarme, pero el Señor vino en mi ayuda. El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos. R.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
Lectura primera carta apóstol san Juan 5, 1-6
Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «íLa paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: «íSeñor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ÍFelices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre. Palabra del Señor.
Reflexión:
A solo siete días de haber celebrado la Resurrección del Señor, en la fiesta que alcanza la cumbre de nuestra fe de cristianos, las tres lecturas de la misa de hoy nos presentan hechos y acontecimientos vividos por la primera comunidad de la Iglesia, inmediatamente después de la Resurrección de Jesús de entre los muertos.
Los hechos de los apóstoles nos narran el ambiente de la primera comunidad cristiana. Una comunidad donde había comunión de pensamientos y sentimientos; una comunidad donde había una íntima preferencia por el prójimo y, sobre todo, una comunidad que daba testimonio de la Resurrección del Señor. La primera lectura de san Juan escrita hacia el final del primer siglo, cuando ya la comunidad cristiana había atravesado por diversas y dolorosas pruebas, hace presente que “quien ha nacido de Dios”, es decir, el que tiene fe, ha vencido al mundo. Para vencer al mundo hay que creer en el Hijo de Dios. El evangelio nos expone la fe todavía incrédula de Tomás y su paso a una confesión magnífica de la divinidad del Señor. Vemos en las lecturas de hoy que la “fe en Jesús resucitado” guía nuestra meditación.
El texto de este domingo tiene tres partes bien diferenciadas pero profundamente conectadas entre sí.
1. Jesús se aparece a sus discípulos en una casa.
2. Incredulidad de Tomás y respuesta de Jesús.
3. Motivo por el cual se escribió el Evangelio de Juan.
En la primera parte vemos otra vez la realidad de la oscuridad-tiniebla tan presente en el Evangelio de Juan. Es de noche y los discípulos se reúnen con las puertas bien cerradas por temor a los judíos. En este contexto irrumpe Jesús dando el saludo tradicional de bendición y paz. No se trata de un simple saludo “protocolar”, formal o de un deseo para los destinatarios. Jesús como Mesías Resucitado realmente pueda darles a sus discípulos la bendición y la paz para sus vidas. Luego de esto realiza un gesto llamativo: muestra sus heridas. ¿Por qué hace esto Jesús? Quiere marcar con claridad que es Él mismo, que no es un “fantasma”. Hay continuidad entre el Jesús de la historia y el Cristo resucitado. Es la misma persona que ahora está plenamente glorificado. Repite el saludo mesiánico y con la fuerza de la Pascua envía a sus discípulos a la misión. Así como Él fue enviado por el Padre, ahora Cristo envía a los suyos para que continúen su misión en el mundo. Para cumplir la misión necesitarán una fuerza especial: la del Espíritu Santo.
El Señor “sopla” y reciben el Espíritu. Y les da una última recomendación: perdonen a los pecadores así Dios los perdonará a ellos y a todos que somos de una u otra forma también pecadores.
En la segunda parte del relato aparece en escena Tomás. Este discípulo no estaba con los otros cuando se apareció el Señor. Cuando sus hermanos le cuentan que han visto al Señor, Él los desafía diciendo que no creerá nada hasta que vea “físicamente” o haga “experiencia sensible” de la resurrección del Señor. A la semana siguiente Jesús se aparece y Tomás está con los hermanos en la comunidad. El Señor responde al desafío de Tomás invitándolo a ver y tocar directamente las heridas del Resucitado. También lo incita a ser un hombre de fe: a no dudar y creer. Lo interesante es que Tomás va a hacer profesión de fe, ante el misterio de Dios que redescubre en su vida, dirá esa frase tan profunda “Señor mío y Dios mío”.
