Lecturas del 14 - 08 – 16 – Ciclo C –
Libro de Jeremías 38,3-6.8-10.
Así habla el Señor: Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y este la tomará". Los jefes dijeron al rey: "Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia".
El rey Sedecías respondió: "Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes".
Así habla el Señor: Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y este la tomará". Los jefes dijeron al rey: "Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia".
El rey Sedecías respondió: "Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes".
Entonces
ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey,
que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe
no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el
barro.
Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: "Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad".
El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre Cusa: "Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera". Palabra de Dios
Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: "Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad".
El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre Cusa: "Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera". Palabra de Dios
Salmo 39
R. Señor, ven
pronto a socorrerme.
Esperé confiadamente en el
Señor, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R
Me sacó de la fosa infernal,
del barro cenagoso; afianzo mis pies sobre la tierra y afirmó mis
pasos. R
Puso en mi boca un canto
nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos al ver esto temerán
y pondrán su confiarán en el Señor. R
Yo soy pobre y miserable,
pero el Señor piensa en mí, tu eres mi ayuda y mi libertador, no tardes Dios
mío!. R
Carta a los Hebreos 12,1-4.
Hermanos, ya que estamos
rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos
estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos
resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en
el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo
que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está
sentado a la derecha del trono de Dios.
Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
Después
de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta
derramar su sangre. Palabra de Dios
Evangelio según San Lucas 12,49-53.
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera
ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente !
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente !
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Palabra
del Señor.
Dios mio, abre mi
espíritu y dame inteligencia, en vano leeré o escucharé tu Palabra si Tú no
haces que penetre en mi corazón. Concédeme
ardor para buscarla, docilidad para aceptarla y fidelidad para cumplirla. Amén
Reflexión
Ser «instrumentos de su paz» quiere decir «vencer al mal con el bien» Hay una expresión de Jesús en el Evangelio que
llama nuestra atención y exige ser comprendida adecuadamente. Mientras se
dirige hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en la cruz, Cristo confía a
sus discípulos: “¿Creen que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, les
aseguro, división… “ Quien
conoce, aunque sea sólo un poco, el Evangelio de Cristo sabe que es un mensaje
de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, «es nuestra paz»
(Efesios 2, 14), muerto y resucitado para abatir el muro de la enemistad e
inaugurar el Reino de Dios que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican
entonces sus palabras? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice que ha venido
para traer --según la redacción de san Lucas-- la «división», o según la de san
Mateo, la «espada»? (Mateo 10, 34).
Esta
expresión de Cristo significa que la paz que Él vino a traer no es sinónimo de
simple ausencia de conflictos. Por el contrario, la paz de Jesús es fruto de
una constante lucha contra el mal. El enfrentamiento que Jesús está decidido a
afrontar no es contra hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios
y del hombre, Satanás.
Quien
quiere resistir contra este enemigo siendo fiel a Dios y al bien tiene que
afrontar necesariamente incomprensiones y en ocasiones auténticas
persecuciones. Por ello, quienes quieren seguir a Jesús y comprometerse a favor
de la verdad tienen que saber que encontrarán oposiciones y se convertirán,
aunque no lo quieran, en signo de división entre las personas, e incluso dentro
de sus mismas familias.
El
amor a los padres es un mandamiento sagrado, pero para ser vivido
auténticamente no puede anteponerse nunca al amor de Dios y de Cristo. De este
modo, siguiendo las huellas del Señor Jesús, los cristianos se convierten en
«instrumentos de paz», según la famosa expresión de san Francisco de Asís. No
de una paz inconsistente y aparente, sino real, perseguida con valentía y tenacidad
en el compromiso cotidiano por vencer al mal con el bien (Cf. Romanos 12,21) y
pagando el precio que esto comporta.
