Cuarto
domingo de Cuaresma, Lecturas 14-3-21, Ciclo B
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Segundo libro de las Crónicas 36,
14-23
Todos los jefes de
Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando
todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor
se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la
atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de
su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios,
despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira
del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio.
Los caldeos
quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron
fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos.
Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada y
estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento
del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por
Jeremías: «La
tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda
de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años.»
En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, ¡lo acompañe y que suba...!» Palabra de Dios.
Salmo136
R. Que la lengua se me pegue al
paladar
si no me acordara de ti.
Junto a los ríos
de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En
los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras
cítaras. R.
Allí nuestros
carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores,
alegría: «¡Canten para nosotros un canto de Sión!» R.
¿Cómo podíamos
cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti,
Jerusalén,
que se paralice mi mano derecha. R.
Que la lengua se
me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a
Jerusalén
por encima de todas mis alegrías. R.
Hermanos: Dios,
que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente
cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con
Cristo - ¡ustedes han sido salvados gratuitamente! - y con Cristo Jesús nos
resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo.
Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su
gracia por el amor que nos tiene en Cristo
Jesús.
Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no
proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las
obras, para que nadie se gloríe.
Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar
aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.
Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 3,
14-21
Jesús dijo a
Nicodemo: «De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el
desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto
al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera,
sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en
él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en
el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste
el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la
luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se
acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que
obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en Dios.» Palabra del Señor.
Reflexión
Las lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma son un canto de alegría al mostrarnos que el amor de Dios por nosotros no sólo lo manifestó en palabras, sino en su entrega, “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.”
“Es necesario que
el Hijo del hombre sea levantado en alto”. La
reflexión en torno a “levantar en alto” trae a colación un episodio muy
llamativo del Antiguo Testamento en el Libro de los Números 21,4-9, donde ante
la realidad del pecado y de las murmuraciones del pueblo, Dios “manda” unas
serpientes abrasadoras (se alude, posiblemente, al ardor que causan cuando
pican), que mordían y provocaban la muerte de muchos. Cuando los miembros del
pueblo reconocen su pecado y piden perdón, Dios les da como “remedio” que miren
una serpiente de bronce colocada en el extremo de un mástil sostenido por
Moisés.
Todo el que era mordido al mirar este signo quedaba curado. Así como el
“remedio” de la Antigua Alianza fue mirar a la serpiente levantada en alto, en
la Nueva Alianza el “remedio” será el Hijo del hombre levantado en alto que
trae vida eterna a todo el que cree en Él. Juan recrea y profundiza de manera
simbólica el episodio del Antiguo Testamento para referirlo a la crucifixión y
glorificación de Cristo. Jesús muerto y resucitado será la “nueva medicina”
para sanar la enfermedad del pecado y la muerte espiritual en el corazón de los
hombres. Así como la serpiente era un signo de salvación que curaba a los que
la miraban, la Cruz será signo de salvación para los que la contemplen.
Mirar al
crucificado. El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de
Jesús con un importante fariseo, llamado Nicodemo. Según el relato, es
Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche». Intuye que
Jesús es «un hombre venido de Dios», pero se mueve entre tinieblas. Jesús
lo irá conduciendo hacia la luz.
Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca sinceramente
encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento, Nicodemo desaparece de
escena y Jesús prosigue su discurso para terminar con una invitación general a
no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz. Según Jesús, la luz que
lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno
de los que creen en él, sino que tengan vida eterna».
¿Podemos ver y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz? Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles. Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida y de amor.
En esos brazos
extendidos que no pueden ya abrazar a los niños, y en esas manos clavadas que
no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, está Dios
con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas,
rotas por tantos sufrimientos. Desde ese rostro apagado por la muerte,
desde esos ojos que ya no pueden mirar con ternura a pecadores y
prostitutas, desde esa boca que no puede gritar su indignación por las
víctimas de tantos abusos e injusticias, Dios nos está revelando su "amor
loco" a la Humanidad.
«Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Podemos acoger a ese Dios y lo podemos rechazar. Nadie nos fuerza. Somos nosotros los que hemos de decidir. Pero «la Luz ya ha venido al mundo». ¿Por qué tantas veces rechazamos la luz que nos viene del Crucificado?
Dios nos propone un camino de salvación y santificación y el ser humano tiene dos posibles respuestas ante el designio y la propuesta de Dios: creer o no creer; la luz o la oscuridad; la verdad o la mentira; los mandamientos y las obras buenas o el pecado… Dios hace al hombre libre y el hombre elige de qué lado está, por qué se está jugando la vida. De la determinación del hombre depende la salvación o la perdición.
Acercarse a la Luz*. Me quedan resonando algunas palabras: tener Vida eterna, morir, salvarse. Juzgar y condenar. Hijo único del Padre. Luz y tinieblas. Mundo. Manifestarse las obras. Y la palabra decisiva: creer. Toda gira alrededor del Hijo Único del Padre. Juan nos centra en su persona. El Padre, como ama al mundo, envía al Hijo Único; y lo entrega para que quien crea en Él no muera y tenga Vida eterna.
Es frente a Él que se manifiesta entonces el juicio:
La Luz vino al mundo. El que obra en Dios, conforme a la verdad, se acerca a la
Luz, para que sus obras se manifiesten. Prefiere en cambio las tinieblas quien
obra mal, porque odia a la Luz (recuerdo aquí, que en el Evangelio de Juan, la
obra que Dios quiere de nosotros es Creer. Y creer no es, en Juan, “profesar
una serie de verdades expresadas en un credo”, sino reconocer vitalmente a la
Persona de Jesús como Verbo de Dios, y permanecer en Él por el amor).
Quedamos pues situados ante la
urgencia de una decisión existencial absoluta: Creer en Jesús como Hijo de
Dios; o rechazarlo. Todo, todo pende de esta decisión. El morir y el vivir
dependen de esta opción totalizadora. (*Donbosco.org.ar)
Celebraciones
en honor a San José
Novena del 10 al 19 de marzo
Oración a San José
¡San José, custodio de Jesús y esposo virginal de María, que pasaste la vida en el cumplimiento del deber, manteniendo con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret. Protégenos bondadoso, ya que nos dirigimos a ti, llenos de confianza.
Tú conoces nuestras aspiraciones, nuestras angustias y nuestras esperanzas. Recurrimos a ti porque sabemos que en ti encontramos un protector.
Tú también experimentaste la prueba, la fatiga, el cansancio, pero tu espíritu, inundado de paz más profunda, exulto de alegría al vivir íntimamente unido al hijo de Dios confiados a tu cuidado y a María su bondadosa madre.
Ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro trabajo, a saber, descubrir a Jesús a nuestro lado, acrecentarlo con la gracia y a custodiarlo fielmente, como tú lo hiciste. Y concédenos que, en nuestra familia, todo sea santificado, en la caridad, en la paciencia, en la justicia y en la búsqueda del bien. Amén.
Aclaración: Se han consultado para la preparación del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios y las reflexiones de, Centro Bíblico del CELAM. Dominicos.org. Donbosco.org.ar. J. A. Pagola.
Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
Reflexionando los Evangelios de los últimos domingos
Segundo domingo después de Navidad
“Y la Palabra se hizo carne y
habitó
entre nosotros.”
Bautismo del Señor
“Apenas fue Bautizado Jesús, el Espíritu
de Dios descendió sobre Él”
Segundo
domingo durante el año
“Hemos encontrado al Mesías,
vengan y lo verán”
Tercer domingo durante el año
«El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca.
Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»
Cuarto domingo durante el año
«Les enseñaba como quien tiene autoridad»
Quinto domingo durante el año
“Jesús
sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males”
Sexto domingo durante el año
“Si
quieres, puedes purificarme”
Primer domingo de Cuaresma
“Conviértanse y crean en la Buena
Noticia”
Segundo domingo de Cuaresma
“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”
Tercer domingo de Cuaresma
“Destruyan el templo y en tres días lo
volveré a levantar”