Tomás hizo una experiencia maravillosa: “logró tocar a Cristo”, logró sentirlo cerca de su propia vida, cerca de sus afanes, cerca de su misión. Tomás comprendió que aquél que estaba de frente a Él, no era un simple hombre: era el Verbo de Dios encarnado. Era Cristo mismo que había resucitado y no moría más. Evidentemente esta experiencia es necesaria para asumir un compromiso cristiano: quien no comprende quién es Cristo y qué ha hecho por él, no puede comprometerse realmente. Su fe será siempre una cuestión periférica. Pero quien se sabe salvado de la muerte eterna, de la “segunda muerte”, de la perdición eterna, no se puede sino “cantar las misericordias de Dios” que nos amó cuando éramos pecadores y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
Y así, Tomás no pudo quedar igual después de la experiencia de Cristo. Salió como un apóstol convencido, salió del cenáculo para anunciar a Cristo a sus hermanos.
Los últimos dos versículos del relato nos cuentan que los hechos de Jesús fueron muchos y que por eso no están todos relatados en el Evangelio. Sin embargo, lo que está escrito tiene un objetivo fundamental: creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y así tener vida eterna.
Para iluminar nuestra reflexión podemos tomar un texto del Documento de Aparecida 18:
Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo Resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos y a cada una de sus personas.
Está presente la fe en Jesucristo, el seguimiento, la misión de contar a los demás… todo bajo la luz del Resucitado.
Preguntas para la meditación
¿Qué cosas de este mundo me provocan miedo, cerrando las puertas de mi vida, de mi corazón, y no dejándome creer en Dios?
¿Ante la buena nueva de Jesús Resucitado cómo respondo? Como el primer Tomás: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos…..» O como el “segundo” Tomás y decir con él: “Señor mío y Dios mío” (o “Tú eres mi dueño y mi Dios”)?
Para mucha gente es como si Cristo estuviera muerto, porque apenas significa algo para ellos. Casi no cuenta en sus vidas. Y esta gente necesita recibir la buena noticia de la resurrección del Señor. Nos toca a nosotros dar el mismo testimonio que dieron los apóstoles y los primeros discípulos. Nuestra fe en Cristo resucitado, ¿nos impulsa a pregonar a nosotros también que el Señor hoy vive?
Algunas frases del evangelio para meditar
• “¡Qué Dios los bendiga y les de paz!
• “Reciban el Espíritu Santo…
• “¡Hemos visto al Señor!”
• “¡Señor mío y Dios mío!”
• “¡Felices los que creen sin haberme visto!”
ORACIÓN: ¿Qué le digo?
Oración de San Francisco de Asís:
Señor, haz de mí, un instrumento de tu paz.
Allí donde haya odio que yo ponga amor;
Allí donde haya discordia que yo ponga unión;
Allí donde haya error que yo ponga verdad;
Allí donde haya duda que yo ponga fe;
Allí donde haya desesperación que yo ponga esperanza;
Allí donde haya tinieblas que yo ponga luz;
Allí donde haya tristeza que yo ponga alegría.
Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar; en ser comprendido como en comprender; en ser amado como en amar. Porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo, se resucita a la Vida. Amén
Lecturas de la semana:
LUNES 20: Hechos apóstoles 4, 23-31; Salmo 2; Juan 3, 1-8.
MARTES 21: Hechos apóstoles 4, 32-37; Sal 92; Juan 3, 7b-15.
MIERCOLES 22: Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Salmo 33; Juan 3, 16-21.
JUEVES 23: Hechos apóstoles 5, 27-33; Salmo 33; Juan 3, 31-36.
VIERNES 24: Hechos apóstoles 5, 34-42; Salmo 26; Juan 6, 1-15.
SABADO 25: Primera carta San Pedro 5, 5b-14; Salmo 88; Marcos 16, 15-20.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona, frp.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José
¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
sábado, 18 de abril de 2009
domingo, 12 de abril de 2009
Lecturas de santas Pascuas de Resurrección
Lecturas del 12/04/09 –Ciclo B–
Santas Pascuas de Resurrección
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.