Sin fuego no es posible. En un estilo claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas
palabras insólitas: “Yo he venido a prender fuego en el mundo, y
¡ojalá estuviera ya ardiendo!”. ¿De qué está hablando Jesús? El carácter
enigmático de su lenguaje conduce a los exégetas a buscar la respuesta en
diferentes direcciones. En cualquier caso, la imagen del “fuego” nos
está invitando a acercarnos a su misterio de manera más ardiente y
apasionada.
El
fuego que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que
sufren. Jamás podrá ser desvelado ese amor insondable que anima su vida
entera… Jesús atrae y quema, turba y purifica. Nadie podrá seguirlo con
el corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, los rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguirlo viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de “lo correcto”.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al ser humano. Combate los formalismos religiosos, los rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley. Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca podremos seguirlo viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo de “lo correcto”.
Jesús
enciende los conflictos, no los apaga. No ha venido a traer falsa tranquilidad,
sino tensiones, enfrentamiento y divisiones. En realidad, introduce el
conflicto en nuestro propio corazón. No es posible defenderse de su llamada
tras el escudo de ritos religiosos o prácticas sociales. Ninguna religión
nos protegerá de su mirada. Ningún agnosticismo nos librará de su desafío.
Jesús nos está llamando a vivir en verdad y a amar sin egoísmos. Su fuego no ha
quedado apagado al sumergirse en las aguas profundas de la muerte. Resucitado a
una vida nueva, su Espíritu sigue ardiendo a lo largo de la historia. Los
primeros seguidores lo sienten arder en sus corazones cuando escuchan sus
palabras mientras camina junto a
ellos.
¿Dónde
es posible sentir hoy ese fuego de Jesús? ¿Dónde podemos experimentar la fuerza
de su libertad creadora? ¿Cuándo arden nuestros corazones al acoger su
Evangelio? ¿Dónde se vive de manera apasionada siguiendo sus pasos? Aunque
la fe cristiana parece extinguirse hoy entre nosotros, el fuego traído por
Jesús al mundo sigue ardiendo bajo las cenizas. No podemos dejar que se
apague. Sin fuego en el corazón no es posible seguir a Jesús.
“signo de contradicción” La
división que indica Jesús es consecuencia de la opción radical por seguirle a
Él. A pesar de que muchas veces la vocación de ser cristiano no es comprendida
ni siquiera por los propios familiares, sin embargo, Jesús sigue llamando a la
entrega total de sus verdaderos discípulos.
En
una sociedad que favorece la muerte de los no-nacidos y de los ancianos, que
aplaude el crecimiento injusto de las riquezas en manos de pocos, frente a la
miseria que sufren la mayoría de los ciudadanos, el cristiano está llamado a
ser “signo de contradicción” como Jesús. El discípulo de Jesús, fiel y
coherente, tiene que estar dispuesto a sufrir la contradicción constante de una
vida entregada a la causa de los más desfavorecidos.
Anunciar
y vivir el estilo de vida de Jesús provoca en esta sociedad consumista rechazo,
conflicto y división. Es una constante en la historia de la Iglesia. Es el
cumplimiento de la bienaventuranza proclamada por el mismo Jesús: Dichosos
serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda
clase de calumnias por causa mía (Mt 5, 11).
El
mismo Jesús ha de pasar por esa prueba terrible. Y sufre la angustia hasta que
llegue el momento de la destrucción en su cuerpo, para que la vida
florezca.
15 de Agosto:
“Nuestra Señora de la Asunción ”
Patrona de la Diócesis Avellaneda-Lanús
Celebramos que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrestre, fue asunta (llevada) en cuerpo y alma a la gloria
celestial
Oración del Papa Francisco para
el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a
ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo
ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo
y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la
felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la
traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche
como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don
de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el
perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor,
resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros
fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los
que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque
a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos
con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un
año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo,
llevar la Buena Nueva
a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y
restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre de la Misericordia , a
ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del
Pueblo de Dios. P. Martín
Irure, Misioneros Oblatos. P J.A. Pagola. (1)
Benedicto XVI
Lectio Divina: los Sábados 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V.
Domínico.
Si querés
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