Salmo 117
R. Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-4
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Palabra de Dios.
SECUENCIA
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.
Lectura santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
Reflexión
¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos.
¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha cumplido su promesa.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
María Magdalena va a la tumba de Jesús. No sabemos qué la motiva, pero no pareciera que tiene una fe profunda en la resurrección dado que se alarma profundamente cuando percibe que la piedra que tapaba la tumba está removida. Es más, comenta a los otros dos discípulos que se han llevado al Señor y no sabe dónde lo han puesto. Es interesante que las palabras de María con respecto a la incertidumbre están en plural: “no sabemos dónde lo habrán puesto”. Tal vez fue con otras mujeres como relatan los otros evangelios o, tal vez, aquí se presenta simbólicamente la preocupación de toda la primitiva comunidad cristiana que ante la muerte de su Señor y la realidad del sepulcro vacío, se pregunta sin esperanza en la resurrección, ¿dónde está el Señor?…
Se acerca a otros discípulos para encontrar respuestas, para encontrar sentido a sus búsquedas…
Pedro y Juan salen corriendo y llega primero el discípulo a quien Jesús amaba. Mira, ve las vendas pero no entra. Luego llega Simón Pedro, entra y ve las vendas y la tela que le envolvía la cabeza a Jesús (sudario). Luego entra Juan y nos dice literalmente el evangelista que “vio y creyó”.
¿Qué es lo verdaderamente asombroso de esto? Que Juan cree, tiene fe, acepta la resurrección de Jesús sin necesidad de que el Señor Resucitado se le aparezca aún. El discípulo amado cree al ver los signos de la resurrección.
Aquí hay una clave muy interesante para nosotros hoy, aprender a ver los signos de la resurrección en la vida, en nuestras vidas. Es interesante notar que éste “vio y creyó” el del discípulo amado antecede al episodio de Tomás que compartiremos el próximo domingo. Tomás desafiará a sus hermanos diciéndoles de entrada que no creerá en Jesús resucitado hasta que no vea las marcas de los clavos en sus manos, meta su dedo en ellas y ponga su mano en la herida del costado. Contrastan claramente las dos perspectivas diferentes de estos dos discípulos del Señor.
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía. El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo
“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados”
Mensaje de Pascua 2009 de Mons. Rubén Oscar Frassia
Obispo diócesis de Avellaneda Lanús
Estamos celebrando el misterio central de nuestra fe: Cristo se ofreció al Padre, como víctima obediente aceptó ser crucificado, muriendo resucitó para vencer al pecado y a la muerte. Vemos así como la lógica de Dios supera y trasciende nuestra manera común de pensar y de sentir, más allá de lo humanamente imaginable. Por amor, por pura gratuidad, por misericordia, Él comparte con nosotros su vida eterna.
Por el misterio pascual de Jesús somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. Ya no somos simples espectadores, sino protagonistas y colaboradores de esta acción sagrada y salvífica. La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.
Hay que descubrirlo. Hay que sorprenderse. La gratuidad nos supera ampliamente. Es por esta razón que ya no podemos encontrar excusas que justifiquen nuestra mediocridad, el conformismo y la cobardía, la injusticia y el pecado.
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13)
Por esta razón aprendamos a vivir solo de su Amor. Es la vocación suprema del hombre. A su amor, respondamos con su mismo amor. Sin límites. Vivir como resucitados abre para nosotros un estupendo programa de vida que implica:
1.- cultivo de la verdad: pensar la verdad, honrar la verdad, decir la verdad y realizar la verdad sin reducirla, como pasa tantas veces hoy, al propio interés, a la propia necesidad o a la propia comodidad. La pérdida de la verdad no solo nos lleva a vivir una vida disociada, sino al adormecimiento de la conciencia, cosa que es mucho peor.
2.- La libertad: hemos sido redimidos al precio de la sangre de Cristo. Debemos vivir libres de toda esclavitud. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, debemos desarrollarla y aplicarla a todos los campos de la existencia.
3.- El gozo y la paz: El Señor nos dice: “No tengan miedo, Yo estoy con Ustedes y les dejo mi paz.” En el mundo tendrán que sufrir. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo”(Jn.16.33)-
Hoy estamos perdiendo el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la vida como don de Dios. Hemos perdido el gozo de las cosas simples. ¿No nos damos cuenta, acaso, que la seducción del consumismo, nos conduce al hartazgo, a la pérdida del auténtico sentido de las cosas, de allí, para instalarnos finalmente en el agobio, la angustia y el desinterés?
Esta es la Pascua. El Señor está vivo, ha resucitado. Quiere ahora, que nosotros vivamos como resucitados. Es decir volver al amor, al servicio, a la verdad, al ejercicio responsable de la libertad, al gozo y la paz de nuestra vida que así vale la pena ser vivida.
¡Felices Pascuas para todos querida Comunidad de Avellaneda-Lanús!
Lecturas de la semana:
LUNES 13: Hechos apóstoles 2, 14.22-32; Salmo 15; Mateo 28, 8-15.
MARTES 14: Hechos apóstoles 2, 36-41; Sal 32; Juan 20, 11-18.
MIERCOLES 15: Hechos de los apóstoles 3, 1-8.10; Salmo 104; Lucas 24, 13-35
JUEVES 16: Hechos apóstoles 3, 11-26; Salmo 8; Lucas 24, 35-48.
VIERNES 17: Hechos apóstoles 4, 1-12; Salmo 117; Juan 21, 1-14.
SABADO 18: Hechos apóstoles 4, 13; Salmo 117; Marcos 16, 9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona, frp.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José
“¡Felices Pascuas, Cristo está vivo, no está muerto, ha resucitado!, que todos vivamos con ese espíritu de resurrección” Santo Padre Benedicto XVI
Santas Pascuas de Resurrección
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.
Salmo 117
R. Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-4
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Palabra de Dios.
SECUENCIA
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.
Lectura santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
Reflexión
¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos.
¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha cumplido su promesa.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
María Magdalena va a la tumba de Jesús. No sabemos qué la motiva, pero no pareciera que tiene una fe profunda en la resurrección dado que se alarma profundamente cuando percibe que la piedra que tapaba la tumba está removida. Es más, comenta a los otros dos discípulos que se han llevado al Señor y no sabe dónde lo han puesto. Es interesante que las palabras de María con respecto a la incertidumbre están en plural: “no sabemos dónde lo habrán puesto”. Tal vez fue con otras mujeres como relatan los otros evangelios o, tal vez, aquí se presenta simbólicamente la preocupación de toda la primitiva comunidad cristiana que ante la muerte de su Señor y la realidad del sepulcro vacío, se pregunta sin esperanza en la resurrección, ¿dónde está el Señor?…
Se acerca a otros discípulos para encontrar respuestas, para encontrar sentido a sus búsquedas…
Pedro y Juan salen corriendo y llega primero el discípulo a quien Jesús amaba. Mira, ve las vendas pero no entra. Luego llega Simón Pedro, entra y ve las vendas y la tela que le envolvía la cabeza a Jesús (sudario). Luego entra Juan y nos dice literalmente el evangelista que “vio y creyó”.
¿Qué es lo verdaderamente asombroso de esto? Que Juan cree, tiene fe, acepta la resurrección de Jesús sin necesidad de que el Señor Resucitado se le aparezca aún. El discípulo amado cree al ver los signos de la resurrección.
Aquí hay una clave muy interesante para nosotros hoy, aprender a ver los signos de la resurrección en la vida, en nuestras vidas. Es interesante notar que éste “vio y creyó” el del discípulo amado antecede al episodio de Tomás que compartiremos el próximo domingo. Tomás desafiará a sus hermanos diciéndoles de entrada que no creerá en Jesús resucitado hasta que no vea las marcas de los clavos en sus manos, meta su dedo en ellas y ponga su mano en la herida del costado. Contrastan claramente las dos perspectivas diferentes de estos dos discípulos del Señor.
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía. El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo
“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados”
Mensaje de Pascua 2009 de Mons. Rubén Oscar Frassia
Obispo diócesis de Avellaneda Lanús
Estamos celebrando el misterio central de nuestra fe: Cristo se ofreció al Padre, como víctima obediente aceptó ser crucificado, muriendo resucitó para vencer al pecado y a la muerte. Vemos así como la lógica de Dios supera y trasciende nuestra manera común de pensar y de sentir, más allá de lo humanamente imaginable. Por amor, por pura gratuidad, por misericordia, Él comparte con nosotros su vida eterna.
Por el misterio pascual de Jesús somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. Ya no somos simples espectadores, sino protagonistas y colaboradores de esta acción sagrada y salvífica. La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.
Hay que descubrirlo. Hay que sorprenderse. La gratuidad nos supera ampliamente. Es por esta razón que ya no podemos encontrar excusas que justifiquen nuestra mediocridad, el conformismo y la cobardía, la injusticia y el pecado.
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13)
Por esta razón aprendamos a vivir solo de su Amor. Es la vocación suprema del hombre. A su amor, respondamos con su mismo amor. Sin límites. Vivir como resucitados abre para nosotros un estupendo programa de vida que implica:
1.- cultivo de la verdad: pensar la verdad, honrar la verdad, decir la verdad y realizar la verdad sin reducirla, como pasa tantas veces hoy, al propio interés, a la propia necesidad o a la propia comodidad. La pérdida de la verdad no solo nos lleva a vivir una vida disociada, sino al adormecimiento de la conciencia, cosa que es mucho peor.
2.- La libertad: hemos sido redimidos al precio de la sangre de Cristo. Debemos vivir libres de toda esclavitud. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, debemos desarrollarla y aplicarla a todos los campos de la existencia.
3.- El gozo y la paz: El Señor nos dice: “No tengan miedo, Yo estoy con Ustedes y les dejo mi paz.” En el mundo tendrán que sufrir. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo”(Jn.16.33)-
Hoy estamos perdiendo el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la vida como don de Dios. Hemos perdido el gozo de las cosas simples. ¿No nos damos cuenta, acaso, que la seducción del consumismo, nos conduce al hartazgo, a la pérdida del auténtico sentido de las cosas, de allí, para instalarnos finalmente en el agobio, la angustia y el desinterés?
Esta es la Pascua. El Señor está vivo, ha resucitado. Quiere ahora, que nosotros vivamos como resucitados. Es decir volver al amor, al servicio, a la verdad, al ejercicio responsable de la libertad, al gozo y la paz de nuestra vida que así vale la pena ser vivida.
¡Felices Pascuas para todos querida Comunidad de Avellaneda-Lanús!
Lecturas de la semana:
LUNES 13: Hechos apóstoles 2, 14.22-32; Salmo 15; Mateo 28, 8-15.
MARTES 14: Hechos apóstoles 2, 36-41; Sal 32; Juan 20, 11-18.
MIERCOLES 15: Hechos de los apóstoles 3, 1-8.10; Salmo 104; Lucas 24, 13-35
JUEVES 16: Hechos apóstoles 3, 11-26; Salmo 8; Lucas 24, 35-48.
VIERNES 17: Hechos apóstoles 4, 1-12; Salmo 117; Juan 21, 1-14.
SABADO 18: Hechos apóstoles 4, 13; Salmo 117; Marcos 16, 9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona, frp.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José
“¡Felices Pascuas, Cristo está vivo, no está muerto, ha resucitado!, que todos vivamos con ese espíritu de resurrección” Santo Padre Benedicto XVI
Lecturas de la VIGILIA PASCUAL
Lecturas del 11/04/09 - ciclo B- Vigilia Pascual
“Jesús de Nazaret, el Crucificado.
Ha resucitado”
Lectura del libro del Génesis 1, 1-2, 2
Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. Entonces Dios dijo: «Que exista la luz.» Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.
Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas.» Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día.
Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme.» Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro.» Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día.
Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra.» Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros -el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche- y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.
Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo.» Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra.» Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie.» Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno.
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde.» Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido. Palabra de Dios.
Salmo 103 R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. R.
Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: ¡no se moverá jamás! El océano la cubría como un manto, las aguas tapaban las montañas. R.
Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas. Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas. R.
Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva. R.
¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! ¡Bendice al Señor, alma mía! R.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-18
Dios puso a prueba a Abraham «¡Abraham!», le dijo.
El respondió: «Aquí estoy.» Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré.»
A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes.»
Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos.
Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!»
El respondió: «Sí, hijo mío.» «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?»
«Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.
Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!» «Aquí estoy», respondió él.
Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único.»
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá.»
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor- : porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz.» Palabra de Dios.
Cantamos Salmo 9 “Prueben que bueno es el Señor”
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1
Después el Señor dijo a Moisés: «¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.»
El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de adelante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad.
Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto.»
El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros.»
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor.
Salmo Ex 15 R. Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria.
«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros. El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. R.
El Señor es un guerrero, su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. R.
El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar. Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo. R.
Tú llevas a tu pueblo, y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. ¡El Señor reina eternamente!» R.
Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28
La palabra del Señor me llegó en estos términos.
Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones: su conducta era ante mí como la impureza de una mujer en su menstruación. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: «Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país.» Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido.
Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor : Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.
Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.
Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Palabra de Dios.
Cantamos el Salmo 18
Carta. ap san Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-11
Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Palabra de Dios.
Salmo 117 R. Aleluia, aleluia, aleluia.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
Santo Evangelio según san Marcos 16, 1 – 8
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. Palabra del Señor
Círculo Bíblico San José
“Jesús de Nazaret, el Crucificado.
Ha resucitado”
Lectura del libro del Génesis 1, 1-2, 2
Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. Entonces Dios dijo: «Que exista la luz.» Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.
Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas.» Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día.
Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme.» Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro.» Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día.
Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra.» Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros -el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche- y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.
Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo.» Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra.» Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie.» Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno.
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo.» Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde.» Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido. Palabra de Dios.
Salmo 103 R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. R.
Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: ¡no se moverá jamás! El océano la cubría como un manto, las aguas tapaban las montañas. R.
Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas. Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas. R.
Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva. R.
¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! ¡Bendice al Señor, alma mía! R.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-18
Dios puso a prueba a Abraham «¡Abraham!», le dijo.
El respondió: «Aquí estoy.» Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré.»
A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes.»
Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos.
Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!»
El respondió: «Sí, hijo mío.» «Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?»
«Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.
Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!» «Aquí estoy», respondió él.
Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único.»
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se proveerá.»
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor- : porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz.» Palabra de Dios.
Cantamos Salmo 9 “Prueben que bueno es el Señor”
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1
Después el Señor dijo a Moisés: «¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.»
El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de adelante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad.
Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto.»
El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros.»
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor.
Salmo Ex 15 R. Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria.
«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros. El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. R.
El Señor es un guerrero, su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. R.
El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar. Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo. R.
Tú llevas a tu pueblo, y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. ¡El Señor reina eternamente!» R.
Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28
La palabra del Señor me llegó en estos términos.
Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones: su conducta era ante mí como la impureza de una mujer en su menstruación. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: «Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país.» Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido.
Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor : Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.
Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.
Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Palabra de Dios.
Cantamos el Salmo 18
Carta. ap san Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-11
Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Palabra de Dios.
Salmo 117 R. Aleluia, aleluia, aleluia.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
Santo Evangelio según san Marcos 16, 1 – 8
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. Palabra del Señor
Círculo Bíblico San José
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